Una profesora bien maestra

Una profesora le enseña a un alumno y le muestra a su marido...

UNA PROFESORA BIEN MAESTRA (II)

Una siesta mi mujer salió a trabajar, ya que da clases en una escuela secundaria, y yo me acosté a dormir la siesta, hacía calor en el departamento y al rato de acostarme, no se por qué se me empezó a parar. Me fui franeleando la pija con los ojos cerrados e imaginando que mi mujer, en ese momento, estaba cojiendo con otro, instintivamente me llevé un dedo a la boca, me lo moje y me lo puse como pude en el culo, no me alcanzó un solo dedo así que pensé en usar el consolador, total después lo lavaba y se acaba el problema; nadie se enteraría.

Me levante fui al bidet le puse champú al consolador y me senté despacio sobre esa enorme pija de siliconas, que a pesar de estar parada al fondo del bidet, salía como 20 cms. Afuera, me lo comí todo mientras veía como de la punta de mi pija salía cada vez más flujo y con la punta de un dedo me lo sacaba y me chupaba el dedo soñando con el sabor de una pija en mi boca. Cada vez me movía más rápido de arriba abajo y cada vez abría más el orto pidiendo una grande; aunque me parecía mentira me tragaba sin problemas el aparato hasta que empecé a acabarme en la mano y los dos primeros chorros me los llevé a la boca chupandolo todo, quedé cansado, me levante, lavé todo y me fui a acostar para dormir una hermosa y satisfactoria siesta.

A la noche llegó mi mujer y nos hicimos la pregunta formal sobre cómo nos había ido en el día, ambos contestamos que todo bien y luego de cenar nos fuimos a acostar. No quería ni acercarme a ella por temor a que me tocara el culo y se diera cuenta que lo tenía bastante dilatado por lo que había hecho a la siesta, así que la abracé intentando dejar pasar la noche y tener sexo al otro día. Ella no tardó en darse vuelta y ponerme su hermoso culo sobre mi pija empezando a menearlo suavemente, estábamos acostados en cucharita como comúnmente decimos; mi pija ni se inmutó, por lo que ella preguntó,

qué pasa, no tenés ganas, mira que yo vengo caliente;

¿y de qué venís caliente? Pregunté,

nada, nada, lo que pasa es que cada vez estoy más ratoneada con un tercero y en honor a la verdad hoy trasladaron a un alumno de otra escuela y está hecho un yegüo el pendejo, le di clase casi dos horas pero mientras le explicaba no podía dejar de imaginarlo entre nosotros. Y siguió contando,

me recontra calentó el pendejo, con decirte que en un momento me senté y crucé las piernas muy fuerte apretándome la conchita, si hubiésemos estado solos me lo chupaba todo, ¿ no te enojas, no?, me dijo. Que les puedo contar, otra vez estaba que volaba de caliente y mientras se la ponía en la conchita, que ya venía re mojada le dije,

¿así querés que te coja el pendejo?,

no, más fuerte, con más ganas, más bruto, imaginate la leche que debe tener ese pendejo, le alcanza para mi y para vos.

Más loco me ponía y le dije,

traelo a casa con la excusa de darle clases particulares y lo veo, si a los dos nos gusta probamos. Acabamos espectacularmente y nos dormimos sin decir más.

Pasaron unos días, y una tarde se aparece con el chico en casa;

el es Jorge, dijo haciendo la presentación de rigor y tratando que todo pareciera normal,

va a venir a casa unos días a estudiar para poder terminar bien el año;

me parece bien, dije y agregué,

ustedes hagan lo que tiene que hacer que yo tengo que salir, preparé algunas cosas y salí por la puerta principal. Como sabía lo que a ella le calentaba el pibe volví sin que me vieran por el fondo de la casa, entré por la cocina y me instalé a observar, mi mujer le dejó unos libros en la mesa al chico y le dijo que vaya leyendo mientras ella iba a ponerse cómoda y a los cinco minutos se apareció nuevamente pero con ropa más liviana, nada del otro mundo;

