Una profesora como regalo de navidad

- capitulo 8

Las clases se volvieron a retomar después del descanso navideño. Caitlin tuvo que soportar que otros cuestionaran su trabajo, incluso en sus propias clases, ahí estaban, sentados observando las reacciones que mostraba ante sus alumnos y su forma de tratarlos.

Tampoco en su despacho la dejaban demasiado tranquila, pues estaba obligada a responder preguntas estúpidas que no hacían más que aumentar su molestia, pero nunca sin llegar a perder la cabeza. Respetaba la política de la universidad, pero no la entendía, menos sabiendo que no tenían ninguna prueba contra ella.

Caitlin les había dicho que llevó a Abby donde ella le pidió y la dejó allí, no se preocupó más. Pero el hecho de que Jake la viera semidesnuda al lado de su auto y que la chica entrara dentro parecía ser prueba suficiente para sospechar todavía más. Y no iban mal desencaminados.

Al margen de que su vida laboral estaba siendo cuestionada, no solo por su supuesta relación con una alumna, sino también por la agresión a otro, lo único que le importaba era Abby. Había dejado de asistir a sus clases y apenas la veía por los pasillos. Julián estaba preguntando al resto de profesores sobre su posible carácter y comportamiento en sus clases y eso le enfurecía. Él no conocía a Abby; era imposible que ella sedujera a los demás porque estaba seguro de que la amaba a ella, solo a ella... Al menos hasta que la rechazó.

Aún tenía pesadillas de ese momento. Se levantaba en plena noche completamente sudada y jadeando su nombre en la oscuridad. Le dolía pensar en las lágrimas que había derramado en el carro por su culpa y solo esperaba que todo acabara en unas semanas, si tenía suerte.


Abby tampoco lo estaba pasando bien. Después de pasar las Navidades encerrada en su habitación llorando por esa maldita relación, lo único que tenía claro era una cosa: Caitlin era una perra maldita.

Estaba segura que después de conseguir un buen polvo con ella; de permitirle hacerle cosas que jamás hubiera pensado, se cansó de ella y la dejó a un lado alegando que solo debían ser “profesora  y alumna”. Pero a pesar de eso no podía quitarse de la cabeza y de su corazón el profundo sentimiento que sentía hacia ella.

No quería volver a pisar las clases de la profesora Becker y procuraba no encontrarle en los pasillos. Vigilaba buscándola y, cuando la encontraba, trataba de esconderse o daba media vuelta para no verla.

Los exámenes estaban a la vuelta de la esquina y le vino bien centrarse en algo que no fueran sus sentimientos destrozados. También tenía a Terry en la que se apoyaba cada vez que los recuerdos afloraban. Su amiga le proponía innumerables veces buscar un reemplazo para Caitlin pero Abby rechazaba la idea sin pensarlo siquiera. No quería un reemplazo; a pesar de querer odiarle con todas sus fuerzas, en el fondo, seguía amándola.


Unos golpes en la puerta hicieron que Caitlin levantara la cabeza extrañada. Era demasiado tarde para las tutorías y no tenía previstas más visitas.

― Pase.

Terry abrió la puerta del despacho y la cerró tras de sí. Llevaba una minifalda lo suficientemente corta para provocar un ataque a cualquier hombre o mujer, la camiseta no debía haber costado demasiado teniendo en cuenta la poca tela que habían usado.

― Las tutorías han acabado señorita.

― Me preguntaba si podría darme una privada, profesora. - Dijo ella acercándose y apoyando las manos sobre el escritorio. Eso le hizo recordar a Abby. Cerró los ojos y apartó la cara. Tenía que dejar de pensar en ella.

― Le pido que salga de mi oficina.

― ¡Vamos, profesora! La pasaremos bien. No hay nadie cerca y seguro que se le ocurren una o dos cosas para hacer aquí. - Replicó guiñándole.

Caitlin se puso de pie y la cogió del brazo. Se la acercó lo suficiente como para que Terry tuviera que alzar su cuello para mirarla a los ojos.

― Fuera. - Terry hizo un puchero  y llevó su mano hasta su pecho y paso despacio su dedo entre sus senos . Caitlin  la apartó lo suficiente como para conducirla hasta la puerta del despacho.

― Primero, yo no soy de esas. Y segundo, estoy enamorada de alguien.

Abrió la puerta y se encontró a dos hombres parados frente a ella. Miraban más a Terry y a su mano agarrando el brazo de ella que a Caitlin.

― ¿Enamorada de Abby? - Preguntó Terry sonriendo.

― ¿Qué es lo que pasa aquí? - Inquirió Caitlin.

― Lo siento, profe. Tenía que asegurarme de que no era de las que se aprovechan de sus alumnas y, cuando lo han conseguido, las abandona.

Caitlin frunció el ceño. No le gustaban las bromas, y menos a su costa.

Terry se volvió hacia los hombres y les susurró algo tras lo cual desaparecieron del pasillo. Se volvió hacia ella y su carácter divertido y afable cambió por completo.

― Tenemos que hablar de alguien en común.

― No hay nada de qué hablar. – Dijo Caitlin entrando de nuevo a su despacho. Terry la siguió y cerró la puerta.

― Yo creo que sí. Me gustaría saber el motivo por el que la rechazó. Acaba de decir que la ama.

― No he dicho tal cosa.

― ¿Entonces quiere hacerme el amor a mí? - Le preguntó acercándose al escritorio y apartando unos papeles para sentarse encima y mostrarse en una postura de lo más sensual.

Caitlin, que estaba sentada en su silla, la miró sorprendida pero sin tener ningún tipo de atracción hacia ella. No era Abby.

― Lo suponía. Nadie que no esté enamorado se me resiste. Como ve, puedo ser muy persistente.

― No le quepa duda... - Masculló ella.

― No la entiendo, profesora Caitlin. Se supone que ambas sienten lo mismo. ¿A qué viene esto? ¿Por qué lo hizo? Abby está destrozada.

― No hubiera pasado nada si hubiéramos esperado dos meses, el tiempo en el que ella saldría licenciada. - Terry entrecerró el cejo. Agachó la cabeza pensando qué decir para que la cosa fuera como quería cuando se fijó en el sobre.

― ¿renunciara? - Lanzó al aire.

Caitlin saltó y cogió el sobre para apartarlo de su vista.

― ¿Qué ha hecho? - Preguntó ella.

― No es de su incumbencia.

― Si tiene que ver con Abby, maldita sea, es de mi condenada incumbencia.

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