Una pequeña debildad 6 Parte III

Sandra intentaba parar la plática, con alguna frase pero el anciano seguía con su repetitivo agradecimiento, explicándole las razones por las que su nieto había progresado en el colegio los últimos meses, mientras esperaba que el viejo de alguna forma llegue a callarse, se mantenía sobria y echándo

Mientras iba conduciendo por una de las avenidas más transitadas de la ciudad, Sandra recordaba su improvisada clase de historia en la casa del Señor Muñoz, al inicio se mostró molesta por la manera en que se dio y la incómoda situación que le hizo pasar su anciano colega de trabajo, quiso dejar de lado las insinuaciones que le había hecho, no quería tener problemas y menos con alguien que vería casi todos los días en la oficina, situación que le molestaba pero no tenía caso armar un problema mayor, simplemente el anciano tuvo alguna especie de emoción fuerte propia de la edad, pensaba ella, era mejor dejar las cosas como estaban.

Justo aquél viernes por la mañana, el viejo Muñoz, la abordó cerca de las escaleras del 4to piso, la ejecutiva pensó en amenazarlo pero él se mostró mucho más amable.

-- Señorita Sandra, se que no existen excusas para hacer la barbaridad que hice, pero quiero que me disculpe--, recordaba ella la ronca voz del viejo. -- Mi nieto me contó que sus explicaciones de la segunda guerra mundial le ayudaron a aprobar la asignatura, pensé que Carlitos era bruto pero creo que el problema es el nuevo profesor, ahora veo que sólo necesita un poco de ¡Motivación! -- seguía hablando el viejo sin darle tiempo de respuesta a la ejecutiva, haciendo énfasis en la ultima palabra ¡Motivación!, tal ves con otra intención, pero ella que lo escuchaba atentamente, de pie y con los brazos cruzados, lo tomó como un halago, cambiando una mirada de odio por la habitual, esa mirada tierna, amable y por demás sexy. -- Para que no piense que le miento, aquí le traigo las últimas calificaciones de mi nieto--, y le alcanzó una libreta de calificaciones, la ejecutiva descruzando los brazos recibió en sus manos el documento y abriéndolo pudo darse cuenta que las calificaciones del muchacho, aunque no fueran espectaculares, eran medianamente buenas y efectivamente el curso de Historia era el que resaltaba sobre los demás.

Antes que dijera algo el viejo prosiguió con sus 'disculpas'. -- ¿Ve que obtuvo la mayor nota en el curso que le enseño?, ve que no le miento Sandrita? --, murmuraba el Sr. Muñoz tratando de recuperar la confianza que había perdido hace poco, mientras la ejecutiva asentía con la cabeza. Ella sólo pensaba en las palabras exactas para deshacerse de su incómodo colega. Los dos jóvenes conserjes que coincidentemente habían elegido empezar su jornada limpiando el piso 4, cerca de las escaleras, no perdían detalle de la rara situación, disimulando fregar los pisos pero mirando de reojo a la ejecutiva y pensando en lo que le estaría diciéndole aquél señor, que a lo lejos parecía realizar gestos y muecas propios de un anciano inofensivo, de esos que llaman la atención de cualquier persona en la calle para que lo ayuden a interpretar las letras que es incapaz de ver en una hoja de papel, esas personas de avanzada edad a las que da gusto echarles una mano.

Sandra intentaba parar la plática, con alguna frase pero el anciano seguía con su repetitivo agradecimiento, explicándole las razones por las que su nieto había progresado en el colegio los últimos meses, mientras esperaba que el viejo de alguna forma llegue a callarse, se mantenía sobria y echándose un poco de aire con la libreta de calificaciones que tenía en la mano derecha, en un momento desvió la mirada para encontrarse con las de los jóvenes conserjes que, dejando de lado sus quehaceres, se habían quedado pegados observando desde atrás la hermosa y redonda cola de la ejecutiva, la cual en esta oportunidad estaba cubierta por una minifalda bastante ceñida, que permitía apreciar sus mórbidas y excitantes curvas que eran resaltaban aún más por unos zapatos de tacón alto. --¡Que piernotas mamita... mmhhh! --, Sandra estaba segura de haber escuchado esas palabras, antes que los avergonzados conserjes, bajen la mirada y vuelvan a sus quehaceres. Pensó en irse del lugar, luego de apreciar la osadía de aquellos sujetos, pero algo dentro de ella hizo que cambiara de idea, acomodando hacia atrás su hermosa cabellera con una mano, mientras con la otra seguía tratando de aplacar el sofocante calor usando la libreta como un abanico.

