Una pequeña debilidad (6)

Y ahora Carlitos la tenía ahí, su sueño hecho realidad, la hermosa maestra Sandra con la falda doblada en la cintura y una pequeña prenda protectora de su zona íntima...

Era una de esas mañanas calurosas de verano, los niños en uno de los colegios católicos más prestigiosos del país, habían armado un pequeño juego afuera del salón de clase, la mañana transcurría sin ninguna novedad, hasta que alguién llamo su atención.

—Hola chicos es aqui cuarto grado?—. Mientras que la mayoría de los muchachitos volteaba a mirar a aquella hermosa mujer que se había dirigido a ellos.

—Si, nosotros somos de cuarto grado—. Respondió Carlitos, que era uno de  los más avispados de aquella clase.—Pero la maestra Fernanda no viene hoy así que tenemos el día libre—. Añadió otro poniéndose de pie y limpiándose los pantalones.

A lo que la hermosa dama respondio con una sonrisa por demás sexy, y levantándose los lentes de sol que llevaba.

—Chicos, pasen al aula, necesito hablar con ustedes, su maestra Fernanda no podrá acompañarlos durante todo lo que queda del año así que yo me encargaré de la asignatura de ahora en adelante—. Culminando su frase con otra sonrisa. Aún no podía ocultar el nerviosismo que tenía por iniciar sus labores de maestra en aquella escuela. Tras reponerse de la muerte de su esposo, tuvo que buscar la manera de solventar los excesivos gastos y lujos a los que estaba acostumbrada, es por ello que aprovechó la propuesta de su amiga Fernanda, que dejaría su puesto de maestra por unos meses por estar embarazada. Tenía estudios en Historia y Geografía por lo que impartir clases a niños de cuarto año no le significaría ningún problema.

Mientras esperaba que todos ingresen al aula, se mantenía con las manos en la cintura, aquella vez había decidido asistir con una blusa blanca que transparentaba un sujetador  de encaje del mismo color, una falda de sastre bastante entallada que delineaba su exquisita figura, unas medias negras y unos zapatos de tacón que hacían resaltar aún más esas hermosas y torneadas piernas, medía 1.75 y con los tacones alcanzaba casi 1.80, había sido privilegiada por pertenecer a una familia en la que todas sobrepasaban 1.70, ello le enorgullecía y agradecía a sus padres por no haberse quedado pequeña como sus amigas, se veía realmente hermosa, había decidido no vestirse tan provocativa por lo que significaba laborar en un colegio parroquial, pero a decir verdad, ningún atuendo podía disimular ese exuberante cuerpo.

Al acercarse a la puerta se dió cuenta que el niño que le había respondido al inicio se había quedado estático bajo el umbral haciéndole una seña bastante cordial para que ella ingrese primero.

Sandra quedó halagada, —Que educado!—, pensó para si misma, sin imaginar que aquella cortesía era una simple artimaña para poder apreciarla desde atrás. El pequeño Carlitos hecho un suave suspiro al verla andar cadenciosamente, ya se había percatado de su generosa parte delantera la cual se traslucía debajo de la blusa, pero lo que tenía atrás era lo mejor, y no tenía nada de raro pues era la parte que más deseaban los hombres y por la que había sido víctima de innumerables piropos, algunos más subidos de tono que otros, aquel hermoso trasero se bamboleaba de un lado para otro debajo de la falda de sastre que había elegido ese día, Sandra estaba acostumbrada a caminar así y no se dió cuenta que algunos pequeños avispados como Carlitos no quitaban la mirada de su redonda cola. Ella tenía en mente tratarlos como los infantes que eran, pero algunos ya habían sobrepasado el límite de inocencia que caracteriza a esa etapa. Carlitos era uno de ellos, aquel pequeño rechoncho, huérfano de padre y madre que se había quedado bajo la tutela de su abuelo, un viejo acostumbrado a llevar una vida libertina, que frecuentemente llegaba a casa con alguna dama de compañía tratando de saciar sus bajos instintos, actividad de la que no había sido ajeno el niño que tenía que asimilar a su corta edad aquellas sucias imágenes de su abuelo con las "chicas malas" que lo visitaban de vez en cuando. Una de aquellas ocasiones y al darse cuenta que el niño lo espiaba, el viejo tuvo que explicarle cuestiones relacionadas al sexo a sus cortos 9 años lo que ocasionó en el pequeño un desbalance emocional.

