Una prima un poco puta...
Luego de más de un año de ausencia... Intento reiniciar el ritmo. Ahí va un relato de una prima un poco puta y sus secuelas, ya veremos, es un relato real
Una prima un poco puta
Imaginen la escena: una apacible tarde en el cuarto de un motel de paso en Vallarta; la pareja entregada totalmente al ejercicio erótico: la mujer arrodillada en la cama recibiendo la tranca de su joven amante por el culo; la voz apasionada de la señora "¡dame duro papi, dame duro, si papi, más, dame duro!", y el jovenzuelo que no se hace del rogar y arremete con furia contra el maltrecho culo que ya flojo recibe una y otra vez la pinga endurecida y de improviso se abre la puerta de la habitación, corriendo entra el marido engañado; hecho una furia se lanza contra la pareja de amantes sorprendidos; la esposa infiel que trata de esquivar los golpes del marido cornudo mientras con la sábana trata de cubrir su desnudo cuerpo, el amante corre espantado a refugiarse al cuarto de baño y atranca la puerta; dos gendarmes que macana en mano tratan de contener al furioso marido engañado y la voz de una mujer, la suegra, que grita a todo pulmón: "¡eres una puta, siempre supe que eras una puta!" y Ana que aterrorizada siente que su mundo se cae a pedazos, mientras recibe los bofetones del marido en todo el cuerpo y las lágrimas que le escurren por el rostro, eso y los gritos del gerente del motel: "¡se largan ahora mismo de la habitación, el escándalo afectará la reputación de mi establecimiento, todos fuera!".
Sorprendido y atento escuchaba el relato de mi prima Ana y ansioso pregunté: "¿Y luego qué?".
--"¡Pues que va a ser!, me llevaron casi desnuda, nomás tapada con la sábana, a la delegación de policía, ¡y la vergüenza!, y los gritos e insultos de mi marido y de su pinche madre, las miradas curiosas y las sonrisas cínicas de los empleados, y yo ¡temblando de miedo y confusión!, pensando "¿por qué seré tan puta, por qué?".
--"Pues eso sí, ¿eh?".
--"¡Mira si te vas a burlar ya no te cuento nada!, ¿eh?, bueno, luego de horas de espera y ya ante el agente del Ministerio Público, entre risitas cínicas ¡el maldito!, nos dijo: pues señores yo no puedo intervenir, este es un asunto civil, que se debe turnar a un Juzgado Civil, yo levanto el acta informativa sobre los hechos, sobre cómo y en que circunstancias encontró el esposo a la esposa y ya sabrán ustedes cómo proceden, la infidelidad y la bigamia son motivos de divorcio, así las cosas es asunto que ustedes deben decidir; y el maldito de mi marido: "pues claro que exijo el divorcio, es una puta, una maldita zorra, y yo no quiero a una puta por esposa", y el funcionario meneando la cabeza como dándole la razón. Luego ya sabrás el escándalo con la familia, ¡con mis hijos!, al enterarse de todo, la humillación de ir a mi hogar y encontrar mis cosas tiradas en la calle, y mi madre que se negaba a recibirme en su casa y mis hermanas tratando de consolarme, pero en su interior burlándose de mi, en fin, luego los engorrosos trámites del divorcio y todo eso del maldito chamaco que me cogí, ni me preguntes: huyó cuál vil cobarde, se escondió sin dar la cara, pero yo tuve la culpa
Intercambiamos miradas y: "¡Por puta!", coreamos los dos y reímos sin querer.
--"Pues si pero es que ¡estaba tan lindo, tan hermoso el condenado!, no se si te habrá pasado a ti, puedes ser un marido o esposa modelo, amar a tu pareja y llevar tu matrimonio bien, cómo debe ser, o más o menos, y de pronto aparece ese alguien que te remueve todo, que te hace suspirar, que hace que se te mojen los calzones, mira ¡te lo juro!, llegaba a trabajar al restaurante y veía al chiquillo atendiendo el bar y al ratito sentía las pantaletas empapadas de lo caliente que me ponía nomás de verlo, ¡te lo juro!; el chico era lindo y tímido, se sonrojaba al verme, platicaba con él un ratito y lo miraba sofocarse, lo estuve acosando como tres semanas y nada, nada de nada, hasta una noche que íbamos a cerrar casi a fuerza me lo llevé cerca de la playa y ahí, junto a los camastros me lo fajé, creo que el chiquillo era virgen porque no sabía ni que onda, pero en cuanto puse su pito en mi panochita ¡tuve el orgasmo más intenso de toda mi vida!, me vine al instante, luego de muchos besos me acosté en un camastro y me lo puse encima y volvimos a coger, yo entre gemidos tenía que decirle como moverse, me la metió otra vez bien rico y me volví a venir de manera fabulosa".