......

El semáforo aún no cambiaba de color, se encontraba por un lapso bastante prolongado en aquella autopista, un accidente varios kilómetros delante generó ese terrible tráfico, para la ejecutiva era normal tener que soportar estos problemas, subiendo el nivel de la música y evitando el inclemente calor con el aire acondicionado, pero para su mala suerte éste se había descompuesto un par de días atrás, por lo que a cada momento tenía que secar las gotas de sudor que caían de su frente con un pañuelo, tenía un pequeño espejo circular en una mano y con la otra secaba el sudor masajeando delicadamente su hermoso rostro pasando después por su cuello y su pecho, como si se estaría maquillando, algunas traviesas gotas bajaban hasta perderse en el hermoso canal formado por sus redondos senos, no era para menos en ese momento la persona que hablaba en la radio anunciaba 37 grados de temperatura en la ciudad. Ella por su parte se encontraba inmersa en sus pensamientos, pensaba los extraños sueños que venía experimentando, ¿Era la falta de sexo lo que generaba en ella tales sensaciones a la hora de dormir?, ¿Por qué despertaba con el panty mojado y las sábanas desordenadas?, recordaba también que debía buscar a Mateo para preguntarle lo que tenía en su celular, seguramente le habría tomado alguna foto inocente, pero considerando que ella es conocida en el colegio, podría causarle problemas.

Tantos raros pensamientos no le habían permitido darse cuenta que al lado derecho se encontraba una camioneta parecida a la suya, con 4 jóvenes que veían extasiados lo que estaba haciendo, la ejecutiva bajó su mirada y se sonrojó al ver que sus manos habían desabrochado su blusa y metiendo el pañuelo dentro de su sujetador de encaje se encontraba secando el sudor que tenía acumulado en sus senos. Rápidamente acomodó su blusa y tomó el volante, tratando de disimular la situación, pero su enrojecido rostro la delataba, los chicos no perdieron tiempo y riéndose empezaros a gritar... -- Siga, siga. siga!, siga!, lo que a ella le provocó una carcajada. Sólo atino a voltear para sonreirles y mover la cabeza de un lado para otro en señal de desaprobación. Por suerte los autos comenzaban a avanzar otra vez, así que tomo el volante y lentamente siguió su camino. No podía creer cómo inconscientemente se había desabrochado la blusa, pero no le dio más importancia al asunto. Subió el volumen de la música y empezó a acelerar, el viento que genera el movimiento del auto hizo que se sintiera más fresca y cómoda, el sonido de un claxon la alertó otra vez y fijándose en el retrovisor pudo apreciar a los mismos chicos que venían detrás, riendo y haciendo gestos con los brazos que ella no entendía, hasta que de reojo apreció como uno de ellos, seguramente el más lanzado de todos delineaba en sus varoniles pectorales, unos senos grandes, fue ese gesto el que la ejecutiva entendió. -- Qué malcriados!, pensó esbozando una sonrisa, mientras el jefe de los 4 jóvenes seguía con los ademanes, la ejecutiva pudo ver que el mismo joven realizaba movimientos pélvicos de atrás para adelante, imaginando un acto sexual, acción que era aprobada por sus amigos con un sinfín de risas, ella por su parte trató de dejar de voltear para verlos.

Luego de un par de minutos de fluidez en el tránsito, éste se detuvo. -- Y ahora que?.. pensó ella un poco molesta, los jóvenes que venían atrás no desaprovecharon la oportunidad para ubicarse justo al lado de la ejecutiva, algo que le causó un poco de emoción y nerviosismo.

-- Oiga guapa no quiere acompañarnos a la playa --, mencionó el chico que hacía los gestos obscenos, -- Ahí podría refrescarse tranquilamente --. La ejecutiva se fijo rápidamente en los 4, seguramente eran los típicos hijos de familias adineradas, esos que se creen dueños del mundo y se molestan si sus padres no los engríen comprándoles todo lo que se les antoja, los que no hacen más que divertirse y disfrutar del dinero de su familia sin ninguna preocupación, les calculaba unos 19 o 20 años en promedio y por las tablas de surf que llevaban en el techo del auto intuyó su invitación a la playa por la práctica de ese deporte.

