Una pequeña diferencia

Aaahhhh, uffff, uuuyyy, rico, rico, así todo, todito, aaahhh divino amor, dame duro, no pares aunque te lo pida, lo quiero aaayyy todo, dame, dame, dame, así, asiiii, ufffff.....

UNA    PEQUEÑA    DIFERENCIA

Era verano y yo tenía que trabajar en mi oficina, por lo que no pude acompañar  a  la playa a mi esposa  Belinda. Antes de despedirse de mí me comentó que a lo mejor venía su hermana Berenice a la ciudad pues tenía que hacerse un chequeo médico, ya que estaba muy deprimida y  le dolía todo. Le prometí estar pendiente y cuidarme de cualquier cosa que su hermana necesitase.

Yo  llevaba cinco años de  casado y en todo ese tiempo había visto pocas veces a mi cuñada, pero lo que recordaba era que parecía gemela con mi mujer. A veces me confundí y hasta pasé pena, pues un día que estaba de visita en casa, le di una nalgada a modo de saludo creyendo que era mi esposa y otro día al llegar a casa la confundí nuevamente y la besé en la boca tal como hacía con mi esposa. Después de besarla largo rato fue que ella me explicó que era su hermana, haciéndome pasar una nueva pena, aunque ella lo tomó a risa. Después me aclararon que una de las pocas diferencias que tenían era un lunar que mi cuñada tenía en una de sus nalgas y mi esposa no. Pedí que me lo enseñaran y mi mujer me formó tremendo lío, aunque creo que mi cuñada estaba dispuesta a hacerlo.

Si se había mantenido como la última vez que la vi, debía estar tan buena como mi mujer. Ella estaba casada más tiempo que nosotros, creo que aproximadamente unos diez años. Su marido era algo antipático, o ella era  muy alegre. Me preocupaba que estuviese enferma, pues sabía del cariño que las dos hermanas se profesaban y que a pesar de la distancia estaban siempre en comunicación.

Pasaron varios días y el asunto de mi cuñada se me olvidó. Como era verano trabajaba solo medio día y aquel día me tomé camino a casa con unos amigos un par de vodkas para entonarme un poco, ya que estaba ligeramente deprimido por el hecho de estar solo y no conseguir a nadie con quien salir a entretenerme.

Abrí la puerta de mi apartamento y me sobresalté. Sonaba música de la radio que estaba en  mi cuarto y yo estaba seguro que en la mañana la había apagado. Caminé de puntillas para no hacer ruido hasta mi habitación y abrí lentamente la puerta.

Mi mujer estaba dormida boca abajo en la cama, únicamente cubierta por un pequeño bikini azul. Se veía hermosa. Su breve cintura, sus grandes caderas y aquel precioso culo que Belinda poseía. “Vaya por lo menos me sale una buena cojida, ya que regresó de improviso, la sorprenderé” pensé para mí. Me acerqué lentamente a la cama y lo que vi me dejó frío.

Un lindo lunar adornaba una de las nalgas de la mujer tumbada en la cama que inmediatamente me hizo recordar a mi cuñada.  “Vaya nunca se lo pude ver y hoy me lo está enseñando, al igual que su bello cuerpo, coño mi cuñada está buenísima, me provoca intentar tirarmela, pero si se molesta seguro armará  un escándalo que hasta el divorcio me puede costar, mejor me olvido”, pensando así, me salí del cuarto sudando no tanto por el calor, sino por la imagen de mi linda cuñada tumbada casi desnuda en mi cama.

Traté de no pensar en ello y de hacer ruido para que se despertase, pero la tremenda erección que tenía me obligó a pensar de otra manera y una idea me cruzó la mente, “Coño, puedes intentarlo y si se arrecha, explicarle que la confundiste con tu mujer”, aquella idea me gustó y decidí sorprender a aquella hermosa mujer, a la cual hasta donde yo recordaba, yo le caía muy bien.

Me quité la ropa en silencio fuera de la habitación y totalmente desnudo volví a entrar sigilosamente y me acerqué a la cama. Las nalgas de mi cuñada me tenían hipnotizado. Con cuidado me monté en la cama y ella ni se movió. Me coloqué detrás de su cuerpo y con mucha suavidad le fui. bajando su bikini hasta dejar las nalgas totalmente desnudas. Me agaché y las besé suavemente.