--"Y nos hicimos amantes, claro que yo tenía que pagar el hotel, pues el pobre no ganaba lo suficiente para aplacar las ganas de una amante o novia, ¡hacíamos cada locura!, una vez me cogió tras el mostrador del bar, yo recargada en la barra y el atrás con disimulo, metiéndome la pinga en la cola y más cosas pero el desgraciado de mi marido empezó a sospechar, ¡claro que el cabrón no era una blanca paloma!, si bien que andaba cogiéndose a cuanta vieja se dejaba, además supo de algunas de mis aventuras ya de casada como supondrás, pero ambos lo tolerábamos, yo sabía que él andaba en sus cosas y a veces él sabía que yo también, pero lo del chico ese fue diferente, el esposo se puso celoso y es que yo andaba en las nubes, bien caliente y enculada con mi chiquillo ¡me costó un trabajo recuperarme de él!, de olvidarlo, de aguantarme las ganas de ir a buscarlo, y luego todo el proceso de divorcio, empezar una nueva vida, restañar heridas con la familia, ¡ya sabrás tú de eso!, ¿verdad?", dice la prima, que se mantiene bastante buena a sus ¿40 y tantos?, mirando mis ojos en forma interrogativa.
Suspiro un poco, tal vez recordando algo de mi propia vida y le comento a la prima, mientras caminamos cerca de metro Chapultepec: "pues si, esas cosas suelen suceder y ¿cómo te va ahora?, ¿qué haces en México?".
Y mientras la prima me cuenta sus últimos tiempos hasta venir a recalar en la casa materna, confirmo que la vida da muchas vueltas, por ejemplo nuestro fortuito encuentro en la ciudad de México: caminaba yo apurado por calles del centro histórico chocando con la gente que venía en sentido contrario, todos apurados, mirando con fastidio a los demás, la contaminación que nos ahoga, y en eso a mis espaldas: "¡Alberto!, ¡oye, Beto espera!", al tercer grito por fin volteo y veo a Ana, mi prima, hija de mi tía Ceci, primero la sorpresa, luego el fuerte abrazo, siento en el pecho las abundantes tetas de mi prima, que pese a sus ¿45 47?, se conserva bastante guapa y sobre todo muy buena, luego platicamos algo tomando café en un expendio de comida rápida, hasta terminar en Chapultepec, platicando sobre su divorcio y "¡oye, de plano que te perdiste, la familia dejó de saber de ti por muchos años, creo tenías 17 o 18 años?, ¿sí?, y ya no más noticias te fuiste justo después de aquello, ¿recuerdas?".
Siento que mi rostro enrojece, recuerdo que aquella tarde estábamos los tres, Ana, su hermana Edna y yo, viendo una película porno que Ana había encontrado en el cuarto de su madre, las escenas nos habían puesto más que calientes y las primas me acariciaban la entrepierna, mientras yo le acariciaba las tetas a Ana, luego todo se complicó, primero Ana dejó que le pusiera la verga entre las nalgas haciendo a un lado su pantaleta, y aunque no quería terminé metiéndole el pito en la pepa, no todo, "nomás la puntita", como ella pedía, cuando eyaculé ella se hizo a un lado y le embarré las nalgas de semen, luego Ednita, que para sus 15 años tenía suficiente experiencia mamando pingas, se apoderó de mi pito para hacer que recobrara su vigor, y cuando ella estaba de rodillas sobre el sofá conmigo detrás, metiéndole el pito en el culo, ambos excitados y calientes, mi verga entrando en su sabroso ano apretado y en ese momento llegó la tía Ceci los gritos e insultos invadieron la casa, por fin la sentencia: "¡no te quiero volver a ver aquí, en mi casa, largo!, ¡ya verás el escándalo que te voy a armar, chamaco caliente!", avergonzado y lleno se susto abandoné la casa familiar, donde hasta entonces era recibido con cariño, atenciones y confianza hasta ese día.