-- Hoy tenemos un concurso de camisetas mojadas, seguro que usted se lleva todos los premios --, mencionó otro mientras los demás trataban de contener la risa, Sandra que trataba de mantener su mirada en el volante, se encontraba nerviosa, no sabia que decirles a aquellos tipejos, no podía acomodarse bien en el asiento y le temblaban las piernas. -- En serio creen que podría ganar? --, mencionó ella dirigiéndoles una dulce mirada y mordiéndose el labio inferior, no entendía porque actuaba así, ni de donde sacó esas palabras que dejaron sorprendidos a los tipos de la otra camioneta, que se quedaron embobados al ver que la ejecutiva se acomodaba la blusa mostrándoles gran parte del escote.

-- Por supuesto, usted sería la reina del concurso, con ese hermoso par de... --, el joven no terminó la frase sino hizo el mismo gesto de dibujar unos senos grandes en su propio pecho,

Ella por su parte trataba de mostrarse desafiante, preguntándoles otra vez

-- Y donde es esa playa que dicen? --, el chico de los gestos buscó algo en sus bolsillos y encontró una tarjeta la cual estirando la mano fuera de la ventana del auto se la entregó. Sandra un poco nerviosa tomó la tarjeta y le hecho una mirada rápida. -- Ha! seguro es uno de esos festivales que organizan las marcas de cerveza, donde la mayoría de asistentes son hombres-- pensó para si misma. Los ruidos de los motores hicieron que alce la vista y se diera cuenta de que los autos avanzaban a gran velocidad, seguramente habían removido el auto accidentado. Sandra tomó el volante y dedicándoles una sonrisa, procedió a avanzar, los jóvenes trataron de seguirla con la esperanza de que en algún momento el tránsito se detenga otra vez, pero para su mala suerte no fue así. Durante el corto trayecto que quedaba la ejecutiva pensó en la propuesta, recordó que hacía mucho tiempo no visitaba la playa, su vida antes de la muerte de su marido fue mucho más placentera, tenía todo a su alcance, si bien su actual trabajo no le disgustaba, añoraba volver a tener tiempo libre para disfrutar a plenitud del verano.

Justo en el momento en que debía salir de la autopista para dirigirse a casa, sus manos se mantuvieron firmes en el volante y no cambiaron de rumbo, no se sentía segura de lo que estaba haciendo, sentía un ligero cosquilleo entre las piernas producto de la conversación con los jóvenes unos kilómetros atrás.

--Si voy a casa a Martín le parecerá raro que quiera ir a la playa -- pensó. -- Hoy voy sola y mañana tal ves vaya con él. -- se dijo a si misma en una conversación un tanto extraña queriendo justificar la pequeña travesura que tenía en mente. El hecho de haber visitado frecuentemente la playa donde se realizaría el evento hizo que decida al final por aceptar la invitación.

Luego de una media hora en la autopista, la ejecutiva vislumbró a lo lejos el evento que los muchachos le habían comentado, su corazón aceleraban al ritmo de la estruendosa música que se escuchaba en los gigantescos parlantes del escenario que habían armado al costado de la paradisíaca playa, Sandra no recordaba aquellas lujosas construcciones, evidentemente no había estado por allí en mucho tiempo, las cosas habían cambiado un poco, anteriormente la gente prefería visitar las playas más cercanas a la ciudad, pero ahora se tomaban mas tiempo en buscar alguna que este algo más desocupada, por lo que pudo apreciar una cantidad de personas mayor a la que estaba acostumbrada, disfrutando de aquél caluroso día de verano.

La ejecutiva busco un lugar donde estacionar la camioneta, estaba decidida a disfrutar de aquella improvisada visita a la playa, la última media hora había estado pensando cómo solucionar el problema de su ropa de baño, no traía consigo ningún atuendo como para no parecer rara entre toda la gente, su escotada blusa y su minifalda, junto con sus tacones harían llamar la atención de la gente, recordó que una vez había olvidado su ropa de baño pero su marido le consiguió un bikini de un precario stand de venta de ropa de playa, no fue lo mejor pero al fin y al cabo solucionaron el problema. Desde su moderna camioneta la ejecutiva trataba de encontrar algún vendedor, alzaba la mirada y movía la cabeza de un lado para otro, el calor era insoportable y tenía que darse aire con lo que tenía a la mano, pero sus intentos fueron en vano, trataba de calmarse con la música y moviendo el botón de encendido del aire acondicionado que seguía sin responder, hasta que en ese momento pudo ver a un grupo de chicos que caminaban cerca de allí, les calculó unos 15 o 16 años en promedio, eran como 6 o 7, la ejecutiva se dio cuenta que aminoraban el paso para poder verla, pudo apreciar que se golpeaban con los codos para comentar algo que no logró escuchar, entre ese grupo recordó a uno de los chicos que venía en la camioneta, Sandra alzó la mano para llamarlo, el chico se sonrojó y volteó a todos lados pensando que aquella hermosa dama estaba llamando a otra persona, todos su grupo se sorprendió al darse cuenta que efectivamente lo estaba llamando a él, los demás lo animaron a acercarse ya que él en un principio estaba demasiado nervioso, pensó en que tal ves el acontecimiento suscitado en la carretera junto a su hermano mayor y sus amigos habrían hecho que aquella voluptuosa mujer se tomará para mal aquellas bromas. La ejecutiva lo vio acercarse tímidamente, era el más flaco del grupo de la camioneta, traía una gorra, un polo bastante grande que prácticamente le llegaba a las rodillas, bermudas y sandalias.