No va a pasar nada, me dije pero me quedé igual, total si ella me veía sabía que estábamos los dos con la misma idea y no se tenía por qué sorprender. Trabajaron un rato hasta que mi mujer, muy abiertamente le dijo al chico que estaba cansada por lo que deseaba sacarse las zapatillas y como estaban de frente subió una pierna a la silla que Jorge tenía a su lado mostrándole disimuladamente estrecha abertura, bajó la pierna y subió la otra pero con ésta intentó desatar el nudo y no pudo por lo que le pidió al chico que la ayudara; la muy pícara tenía todo estudiado. El chico se estaba poniendo colorado ya que tenía toda la concha de mi mujer ante sus ojos pero no se asustó y empezó a desatar el nudo hasta que lo logró,

sacame la zapatilla, dijo mi mujer, y Jorge la fue sacando despacio,

que placer..., gimió mi mujer,

Jorge ¿no te enojas si te pido que me masajees los pies?,

no, por favor, dijo animándose a más y empezó suavemente a masajearla, ella empezó a gemir y el chico no sabía qué hacer,

no te preocupes Jorge, dale tranquilo que estamos solos y esto me encanta, seguí para arriba por las pantorrillas. Jorge siguió despacio y ella le pidió que dejara la silla así apoyaba las piernas allí y que se arrodillara para que estuviese más cómodo, Jorge se arrodilló y claro, con sus casi veinte no era ningún tonto, y siguió subiendo más allá de la rodilla hasta que fue llegando al muslo, mi mujer gimió y esa fue la señal que Jorge necesitaba para subir definitivamente a su entrepierna,

espera, espera, dijo ella y se bajó la tanga sin sacársela dejando al descubierto y a la altura de la cara de Jorge toda su conchita, que ya era un mar de flujo. Jorge, con un poco de timidez aún, llevó su mano hasta los pendejos y luego fue bajando por la rayita, mi mujer gemía como una loca,

dale nene metete más adentro, y levantaba la cintura ofreciendo más, Jorge le metió mano y se levantó para chuparle los pezones que se le marcaban tras la remerita, ella se dejó hacer hasta que empezó a acabarse como loca y con una mano apretaba la de él contra su concha y con la otra su cabeza contra sus tetas; yo miraba azorado, no entendía cómo podía soportar que este pendejo la calentara tanto y se la estuviera comiendo delante de mis ojos, pero a la vez tenía la calentura más grande de mi vida y mi pija era un chorro constante de flujo.

Seguí observando como mi mujer se acababa hasta que más tranquila lo hizo parar a Jorge y sin decir nada le sacó la pija del pantalón y se la empezó a chupar mientras le masajeaba los huevos, que también los tenía afuera del pantalón, era desesperante como se tragaba ese aparato de carne, haciendo todos los ruidos habidos y por haber; Jorge empezó a gemir anunciando el final, pero ella le apretó los huevos y dejó de chuparsela, - no papito, todavía no, quiero que me hagás el culo con ganas y me lo llenes de leche, después veremos hasta dónde das. Se paró, le agarró la pija y lo arrastró hasta la pared, se apoyó en ella con las dos manos, abrió sus piernas y levantó todo lo que pudo el culo abriéndolo para que le metan lo que venga; Jorge apoyó una mano en la pared y con la otra se la acomodó, la yegua gemía como loca y el pendejo empezó a empujar, tenía una pija hermosa, bien rosada y con una cabeza pronunciada, no era inmensa pero si más grande que la mía; empujó y empujó hasta que se la puso toda.

En un momento estuve tentado de aparecerme pero no podía arruinar aquel espectáculo y el disfrute de aquellos dos amantes, por lo que seguí pajeandome despacio mientras miraba la hermosa culeada que recibía mi mujer. Ya no se veía la pija de Jorge, estaba toda adentro y la muy puta quería más, pero Jorge no daba más y se empezó a acabar adentro de ella.

