Una pequeña ciudad. (5)

Capítulo 5

Capítulo V

Pol salió muy temprano de su casa, a las seis había quedado con Abelardo para hacer los primeros cambios en la oficina, en la entrada al edifico se encontró con el guardia jurado.

-Hombre Pol, cada día más temprano, ¿no le saldría a cuenta ponerse una cama en la oficina y no salir de aquí?- Se carcajeaba de su propio chiste.

-Casi, casi, estoy esperando a unos amigos que van a hacer unas cosillas en la oficina.- Decía Pol con una sonrisa.

Entró Abelardo con toda su cuadrilla de trabajadores cargados con herramientas, el guardia los miraba sonriendo.

-Si vais a tirar el edificio abajo avísame que me voy antes.- Volvió a reír el solo del chiste.

-Déjales pasar que tenemos trabajo, y no te preocupes por el edifico.

Subieron en los ascensores mientras oían de fondo las risas del guardia, Pol pensó que esa mañana estaba de un especial buen humor.

A las nueve de la mañana cuando llegaron todos se encontraron la oficina cambiada, todas las mesas enfrontadas en el centro de la sala con los ordenadores preparados para empezar a trabajar, Pol tuvo la delicadeza de dejarlas tal como las tenían en sus despachos, con las fotos o los muñequitos en el mismo lugar que estaban, cada uno sabía cuál era su mesa. Todos de pie miraban mientras Pol abría los brazos dándoles la bienvenida, dio un par de palmadas y se sentaron, en un lado Pepi con Luisa a su derecha, delante Pol, en un lateral estaba Alba y en el otro Armando.

-Muy bien chicos, a trabajar que es el momento clave del día.- Les animó Pol.

-Venga.

-Vamos allá.

-Empecemos.

Sintió varios comentarios pero ninguno de Alba, la miró y vio que estaba seria concentrada en su ordenador, esperó un momento a ver si le miraba como pasaba siempre, Alba mantuvo la posición sin moverse, Pol se metió en su despacho, Alba suspiró queriendo aliviarse cuando en realidad lo estaba pasando muy mal intentando no mirar a Pol. Alba esa mañana se había hecho una promesa, no se sentiría atraída por él, si hacía falta ni le miraría a la cara pero no podía seguir así. Pol notó que algo extraño pasaba.

Pasó la mañana con todo el equipo controlando los movimientos bursátiles, Pol antes de ir a almorzar acabó unos informes para enviárselos a Ricardo, él no se los pedía pero creía que eran necesarios para mantenerlo informado de todo  lo que pasaba en su negocio. Cuando levantó la vista del ordenador la oficina estaba vacía, buscó con la mirada a Alba, tampoco la vio, pensó que estaría en el restaurante de siempre. Cuando llegó salió el camarero a recibirle.

-Hola Pol, ¿hoy viene solo?

-¿No está Alba?

-No, ¿tendría que estar?

Le hizo un gesto con la cabeza al camarero que lo acompañó a la mesa de siempre. Comiendo solo no entendía el cambio de comportamiento con él de Alba. Cuando entró Alba a la oficina por la tarde antes de que pudiera saludar a nadie escuchó la voz de Pol llamándola a su despacho, bajó la cabeza y se sentó delante de él.

-¿Te pasa algo conmigo?- Le preguntó mirándole directamente a unos ojos que ella desviaba continuamente.

-No, ¿por qué lo dices?

-Hemos comido cada día juntos, pensaba que hoy también lo haríamos, además has estado rara conmigo toda la mañana.

-No he estado rara con nadie, he hecho mi trabajo que para eso me pagan. Y hemos comido dos días juntos, dos, pensaba que el tercero ya podrías espabilarte por tú cuenta.

-Vale, vale, perdona, no quería molestarte.

Sentir la voz desilusionada de Pol por lo que le había dicho la entristeció, se levantó de la silla lentamente y sin mirarlo en ningún momento volvió a su sitio de trabajo, desde allí disimuladamente giró los ojos para mirarlo, él escribía en el ordenador serio, a ella algo se le removió por dentro que casi la hace llorar.

Se acabó la tarde, todos se fueron, Alba antes de irse dudaba si despedirse de Pol, si no lo hacía quedaba como mal educada y le daba la razón a él, si lo hacía lo iba a pasar muy mal mirándole a los ojos, miró al despacho, él la esteba mirando con la mano levantada despidiéndose, levantó la suya y salió de la oficina. Pol sabía las dudas que ella tendría para despedirse, estuvo atento hasta que lo miró para levantar la mano, si ella no se hubiera despedido le hubiera dolido, aunque no entendía que le había pasado a Alba en aquellas horas.

Cuando salía del edificio vio que el guarda de seguridad no era el mismo de cada día.