Al contacto de  mis labios ella se movió ligeramente y abrió un poco sus piernas postura esta que me permitía verle su gorda cuca. Aquello si yo tenía algún miedo, me lo quitó y decidí poner el plan en marcha. Retrocedí un poco y lentamente puse un dedo sobre su rica vagina y la acaricié muy suavemente. Ella al sentir mi caricia, emitió un ruido y se volteó haciendo que yo con mucho cuidado me moviera para no tropezarnos y así evitar que se despertara y se llevara el susto de su vida.

Cuando se volteó resopló y siguió dormida permitiendo verla en su total desnudez. Me fijé entonces que había otra diferencia entre ella y mi esposa y eran sus pezones. Los de  mi cuñada eran mucho más grandes que los de Belinda. Se veían enormes y eso que no estaba excitada. Su afeitada vulva me tenía hipnotizado y poco a poco bajé hasta ella y la besé muy suavemente, lo cual me permitió percibir ese olor a hembra que tanto me gusta, aunque lo hice con sumo cuidado, ella al sentir el toque de mis labios en los suyos vaginales abrió un poco sus piernas lo cual me permitía colocarme entre sus sabrosos muslos y penetrarla de un solo golpe, cosa que hice al tiempo que la besaba en la boca.

Ella abrió los ojos desmesuradamente al sentir que era penetrada en su cueva del amor y empezó a gritar, gritos que no se oían porque yo mantenía sellada su boca con la mía, mientras tanto mis manos se habían apoderado de sus provocativos pechos y ella forcejeaba y sus ojos denotaban miedo y asombro ante lo que estaba sucediendo. Solté su boca y ella dijo:

-No, no Luis, no lo hagas.

-Mi amor, como que no lo haga, si estás preciosa, te voy a dar la cojida de tu vida. Me encanta que hayas vuelto de repente.

-No Luis, no, por favor, no sigas, yo no soy yo.

Yo mientras tanto usé toda mi fuerza para vencer la resistencia de aquella hembra y mi pene entraba y salía de sus vagina con bastante velocidad y fuerza. Poco a poco la fuerza de los brazos y piernas de Berenice fue aflojando, lo cual me dio fuerzas para seguir dándole la gran cojida. Mi boca se apoderó de uno de sus pechos y comencé a chupar uno de aquellos grandes pezones, el cual se endureció y creció de inmediato. Pronto sentí que Berenice no me golpeaba más y por el contrario se acoplaba lentamente  al ritmo que mi pene imponía.

-No Luis, para por piedad, no, no sigas, no soy Belinda, soy Berenice.

-Sí, si, mi amor, ahora cuéntame una de vaqueros.  ¿Acaso no quieres hacer el amor conmigo?.

-No, Luis no es eso, de veras que soy Berenice y lo que estamos haciendo no está bien.

Aquello de hablar en plural me dio la razón que Berenice estaba empezando a gozar la cojida que le estaba propinando.

¿Cómo sé que me estás diciendo la verdad?.

-Déjame enseñarte cuñadito el culo para que veas mi lunar y te des cuenta del error.

-Bueno mi amor, no te creo pero está bien enséñamelo.

Me salí de ella y noté en sus ojos una expresión mezcla de respiro y  decepción por haber dejado de sentir lo que estaba sintiendo hace segundos. Se volteó y me enseñó sus nalgas diciéndome:

-Viste Luis el lunar, estás convencido que no soy tu esposa.

Se volteó nuevamente y me miró a los ojos y miró a mi falo.

-Tienes razón Berenice, perdona, pero es que son tan parecidas y tenía tanta necesidad de hacerlo que cuando te vi, creí que era ella y.....

-Ya, ya, no tienes que disculparte, al contrario te agradezco pues estaba bien rico.

-¿De veras?.

-Uyy ya lo creo, hacía tiempo que no me lo  metían y menos de sorpresa. Déjame decirte que lo tienes bien sabroso, mi hermana debe gozar una bola con ese palo tuyo.

-No no creas, no lo usa tanto como yo quisiera.

-Uff que tonta, si fuera yo te lo comía todos los días.

-¿Y por qué no lo haces ahora, total nadie lo va a saber, ni notar, ni tu marido ni ella.

-Uyy no seas loco, que más quisiera yo, pero eres el marido de mi hermana y...

-Y tú su hermana y mejor contigo que con una extraña, además te sentí divina. Y tus pechos...