Quizás la prima interpreta mis sentimientos, toma mi brazo con el suyo y añade: "pero de eso ya pasaron años, muchos años, ahora ni quien se acuerde de aquellas travesuras, ¿verdad?".
Un estremecimiento en mi pito confirma lo contrario: los juegos sexuales con mis primas, lo que hacíamos a escondidas, a veces como jugando, luego cosas más ardientes, hasta que me las terminé cogiendo a las dos, a Ana cuando apenas tenía trece años y medio, a Ednita dos años menor que su hermana-- cuando cumplió los catorce, para distraer mi atención le propongo a la prima: " este si quieres te llevo a casa de la tía, tengo tiempo y nada que hacer".
--"Hummm, pues sale, si no te causa problema, pero me dejas fuera de la casa, ya ves que mi madre no te tiene mucho aprecio, ¿recuerdas?".
Prefiero guardar silencio. Minutos después ya circulando en el auto sobre periférico, a la altura de Polanco, le comento: "¿sabes?, lo que me contaste me puso calientito, siento la verga bien parada ".
Y Ana con disimulo lleva su mano izquierda a mi entrepierna como para constatar el estado de mi pene, y "si, la tienes dura y bien parada, pero si te acaricio nos van a ver de los coches o colectivos que pasan al lado, van a decir: ¡esa señora le va agarrando el pito al conductor!, ¡que vergüenza!, ¿quieres?, ¿tienes ganas de una mamadita en el periférico primito chulo?".
--"¿Quieres mamar pito?", pregunto mientras veo el congestionado Periférico.
--"¡Ya sabes que me encanta la mamada!, Tú mejor que nadie sabe que me gusta chupar pinga, ¿quieres una chupadita de verga?", dice ansiosa, con el rubor pintándole el rostro.
Sólo asiento con la cabeza. Momentos después Ana ha logrado sacar mi pito erecto del pantalón, su mano acaricia el miembro con suavidad, tal vez para comprobar mi excitación, y con cuidado librando el volante mientras manejo-- acerca el rostro para los preliminares, o sea, tiernos besos y lamidas de lengua sobre el glande excitado, yo trato de concentrarme en mis labores de conductor de autos, Ana añade mientras me acaricia la verga: "¡la tienes divina, bien buena!, creo que ahora la tienes más grande que cuando éramos unos chiquillos calenturientos, ¿recuerdas?".
Prefiero no contestar, más bien, como distraído, miro los colectivos llenos de gente que pasan lentamente cerca del auto mientras Ana se traga media verga inclinada sobre mi; siento que algunos de los pasajeros de los micros me ven, aunque no estoy seguro y suspiro mirando los innumerables anuncios espectaculares y Ana que se excita y se afana en la mamada, siento que su boca me chupa el alma; y maniobro controlando el carro, frenar, quitar marcha, controlar la dirección, meter el embrague y Ana que sigue con el delicioso suplicio de mamarme la verga; hemos pasado apenas el antiguo Toreo de Cuatro Caminos y así seguimos: yo tratando de mantener el auto en el carril correcto y la prima que chupa como poseída de pasión y erotismo.
Y así seguimos: ella mamando verga y yo tratando de controlar el coche, pasando las Torres de Satélite siento que el semen me abandona, pero un imprevisto viraje a causa de un imprudente conductor de un camión de redilas contiene mi venida; cuando llegamos a la salida a "Mundo E" siento que no puedo más, la boca golosa de la prima me succiona, su lengua titila el glande, y vuelve a chupar impaciente: "¡dame los mocos, ya los quiero!, ¡quiero tu leche papacito!" y sin más logro estacionar el carro en la lateral y sin hacer caso de los claxonazos y bocinazos de los demás vehículos, dejó que Ana termine su exquisita tarea: el semen me abandona impetuoso, siento que el tráfico de vehículos desaparece al cerrar los ojos, mientras ella suspira chupando todo cuanto sale de mi pito que palpita.
