Una pija increible (3)

Estaba divina, quería dejar en él el grato recuerdo de esta puta rendida a sus dotes varoniles y yo misma quería aprovechar, tal vez la última sesión de sexo con este semental increíble.

UNA PIJA INCREIBLE III

En las anteriores narraciones, conté como lo conocí a Javier y relaté también ese fin de semana glorioso en Mar del Plata. Sin dudas, este hombre, sabía como hacerme sentir su hembra y gozaba muchísimo con cada encuentro con él.

Una tarde, me llama por teléfono y me cuenta de su pronta ida a Italia, una oportunidad de trabajo formidable, para no desperdiciarla. Realmente me puso triste, no todos los días una se encuentra con machos así. Decidimos un último encuentro para despedirnos.

Para ese día me preparé realmente muy bien, lencería muy fina, buen maquillaje y un vestido corto y ajustado de jersey color negro, que remarcaba provocativamente mi cola y mis pequeños senos. Estaba divina, quería dejar en él el grato recuerdo de esta puta rendida a sus dotes varoniles y yo misma quería aprovechar, tal vez la última sesión de sexo con este semental increíble.

Mientras me ponía los pendientes, el timbre anunció su llegada. Sus manos recorrieron mi cuerpo enfundado con mil caricias y tomándome de la cintura me apretó contra su cuerpo, besándome y haciéndome sentir chiquita envuelta entre sus brazos. Sus manazas acariciaban mi cola por debajo del vestido y su bulto, se hacía notar apretado contra mi vientre. Yo colgada de su cuello, fui levantada en andas y me llevó al dormitorio, donde automáticamente caímos en la cama, continuando ese festival de besos y caricias. La ropa de ambos fue esparcida por el piso, quedando nuestros ardientes cuerpos desnudos.

Su pija, enorme y dura era amarrada por mis manos y no tardó en comenzar a recibir besos, lamidas y su glande devorado. Nunca pude meterme en la boca más allá de la cabeza de esa enorme verga. Mis manos resbalaban por el contorno del choto de Javier, ensalivado y sintiendo al tacto las venas hinchadas que se marcaban, haciendo de esa pija, la cosa más hermosa y deseada.

Comenzamos a realizar un 69, su lengua oradaba mi esfínter del culito, que se abría cada vez más, permitiendo entrar su lengua o sus dedos alternativamente, yo seguía deleitándome chupándole la pija. Dándonos vueltas en la cama, quedé arriba suyo, giré de posición y me monté sobre él, su pija apuntando al techo, quedó haciendo presión en la entrada de mi culito deseoso de recibir esa formidable herramienta de 27 cm. Con mis manos abrí más mis nalgas y comencé a sentarme sobre su pija, haciendo que su glande entrara en su totalidad, sus manos dejaron mis pechos y tomándome de la cintura, fue presionando mi cuerpo hacia abajo, provocándome un dolor ya conocido por la penetración de su duro pistolón. De golpe, como otras veces quedé empalada, recostada sobre su velludo pecho y besándolo apasionadamente mi culo se fue acostumbrando al enorme visitante, fue entonces que comencé a moverme despacio en redondo primero y luego de arriba hacia abajo, haciendo que su pija entrara y saliera hasta la mitad. Ya no sentía dolor, era un total placer indescriptible y mis sentidos eran en ese momento dominados por el placer de la cojida que me estaban dando. Subía y bajaba por su resbaladizo tronco disfrutando con mi culo cada vez que este penetraba en su totalidad, cada tanto acariciaba sus duros huevos. Sin cambiar mi posición, me tomó fuertemente por la cintura y se arrodilló sobre la cama con su pija metida dentro mío. Yo no podía moverme, entonces me acostó, también sin sacarla y quedé acostada boca arriba, mis piernas envolviendo su cintura y obviamente su pija dentro de mí. Esta posición le permitió comenzar a bombearme a voluntad. Su chotazo entraba y salía a buen ritmo, luego tomó mis pies y los abrió, dejándome prácticamente colgando y el pistoneo de su poronga se hizo infernal, yo ya no era dueña de mi voluntad, solo podía emitir gemidos, mezcla de un poco de dolor y un placer infinito que se acentuaba con cada envestida, ese pedazo de pija entrando y saliendo de mi culo, con sus huevos golpeando cada vez que me penetraba a fondo. No, no podía nada más que gritar del placer que me estaba dando. Fueron, no sé 5, 10, 15 minutos ½ hora de darme y darme, imposible medir el tiempo. Sus arremetidas eran cada vez más fuertes y entre mis gritos y sus gemidos, fue llenándome el culo de leche, sacó su pija palpitante de mi culo y disparó sus últimos lechazos en mi vientre, y terminó poniéndome la verga en la boca, permitiéndome saborear algo de la lechita recibida.

