Una pequeña ciudad. (38)

Capítulos XXXVIII

Un coche de alta gama, circulaba por las retorcidas carreteras de un puerto de montaña para llegar a la pequeña ciudad, la atravesó para poder entrar en una exclusiva urbanización, subió hasta lo más alto de la colina y apretó el mando a distancia que abría una verja, para entrar el coche dentro de una lujosa propiedad, lo dejó debajo de la sombra y salió, se abrió la puerta de la casa, saliendo de dentro varios niños corriendo que se le abrazaron a las piernas.

-Hola chicos ¿Cómo estáis?

-Bien, bien ¿Vas a jugar con nosotros?

-Claro, como siempre hago ¿O alguna vez os he dicho que no?

-Vamos, vamos, hoy empezaremos con un juego nuevo de ordenador que me han regalado.- Decía uno de los críos en medio del alboroto de los otros.

Al entrar en la casa lo abrazaron.

-¿Cómo estás hijo?

-Muy bien mamá ¿Y papá?

-En su despacho como siempre, ahora sale.

-Hola Quique ¿Cómo va todo?- Saludaba Pol a su hijo saliendo del despacho abrazándolo.

-Pues muy bien, acabando el primer año de carrera papá.

-Y no sabes lo orgullosos que estamos.- Se le caía la baba a su padre.

-Anda, si ya ha llegado mi sobrino favorito.

-Hola tía Mélani.

-Que no es tu tía, es una impostora.- Replicaba Alba.

-¿Ya empezáis? No vais a cambiar en la vida.- Les decía Quique mientras se abrazaba a Mélani.

-Ven, abraza a tu tía de verdad anda.- Reclamaba Laura que acababa de entrar.

-Esta sí que es tu tía legítima.- Confirmaba Alba para tocarle las narices a Mélani.

-¿Lorenzo y Gabriel?- Preguntó Quique.

-Llegaran un poco más tarde, están en la oficina y no tardaran en salir.- Le confirmó Laura.

-Voy a jugar un rato con los niños, que ya me estaban esperando.

-Cuida de tus hermanos.- Le decía Alba, para tocarle los cojones a Mélani una vez más.

-Cuida de todos, no le hagas caso a la paranoica de tu madre.- Levantaba la voz Mélani, con las risas de Pol y Laura por detrás.

Quique llegó a la habitación de juegos de los niños, allí estaban Pol y Alba los hijos de su padre y Alba, sus hermanos, Gonzalo y Rubén los de Mélani, Laura y Julián los de Laura, todos juntos lo esperaban cada viernes que sabían que vendría a visitar a su padre para jugar con él, todos eran más o menos de la misma edad. Mientras, en el porche que daba al jardín, los adultos se tomaban la primera cerveza de la tarde.

-Qué locura que tienen con él los niños.- Reconocía Laura.

-Normal, es muy generoso con ellos.- Confirmaba Alba.

-Y tiene unos ojos preciosos.- Saltaba Mélani.

-¿Pero que tiene que ver eso? Cada día estás peor.- Atacaba otra vez Alba a Mélani. Pol reía.

-Y tú no te rías tanto, que ya no eres mi ojos bonitos, ahora lo es tú hijo.- Dijo Mélani señalando a Pol con el dedo.

-Si tenemos los dos los mismos ojos ¿Qué dices?

-Que los suyos son más bonitos, además, él es joven, no como tú que te estás haciendo mayor.- Se partía de risa Mélani atacando a Pol.

En ese momento llegaron Gabriel y Lorenzo.

-¿Qué pasa aquí que hay tanto alboroto?- Preguntaba Lorenzo.

-Tu mujer que se está poniendo insoportable.- Le contestaba Pol levantándose.

-Ay sí, pobrecito, por una vez que le digo una verdad, si estás envejeciendo no es culpa de nadie.- Mélani seguía con lo suyo partiéndose de risa.

-Vámonos chicos, nos tomaremos las cervezas lejos de aquí.

Se fueron los tres para adentro, Pol cabreado y los otros dos riéndose por lo bajini.

-Desde luego Mélani, como te gusta molestar a la gente eh.- Le afeaba Alba.

-Tampoco ha sido para tanto.- La defendía Laura.

-Eso, tu defiende a tu amiga del alma.

-Porque sabe que tengo razón.

-Qué coño vas a tener tu razón.