Cuando termina la venida, suspirando de placer, siento sobre mi rostro la mirada sorpresiva de los pasajeros de algún microbús, Ana sigue lamiéndome la picha. Me preguntó ¿qué hombre, en su sano juicio, puede soportar durante más de trece kilómetros llenos de tráfico urbano, y rodeado de espectadores furtivos, una deliciosa mamada?, creo que sólo yo, me contesto.
Minutos después llegamos cerca de la casa materna. Poco a poco se hecho de noche. Miro la lujuria en los ojos de la prima, Ana es de esas mujeres que son incapaces de esconder sus deseos, ambos sonreímos, aparco el carro cerca del enorme árbol que está frente a su casa, momentos después me acerco a ella y mientras nos besamos meto la mano bajo su vestido, ella abre las piernas lo suficiente para que mis dedos le recorran la entrepierna, que noto mojada y muy caliente. Dos besos después mis dedos ya nadan en su caliente pucha peluda, Ana intenta oponerse a mis caricias "¡no, espera!, puede salir alguien de la casa y descubrirme aquí, fajando contigo".
--"Tú no te haz venido, lo justo es que también tú termines, ¿no?".
--"Pues sí me dejaste bien caliente con la mamadota que te dí, pero aquí no, además pasan patrullas y nos pueden ver, mejor vamos a otro lado ¿recuerdas el río?, ¿dónde me llevabas a fajar de chiquilla?".
Ambos sonreímos cuando recordamos nuestras travesuras de la infancia. Minutos después caminamos entre añosos árboles, no se, pero ahora el parque parece más pequeño, y del río llega el feo olor del drenaje, Ana me abraza por la cintura y en voz baja recuerda: "por aquí veníamos a jugar a las escondidas, y tú siempre querías esconderte conmigo, para agarrarme las caderas, ¿recuerdas?, yo no quería, luego ya me dejaba que me tocaras la cola, siempre por encima de mi calzón, ¡y apenas tenía yo como nueve o diez años!, tú en cambio ya eras un chico de doce o trece y te gustaba masturbarte mucho, luego me enseñaste a hacerte chaquetas, ¿recuerdas?".
Seguimos caminando entre los viejos árboles y sonrío pensando "¿cuántas virtudes se han perdido aquí, de noche, entre estos árboles?".
Ana descubre mi pícara sonrisa y "¿de qué te ríes, he, travieso?"
--"Pienso que por aquí muchas chicas perdieron el quinto".
--"Uf, pues muchas, muchísimas, de hecho si te fijas, pese a la oscuridad se puede distinguir que varias parejas están muy entretenidas, tal vez estrenando el agujero", dice la prima sofocando una risa.
--"¡Hasta tú perdiste aquí el quinto!".
--"Pues fíjate que no, no fue aquí en el parque, tú me robaste el quinto en la sala de la casa de mi mamá, ¿ya se te olvidó?".
--"¡Eso no es cierto!, cuando te la metí tú ya no eras virgen, de eso estoy seguro, te entró bien fácil el pito, ¿ya se te olvidó?, y apenas tenías ¡13 años!".
Pequeñas risas hacen que la prima se cubra la boca con la mano y "¡cállate, grosero!, no me hagas acordarme de aquellos tiempos".
Y así llegamos a un grueso y añoso árbol, recargo la espalda en él y abrazo a la madura que ofrece la boca entreabierta al beso. Pegamos las bocas ansiosos y calientes en tanto mis manos le palpan el sabroso par de nalgas ya bajo el vestido, y seguimos intercambiando lengua mientras lucho por bajarle las medias y el calzón, cuando por fin sus medias y la panty quedan abandonadas sobre el césped, obligo a la prima a que alce una de sus piernas, la derecha, que sostengo con uno de mis brazos y mi verga erecta busca la boscosa entrepierna de Ana que suspira; cuando el duro tronco se desliza entre la raja Ana vuelve a suspirar, el glande empieza a penetrar y la madura gime de gusto, sus brazos atenazan mi cintura para obligarme a pegarme más a ella y cuando ya la verga ha entrado por completo la boca de Ana se despega un poco para decirme como suplicando "cógeme rico Betito lindo, quiero toda tu rica verga, pero si quieres eyacular me das los moquitos por el otro lado, ¿sí?", e iniciamos la furiosa cogida, incómoda si, pero deliciosa, urgente, ansiosa, ambos arremetiendo, mis manos aferradas a sus carnosas nalgas clavándola en mi pito erecto a más no poder.
