Una prima
Mi segunda experiencia con una prima lejana.
¡Hola de nuevo!. Soy Natalia.
Recuerdo que tenía 21 años cuando me apunté a una academia para estudiar unas oposiciones. Por una coincidencia me encontré con una prima lejana mía llamada Rafaela. Recordaba haberla visto en otra ocasión en una comunión me parece. Hay un cierto parecido entre nosotras. Ella es más alta, rubia pero también estilizada. Sus ojos también son verdes.
Nos hicimos muy amigas y nos pasábamos el día hablando de hombres, especialmente ella que estaba saliendo con una chico que me decía que le gustaba mucho. Yo no salía con nadie desde que corté con Luis. Yo le hablé también bastante de él, pero más todavía de su madre, cuyo recuerdo no me lo podía quitar de la cabeza.
Pasados unos meses Rafaela me dejó helada. Me pidió que pasásemos la noche en un hotel. Le había hablado tantas veces y con tantos detallas de la madre de Luis por lo que ella entendió que había debido tener una relación. Lo que yo nunca me imaginé es que ella tuviera también esas inclinaciones. Con el tiempo le he dado muchas vueltas a la cabeza y creo que hoy en día no sabe todavía muy bien lo que quiere.
Le dije que si porque me gustaba mucho.
Fuimos al hotel y estábamos muy nerviosas.
Pedimos camas separadas. Nos tumbamos desnudas cada una en la suya y nos acariciábamos el clítoris. Yo tomé la iniciativa. Me levanté y fui a su cama. Le aparté la mano y entonces fui yo la que comenzó a toqueteárselo. Nos entró la risa a las dos. Entonces ella se levantó y me obligó a agacharme. Se puso detrás de mí y me golpeaba mi trasero con su pubis como si estuviese haciéndome el amor. Nos reíamos a carcajadas.
Luego se volvió a tumbar y yo le metí mi dedo en su sexo. Ella se puso muy seria. Pero luego sonreía. Me cogió del brazo y me sentó sobre ella. Mi espalda se apretaba sobre su cuerpo y sus senos erectos. En esta posición yo conseguí meterle el dedo corazón de mi brazo izquierdo por su culo.
- Eres una guarra me dijo.
Me dieron arcadas y ella al verme también las tuvo. Se nos caían las lágrimas. ¡Que tontas!.
Caía hacia atrás y ella con mucha timidez se puso a acariciarme el clítoris. Yo cerré los ojos.
Me levanté. Me puse detrás de su culo. Y pegué mi pubis a su trasero. Luego ella me volvió a coger y me sentó sobre ella. Y me acariciaba el clítoris. Escuchaba sus jadeos y ella mis suspiros. Me di la vuelta y le besé los senos. Ella me metió un dedo en la vagina, que me gusto mucho...
Rafaela volvió con su novio y lo último que se de ella es que estaba a punto de casarse con otro hombre.
¡Hasta luego!.