-Chicas, chicas, mañana tenemos que quedar para ir a correr, que hace días que no lo hacemos.- Intentaba Laura cambiar de conversación, para ver si paraban las otras dos de discutir.

-Sí, a ver si a esta se le adelgaza un poco el culo, que hay que ver como se le está poniendo.- Seguía Alba incordiando a Mélani, Laura torcía los ojos viendo que no había nada que  hacer.

-Y a ti las tetas, que cada día las tienes más gordas y te cuelgan más.

-Pues Pol no opina lo mismo.

-Porque se está haciendo mayor, ya te lo he dicho, le falla la vista, seguro que le gustan más las mías.

-Envidia es lo que tienes de no tenerlas como yo.

-Envidia tengo de la originalidad que tenéis, mira que ponerle a los niños Alba y Pol, que originales por favor.

-¡Oye! Con mis hijos no te metas que te saco los ojos.

-No, si no me meto con ellos, me meto contigo inútil, que no has sabido ni ponerles un nombre a los niños.

-Vale ya chicas, ya está bien hombre, que vais a acabar mal con tanta tontería.- Levantaba la voz Laura harta de tanta discusión.

Se hizo un silencio, se miraban unas a las otras y explotaron en unas risas tremendas, brindaron con las cervezas.

-Mañana vamos a correr, pero tranquilitas que no estamos en nuestro mejor momento.- Comentaba Alba.

-Eso te pasa porque…- Empezaba a decir Mélani.

-Basta ya joder, queréis parar de una puta vez, sois insoportables.- Gritó Laura desesperada mirándolas enfadada.

-Vale, vale, que carácter Laura, solo le iba a decir que pasa porque últimamente no hemos hecho mucho deporte, ya está. Por una vez que iba a seguir una conversación normal me gritan, hay  que ver.

-Perdonarme por favor, es que desesperáis a cualquiera cuando discutís, de verdad.

Salieron los maridos con las cervezas en la mano.

-¿Pasa algo que hemos oído gritos?- Se interesaba Pol.

-Nada, Laura que ha tenido un mal momento.- Reía Mélani diciéndolo.

-Por Dios, de verdad que…- No acababa la frase una agotada Laura, los demás reían.

Se sentaron los seis, se tomaron otra cerveza y hablaron de temas más normales. Cuando empezó a oscurecer salió Quique.

-Hola cariño ¿Ya has acabado de jugar con los niños?- Preguntaba Alba.

-Sí mamá, los he dejado agotados.- Reía Quique.

-No me extraña, con esa vitalidad que tienes.- Empezaba Mélani.

-No empieces tía que te conozco.- Respondía Alba.

-¿Cenarás con nosotros?- Le preguntó Laura.

-No, lo haré con mis amigos como siempre, nos vemos luego.

Se despidió de todos y se fue.

-¿Cuando habla de sus amigos son los hijos de Pablo y Marimar verdad?- Se interesaba Laura.

-Sí, son ellos.- Respondía Alba.

-Pues Sara, la niña, se está poniendo muy guapa la tía, a ver si...- Comentaba Mélani.

-No digas tonterías Mélani, son como hermanos, se han criado juntos, Pablo y Marimar se van fuera todos los fines de semana, los chicos aprovechan para cenar y salir después de fiesta, alguna vez nos llama Quique cuando se hace muy tarde porque se queda a dormir en su casa, se han llevado tan bien siempre.- Les aclaraba Alba, cerrando los ojos pensando.

-Yo creo que ya podríamos hacerle la cena a los niños y que se vaya a la cama pronto.- Opinaba Laura.

-Eso, y después que empiece nuestra fiesta.- Se animaba Mélani.

Quique aparcaba el coche delante de la casa de sus amigos, al acercarse a la puerta se abrió y salió Alberto, se abrazaron.

-¿Ya te vas?- Le preguntó Quique.

-Mí hermana te espera, nos vemos luego.

Entró en la casa dirigiéndose al salón, Sara estaba mirando la televisión, lo miró y se levantó corriendo tirándose encima de Quique, sujetándose con las piernas alrededor de su cintura, los labios se juntaron, las lenguas se buscaron y Quique no tardó nada en ponerla contra la pared, le metió una mano por debajo de la mini falda, mientras la aguantaba con la otra por el culo, le agarró las braguitas y le pegó un tirón rompiéndolas y arrancándoselas, se bajó la cremallera del pantalón, se agarró la polla, que ya la tenía tiesa de llevar días sin follar, y de los húmedos besos que le daba Sara, la apuntó en la entrada del  coño y le pegó un empujón empotrando a Sara contra la pared, metiéndosela hasta el fondo, los dos gritaron de gusto, Quique movía la cintura con ritmo penetrándola, Sara gritaba, levantaba la cabeza mirando al techo.