-Buenas noches, ¿han cambiado los turnos?- Preguntó interesado Pol.

-Buenas noches señor, no, Paco hoy libra del trabajo, es el único día que yo estoy de noche.

-Muy bien, gracias.- Pol se fue pensando que ya sabía el nombre del guarda cachondo.

El ritual por la noche fue el de siempre para Pol, algo de deporte, cena ligera repasando algunos datos y antes de dormir abrir la ventana con cautela para espiar a la vecina, y sí, allí volvía a estar ella cabalgando encima de alguien y de qué manera, hasta que el tipo se levantó con ella encima sujetándola en el aire follando de pie, se le abrieron los ojos como platos, le subieron las cejas todo lo que le podían subir y se le abrió la boca de la sorpresa, el tío era el guarda jurado de la empresa que conocía. Aquello le dejaba bastante claro la profesión de la vecina, por eso cada noche estaba acompañada de alguien diferente.

Alba no lo pasaba bien en su casa sola, cenó poco y se fue a la cama temprano, le preocupaba la situación con Pol, hacía literalmente tres días que lo conocía y estaba tan impactada con él por sus conocimientos, por su físico y sobre todo por el carácter, esa seguridad que tenía en él mismo que a veces le hacía ser un poco chulillo la descolocaba, no sabía si sería por un motivo o por todos juntos pero que se ponía muy cachonda cuando estaba a su lado era un hecho, no lo podía evitar y eso no era normal en ella. Seguramente quererse alejar de él trabajando juntos era una mala idea, siempre tendría que verlo y hablar con él cara a cara mirándole aquellos ojos tan bonitos le gustase o no, la solución la tenía clara, no aceptar el trabajo que él le ofreció y buscarse otro en otra empresa, aunque eso significara cambiar de ciudad.

Aquella mañana del jueves todo iba bien, hasta había mejorado al menos profesionalmente la relación entre Alba, Pepi y Luisa, estar al lado en la mesa hacía que interactuaran más entre ellas. Pol lo miraba desde su despacho y sonreía, no quiso sentarse al lado de Alba para no presionarla, ella se había dado cuenta del detalle al quedarse en su despacho, cuando eran casi la una del mediodía que ya se había tranquilizado el mercado, Alba se levantó segura de ella misma y se dirigió al despacho de Pol, él la vio venir y dejó lo que estaba haciendo prestándole atención. Alba entró y cerró la puerta, él le hizo un gesto con la mano para que tomara asiento, se sentó y le miró los ojos, estaba a punto de hablar, cerró la boca, Pol adelantó su posición en el sillón prestándole atención.

-La seguridad que tienes en ti mismo me apabulla.- Pol se tocó la barbilla pensando en las palabras de Alba, no entendía nada.

-¿Qué?- Preguntó sacudiendo la cabeza dándole a entender a Alba su desconcierto.

-Que voy a aceptar las condiciones que me dijiste para seguir trabajando contigo.- Acto seguido pensó, que idiota llegas a ser niña, si querías hacer todo lo contrario.

-¡Ah vale!, me alegro mucho, mañana está muy atenta a los valores que te pasaré por mail para venderlos en su mejor momento, necesitaremos liquidez para invertir en los nuevos a partir del lunes.

Esa, precisamente esa actitud de Pol, comportándose como si ya estuviera seguro que iba a aceptar el trabajo era lo que a ella la mosqueaba y de qué manera, siempre tenía la sensación que él ya sabía las decisiones que tomaría, lo cierto es que si lo pensaba bien desde el principio la trató como si hubiera aceptado, le regaló el portátil y le hablaba del futuro dándolo por hecho. Alba le miró los ojos y sonrió.

-Podríamos comer juntos y me hablas de esos valores.

-No puedo.

Para Alba la respuesta fue demasiado cortante, pensó que se estaba vengando de su actitud el día anterior, se levantó lentamente de la silla.

-Me encantaría Alba, pero es que hace un rato me ha llamado Javier Escobar para comer juntos, lo haremos mañana con el dinerito fresquito de las ventas de la mañana, así te explicaré las ideas que tengo para la próxima semana.

Alba lo escuchaba moviendo la cabeza confirmando, salió del despacho y se cruzó con el hijo del jefe que la miraba sonriendo, cuando se fueron juntos Javier y Pol Alba estaba en su silla pensando, como le podía haber cambiado sus ideas de aquella manera, había hecho con ella lo que quiso y ella lo aceptó todo, quería irse y con una mirada a sus ojos le dijo que se quedaba, se ilusionó en comer con él y el tío le dijo que nada de nada que si eso mañana, y ella lo aceptó todo sin rechistar, miró el techo con sus bonitos ojos resoplando y salió de la oficina.

Javier llevó a Pol a otro restaurante cercano a la oficina, no era tan barato como el que iba con Alba pero estaba bien, hasta el momento de sentarse en la mesa habían hablado de cosas vánales.