Hol

a me recuerdas?

, dijo ella con su seductora voz, levantando sus oscuros lentes de sol.

Ho, hola

balbuceó el chico, que se había puesto bastante colorado, sabiendo que sus amigos se mantenían observándolo a sus espaldas.

— No se vaya a molestar lo que pasó en la carretera fue idea de mi hermano y sus amigos yo no...

— Tranquilo, tranquilo

—,le interrumpió la ejecutiva estirando los dedos de la mano en señal de calma. Al verlo tan cohibido y volteando a cada momento hacia sus amigos, que se reían de él seguramente por lo nervioso que se había puesto, trato de entrar en confianza, de todas maneras necesitaba ayuda.

— Primero dime tu nombre, no te preocupes no soy policía ni nada de eso, no te voy a interrogar

—, dijo la suculenta ejecutiva estirando el cuello fuera de la ventana, aún con la puerta cerrada, el chico esbozo una sonrisa por aquél comentario y no pudo despegar su mirada de aquel par de redondos senos que se exhibían tras de la escotada blusa.

— Jo, jorge, mi nombre es Jorge

—, pronunció el muchacho un poco más calmado.

— Jorge tu crees que puedas ayudarme?, he venido a disfrutar de la playa pero he olvidado la ropa de baño

—, dijo ella usando ahora la tapa del disco de música electrónica como abanico, el muchacho no perdía detalle de las gotas de sudor que caían por el delicado cuello de la suculenta mujer que tenía enfrente.

— Ropa de baño, déjeme pensar, ropa de baño, si, si, me parece que al otro lado de la playa, por los edificios nuevos hay un par de tiendas donde tal ves encuentre algo que le sirva

—, dijo el tímido chico secándose el sudor de la frente, sus ojos seguían prendados del escote de Sandra, parecía que había perdido la noción del tiempo pues ni volteaba a ver a sus amigos que se quedaron un tanto absortos por la naturalidad con la que aparentemente hablaba el tímido Jorge. Sandra trataba de que le indique bien a que parte exactamente debía ir, ya que aquél lugar que le señalaba el muchacho quedaba algo lejos, mientras tanto el grupo de mocosos veía como su tímido amigo hablaba ya de manera más fluida con aquella hermosa ejecutiva que permanecía en su camioneta escuchando las instrucciones de su guía, señalando con las manos, pensando tal ves en el camino más corto, sugiriéndole el nombre de alguna tienda, tal ves un lugar donde comer o sobre el concurso de camisetas mojadas, tantas cosas de las cuales la ejecutiva no perdía detalle, dándose aire con el empaque de un disco de música y por momentos acomodando su larga cabellera estirando sus brazos haciendo más notorios sus exuberantes pechos, aquellas redondas masas de carne que cualquier mortal desearía poseer, hasta que en un momento vieron como su tímido amigo se acercaba para darle un beso en la mejilla, ellos no lo podían creer, habrían dado todo por estar en su lugar, ya no habían motivos para seguir molestando a su amigo, solo esperaban para preguntarle sobre lo que habían conversado. Luego de una breve despedida de la ejecutiva, moviendo suavemente su mano mano derecha fuera de la ventana, la camioneta se movió del aparcamiento y avanzó rumbo a la carretera Jorge volvía a paso triunfante hacia su grupo de amigos que lo recibieron con palmadas en la espalda y con palabras de aprobación, él sólo sonreía y decía,

— Vieron que hermosa es?.

— Que lindas tetas tiene...

—Pudiste verle las piernas?, pregunto otro.

— Hubiera pagado por que baje de su auto y verla completa ...

—. Fueron los comentarios que se mencionaron en un par de minutos de charla.