Ya ubicada delante de todos, de pie al lado del pupitre correspondiente para cada profesor, procedió a presentarse formalmente...

—Chicos!, como ya les dije, los acompañaré en todo lo que queda del año, soy la maestra Sandra...—, cortando la frase para tomar un marcador y escribir en la pizarra su nombre y apellido, con delicadeza y paciencia para que las letras le salgan entendibles, a decir verdad tenía una buena caligrafía, muchos se dispusieron a copiar el nombre en sus cuadernos para recordarlo, todos menos Carlitos que se mantenía embobado sin quitar la vista en ningún momento del trasero de su nueva maestra, que ahora se encontraba dándoles la espalda y tratando de escribir en la parte superior de la pizarra, el niño pudo imaginar las líneas del elástico de su ropa interior al quedar en esa posición por un momento.

—Tratare de que las clases sean lás más divertidas para eso neces... Tu!—, dijo inusitadamente y apuntando con el marcador al infante que había desplazado de su lugar a uno de sus compañeros más pequeños y se había quedado en la primera fila, detalle que la maestra había obviado pero creía saber cuál era su objetivo. — Cual es tu nombre jovencito?,— decía tranquilamente con la hermosa voz que tenía y acomodando las manos en su delicada cintura.

—Ca...rloo... s Paaa...hh...redes,— respondió Carlitos con cierta dificultad, despertando de su letargo y ruborizandose al instante.

—Puedes ponerte de pie por favor?,— ordenó amablemente la maestra al chico que se encontraba bastante nervioso, al verlo agachar la mirada y negarse a la orden ella se acercó y dándole una caricia en la cabeza le susurro... —Trata de poner atención Carlitos... ok?—. el niño no pudo disimular la erección que tenía bajo el pantalón y juntando las rodillas tuvo que quedarse quieto y ruborizado frente a sus demás compañeros que no se dieron cuenta de la situación.

Así fueron pasando los días, luego semanas y luego meses los cuales fueron bastante reconfortantes para la maestra por sentirse útil y por la alegría que le generaba a sus pequeños estudiantes, ya se había ganado la confianza de todos ellos e incluso de algunos padres de familia que llegaban hasta el colegio continuamente para preguntar por el avance de sus hijos, coincidentemente la mayoría sólo preguntaba por la asignatura de Historia. Uno de ellos era el abuelo de Carlitos, Sandra se había grabado el nombre de aquél sujeto que casi a diario asistía al colegio supuestamente para verificar el comportamiento de su nieto, en anteriores ocasiones había sido notificado sobre faltas que había cometido el niño a las que el viejo hizo caso omiso hasta que un día por casualidad pudo ver en el celular de Carlitos una foto que lo dejó impactado...

—Oye Carlos ven acá—, ordenó el viejo, a lo que el niño presuroso dejó la consola de Play Station para acudir al llamado de su abuelo, éste tenía el celular en la mano y la foto abierta mostrándosela al niño.

— He, he, mi amigo le tomó la foto a una chica en la calle—, contestó timidamente el niño agachando la cabeza, a lo que el viejo acercándose y acariciendole el pelo le dijo.

—Dime la verdad Carlitos, esta foto es en tu escuela verdad?, quien es esta mujer, la madre de alguno de tus compañeros?. El niño no sabía que responder, sabía que en esa manera tan amable de hablar del viejo se escondía una mala intención.

