Una prenda sobre la cama
Los pensamientos de una mujer que deja los juegos de niños.
Hasta ese día, fueron juegos de niñ@s, de patio de colegio.
La primera vez que un hombre me dijo una frase con un contexto realmente sexual, fue con las siguientes palabras: " Al llegar, quiero que tengas puesta la prenda que hay sobre mi cama". Las pronunció de forma suave, tranquila, como parte de la conversación que sabían dirigida por el.
Cuando llegó, la prenda seguía sobre la cama, en silencio, no atisbe decepción en su mirada, si un pequeño esbozo de sonrisa. Se dirigió hacia mí, sin quitarme la mirada de encima, se puso en mi espalda, y susurró en mi oído... " O te la pones, o te vas". Otra primera vez, está, la del tono imperativo, la de la orden, la primera sacudida que azotó mi mente, la primera vez que un escalofrío recorrió mi interior ante los actos de un hombre, la primera vez que de inmediato, supe que la cumpliría.
Todo lo que pensé en ese momento, según me levanté dispuesta a no irme, son los pensamientos por lo que daría la vida cualquier hombre, supongo.
Obviamente si estaba allí, mi cabeza ya había pensado lo que sería estar en sus brazos, lo había deseado a priori, su comportamiento, su tono imperativo, solo una vuelta diferente a lo que yo podía esperar. La prenda sobre la cama ya había disparado balas en mi interior, no me la puede cuando lo pidió, y sin embargo sabía que terminaría haciéndolo.
Otra vuelta de tuerca diferente, no pensé que lo haría a través de una orden, de una amenaza de salir por la puerta, de ser yo quien tenía que elegir, de pensar que a ese hombre, al parecer, le daba igual que lo hiciera o no.
El control me asustaba y sin embargo, me disparaba más balas.
Regrese junto a él, con la prenda puesta, con la mirada en el suelo, sin saberlo, esa mirada hacia abajo le daba la razón, la prenda sobre mi cuerpo, la victoria. Allí, quieta, inmóvil, y ansiosa, eso sí lo sabía, esperaba la siguiente orden.
No es necesario un collar, no es necesaria una cadena, aquel hombre nunca me llamó "su posesión", jamás menciono el término sumisa. No me puso una cuerda encima, ni convirtió una cruz en adorno de mi cuerpo.
Únicamente su tono imperativo
Es probable que aquel hombre me follase unas cien veces, que yo me pusiese 50 prendas, que el esbozo de su sonrisa fuera el hilo visible de lo que pensaba de mí. No pronunció jamás el término Dominante, ni le llamé Señor, ni Amo. Pero sus deseos, se cumplían.
Años más tarde supe que el collar y la cadena son la aceptación de esos pensamientos, el resultado de ese escalofrío, de mis miradas al suelo.
El collar y la cadena son el símbolo de que soy así, la prueba de que ese día no me fui, de que me mire en el espejo y me dije... "No sé qué haces, pero quieres hacerlo"