Una pequeña ciudad. (13)

Capítulo XIII

Por la mañana desayunaron pronto, Lara preparó una bolsa con cuatro cosas como le pidió Abelardo, algunas piezas de ropa, bragas y un par de sujetadores para pasar tres días fuera. A aquellas horas atravesaron y salieron pronto de la ciudad sin tráfico en dirección a las montañas.

-¿Tú no te llevas nada de ropa?- Preguntaba curiosa Lara.

-No me hace falta, allí tengo todo lo necesario.- Le respondía seguro Abelardo.

Fueron hablando todo el camino, sobre todo Lara que había cogido mucha confianza con él. Después de una buena caminata llegaron a la cabaña, Lara miraba el paisaje con una sonrisa, estar solos en medio de la nada con un bonito bosque detrás y las vistas al valle delante, le encantó el lugar. Cuando Abelardo abrió la cabaña y miró dentro se le abrieron los ojos y levantaron las cejas.

-No podría vivir con tanto desorden, me parece que me estoy mareando.- Se cachondeaba Lara.

Abelardo, que por primera vez había oído a Lara hacer una broma, agarró una mecedora con unos cojines y la sacó al porche, le puso las manos en los hombros a Lara y la sentó.

-Tú descansa y relájate, yo me cuido de dentro.- Le dijo Abelardo mientras entraba en la cabaña.

Lara se sentó y cerró los ojos, dejó relajado su cuerpo en la mecedora y respiró profundamente, un aire limpio y sano le entró en los pulmones, abrió de nuevo los ojos, un manto blanco de nieve cubría el espacio de terreno antes de precipitarse por el acantilado, abajo, muy abajo, en el valle ya sin nieve se apreciaban varios pueblecitos de piedra, por sus chimeneas salía humo del fuego que calentaba las casas. Escuchó el crepitar de la leña ardiendo dentro de la cabaña cuando Abelardo encendió el fuego, el sonido de los pasos en el suelo de madera de Abelardo que iba de aquí para allá, sonrió, sacó el paquete de tabaco del bolsillo con el mechero y se encendió un cigarro, en aquel momento estaba en la gloria, sin nada que hacer, nada que pensar, solo saborear su cigarrillo sintiendo el calorcito del sol al medio día.

Al rato salió Abelardo sentándose en el escaloncito que hacía el porche con el suelo de la montaña.

-He encendido el fuego, el sol se esconde muy pronto aquí y luego refresca, también he intentado ordenar un poco, pero creo que no lo suficiente para ti.

-No seas tonto, me parece estupendo como esté la cabaña, el ratito que he pasado aquí sentada ha sido lo mejor de mi vida.

-Sé que se está bien, a mí me gusta mucho y por eso vengo siempre que puedo, pero que sea lo mejor de tú vida igual has exagerado un poco.- Lara le miró fijamente a los ojos.

-Mi vida no ha sido ni es fácil, te aseguro sin exagerar que estoy como nunca me he sentido, esto es fantástico.

-¿Tienes hambre?

-¿También tienes cosas para comer?- Se volvía a cachondear Lara, Abelardo la miraba con cariño, como siempre, guardándose muy adentro los sentimientos que tenía por ella.

-Venga grandullón, que te ayudo a hacerla.- Le decía Lara levantándose de la mecedora con fuerzas renovadas, con mejor humor y ganas de reír, parecía otra mujer.

Entraron los dos en la cabaña, Lara la fue mirando, a su derecha solo entrar una mesa con cuatro sillas delante de un ventanal bastante grande, pensó que comer allí con las vistas que ya conocía sería maravilloso, detrás una gran chimenea con unos cuantos troncos quemando le daba calor a la estancia, más atrás un mueble bajo y una cocina abierta, a su izquierda un sofá muy  grande en forma de L con una mesita delante de otro ventanal, pensó que Abelardo necesitaría un sofá tan grande por su tamaño, detrás un armario empotrado de dos puertas y más atrás un pequeño pasillo donde estaba el cuarto de baño y la habitación, al otro lado del salón había otra puerta más que Lara pensó que debía ser una salida al exterior por detrás.

-Está mucho más organizadito esto.- Le decía a Abelardo cogiéndolo del brazo.