Jorge era un chico de 16 años, un estudiante de preparatoria que gustaba de las fiestas en la playa, acudía frecuentemente a conciertos y otros eventos de verano, entre sus amigos era considerado el más tímido, siempre se burlaban de él por ponerse nervioso con las chicas, en realidad era difícil no considerarlo el más tímido por la locura de los demás integrantes de su grupo, muchachos que, al igual que él disfrutaban de las comodidades que sus padres podían darles.

Mientras caminaba con sus amigos no podía sacar de su mente la imagen de aquella hermosa mujer, se la imaginaba en un diminuto bikini tomando el sol, sus amigos le decían cosas que él no respondía, estaba profundamente sumido en sus pensamientos, deseando encontrarse sólo en su habitación para disfrutar de sus morbosos pensamientos teniendo como inspiración a la exuberante ejecutiva que le había dirigido la palabra minutos antes.

—Idiota voltea

—, le dijo uno de sus amigos dándole un golpe en la cabeza. Jorge atinó a volver el rostro hacia la carretera y vio que la camioneta se había detenido muy cerca de ahí y la hermosa mujer trataba de llamarlo haciendo movimientos con las manos, tras reaccionar se dirigió corriendo hasta donde se estacionó la ejecutiva, luego de tropezar y casi caer por lo distraído que se encontraba, quedo maravillado otra vez con aquella dulce y excitante mirada.

— Oye Jorge, creo que es mejor que me acompañes, hace mucho que no vengo a este lugar y no conozco esas nuevas tiendas.

—, sugirió Sandra.

— Además no creo que tus amiguitos te vayan a extrañar mucho verdad?

—, añadió acomodando su cabellera que era sacudida por una breve brisa.

El muchacho no lo pensó dos veces y aceptó la invitación, ni siquiera volteo a ver a sus amigos y subió en el asiento delantero al lado de la ejecutiva mientras ellos lo veían sin poder creer lo que estaba pasando, la ejecutiva y el muchacho cruzaron una mirada de complicidad y la camioneta arrancó rumbo a las dichosas tiendas, ella no entendía el porque de su decisión, al fin y al cabo podía llegar sola, pero decidió darle una ayudita al chico que por ser tímido era la burla de sus amigos, tal ves con lo que había pasado hasta ese momento lo respeten un poco más o gane algo de popularidad.

En el trayecto no conversaron mucho, la ejecutiva solía preguntarle si estaba yendo en la dirección correcta y el chico contestaba afirmativamente, le comentó sobre su decisión de disfrutar de ese día de playa no planeado, por la invitación de sus amigos en la otra camioneta, él le confesó algo sonrojado, que la idea de invitarla al concurso de camisetas mojadas fue de uno de los amigos de su hermano, llamado Fernando.

— Él se cree el rey del mundo

—, comentó de mala gana,

— Anda contándole a todo el mundo sus aventuras con mujeres.

— Con que es un Don Juan no?

—, preguntó Sandra dandóle una rápida mirada al flacuchento chico que tenía al lado y volviendo a fijarse en el camino.

—Don Juan? Bah!, yo pienso que mucho de lo que cuenta no es real

— terminó la frase indicándole la entrada al estacionamiento de la tienda.

—Aquí aquí!, dijo el chico.

— Aqui?

—, Pregunto incrédula la ejecutiva,

—Si es aquí, decía el chico apuntando a la entrada del edificio que al parecer había sido construído recientemente.

— Pues si era tan cerca mejor hubiera venido sola

—, dijo ella riendo,

— Bueno aprovecharemos que viniste para que me ayudes a elegir un modelito.

Al terminar la frase el chico sintió una emoción tan grande, el sueño de hace unos minutos se le iba a cumplir, no demostró demasiada efusividad pero por dentro festejaba como si hubiera ganado la copa mundial. La camioneta se detuvo por completo y el muchacho apuró su salida del auto para correr hasta el otro lado y abrirle la puerta a la ejecutiva,

—Huy gracias caballero

—, agradeció ella con una sonrisa, el chico no perdió detalle de ninguno de sus movimientos, la recorrió de los pies a la cabeza, desde sus tacones, pasando por sus medias que cubrían sus rotundas piernas, la minifalda que le daba un toque por demás sensual y su escotada blusa que cubría su gran delantera, el chico pensó en una de las tantas escenas porno con las cuales se masturbaba a diario, para él estar en esa situación era un sueño.

— Vamos Jorge vamos!