He visto muchas películas porno pero con las ganas que culeaba este chico nunca, creo que le debe haber quedado caliente el culo a mi mujer durante todo el día. Cuando se la sacó, chorreando aún leche mi mujer se llevo la pija a la boca y la dejó limpita, se dio vuelta, se apoyó con los codos sobre la silla poniéndole el culo a su disposición pero esta vez le dijo que se lo chupara hasta que quedara limpio, lo que Jorge, con muchas ganas hizo. Luego se vistieron mientras yo me acababa mudo y ensuciando todo el piso con la leche que corría entre mis dedos; guarde mi pija ya flácida, limpié en silencio, salí despacio por atrás y me fui a caminar un par de cuadras para hacer tiempo y volver.

Cuando llegué a casa los dos estudiaban como si no hubiese pasado nada; el chico estaba serio y casi tieso cuando entré, y ella muy liviana y con cara de pícara me cerró un ojo, sin imaginarse lo que yo había visto, y me pidió que preparara unos mates así mientras ellos estudiaban yo les cebaba. Charlamos mucho los tres y nos fuimos haciendo compinches, que en el fondo era lo que buscábamos los dos y seguramente Jorge también.

III

Unos días después de aquella tarde de novela yo seguía en silencio guardando mi secreto y mi mujer, que no me contó nada de lo que había pasado, también guardaba su secreto, que no era tan secreto. Era miércoles y se venía un fin de semana largo, ella tenía que dar su última clase, antes de las vacaciones al otro día y esa noche entre palabras y palabras, sin decir nada de lo que pasó, le comenté que podríamos alquilar una cabaña en una villa que quedaba cerca para pasar el fin de semana y aprovechar para ir a pescar; me dijo que sería bárbaro y que me prometía que la pasaríamos de primera. Al rato empezamos a acariciarnos mientras veíamos una película de alto contenido erótico, y por supuesto nos pusimos a coger, yo seguía pensando en aquella siesta de hacía un tiempo y me calentaba como un caballo y ella comenzó a subir de tono las palabras hasta que no pudo con su genio y comenzó a pedír otra pija que le llenara el culo. Más cogíamos, más pedía hasta que terminamos pero de una manera distinta a todas, le saqué la pija de la conchita y baje a chuparle toda mi leche dejándosela limpita, luego nos besamos como locos y llegó el momento esperado; me tomó con sus manos de la cabeza, me miró de frente y me preguntó si me parecía bien que invitáramos a su alumno, que le parecía un buen chico y que estaba solo en la ciudad ese fin de semana. ¡Hija de puta!, no había dicho nada del tema; yo, le dije que podría ser pero que era peligroso ya que parecería muy raro una cabaña para tres mayores pero ella aclaró que lo presentaría como su hijo y se acababan los problemas, total de puertas para adentro hacíamos lo que queríamos. Le dije que lo invitara y que después veríamos cómo salían las cosas.

Al otro día apareció con la noticia que Jorge había aceptado la invitación y que el llevaría las bebidas para los tres días. No era ningún tonto el pendejo, sabía que en algún momento yo me iría a pescar y se la iba a coger de nuevo, lo que no sabía era que esta vez iba a ser de a tres.

Llegó el sábado y nos organizamos bien, cargamos todas las cosas necesarias y además las mina se cargó todos los juguetitos que tenía, vaselina, forros, etc. Lo que me enteré después, recién al llegar a la cabaña. Pasamos a buscar a Jorge que ya nos esperaba en la puerta y nos fuimos.

Cuando llegamos nos habían dado una cabaña bastante alejada de las otras, otra picardía de mi mujer, cuanto más lejos mejor. Comencé a preparar un asado mientras ellos ordenaban las cosas y después nos fuimos un rato a la pileta. Mi mujer tenía una malla enteriza y Jorge se había venido con una malla de nadador que le quedaba bárbara ya que mostraba su sexo claramente pero como no la tenía tan grande no le quedaba mal, lo único que no podía disimular era la cabeza que tenía, pero a nadie le interesó en la pileta ya que la gente está acostumbrada a estas cosas.