—Eee... es mi nueva maestra—, logró decir el pequeño arrepintiéndose luego, —Con que es ella la que reemplazo a la gorda de tu maestra de Historia—, contesto el viejo esbozando una sonrisa, —Muestrame las cartas que enviaron del colegio Carlitos, creo que es hora de hacerme responsable de tus actos JaJaJa—, reía el viejo terminando esa frase. Fué desde ese momento que Carlitos recuerda las visitas de su abuelo al colegio, el niño frecuentemente golpeaba alguno de sus compañeros, los insultaba, ó simplemente llegaba demasiado tarde a clase, faltas que el director de la escuela, uno de esos sacerdotes ancianos que parecen monjes, informaba a los padres mediante cartas para que éstos asistieran al colegio y dar explicaciones.

Para la maestra era bastante normal tener que explicarle a los padres lo que sus hijos habían hecho el día anterior mientras que estos no perdían detalle del atuendo que llevaba, la desvestían con la mirada y ella se sentía un poco incómoda ante esta situación, y es que con el exuberante cuerpo que tenía era una tarea imposible tratar de vestirse de forma recadata, las faldas y los pantalones de sastre que utilizaba siempre terminaban por marcar su hermosa y redonda cola, incluso logro percatarse que en un par de ocasiones el cura director de aquel centro de estudios se le quedaba mirando cuando ella caminaba delante de él, ni que decir de los padres de familia que literalmente pegaban su mirada en la exuberante anatomía de la maestra con el mayor descaro posible, situaciones ante la que ella simplemente esbozaba una sonrisa y pensaba ¡Hay hombres, Hoombres!...confiando que los principios religiosos que reinaban en aquel recinto no permitan que ninguno de ellos se sobrepase.

Otra era la situación del pequeño Carlitos que disfrutaba en la soledad de su habitación con todas las fotografías que le había tomado a su hermosa maestra, algunas capturas la mostraban de cuerpo entero, otras de medio cuerpo, pero en su mayoría resaltando la parte posterior de su anatomía. Soñaba con el momento en que pudiera tocar esas redondeces, muchas veces enfundadas en sus trajes de sastre y otras pocas, y que eran las más recordadas, cuando se organizaban las actividades deportivas, a las que asistía con unos tops ajustados y unas calzas que no dejaban nada a la imaginación, para ella era el atuendo adecuado ya que las utilizaba en sus duras jornadas de gimnasio, para los padres y algunos estudiantes era un sueño ver a tremenda hembra saltando y dando ánimo a sus pequeños alumnos en las competencias. La asistencia masculina dejaba de lado la participación de sus hijos para deleitarse con el vaiven de los jugosos pechos y esperaban el momento en que pudiera inclinarse para darle indicaciones a sus pequeños aprendices para cambiar de punto de vista y quedarse pegados a su hermosa cola la cual transparentaba una ropa interior de encaje muy pequeña, era todo un espectáculo.

....

Y ahora Carlitos la tenía ahí, su sueño hecho realidad, la hermosa maestra Sandra con la falda doblada en la cintura y una pequeña prenda interior protectora de su zona íntima, que a estas alturas estaba bastante mojada a causa de las caricias que le había prodigado.