—, mencionó Sandra despertándolo de su letargo, la ejecutiva se adelantó para subir los escalones que daban hacia la entrada de la tienda, sus tacones altos resaltaban la forma de sus caderas y levantaban mucho más su redonda cola, que se bamboleaba de un lado para otro de una manera por demás sensual, para el chico era demasiada estimulación junta, por lo que tuvo una erección que pudo disimular gracias a la camiseta de basketball 2 tallas mas grande que traía puesta.

Buenas!

—,

saludo  Sandra al entrar a la tienda,

— Buenas tardes señorita en que la puedo ayudar?

— Respondió una señora gorda que presurosa se acercaba a atenderla.

— Podría probarme uno de estos?, dijo la ejecutiva señalando un par de modelos de bikini. Jorge no perdía detalle de los movimientos de la exuberante mujer a la que acompañaba, esperaba ansioso el momento en que Sandra lo llame para verla con el bikini puesto, mientras tanto se frotaba el miembro con la mano derecha a traves del bolsillo de su bermuda, para no levantar sospecha alguna ubico un gran espejo desde donde podía apreciar la hermosa cola de la ejecutiva, que por momentos se agachaba y por otros se estiraba tratando de escoger los modelos que se probaría.

Después de unos cuantos minutos de elección Sandra ya tenía como 5 o 6 modelos en sus manos, el chico vio que la dependienta le decía algo en voz baja y seguidamente separaba los modelos más provocativos de los más recatados, Jorge maldijo a la dependienta por ser entrometida pues él deseaba apreciar el exuberante cuerpo de la ejecutiva en los bikinis mas diminutos. Sandra termino por aceptar el consejo de la vendedora y se llevo consigo unos 3 modelos hacia el probador, el chico la siguió con la mirada, quedando hechizado con su cadencioso andar, en la tienda no habían muchas personas, sólo otro hombre de mal aspecto que trataba de disimular sus lascivas miradas por estar acompañado de la que parecía ser su esposa, éste traía la ropa algo sucia y la cabeza rapada como militar.

La ejecutiva caminó por un pasillo hasta desaparecer de la vista de Jorge, supuso que ya había entrado al probador pero como lo llamaría?, o tal ves la propuesta de ayudarla a elegir un modelo sólo fue una broma, éste pensamiento lo desanimó un poco, pero algo en él hizo que decida a ir en busca de eso que repentinamente consideraba como un premio, como su trofeo de guerra, tal ves de esa manera pueda contarles a sus amigos su gran hazaña con aquella diosa, verla en prendas intimas, así que enrumbo su camino hacia el pasillo por donde había ido la ejecutiva, justo en ese momento se cruzo con la esposa del rapado. Jorge se detuvo para escuchar una breve conversación, la mujer le explicaba a su esposo que había olvidado el dinero en la cartera de su hermana, Jorge supuso que se encontraba en la playa, así que volvería en un momento mientras las demás chicas terminen de probarse la ropa, lo cual fué aceptado de mala manera por el hombre rapado. Jorge se acercó un poco más al pasillo donde se suponía que estaba el probador y vió a Sandra esperando su turno en una cola de 5 chicas, con sus brazos cruzados y los 3 bikinis, e

l muchacho volvió y se sentó en uno de los sillones, al parecer iban a tener que esperar.

Luego de unos minutos, llegaron más personas, y al parecer la cola del único probador no avanzaba, ya que vió venir a Sandra y consultarle algo a la señora gorda, conversaron por unos minutos, a Jorge le pareció que la dependienta le señalaba algo por las escaleras. La ejecutiva llamó al chico para que se acercara.

— Jorgito, la cola del probador esta demorando demasiado...

—, dijo ella con un tono de queja

— Y c

omo estamos apurados no podemos perder mas tiempo, la vendedora me dijo que podré probarme la ropa en el almacén de la tienda

—, culmino su frase con su habitual sonrisa, a Jorge se le iluminaron los pensamientos otra vez, su mente maquinaba que tal ves podría verla sin que nadie los molestara en el almacén de la tienda...

— Pero, me dijo que sólo yo puedo subir

—, siguió con esas palabras que prácticamente despertaron de su sueño al flacuchento chico,

— De todas maneras igual podrás darme tu opinión cuando vayamos a la playa, eres un amor.

Y terminó la frase con un beso en la mejilla. En ese momento quiso que se lo tragara la tierra, todos sus pensamientos se esfumaron para pasar a la realidad, y resignado vio como la dependienta le indicaba por donde tenía que ir.