Comimos muy bien, y como siempre después de almorzar yo tenía una modorra padre y quería ir a dormir un rato, además que quería estar bien a la noche. Ella se ofreció a lavar todo y él a ayudarla. Dormí la siesta y cuando me levanté ellos estaban en la pileta divirtiéndose, me puse la malla y los acompañé, cuando Jorge me vio salió del agua y se sentó al borde de la pileta, yo me di una ducha me zambullí y me senté al lado de el para charlar un rato. Mi mujer se fue a preparar unos mates y quedamos solos; - que linda mujer tenés, me dijo,

si contesté haciéndome el boludo y mirando para otro lado,

parece una gran mina, agregó,

si, muy inteligente y laburadora; está buena y hace el amor como no te imaginás agregué; se puso colorado y no contestó pero de reojo vi como su pija se hinchaba por lo que se tiró al agua para que se le pasara. Él creía que no me daría cuenta pero yo venía masticando el tema desde hacía días y no me podía sacar de la cabeza que esa pija que se había comido mi mujer, a lo mejor era para mi también.

Volvió mi mujer, tomamos mates y Jorge dijo que se iría a caminar un rato y que se comprometía a hacer el fuego para asar algún pescado que compraría de camino.

Quedamos solos y mi mujer me preguntó qué me parecía el chico,

me gusta, le dije,

¿ y a vos te gusta?,

no te pongas celoso papito, yo amo a una sola persona en el mundo;

¿te gusta o no?, insistí,

bueno, si me gusta además viste el culito que tiene, bien durito y paradito;

vamos, me vas a decir que tenés comentarios solo de su culito;

bueno, digamos que de adelante esta bastante bien, normal pero cabezona. Si lo sabría la yegua que días antes se la había comido por el culo y por la boca; me hice el tonto y cambié de tema; ella se percató pero en voz baja siguió,

¡epa!, no me digas que te estás empijando, ¿no me digas que es por el?, tantas nenas que tenés a tu alrededor, cual de todas mas buena y vos te empijas con un macho. Hizo silencio, suspiró y dijo,

me gusta, como me gusta que estés así, dejó el mate y se fue al agua.

Por la noche comimos muy bien y como siempre ella se tomó sus buenos vinos acompañada por Jorge mientras yo tomaba agua. Empezaron las bromas y las historias de cada uno, nosotros en nuestra juventud y el en la actualidad. Yo conté sobre mi primer polvo, que fue en un descampado a la luz de la luna con una amiga de la infancia, mi mujer me cargaba porque decía que en esa época ni los forros existían y reímos juntos, ella contó sobre un amorío que había tenido a los 16 años y que se la desvirgó un amigo de un vecino y que era de otra ciudad, en el verano del 76. estábamos los tres muy distendidos y alegres, ya eran como las dos de la mañana y corría el vino en la mesa;

ahora te toca contar a vos Jorge, dijo ella;

y bueno, dijo él y empezó a contar. Para mi sorpresa y la de mi mujer contó, cambiando nombres y en otra época la historia que había tenido con mi mujer, ella se puso colorada y mientras escuchaba se levantó a ordenar las cosas de la cocina haciéndose la boluda y para no demostrarme sorpresa, pero yo sabía todo y los dejé hacer y contar.

ya somos grandes, dijo, así que puedo hablar con todas las palabras,

lógico le dije y siguió contando. Creo que mi mujer se empezó a calentar y yo también, el contaba y yo me hacía el interesado en la historia y le pedía más detalles para ver si contaba todo. El pendejo se dio el gusto de decir que se había cogido a una maestra que estaba muy buena y que seguramente cuando volviera a verla se la cogería de nuevo, mi mujer no sabía a quien mirar pero se me arrimó y empezó a acariciarme las piernas bajo el mantel hasta que llegó a mi pija, que ya estaba bastante dura. Cuando Jorge terminó ya eran como las tres de la mañana y creo que los tres estábamos muy calientes así que decidimos ir a la pileta. salimos muy despacio de la cabaña y nos metimos al agua sin hacer mucho ruido, estaban todas las luces apagadas, estuvimos buceando y haciendo aquel juego de abrirse de piernas y pasar por debajo. Yo sabía que Jorge en cada pasada le iba a tocar abajo a mi mujer y que ella haría lo mismo con él; me gustaba esa idea y trataba de que jugaran entre ellos más que conmigo, descansamos parados los tres al borde, lógicamente ella al medio.