-Fóllame, fóllame cariño, dale duro.

Gritaba Sara animándolo a no aflojar la follada, se corrió muy rápida gimiendo en el oído de Quique.

-Llévame a la cama y seguimos, tener que esperarte dos semanas es demasiado para mí.

Quique se movió con ella encima entrando en su habitación, se desnudaron con prisas, Sara se estiró en la cama boca arriba con las piernas muy abiertas, Quique se tiró literalmente a comerle el coño, a Sara le cambiaba la cara del placer que le estaba dando, le agarraba y acariciaba la cabeza, Quique se levantó con los morros mojados de flujos, se apoyó con las manos en la cama, se colocó bien en medio de sus piernas, ella le agarró la polla pajeándola un poco mientras se la orientaba al agujerito de la vagina, Quique le pegó otro pollazo, arrastrando su cuerpo un palmo por la cama de la fuerza al metérsela, ella soltó un alarido tremendo, él enloquecía moviendo la cintura para penetrarla duramente una vez tras otra, a Sara se le deshacía el coño de lo mojado que lo tenía, se quedaba sin voz de tanto gritar de gusto. Se retorcía, se agarraba en la espalda o en el culo de Quique con todas las fuerzas que disponía, no podía cerrar la boca del placer tan intenso que sentía, y se corrió una segunda vez, temblándole todo el cuerpo con los ojos en blanco. Lo empujó sacándolo de la cama, se arrodilló delante de él y le cogió la polla metiéndosela en la boca, sabía perfectamente lo que tenía que hacer para que se corriera, llenándole la boca de semen, Quique gritaba de gusto hasta dejar de sacar leche por la polla.

Cayeron los dos exhaustos en la cama, Sara le acariciaba el pelo mirándole a los ojos.

-Qué ojos más bonitos, me tienen enamorada perdida.- Le susurraba Sara.

-Los he heredado de mi padre cariño, los tenemos iguales.

No solo heredó los ojos, follaban igual.

-Necesito verte más, cada dos semanas es demasiado tiempo.

-Mira Sara, ahora llegaran la vacaciones y vendré a la casa de mi padre todo el verano, podremos estar juntos…

-¿Y después? Volverás a estudiar en Barcelona y a venir por aquí cada dos semanas.

-Vente conmigo, matricúlate en lo que estás haciendo allí, viviremos en mi apartamento.

-¡Ay Quique! Eso sería un sueño.

-Pues hagámoslo, se valiente y vente conmigo.

-Tendremos que decírselo a nuestros padres, que vergüenza tío.

-Todo saldrá bien, hazme caso.

Llamaron al timbre de la casa.

-¿Y eso?- Preguntó Pol extrañado.

-Coño la pizza, las había encargado para no tener que salir.- Le explicaba Sara mientras se vestía con prisas saliendo de la habitación.

Al poco entró con una sonrisa.

-Ya están aquí las pizzas ¿Tienes hambre?

-Mucha, me comería cualquier cosa.- Contestaba Quique.

-Ya sé que te comerías tú listillo, que no paras.- Decía Sara riendo.

Quique se vistió y salieron al salón sentándose los dos en el sofá, delante en una mesita estaban las cajas de pizza.

-¿Qué quiere beber? ¿Cerveza?- Preguntaba Sara.

-Preferiría algo más fuerte ¿Tienes vino?

-Mi padre seguro que tendrá una botella por ahí, voy a buscar.- Entró en la cocina decidida.

-No la echará de menos cuando vuelva.

-Le diré que nos la bebimos con unas amigas.- Le contestaba Sara desde dentro de la cocina.

-Preferiría que le dijeses la verdad, ya es hora de salir del armario.

-No me pongas nerviosa por favor, esto…, esto no sé cómo afrontarlo de verdad.- Salía con una botella en la mano y un sacacorchos.

-Pues fácilmente, hablamos con ellos y se acabó.- Se lo cogía Quique de la mano para abrir la botella, ella buscaba dos copas.

-Que fácil que lo ves tú todo.

-Es que es fácil.

Sara colocó dos copas en la mesa y Quique las llenaba de vino.