El chico trato de ya no mirarla pues se sentía traicionado, entre sus raros pensamientos se dió cuenta que el hombre rapado no estaba, seguramente se fué, pensó él, pero al volver la vista hacia donde la distraía vendedora indicaba como el lugar del almacén, lo vió escabullirse entre la ropa sin que nadie se de cuenta para luego entrar por un pequeño pasillo, a Jorge no le interesó demasiado, hasta que vió a la suculenta ejecutiva ingresar por ese mismo pasillo. Su corazón empezó a latir aceleradamente, aquél hombre se habrá confundido de camino o es que realmente tiene otras intenciones, Jorge sentía rabia, necesitaba saber lo que pretendía aquél hombre, y también quería ir por lo que aquella hermosa hembra le había prometido, y fue en un momento en que otra persona le consultaba a la dependienta sobre alguna prenda que tomó uno de los bikini que habían sido separados por consejo de la gorda vendedora y lo guardo en su bolsillo, camino hacia los estantes de ropa cerca de la entrada del almacén y cuidadosamente se metió, el muy astuto había pensado en una excusa por si algo salía mal, si la ejecutiva lo recriminaba por no hacerle caso éste le mostraría la prenda que traía en el bolsillo diciéndole que ella lo había olvidado y pensando en ello avanzo por el oscuro pasillo.

El chico bastante nervioso, avanzo silenciosamente unos cuantos pasos más, hasta que pudo apreciar unas escaleras que daban al segundo piso, seguramente por eso la vendedora indicó la ubicación del almacén apuntando hacia arriba, cada vez se convencía de que el rapado se fue a cualquier otro lado menos por ahí pues no lograba oír nada, antes de llegar al final de los escalones logró apreciar cajas grandes, que seguramente eran de ropa o zapatos, acomodados unas sobre otras, ése debía ser el almacén del que hablaron. El lugar estaba mucho mejor iluminado por lo que pudo darse cuenta rápidamente que al final del pasillo habían construido otro probador, pero este sólo tenia una cortina bastante gastada, justo en ese momento se encendió una bombilla en aquél pequeño espacio, por lo gastado de la cortina, se pudo apreciar notoriamente una exuberante silueta, el chico se emocionó y trató de avanzar poco a poco pegado a las grandes cajas, su intención ahora era ver lo más que pudiera, inclusive podría ahora verla desnuda. Cuando consideró que se encontraba en una distancia prudente se detuvo, limpiándose el sudor de la frente, la sombra reflejada en las cortinas mostraba claramente a la ejecutiva aún en su traje de oficina, parada seguramente frente a un espejo con las manos en la cintura y posando como si se tratara de una sesión de fotos, ésto termino por empalmar otra vez a Jorge que sufría con el dolor que le ocasionaba su erección, finalmente pudo ver el inicio de aquél morboso espectáculo,

Sandra empezo a quitarse primero la blusa, siempre mirando hacia el espejo ubicado en la pared, luego agachándose y sin doblar las rodillas quitarse la minifalda de sastre, con lo cual quedó en ropa interior, aquella lencería de encaje negra que combinaba perfectamente con su atuendo de trabajo, un sostén de encaje bastante revelador que cubria sus grandes y redondos senos y un conjunto de liguero y tanga que dejaría loco a cualquier mortal, y mucho más a Jorge que en su vida habría imaginado ver semejante monumento de mujer en esa situación digna de una película porno. La voluptuosa ejecutiva no parecía tener prisa y seguía posando en el espejo con las manos en la cintura y luego acomodando su hermosa cabellera, para cuando se dispuso a desabrochar el sostén, Jorge tenía la bermuda en los tobillos, estaba fuera de sí masturbando su erecto miembro, pero en ese momento, algo los asustó a los 2, un ruido en el pasillo hizo que los 2 dejaran de lado lo que estaban haciendo, la ejecutiva tomó sus prendas tratando de taparse y Jorge acomodó sus bermudas, esperaron un par de minuto en silencio hasta que ambos pensaron que no era nada, Sandra prosiguió con su impensado striptease, y Jorge se acomodaba otra vez para autobrindarse placer pero luego vio aterrorizado cómo el hombre rapado se acercaba silenciosamente hacia el probador desde el lado contrario del pasillo, al parecer la ejecutiva no podía verlo pues seguía quitándose la ropa, el chico no sabía si gritar o callar, efectivamente el hombre había planeado también verla desnuda, pero con lo morboso de la situación, finalmente decidió ir por más, hasta que se encontró prácticamente a centimetros de la cortina que lo separaban de la voluptuosa anatomía de la ejecutiva, se quedó inmovil por un momento hasta que Jorge vio como alargaba una de sus manos por entre la cortina para alcanzar el delicado cuello de Sandra y abrazarla desde atrás tapándole fuertemente la boca, Sanda forcejeaba pero el hombre era más fuerte, ella trataba de escapar de aquél abrazo, pero el rapado la tenía fuertemente sujetada y repegándose lo mas que pudo, el maldito termino por quitarle el sostén para luego con su mano libre poder estrujar los redondos pechos de la ejecutiva mientras le decía algo al oído y acomodaba su cintura en medio de sus redondas nalgas aun cubiertas con el diminuto tanga, Jorge intentaba asimilar la situación pero se sentía imposibilitado de hacer cualquier cosa, tal ves el tipo tenía un arma, penso, El tipo seguía manoseandola y Jorge escucho que le decía.