En un momento, y como los tres mirábamos para el mismo lado mi mujer disimuladamente me agarró la pija por sobre la malla buscando que me calentara y así tener vía libre, no tardó mucho en lograrlo porque se dio vuelta y me rodeó con un brazo, me besaba locamente y con la otra mano le manoteaba el aparato a Jorge, no dije nada y seguí bajando una mano a su entrepierna y con la otra, y en silencio lo tomé del brazo a Jorge y lo llevé para que se ponga detrás de ella haciendo un sándwich. Jorge no entendía mucho de lo que pasaba pero con el vino que había tomado, la movida que le había pegado a mi mujer aquella siesta y yo que ahora lo invitaba, se dejó llevar al mejor de los mundos.

El la apretaba de atrás mientras le acariciaba las tetas sin sacarle la malla y yo seguía pajeándola mientras ella agarraba los dos miembros en el más caliente momento de la vida de los tres. Jorge intentó correrle la malla para ponérsela por atrás de parado pero ella le dijo que no, que debía esperar y había mucho por hacer. Mi mujer se safó de nosotros y sacando las dos pijas de sus mallas nos enfrentó y las empezó a rozar una con otra, tomo aire y se metió bajo el agua a chuparlas juntas, Jorge y yo quedamos solos de frente y pegaditos, el pendejo, muy caliente gemía mientras se acercaba a mis tetillas para chuparlas, yo le agarraba la cabeza y lo apretaba contra mi pecho mientras mi mujer entraba y salía chupando a gusto.

Salió de la profundidad y se paró al lado nuestro sin dejar de tener los aparatos en sus manos mientras incitaba a Jorge a que siguiera haciendo conmigo, yo mudo gozaba de aquel momento, ella volvió a hundirse y de pronto sentí que Jorge empujaba su pija contra la mía, me di cuenta que mi mujer le estaba chupando el culo bajo el agua, el pendejo me abrazó y apoyó su cabeza en mi hombro mientras disfrutaba la chupada que mi mujer le hacía, volvió a subir, me puso a Jorge de espaldas, le bajó la malla y le frotaba mi pija por su agujero, yo me estaba por acabar y Jorge apretaba su culo para que no se la pusiera. Mi mujer se dio cuenta, paro de jugar y nos dijo que nos fuéramos a la cabaña, como para distendernos en el trayecto. nos llevó a los dos de las manos hasta la ducha y allí nos bañamos todos juntos, nos enjabonamos muy bien nuestros genitales, yo a Jorge, y Jorge a mi mujer mientras le chupaba las tetas para que ella gimiera y se emputeciera aún más, lo que a mi me ponía a mil. Le enjuague bien la pija a Jorge y como yo estaba detrás de él se la agarre y se la acomodé a mi mujer en la entrada de su concha, el pendejo empezó a pasarla lentamente sobre su tajo sin ponérsela y yo le pasaba la mía por el agujero a el, también si ponerla. Mi mujer se arrodillo tomo los huevos de Jorge y se metió la pija en la boca chupándola de a poquito y diciéndome que así tenía que chupársela cuando me tocara a mi;

ya mismo la quiero chupar, le dije,

no, quiero que los dos , así arrodillada me hagan la lluvia dorada por todo el cuerpo; era un sueño cumplido, pero se nos hacía difícil porque estábamos re empijados los dos así que empecé a hacer algunas bromas y le pedí a mi mujer que hiciera un poco de silencio y no tocara nada; a los dos minutos nuestras lluvias la bañaban completamente mientras ella prometía devolver la atención en cuanto pudiera. Cuando terminamos tomó las dos pijas, les sacó con sus labios lo poco que quedaba y dijo que debíamos seguir; claro estaba re caliente y quería el aparato cabezón de Jorge bien adentro.