Quedamos tirados en la cama, descansando de ese primer round. Nos besamos mucho, nos brindamos caricias mutuas, nos mimábamos.- La verdad, te voy a extrañar- me dijo Javier sin soltarme y nos besamos otra vez. Me puse de costado, dándole la espalda, me tomó entre sus brazos y me dormí.

Sus manos acariciando mis pezones y su pija dura nuevamente entre mis piernas, me despertaron de vaya a saber que sueño. El reloj de la mesita de luz, me indicaba que no había pasado ni media hora desde que había cerrado los ojos. Me tomó una pierna y la levantó mi culo, lubricado con la leche que salía de él, quedó a su disposición, ya no me dolía cuando me la fue enterrando sin miramientos. Me la metió prácticamente de un saque, solo un gemido mío, le avisó que estaba a su disposición. Nuevamente el pistoneo de esa adorable y formidable verga perforándome, enterrándose en mis entrañas, haciéndome olvidar del mundo por completo. En ese momento, solo era su hembra, y él un formidable macho, una máquina de placer, que por última vez será mío. Estaba totalmente entregada a su voluntad, mientras su pija seguía entrando y saliendo de mi culo totalmente abierto y dilatado, por sus embestidas y por el deseo. Después de un rato de darme masa en esa posición me dio vuelta y poniendo las almohadas, debajo de mi vientre mi orto quedó apuntándole, su poronga ya se hacía un festín con mi culo y Javier, no dejaba de fifarme en una meta y saca infernal. Cuando la sacó, se levantó de la cama, me puso boca arriba en el borde, me tomó de los pies y me levantó hasta que mi culo quedó a merced de la penetración nuevamente. Ya ensartada, tomándome de la cintura, me sacó de la cama y me aprisionó contra la pared, mis piernas envolviendo su cintura y él levantándome con sus fornidas manos agarrándome las nalgas, me movía como él quería de arriba hacia abajo, enterrándome su verga hasta el fondo. Mientras me cojía de esta bestial manera, no dejaba de besarme, tapando mis grititos mezclados con gemidos. Luego me bajó y me dio vuelta, abriéndome las piernas me ensartó por detrás y así me pistoneó mientras mis pezones eran sometidos a hermosos pellizcones, de mi verguita, no dejaba de salir semen, pero estábamos totalmente calientes, yo gozaba con cada centímetro de carne que entraba en mi ser, pedía más y más. Javier, la sacó nuevamente y me hizo poner en cuatro en el borde de la cama. Así con mi culo en pompa, él parado detrás de mí, abriéndome bien el culo, comenzó un mete y saca enloquecedor, en cada embestida yo veía las estrellas. El ritmo infernal de sus embestidas no cesaba, yo nuevamente estaba acabando. Pero las palmadas en mis nalgas me obligaban a seguir el ritmo cada vez más rápido. Hasta que comencé a sentir las descargas, una espesa crema se fue depositando en mis entrañas, la sacaba por completo y apuntaba a mi hoyo abierto, llenándolo de leche, la metía nuevamente y pistoneaba un poco y la volvía a sacar, así hasta que esa hermosa pija, perdió su dureza. Caí totalmente exhausta sobre la cama, como pude, fui hasta el baño, por mis piernas, corría la leche que brotaba de mi culito totalmente abierto e inundado.

Me metí en la ducha y mientras me bañaba sentía las huellas de la genial cojida recibida hacía instantes, mis dedos enjabonados, entraban en mi culo con una facilidad asombrosa. Javier se metió en la ducha conmigo y concluimos juntos el baño.

Ya en el dormitorio, era la hora el momento de las despedidas, los besos...no, no quería cosas tristes. Mientras lo besaba acaricié su pija y poniéndola entre mis manos, comencé a hacerle una paja, obviamente respondió, me agaché y empecé a practicarle una mamada espectacular, mis manos recorrieron ese tronco por última vez, mi lengua recorría el tronco formidable de Javier, reconociendo el relieve de sus venas como únicas, mis labios envolvieron su glande, así, con mis manos y mi boca durante varios minutos le practiqué una hermosa felación hasta que los últimos lechazos de Javier fueron depositándose en mi boca. Saboreé hasta la última gota. El sabor de su leche era algo que quería quedar en mi memoria.

Fue la última vez que lo vi, he cojido en los últimos años con muchísimos tipos, pero ninguno como él.