Mateo, el flacuchento compañero de Carlitos veía timidamente como su amigo situaba su enhiesto miembro entre aquél par de deliciosas y redondas nalgas, el chico gordo también estaba nervioso y se sacaba el sudor de la frente a cada momento, la maestra sintió una sensación placentera cuando Carlitos la penetró de un sólo golpe con su pequeño pero grueso miembro. —Ohhhh Carlitos ohhh que me has hecho,— sollozaba la maestra aún con los ojos cerrados, Mateo no lo podía creer, su compañero estaba teniendo sexo con su ex-maestra, aquella con la que habían soñado tantos años y le habían dedicado infinidad de pajas. Carlitos intento el movimiento de mete y saca que le había visto hacer a su abuelo cuando traía prostitutas a su casa, y poco a poco fué penetrando a fondo la mojada cavidad de su ex-maestra mientras ella solo gemía de placer. —Ohhhh Caaa...los, oh hAh Ah! mmm AhgMm!! , Ah Ha—, emitía pequeños gritos al ritmo de las suaves embestidas de Carlitos. La ex maestra estaba en el extasis, sólo era capaz de emitir gemidos y pequeñas palabras pidiendole a Carlitos que pare, pero él seguía disfrutando de su hazaña sin hacer caso a su hermosa profesora, hasta que en ese momento sonó el timbre y golpearon fuertemente a la puerta. Los 2 chicos se miraron y rápidamente trataron de subirse los pantalones, hacía un par de semanas que el timbre del departamento empezó a fallar, a veces sonaba y a veces no, pero las veces que sonaba emitía un ruido muy fuerte, el cual hizo despertar de su letargo a Sandra, la ejecutiva no entendió nada simplemente y por impulso procedió a acomodar sus ropas lo más rápido que pudo, —Carlitos, Mateo!, habrán la puerta niños!—, era la voz del viejo que desde el pasillo trataba de que lo escuchen. Carlitos trató de limpiar el sudor de su frente y sin mirar a su ex-maestra salió raudamente a antender a su abuelo, Sandra se quedó tratando de ordenar sus hermosos cabellos mirando fijamente a Mateo intentando recibir alguna explicación de lo sucedido, Mateo simplemente espero el proceso de "Guardar" en su celular y lo guardó raudamente en su bolsillo, La ejecutiva lo miró pero no sospechó nada raro, simplemente se acomodó junto a el, tomó el cuaderno y en el momento que ingreso el viejo en la habitación... —Entendiste Mateo?—, preguntaba dulcemente al niño que asentía con la cabeza, —S s s i, maestra, todo nos quedó muy claro—, respondió el niño parándose y alistando sus cosas para irse a casa. —¿Oye hijo ya terminaron toda la tarea!!! ? —, interrumìo el viejo y ante la mirada cómplice de la ejecutiva los 2 niños asintieron. Maldición!!, decía para si mismo el viejo, la cola en la pequeña tienda hizo que se demore en comprar las gaseosas. —Bueno Señor Muñoz, ya terminé con ayudar a los niños a cumplir su tarea—, Dijo la ejecutiva tomando su bolso y despidiéndose del viejo. Éste al ver que su oportunidad se diluía trató de convencerla para que se quede a comer junto a ellos, a lo que ella no accedió ... — Además tengo que irme a casa señor Pedro—, interrumpió Mateo, —Mi madre acaba de llamarme y dice que me espera para comer—, la ejecutiva aprovechó el momento para salir junto al niño despidiéndose con una caricia en la cabeza de Carlitos.

Ya en el pasillo del edificio la ejecutiva un poco confundida vio como Mateo se adelantaba a ella diciéndole que estaba muy apurado y se iba corriendo por las escaleras, ella no supo que decir y simplemente espero el elevador un poco más calmada, luego de un par de minutos las puertas de éste se abrieron y aparecieron las figuras de una madre y su pequeño hijo, la ejecutiva saludo cordialmente, apoyó su espalda en la pared posterior y siguió acomodándose la cabellera pensando en lo que había ocurrido con sus ex-alumnos. — Que es lo que me paso!? —, se decía a si misma una y otra vez recordando el momento en que despertó de ese sueño raro, teniendo desacomodadas sus prendas frente a 2 chicos que bien podrían ser sus hijos. El niño que tenía al lado estaba muy concentrado jugando con su teléfono móvil, a Sandra le pareció raro que un niño tan pequeño pueda manejar con tal destreza uno de esos dispositivos.

— Hay Mateo!, murmuró entre dientes, la señora que se encontraba delante volvió la mirada, Sandra sólo sonrió. La ejecutiva recordó el celular que había guardado Mateo cuando se encontraba acomodando sus ropas. ¿Qué fué lo que me paso?, ¿Habrá grabado algo?, empezó su preocupación, ya que recordaba el momento en que sus ex-alumnos la masajeaban encima de la cama y rogaba por encontrar a Mateo para ver en su celular y borrar cualquier grabación que pudiera haber hecho el pequeño, quiso acelerar la velocidad del ascensor que iba en el piso 4.... en ese momento Mateo ya se encontraba cruzando la puerta principal del edificio.

CONTINUARÁ....