— Putita aquí nadie te va escuchar, es mejor que te quedes callada.

—Voy a quitar la mano de esta boquita pero si gritas te ira mal OK?

—. Jorge se asustó mucho más con esta amenaza.

—Suelteme maldito,

—Suelteme, imploraba ella,

—Te soltaré pero si te portas bien zorra

—, balbuceó el rapado. Con un rápido movimiento trato de besarla desde atrás, lo cual la ejecutiva rechazo, luego el hombre muy excitado bajo sus manos para acariciar su hermosa cola, que se veía mucho más excitante aún por que tenía puesto el liguero negro de encaje,

—No no, no me manosee la cola, no!

—, le rogó pero ya era muy tarde, aquél sucio hombre se había apoderado de la redonda cola de la ejecutiva, masajeandola con las 2 manos, estrujando sus carnes desde las caderas hasta la división de sus redondas nalgas, jugando con el elástico del tanga y por momentos haciendo de lado la diminuta prenda para palpar sus más íntimos tesoros, al parecer luego de esas caricias todo había cambiado, Jorge vio sorprendido cómo la exuberante mujer ya no mostraba signos de desaprobación, la cortina había sido removida por la violenta intromisión y el chico podía observar con lujo de detalle lo que pasaba, al parecer el rapado era fetichista pues prefirió no quitarle el liguero y al ver que no oponía resistencia alguna, bajo dándole besos por la espalda hasta quedarse prendido besandole las suculentas nalgas, lo hacía con desesperación como si no tuviera demasiado tiempo, la ejecutiva solo estiraba el cuello hacia arriba emitiendo sollozos de placer.

Uhmmmfff!!! , Ahhhh!!, Ammmhhgg!!

—, lo que excitaba de sobremanera a Jorge, que olvidando lo terrible de la situación prosiguió con suaves movimientos de su mano izquierda en su erecto miembro.

— Haaaayy!!!

—, grito la ejecutiva aferrándose más a la pared cuando el sucio rapado le hizo a un lado el tanga y empezó a besar su pequeño orificio posterior.

— Asi que te encanta no puta,

— mencionó desesperado el hombre que arrodillado seguía prodigandole placer a la suculenta ejecutiva, que se encontraba con los senos al aire, con las medias de liguero y el tanga y los zapatos de tacón alto que la hacían ver realmente sensual.

Uhmmmfff!!! , Ahhhh!!, Ammmhhgg!!, Ahhhhh!!!

—, gemía la ejecutiva ya totalmente fuera de si, con los ojos cerrados y la cabellera tirada hacia atras.

Jorge, que a estas alturas se masturbaba con rapidez, se encontraba a poco de correrse, cuando un mal movimiento de su mano izquierda hizo que cayeran un par de cajas, el sonido que emitieron fue suficiente como para que el rapado voltee a ver si había alguien, por un momento dejo de manosear a la ejecutiva y ella empezó a recobrar la conciencia

— Que me paso!, uff que calor, que demonios hago aquí?, quien diablos es usted!!?, grito, ésto asusto al rapado, de todas maneras intento abalanzarse otra vez sobre el suculento cuerpo de Sandra, pero en ese momento sonó su móvil, retrocedió unos pasos y contesto.

—A... a... Alo?

—, contestó él tratando de normalizar su voz

... si en un momento estoy en la puerta

—. Mencionó rápidamente y colgó, guardó su teléfono y mirando por última vez el jugoso cuerpo que se le escabullía de las manos salió corriendo de aquél lugar, pasando por el lado de Jorge que se había escondido entre las cajas. La ejecutiva aún no terminaba de entender que es lo que pasaba y cerro la cortina, no entendía porque estaba tan sudorosa

—Que me paso?

—, se preguntaba a si misma.

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