-Venga brindemos, me queda una semana para acabar este curso, iré a la casa de mi madre el fin de semana que viene y se lo explicaré, el lunes por la tarde hablamos con mis padres y el martes con los tuyos…- Quique estaba con la copa levantada y Sara todavía la tenía en la mesa sin tocar.

-Espera, espera, que corres mucho, y si vamos más tranquilos, vienes el lunes de la otra semana, nos vemos durante la semana, acabamos de hablarlo y el fin de semana…

-¿De qué tienes miedo Sara?

-¿Yo? De nada, es por ti, que eres un crio todavía, yo ya tengo veinte años.

-¡No me jodas tía! ¿Brindamos o no?- Volvió a levantar la copa, ella le miró con cariño y levantó la suya chocándola.

-Llamaré a mi madre, el siguiente fin de semana vendré aquí, el viernes hablaremos con mis padres y el sábado con los tuyos, se acabó la broma.

-¿Pero por qué tanta prisa…?- Quique le agarró la nuca y le besó los labios.

-¿Me quieres o no? ¿Quieres que estemos juntos o prefieres seguir como hasta ahora? Tú decides.

-Claro que te quiero y deseo estar contigo, he sido yo la que me he quejado de que nos vemos poco.

-Pues déjame hacer las cosas a mi manera, si todo va bien, que confío en que así sea, tendremos que buscarte algún sitio en Barcelona para que estudies, no podemos perder el tiempo.

-Vamos a comernos las pizzas, ya seguiremos hablando.-Cambió de conversación una nerviosa Sara.

Sara, estuvo jugando de cría con su hermano y Quique cuando venía a ver a su padre, raro era el fin de semana que él estaba por allí que no se vieran. Cuando se fue haciendo mayor, empezó a salir con sus amigas, dejándolos a ellos, aunque siempre tenía un rato para estar los tres juntos, tuvo sus primeros novios, con uno de ellos perdió la virginidad. Con diecisiete años y Quique quince lo veía como un crio, a los dieciséis también. Quique siempre estaba junto con su hermano, salían por ahí y alguna vez se los había encontrado por la calle, haciéndoles algo de cachondeíto cuando iba con sus amigas mayores que ellos. Fue con los diecisiete años de Quique, que lo vio en la piscina de su casa, una de tantas veces que los invitaban a ella y a su hermano, cuando se fijó de otra manera en él, salía del agua con el pelo mojado, con su cuerpo atlético del deporte que siempre había practicado, se apartaba el pelo de la cara dejando a la vista sus bonitos ojos. A Sara, con sus diecinueve años que tenía, se le llenó el coño de flujo, desvió la vista rápidamente, no se podía ni imaginar tener algo con él  -Si es un crio pensaba para ella.- Sería un crio, pero cuando se duchó, Sara se hizo una paja pensando en él. Fue durante ese mismo curso, con los dieciocho años de Quique y ella veinte, el principio de todo, era finales de verano y él se iba a ir a la universidad de Barcelona, sus padres organizaron una cena para despedirlo, le regalaron el bonito coche que tenía por sorpresa, un coche grande y seguro según su padre. A la hora de las copas, los adultos se montaron su fiesta, ellos, Sara, su hermano y Quique, se fueron a probar el coche y tomarse algo  por ahí, al poco rato de entrar en un local, no sabía si es que su hermano Alberto vio algo en ellos o qué, que los dejó solos desapareciendo para buscarse alguna chica. El caso es que se quedaron sentados tomándose una copa, hablando del futuro y esas cosas, puede que fuera por el efecto del alcohol, o vete a saber el motivo, que se fueron mirando los ojos, se fueron acercando más el uno al otro, se acariciaron las manos inocentemente, y acabaron comiéndose las bocas no tan inocentemente, la mano de Quique se le coló entre las piernas, le fue levantando la falda y le llegó al coño, acariciándoselo de una manera, que ella se dio cuenta que no era ningún novato en el asunto, se lo mojó tanto, que si seguía así se iba a correr allí mismo.