-Tú no abras ese armario si no quieres que te caigan encima un montón de trastos.- Lara se puso a reír como nunca la había visto Abelardo, él sonreía.

Prepararon la comida hablando y riendo, después mientras comían Abelardo miraba la sonriente cara de Lara, se sentía orgulloso de haber conseguido hacerla feliz aunque solo fuera por unos días. Cuando acabaron recogieron la mesa, Lara fregó los platos y Abelardo salió fuera por la puerta trasera, se oían unos golpes secos, Lara acabó en la cocina, salió por la puerta de atrás y vio a Abelardo venir con un montón de leña que debió de cortar a hachazos.

-Necesitaremos más para esta tarde noche, y para encender el fuego de la habitación que no quiero que pases frio.- Lara le miraba con cariño, en su vida nadie se había preocupado tanto por ella como aquel hombre en las últimas horas.

Abelardo dejó la leña y se quitó la camisa de franela, Lara lo vio en camiseta, unos poderosos brazos eran coronados por unos grandes hombros y una espalda muy ancha, le sorprendió, pensaba que estaría más gordito, sí tenía un poco de barriga pero le quedaba muy disimulada con el volumen de la musculatura de los pectorales.

-¿Quieres ducharte tú primera?, dentro de poco anochecerá y no tendremos mucho que hacer, aquí no llega la televisión ni la cobertura móvil, como mucho escuchar música en la radio.

-Dúchate tú primero, no tengo prisa y tú estás sudado.

Abelardo se quitó la camiseta y Lara le miró el cuerpo con cariño y admiración. Salió de ducharse con un pantalón tejano y camiseta, después se duchó ella poniéndose unas mallas y una chaqueta de chándal, ya le avisó Abelardo de que se llevara ropa cómoda. Al salir al salón él estaba sentado en el sofá con los pies encima de la mesita y la cabeza apoyada en un cojín. Le indicó que se estirara en la otra parte del sofá, a él le sorprendió que lo hiciera poniendo su cabeza encima de su hombro.

-Si tienes frio puedo ir a buscar una manta.- Abelardo volvía a estar atento a las posibles necesidades de Lara.

-Estoy bien, no hace frio aquí dentro.- Respondía ella.

Estuvieron un rato descansando, ella se interesó en cómo llegó a tener aquella cabaña tan alejada de la civilización, él le explicó como la heredó y como de una pequeña cabaña que había inicialmente la fue ampliando él solo, consiguió instalar unos depósitos para acumular agua de la lluvia o sino con unos tubos conectados traerla de un arroyo cercano que había más arriba, con un termo que funcionaba con bombonas de gas butano la calentaba para las duchas, no llegaba la corriente, el resplandor de la leña quemando en la chimenea y algunas lamparitas de  gas era toda la luz que tenían. Abelardo se levantó y metió más leña en los fuegos del salón y la habitación.

-Voy a preparar algo para cenar, tú no te muevas y descansa.- Lara le sonreía.

Cuando tuvo preparada la mesa.

-¿Quieres vino, cerveza o agua?, es todo lo que tengo, mañana bajaremos al pueblo a comprar más cosas.

-Vino, vamos a celebrar estar aquí con vino.

Mientras él abría la botella ella buscó por los armarios de la cocina copas, no encontró, Abelardo le confesó que él se lo bebía todo en unos vasos medianos que eran los que tenía, así que cenaron y brindaron con vino servido en unos robustos vasos. Después se sentaron en el sofá con la botella y los vasos para acabarse el vino, él medio estirado, Lara dejó que se colocara él primero para luego estirarse con la cabeza apoyada en su brazo. Brindaron varias veces, ella se relajaba con la tenue luz, el sonido de la leña quemándose y el contacto de su cabeza en el brazo de Abelardo, se sentía tranquila y protegida. Lara cambió la posición arrodillándose a su lado, le puso una mano en cada mejilla acariciándole la poblada barba mirándole a los ojos, él la miraba, ella le acariciaba la cara y él no sabía que decir, el contacto de sus pequeñas manos le hicieron cerrar los ojos, había soñado tantas veces con algo parecido y en ese momento estaba ocurriendo, el contacto de los labios de Lara con los suyos le hizo abrirlos de golpe, no se lo esperaba, Abelardo le acarició un hombro.