-He llamado a mi padre esta mañana para pedirle tú teléfono móvil y no veas cómo se ha puesto, cuanto más mayor se hace menos me aguanta este hombre. Supongo que el otro día cuando me fui te vino a llorar, que si no he querido seguir con el negocio, que si soy un desgraciado, me pondría de vuelta y media como siempre.

-Más o menos.- Respondió Pol.

-Siempre lo hace, en fin, supongo que estás libre esta noche, te avisé que tendríamos cena con los colegas, ya hemos quedado con Abelardo y Pablo.

-¿Pablo?

-Sí coño, Pablo, es médico en el hospital, mira no te voy a decir nada, cuando lo veas te acordarás seguro de él.

-De acuerdo, no tengo ningún plan, nunca lo tengo.- Le decía un sonriente Pol.

-Pues tal como te miraba tú compañera de trabajo la buenorra no diría lo mismo.

-¿Alba?, no hombre no, es una compañera de trabajo y nada más.

-No sé qué te ha pasado en este tiempo que no nos hemos visto, pero estás raro, antes tenías un olfato tremendo para estas cosas.

-Será que ya no me interesan tanto como antes.

-Lo que yo te digo, estás raro de cojones.

-No lo sé Javier, conocí a Nuria, me casé, tuvimos a Quique, entiendo que no podía estar todo lo necesario por la familia por culpa del trabajo pero yo era feliz.

-¿No será que sigues enamorado de tú ex mujer?

Pol se quedó en silencio un rato.

-No, la quise mucho, muchísimo, ella ya tiene otra vida y no puedo pensar en eso.

-Tranquilo, esta noche iremos a cenar a un buen sitio y luego nos tomaremos algunas copas, a ver si pegas un buen polvo y se te quitan las tonterías.- Los dos reían.

-Creo que se me ha olvidado ligar.

-Si quieres te presento a alguno de mis amigos, pero cambiar así de golpe los coños por pollas no sé si te gustará.

-Que animal eres tío.

Los dos se morían de risa. Acabaron de comer y Javier se ofreció para pasar a buscar a Pol por su casa aquella noche. Alba al salir de la oficina se encontró con Pepi y Luisa que no sabían dónde ir a almorzar, lo hicieron las tres juntas limando sus diferencias. Cuando volvieron Pol ya estaba en su despacho trabajando, Alba se aproximó hasta la puerta.

-¿Ha ido bien la comida con tú amigo?

-Sí, esta noche ha montado una cena con otros dos de la pandilla cuando éramos jóvenes.

-Será una noche de recuerdos.- Afirmaba una sonriente Alba.

-Ya ves. ¿Has visto que las acciones han subido un punto más durante la mañana?

-Claro que lo he visto, ya lo predecías tú.

-En cuanto mañana suban un par de puntos más lo vendemos todo.

-Me parece que eres demasiado optimista, llevan meses subiendo muy poco, lo de hoy ha sido excepcional.

-Y  tú muy pesimista, verás como sí lo hacen.

-Ves, es lo que te decía antes, ¿cómo puedes estar tan seguro?, no sé si es que sabes mucho o eres muy chulo.

-Chulo también lo soy un rato.- Contestó Pol, Alba se dio media vuelta, los dos reían.

Pol tuvo el tiempo justo para llegar a su casa, ducharse y buscarse algo de ropa desenfadada para cenar con los amigos, Javier le llamó diciéndole que ya estaba cerca de su casa, apagó las luces, cerró la puerta y lo esperó en la acera, la vecina estaba en el jardín arreglando algunas flores.

-Buenas noches vecina.- Saludó educadamente.

-¿Que tal vecino, esperas a alguien?

-Pues sí, un amigo me viene a buscar para ir a cenar.

La vecina lo miraba con una sonrisilla que Pol captó al momento.

-No, no, no es lo que piensas, yo me crié en esta ciudad, ahora he vuelto después de muchos años y hoy es la primera vez que nos juntamos la antigua pandilla, o al menos parte de ella.

-A mí me da igual lo que te guste, solo pensaba que sería un desperdicio si no te gustaban las mujeres.- Pol le miraba los ojos sonriendo.

-Supongo que ya te habrán dicho más de una vez que eres muy guapo.

-Señora me va a subir los colores.

Los dos empezaban a reír cuando frenó el coche de Javier delante de Pol, salió del coche, abrazó a Pol saludándolo y entró al jardín de la vecina, también la abrazó, la acompañó hasta la puerta de su casa hablando con ella y se despidió con dos besos en las mejillas, la vecina antes de cerrar la puerta se despidió de Pol agitando la mano, él le contestó de la misma manera.

Entraron en el coche y Javier lo puso en marcha.