Y seguimos con la danza furiosa, a lo lejos vemos que sobre la avenida circula una patrulla con la torreta encendida, quizás buscando parejas de novios ansiosos, en eso siento la cálida respiración de Ana que moja mi cuello y suplica, "¡más, más Betito querido, dame más que ya me vengo, más, sí, más, fuerte, mételo todo, sí, si, más, aayyyy, sí, hummm, me vengo, me vengo!", siendo que las piernas de la madura se doblan, se hacen como de trapo, trato de sostenerla, dejando que termine su sinfonía de gritos y susurros, hasta que ahíta y agotada se abraza a mí, y su lengua danza en busca de la mía; momentos después pregunta "¿te quieres venir, sí?".
No hace falta que le conteste, solita se desmonta de la pinga, siento que su caliente humedad me empapa los huevos, sonriendo pícara, se apoya en el viejo tronco del árbol y me ofrece su sabroso trasero, "hazlo así papacito, dame la verga ahí, ya sabes cómo me gusta eso".
Recargada en el tronco Ana se abre de piernas y recoge su vestido hasta la cintura, gira el rostro para mirarme, mis ojos van de su mirada lujuriosa a sus nalgas perfectas y carnosas, más abajo, pese a la oscuridad, me parece percibir los jugos que escurren por sus piernas, "¡qué lasciva eres Ana!".
--"Si, corazón mío, soy muy caliente, siempre he sido muy caliente, ¡me encanta la pinga!, ¡no lo puedo evitar!, anda ya papito lindo métela en mi culo, ya la quiero, anda ven".
Temblando pego el cuerpo a su trasero carnoso, ella misma se abre las nalgas y con el glande humedecido busco el sitio correcto, ella contiene la respiración, siento su culo apretado y presiono con fuerza ahí, sobre los rugosos pliegues sonrosados, un "¡ay, despacio papacito!" me alerta, sigo presionando y al instante el anillo carnoso y apretado rodea el glande, Ana sigue estando apretada del culo, pienso, mientras poco a poco la voy penetrando, la prima gime dolorida, pero se la sigo metiendo hasta que ambos estamos pegados, el cuerpo de la mujer parece temblar, con voz entre cortada Ana gime: "la tienes muy grande papacito lindo, muuuuyyyy gruesa, siento que me partes en dos, espera, no te muevas, ya sabes, deja que mi cola se acostumbre a tu palote, espera, espera, ¿sientes?", y me parece percibir como el rigor del ano parece ceder poco a poco, también percibo ese ligero olor fecal, pero yo sigo aferrado a sus nalgas, bien clavado en ella que suspira.
Momentos después inicio el delicioso trajín, entrar, salir, poco a poco, meter, sacar, meter, sacar, Ana suspirando recargada en el grueso tronco del árbol, yo aferrado a sus nalgas hermosas, mi verga entrando y saliendo lustrosa, apestando un poco a caca, y seguimos en sincronía: ella reculando, yo arremetiendo, sus suspiros se asemejan a los de una gata en celo, por momentos parecen grititos de placer; la refriega se hace más intensa, sus nalgas brincan cuando arremeto con fuerza, ella suplica "sí, papito, más, sí, más fuerte, quiero más fuerte, dame duro, lo quiero duro, más duro papi, así, más duro, hummmm, más, quiero más, anda papi, sigue así, así papito, así, duro, dame duro papi", entonces un inesperado "¡aaayyyy me vengo!", rompe el silencio del oscuro parque y yo sigo arremetiendo con violencia contra las indefensas nalgas de mi prima, sus piernas parecen flaquear, y yo, ahí dale que dale al culo de la mujerona, que no por madura sigue teniendo buen culo, y por fin, me quedo quieto, bien metido en el culo de Ana, que parece apretarme a pausas, y mi semen se va, me abandona, alzo el rostro para ver las sombras de las ramas del viejo árbol mientras le lleno de mocos al culo de la madura, nos quedamos así, pegados, palpitando, ambos disfrutando de la deliciosa culeada.