-¿Qué?. ¿Te gustaron?.

-Están divinos.

-¿Lo dices en serio “cuñadito”, ¿te gustó lo que hiciste conmigo?.

-Me fascinó y estoy loco por seguir haciéndolo.

Ella se tapó la cara con las manos y estuvo así un buen rato, luego se las quitó, me miró y agarró mi pene con su mano y lo acarició y me dijo:

-¿Sabes?. No lo tienes tan grande como él, pero es más grueso y lo sentí divino cuando lo metiste. ¿Quieres volverlo a hacer bandido?.

-Si, me muero de ganas.

-Bueno hazlo, metemelo y gózame, nadie se enterará y así evitaré que te cojas a cualquier puta por ahí , eso sí trátame con cariño, me hace falta que seas bueno conmigo. Hace mucho que no me hacen gozar.

-Tendrá todo el placer que te mereces “cuñadita”, vamos a gozarnos como dos locos. Ven acomódate así.

La puse mirando hacia abajo para que pudiéramos formar el clásico sesenta y nueve, cosa que de inmediato nos pusimos a hacer. Mi guevo en su boca se movía constantemente mientras mi lengua jugueteaba lamiendo su cuquita, pronto descubrí su excitado gran clítoris y con la lengua le daba toques hasta que sentí un estremecimiento en las piernas de Berenice y sacándose mi pene de su ardiente boca dio un grito, tensó el cuerpo y se derramó copiosamente en mi rostro. Acababa de tener su primer orgasmo en mucho tiempo.

Se derrumbó en la cama casi desmayada, la dejé descansar un rato mientras mis manos acariciaban su espalda y nalgas arrancando de ella pequeños suspiros con cada toque  de mis manos. Me tumbé a su lado y pregunté:

-¿Te gustó mi amor?.

-Uyy  fue divino. Fue grandioso, eres una fiera con la lengua, espero que lo seas con otra cosa ja, ja, ja.

-Si te das la vuelta lo comprobarás juguetona.

Se volvió y abrazándome me besó metiendo su lengua en mi boca. Cuando se soltó me dijo:

-Luis querido, me parece que estamos haciendo algo indebido. Estamos engañando a mi hermana.

-Y a tu marido.

-Ese que se joda, por no querer hacerlo conmigo.

-¿No quieres seguir?.

-Es que no sé, yo....

-Mira, mientras lo piensas, déjame acomodarme entre tus piernas y súbelas.

Me miró pícaramente mientras hacía lo ordenado y pregunto con inocencia fingida:

-¿Qué me vas a hacer querido?.

-Cojerte, como nunca te lo han hecho, regarte con mi leche el jardín de tu cuquita que hace rato no lo riegan. ¿Quieres?.

Por respuesta me besó y dijo:

-Si, si quiero, dame toda tu lechita, cojeme  divino, necesito sentirme amada y deseada. Vamos no esperes más lo quiero todo dentro de mí.

Se lo introduje poco a poco arrancando exclamaciones de placer conforme mi pene entraba en su vagina, yo le agarraba las piernas que previamente yo había colocado en mis hombros.

-Aaahhhh, uffff,    uuuyyy, rico, rico, así todo, todito,   aaahhh divino amor, dame duro, no pares aunque te lo pida, lo quiero  aaayyy todo, dame, dame, dame, así, asiiii,  ufffff.....

Mi pene entraba y salía como un pistón de aquella profusamente lubricada vagina, mis manos se pusieron encima de sus pechos y agarré aquellos duros y grandes pezones y se los retorcía, ella no se quejaba, solo pedía más y se movía como una posesa. Pronto sentí que no podía aguantar más y se lo dije, ella me dijo lo mismo y casi al unísono nos corrimos uno en el otro en medio de gritos y quejidos. Me derrumbé a su lado y agarré su mano. Cerramos los ojos y nos quedamos un rato quietos sin hablar.

Ella fue la primera que habló:

-Papi, fue lo más divino que me ha pasado, eres un palo soberbio, quiero que me des guevo toda la noche, hoy  no quiero dormir, solo tirar y tirar hasta que no te quede leche que darme.

-Tanto te gustó mi cielo?

-Demasiado, estoy ardiendo y solo tú y tu  “manguera” me  podrán apagar.

C O N T I N U A R A . . . .