-¿Conoces a la vecina?- Preguntaba un curioso Pol.

-Has visto que sí, es una buena chica.

-Sí, no digo que no, cuando nos hemos visto siempre me ha saludado amablemente.- Pol miraba fijamente a Javier, este apartó un momento la vista de la carretera fijándose en la mirada.

-Ya lo sabes, ¿no?

-¿Te refieres a que es…?

-Puta, sí.

-Me lo imaginaba, ¿quieres hablar de algo, contarme alguna cosa?

Javier hizo un corto silencio pensando.

-Te vas a enterar igualmente si vives ahí, a Lily la conocí…

-¿Se llama Lily de verdad?

-Yo que sé, es lo que me dijo ella. Pues la conocí en la calle de las putas, hacía poco que había llegado y las demás le cogieron manía, no me extraña porque está mucho más buena y más guapa que las otras, el caso es que la puteaban…

-Putas puteándose, que cosas. Yo pensaba que en las mujeres no te fijabas, ¿o es qué te va todo?

-Que sea maricón no quiere decir que sea ciego coño.

-Vale, vale.- Reía por lo bajini Pol.

-No le dejaban un lugar fijo, la echaban de todas partes donde se colocaba, cuando la conocí me pareció una buena chica, no tenía la malicia de las otras, así que hará unos ocho o nueve meses le propuse que saliera de la calle, se estableciera en una casa y siguiera con su negocio…

-Me parece un poco raro eso, ¿Qué ganabas tú?- Preguntó extrañado Pol.

-Nada, aunque no te lo creas. Bueno…

-Ya sabía yo.

-No hombre no, lo que pasó es que un cliente de mi padre, uno que se reunía con él la primera vez le preguntó si conocía alguna chica con la que pasárselo bien un par de días, mi padre que es un sieso para esas cosas, ¿qué va a saber él de putas?, imagínate.

-Te llamó a ti.

-Exacto, en cuanto hablé con él pensé en Lily, le compré un poco de ropa elegante y el cliente quedó encantado pagándole muy bien. Lo otro vino rodado, buscamos esa casa y ahora se dedica con gente con más clase, de vez en cuando mi padre le envía algún compromiso que tiene y ya está. Ya sabes cómo son esos ricachones.- A Pol se le escapó una carcajada.

-Tú también eres un ricachón por muy policía que seas, ¿o es qué este coche lo tiene cualquier inspector?- Javier sonreía.

-Vale, me lo compró mi padre, satisfecho porque los clientes le dan su dinero y se van contentos.

Llegaron a un restaurante en el centro, Abelardo, que iba con unos vaqueros y una camisa aunque la noche era fresquita y Pablo, el médico, los esperaban tomándose una cerveza. Pol se saludó con Abelardo y miró fijamente a Pablo.

-Coño Pablo, ahora si me acuerdo de ti.

-¿Cómo no te vas a acordar hombre?, si estuvimos los tres haciendo tú despedida de soltero.

Pol no contestó y se encajaron en un fuerte abrazo. Se tomaron algunas cervezas y se sentaron en una mesa a cenar, Pol les resumió lo que había sido su vida hasta ese momento.

-Ahora explicar vosotros como os ha ido, él ya conoce mi triste vida, hemos estado comiendo juntos este medio día.- Decía riendo Javier.

-Pues si la tuya es triste, la mía es para pegarse un tiro.- Dijo Abelardo con su voz ronca, los demás rieron.- Sí, sí, vosotros reíros pero ya sabéis lo que hay, tuve una novia hace tanto tiempo que ya ni me acuerdo como era, llevo años solo y la verdad es que cada día me encuentro mejor estándolo, creo que me hago mayor.

-Algún día nos tendrás que explicar que haces los fines de semana que desapareces del mapa.- Replicó Javier.

-Eso, eso- Reforzaba Pablo.

Abelardo hacía movimientos con la cabeza dando a entender que de eso no iba a hablar.

-Lo mío es mucho más sencillo, me casé y tengo dos hijos, una niña y un niño, y por raro que parezca con mi mujer me llevo de puta madre, desde que acabé de estudiar he estado trabajando en el mismo hospital. Y hasta aquí mi vida.- Dijo un sonriente Pablo que se le notaba feliz.

Javier como maestro de ceremonias pidió unos buenos chuletones y vino, cenaron comentando anécdotas de cuando eran jóvenes, Abelardo comía  más que hablaba, los demás le hacían algunas bromas y todos reían. Después fueron a tomar unas copas, muchas risas y mucha alegría de haber vuelto a encontrarse. Pol al final de la noche llevaba una taja encima importante y Javier riéndose de él le acompañó a su casa, paró el coche, se chocaron las manos los dos amigos y Pol salió caminando hacía su casa de lado a lado del camino.