-Lara, no hace falta que…- Empezó a decir Abelardo cortado por un dedo de Lara que se posó en sus labios para hacerlo callar, mientras le miraba intensamente los ojos.

-Llévame a la cama.- Susurró Lara sin quitarle el dedo de la boca.

Se levantó con ella en brazos como si no pesara nada, caminó hasta la habitación y la depositó en la cama suavemente. Ella le indicó que se estirara, él obedeció, le quitó la camiseta, los calcetines y le desabrochó el pantalón bajándolo, mientras se lo quitaba los ojos se le fueron al eslip, después pensó que era lógico que ‘todo’ lo tuviera en concordancia con su tamaño, estiró de ellos y dejó libre una pedazo de polla como no había visto nunca. La agarró con suavidad pajeándola muy lentamente, le fue creciendo en la mano poniéndose dura, muy dura. Lara apartó la vista de la polla para mirarle a los ojos, él la miraba sin atreverse a hablar, simplemente se dejaba hacer.

-¿Tienes un condón?- Le volvió a susurrar. Abelardo abrió un cajón de la mesita y sacó una caja sin abrir.

-Deben estar caducados del tiempo que hace que están aquí y no los he utilizado.- Él se partía el pecho riendo y ella le sonreía.

-Póntelo por favor.- Le dijo susurrando de nuevo cortándole la risa de golpe.

Mientras él abría uno y se lo iba poniendo, ella se levantó de la cama, se quitó la chaqueta de chándal, la camiseta y se bajó las mallas y las bragas dejándolas caer al suelo. Se volvió a subir a la cama, acabó de ayudarlo a que la goma del condón bajara hasta casi el final, le agarró la polla con firmeza dándole un par de meneos comprobando que seguía dura, se mojó con mucha saliva la palma de su mano y la restregó por la punta del condón, se arrodilló a su lado, volvió a ponerse saliva en la mano y se mojó el coño intentando lubricarlo todo lo posible, Abelardo miraba en silencio, pasó una pierna por encima de él, fue colocando el culo buscando la mejor forma para encararse en el agujero de la vagina semejante pollón, moviendo el culo y la mano con la polla agarrada consiguió meterse el capullo dentro. Al notar como se le dilataba el coño al entrar y la presión que le ejercía en las paredes vaginales, le subió un placer por todo el cuerpo saliéndole en forma de gemido por la boca que la desorientó, nunca había sentido nada parecido, al menos en todos los años que habían pasado después del incidente, se la metió un poco más y volvió a gemir más fuerte, se excitaba, sentía mucho placer al ser penetrada, al notar como se le abría la vagina para dejar entrar aquello tan descomunal, cuando la polla le hizo tope en el fondo del coño los dos gimieron, se miraron a los ojos y ella empezó un pequeño vaivén follándoselo, le acariciaba el pecho y la barba moviéndose muy lentamente, sintiendo cada roce, cada golpecito cuando le llegaba al fondo, fue aumentando el ritmo, los gemidos se convertían en gritos, su cabeza se vació de pensamientos y solo sentía placer, un tremendo placer que le recorría todo el cuerpo, el coño lo tenía encharcado, por el condón bajaban gotas blancas del flujo. La temperatura de la habitación no era muy alta, más bien hacía fresquito, pero ella cada vez sentía más calor en su cuerpo, un calor que le subía a la cabeza, le sonrojaba las mejillas y la quemaba por dentro hasta correrse cerrando los ojos, los brazos le temblaban sujetándose en el pecho de Abelardo, la boca no la podía cerrar dejando ir un grito tras de otro. Abelardo la miraba contento, había soñado muchísimas veces con eso y estaba orgulloso de verla a ella disfrutando tanto.

Finalmente Lara se fue relajando, le sonrió al ver la carita de contento que hacía Abelardo. Todavía notaba la polla dentro de ella, levantó el culo y se la sacó lentamente, el condón estaba blanco de tanto flujo, se lo quitó tirándolo al suelo, acercó su boca a la polla, le costaba metérsela así que le chupó la punta tirándole toda la saliva que pudo, se incorporó y empezó una paja, el coño lo tenía encima de los huevos de Abelardo, así que parecía que la paja se la estaba haciendo ella, él cerró los ojos gimiendo un poco, ella le daba caña a la paja, la mano no le abarcaba toda la polla y en algún momento decidió hacérsela a dos manos, Abelardo gimió, agarró con fuerza las sabanas y empezó a correrse lanzando una cantidad de semen que le aterrizaba en la barriga y el pecho que asustó a Lara, aquel hombre no era normal, o demasiado tiempo guardándoselo pensó Lara.