Poco después nos desclavamos, cuando le saco el pito escucho ruidos de pedos y al momento Ana se acuclilla para defecar, quedo frente a ella con el pito goteante y apestoso, "disculpa papito, pero me dieron ganas de hacer caca, me sacas la caca" y pudorosa esconde la mirada mientras bajo de ella siguen los ruidos de pedos.
Aprovecho para buscar un kleenex en mi bolsa para limpiar mi maltrecha pinga, y le extiendo un pedazo de papel desechable para que ella se limpie el culo. Momentos más tarde acomodamos nuestras ropas, Ana se estaba poniendo el calzón y sus medias, y mientras lo hace me interroga: "¿y, bueno, qué es de tu vida?, te divorciaste y ¿luego?".
--"Ya sabes, vivo en Orizaba, no me volví a casar, ni nada de eso, trabajo, eso es todo".
--"Pero tienes novia o pareja de planta, ¿no?".
--"Hummm, no, Orizaba es un pueblo grande, un "pueblote", todos se conocen entre sí, y pues si tienes un "ligue" o una aventura, al otro día todo el pueblo lo sabe, así las cosas ahí no consigues pareja, ni con casadas, ni con solteras, ni con divorciadas, ni con viudas, con nadie; tengo amigas, sí, pero no ahí, en Jalapa, o en el puerto, a veces me doy mis escapadas, no siempre se puede, ya sabes, ¿y tú?".
--"Hummm, vivo con mi madre, trabajo, y nada de nada, ya conoces a doña Ceci, "que no llegues tarde, que a donde fuiste, qué estabas haciendo", como si fuera yo quinceañera, así que no, puro dedo, y de vez en cuando algún "rapidin" con el director de la escuela donde trabajo, de vez en cuando, aunque, ya sabes mis aficiones ".
--"Sí, te gustan chiquillos".
--"Pues sí, se me hacen tan tiernos, tan inocentes, tan llenos de vida, que me los quisiera comer, pero no se puede siempre, en la escuela donde doy clases de inglés hay muchos chicos lindos, pero no siempre se puede, de vez en cuando, ya sabes, hay que guardar las apariencias".
Como sin querer llegamos a la esquina del parque, donde está la iglesia y enfrente la tienda Oxxo, entramos a comprar un six de chelas y vamos al carro a tomarnos una. Mientras Ana destapa su bote de chela añade: "nomás una, ¿eh?, tu tía Ceci debe estarse preguntando a dónde ando".
--"¡Pues dónde!, con la verga bien clavada, ¿o no?"
Los "ja, ja, ja", de su ruidosa carcajada resuenan en el carro, donde el estéreo repite canciones de James Taylor, y cuando suena aquella de "haz conseguido un amigo", Ana pregunta: "oye, ¿te acuerdas de Edna?, mi hermana".
--"Humm, a veces, ella aprendió rápido, a todo, a mamar y a culear, ustedes, las dos, se hicieron famosas en la colonia, estrenaron a muchos, no se, pero nomás se sabía que iban a una fiesta y todos estaban apuntados, a ver si les tocaba cuando menos una mamadita, ¿no?".
--"¡Oye no digas esas cosas!, bueno sí, nos enseñaste bien chiquillas, y andábamos con ganas, pero no a todos les dimos oportunidad".
--"¿No?, si cuando jugábamos a las escondidas los primos se peleaban para esconderse con ustedes, ¿o no?, y cuando se supo que ya aflojaban, ustedes y sus hermanas, Lucy y Angélica, se hicieron "populares" en la colonia, ¿o no?".
--"Bueno pues, pero fue un corto tiempo, de calentura, ya sabes, como adolescentes teníamos ganas por aprender de esas cosas ricas, pero te pregunto de Edna, ¿quisieras verla?", dice Ana con mirada lujuriosa.
Y añade: "este fin de semana voy a ir a San Miguel a visitarla, quizás te interesaría volverla a ver, revivir viejos recuerdos", y veo en los ojos de la madura la misma mirada cachonda y urgente.
Me quedo con mi bote de cerveza junto a los labios.
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