Se paró, se puso de espalda, como aquella siesta, sacó culo se pasó jabón y le paso también a la pija de Jorge, yo no esperé más, me arrodillé y me saqué el gusto de chuparle el culo al pendejo mientras se culeaba a mi mujer; él disfrutaba como loco y no se cómo hacía pero cuando la embestía no cerraba el culo para que yo le chupara cada vez más adentro; de golpe empezó a cerrarlo y me di cuenta que se acababa, me senté debajo de él y antes que terminara lo empuje un poco para atrás le saque la pija del culo de mi mujer, le hice la paja un poco y recibí toda su acabada en mi boca; ella quedó muda, pero no se quedó quieta, me corrió y le comió la pija chupádola con muchas ganas, Jorge se retorcía hasta que se le empezó a parar de nuevo, mi mujer sabe de estas cosas y estaba logrando lo que quería.

Me dijo que me pusiera en cuatro patas y me llevó el aparato de Jorge al centro de mi culo, disfrutaba como una yegua en celo,

ahora si te la vas a comer papito, y me enjabonó el culo, a él no lo enjabonó, simplemente le chupó la cabeza para que estuviera mojada y le dijo que me la pusiera. Jorge comenzó a empujar mientras mi mujer nos animaba a los dos. Cuando empezó a entrar esa hermosa cabeza en mi cuerpo sentí que me iba a morir y solté un gemido de dolor; la muy viva se dio cuenta y con su mano me la sacó, mientras lo pajeaba me volvió a chupar el culo,

nuevamente atrajo a Jorge y me la acomodó, pero esta vez me empezó a hablar al oído, cosa que ella sabía que me emputecía. Poco a poco me fue entrando, Jorge era cuidadoso de no arruinar aquel momento, lo que me pareció estupendo. Cuando me entró toda mi mujer se paró y se sentó en el bidet para vernos culear mientras se pajeaba. Jorge empezó a entrar y salir despacio pero yo quería que me lo hiciera como un verdadero macho se come a una mujer, con ganas; así que con una mano hacia atrás lo agarré de la cintura y lo incitaba a que lo hiciera más rápido y con más fuerzas, cosa que había aprendido de mi mujer. Jorge siguió cada vez más fuerte y a mi ya no me alcanzaba esa hermosa pija en mis entrañas, le pedía, como si fuera putísimo que me diera más y más hasta que sentí aquello que tanto le gusta a mi mujer, su cabeza empezaba a hincharse dentro de mi orto y la fricción se hacía más rápida; se estaba por acabar,

si dale Jorge, acabate adentro, pero bien adentro, dame toda la leche que quiero que me corra por las piernas. Jorge gimió y dijo,

tomá, acá tenés toda mi leche disfruta como va a disfrutar tu mujer cuando la acabe bien adentro, en ese momento empecé a sentir la mejor sensación del mundo: el culo lleno de un pedazo de carne dura, su leche caliente, su cabeza grande saliendo, abriéndome más la puerta del culo y mi pija que ya largaba algunas gotas de leche sobre el piso.

Me levanté como pude, me dolía de placer todo, pero estaba bien, contrariamente a lo que pensaba. Nos acercamos a mi mujer y ella seguía pajeándose, yo la empecé a besar y Jorge le acariciaba las tetas, fue aumentando la velocidad mientras gemía diciendo, - estos son mis machos, sin límites, mis machos putos, los adoro...,cerró los ojos y quien sabe en quién pensó para acabarse con locura, y con desesperación agarraba y chupaba nuestras bergas una a una hasta que se tranquilizó.

Esa noche dormimos los tres juntos, pero realmente dormimos porque no teníamos más fuerza para nada.