Se levantó ella agarrándolo de la mano, lo sacó del local y lo llevó a donde habían aparcado el coche, se metieron en la parte trasera, con los cristales tintados muy oscuros, si no se ponían enganchados al cristal mirando dentro protegiéndose con la mano no los veían. ¡Joder! En aquel coche se lio la de San Quintín, los dos perdieron la cabeza entregándose totalmente, se desnudaron, ella le comió la polla un rato, luego él se lio a pegarle lametazos en el coño, Sara empezó a gritar y no paró hasta que Quique levantó la cabeza -¿Pero cómo demonios había aprendido aquel crio a comerse los coños así?- se preguntaba Sara, cuando vio que ya tenía puesto un condón que no sabía de dónde carajo había salido, él solito, sin preguntar ni pedir permiso, le agarró las piernas abriéndoselas todo lo que podía, se colocó en medio y se la metió en el coño de un empujón, con una velocidad y una dureza que le hizo poner los ojos en blanco, el cuerpo le dio un trallazo del gusto, y por la boca le salió el grito más grande que había dado en su vida follando, le miró aquellos bonitos ojos ávidos de sexo, le agarró el culo clavándole las uñas, y follaron con una dureza que Sara no había ni imaginado. Se corrió dos veces a grito pelado y tuvo que apartarlo, para hacerle una paja y descansar porque ya tenía el coño rojo, le quitó el condón agarrándole la polla a pelo, él gemía y se notaba que le gustaba, pero de aquella manera no se iba a correr el animal aquel, así que se la metió en la boca chupando y succionando, mientras le apretaba los huevos con una mano, se puso tan caliente que no le importó que se corriera en su boca, se tragó todo lo que pudo y él gruñó y gimió vaciándose en su boca.

Se sentaron desnudos uno al lado del otro, en las caras se les notaba que no estaban muy seguros de lo que acababa de pasar.

-Madre mía Sara, esto no me lo esperaba, ha  sido maravilloso.

Ella apoyaba la cabeza en su hombro, sabía que lo que había pasado en aquel coche no era una tontería, se había enamorado de él totalmente. Se vistieron y Sara le envió un mensaje a su hermano, para saber donde estaba, le contestó que se había encontrado con unos compañeros de clase y que alguno de ellos lo llevaría a casa. Quique paró el coche delante de la casa de Sara, en todo el viaje no habían dicho nada, ella se giró, le acarició la cara y le dio un piquito en los labios.

-Mañana te llamo vale, y quedamos para hablar de todo.

Quique le contestó confirmándolo con la cabeza, Sara se bajó del coche caminando hasta la entrada de su casa, él la siguió con la vista mirándole el culo, le pareció una mujer preciosa, ella se giró y se despidió moviendo la mano antes de entrar y cerrar la puerta.

Ninguno de los dos pensó que podrían llegar a ese punto, se habían querido siempre como hermanos, habían jugado tanto de críos, juegos sin malicia, habían reído mucho, celebrado cumpleaños, dado besos en las mejillas de amistad. Hasta aquel día de la piscina, Sara sintió algo diferente, y ese último día para Quique, que al verse delante de ella en aquel local, tan cerca, mirando a sus ojos, sintiendo el contacto de sus manos, y lo que lo cambió todo, el beso, que se juntaran lo labios entregándose las lenguas mutuamente, eso, eso fue lo que les abrió el corazón para aceptar al otro, les abrió el deseo, las ganas de tocarse, de amarse, de hacer el amor con pasión, con ese último paso se cerró el circulo, la simbiosis que sintieron follando, como disfrutaron uno del otro, no fue normal. Ahora, después de todo lo ocurrido, tanto uno como el otro sabían que habían dado un paso sin retorno, ya nunca más sería la misma relación que tenían, o se amaban o se alejaban para no hacerse daño. Por cierto, Quique no se imaginaba que iba a estrenar el coche nuevo como lo hizo, para tirar fuegos artificiales.

Al día siguiente volvieron a verse, Quique fue a buscarla para dar una vuelta y hablar, cuando la recogió en la puerta de su casa, no se atrevieron a besarse por si alguien los veía, en cuanto el coche salió del barrio donde vivía, lo paró y se engancharon en un tremendo beso abrazándose, ya había quedado todo claro, salieron de la ciudad buscando intimidad y pegaron otro polvazo memorable. Allí estaban los dos, desnudos en el asiento trasero otra vez, ella apoyando la cabeza en su hombro acariciándole el pecho. No llegaron a hablar del tema, no hacía falta, él se fue a Barcelona y cada fin de semana que iba a la casa de su padre, salían chispas de sus relaciones, intensas, muy excitantes, muy húmedas y con muchos sentimientos. Hasta que pasó aquel primer curso y tenían una importante decisión que tomar.