De un cajón sacó una toalla y se limpió, ella se acurrucó a su lado, él estiró de la manta para taparse los dos y se quedaron dormidos.

Los primeros rayos del sol entraron por las rendijas que dejaban las rústicas cortinas que intentaban tapar la ventana, en el fuego solo quedaban ascuas, Abelardo se levantó en pelotas y colocó varias ramas finas secas para avivarlo y tres troncos más grandes, cuando volvía a la cama los ojos de Lara lo miraban con una sonrisa, él se metió debajo de la manta, le giró las piernas, se las abrió y le metió la lengua en medio de los labios vaginales lamiéndolos, Lara dio un grito de gusto poniéndole las manos en la cabeza por encima de la manta, él siguió lamiendo y chupando, cuando llevaba un ratito le puso la boca encima del clítoris y succionó, a ella le dio un espasmo todo el cuerpo retorciéndose. Abelardo se incorporó de rodillas cayéndole por la espalda la manta, allí estaban, ella con las piernas muy abiertas enseñándole el coño muy mojado por la saliva, él con la polla tiesa a punto de reventar. De la mesita cogió un condón que abrió y se puso, la agarró por las caderas levantándole el culo hasta que el coño le llegó a la altura de su polla, le puso la punta en el agujerito y estiró de ella para metérsela un poco, Lara se vio arrastrando la espalda por la sabana a la vez que la penetraba, dio un grito tremendo, él la agarró más fuerte y le metió la polla hasta el fondo lentamente, a ella le pareció que la iban a partir por la mitad, los suaves y rítmicos movimientos de Abelardo, moviendo su cintura penetrándola la estaban volviendo loca. Lara pensaba como podía ser que ese hombre con la pinta de bruto que tenía, capaz de tirar a un tío violentamente al suelo de un manotazo, a la vez fuera tan delicado, cariñoso y dulce follándosela, como conseguía lo que ningún otro había conseguido hasta ese día, darle un placer que se le escapaba a su entendimiento. El cerebro se le puso en blanco, el calor volvía a subir, la polla de Abelardo seguía incansable empalándola y se volvió a correr, él no paraba de penetrarla suavemente, a ella parecía que el orgasmo no se le acababa, y cuando creía que empezaba a bajar, volvía al inicio empezando de nuevo el placer que no tardaba nada en hacerle gritar corriéndose otra vez, cuando estaba exhausta de varios orgasmos él se la sacó de golpe dejándola vacía por dentro, se quitó el condón con prisas, se cogió la polla y en tres o cuatro movimientos de mano se corrió lanzando semen que le cayó a ella en la cara, las tetas, la barriga y las últimas gotas encima del coño.

Lara se incorporó levantando la espalda, le agarró de la barba y acercó su cabeza a la suya besándole los labios, él le correspondió como se merecía. Se ducharon sin prisas y se vistieron, cuando salió Lara al salón, en la cocina de leña humeaba una cafetera de café recién hecho, aquel olor le encantaba, miró por el ventanal y vio como caían unos copos de nieve, estaba nevando dejando un fino manto encima de la nieve que ya había. Desde allí arriba, con todo blanco, el intenso olor a café y a pan tostándose en el fuego le pareció estar en el cielo, y encima bien follada pensó riendo ella sola.

-Vamos a desayunar y antes de bajar al pueblo a comprar te enseñaré una cosa.- Le decía un animado Abelardo.

-¿Otra vez?- Se cachondeaba Lara.

-No mujer, no me refiero a eso, y mira que me gusta, ya casi no me acordaba como se hacía.

-Pues niño, para no acordarte hay que ver cómo te desenvuelves.

-En fin, que no, que lo que quiero enseñarte es otra cosa, no me pongas nervioso.- Decía un avergonzado Abelardo mientras Lara se reía a carcajadas de verlo.

Cuando acabaron de desayunar ayudó a Lara a ponerse el anorak, después sacó de un armario unas raquetas de nieve que le ajustó en los pies.

-¿Cómo es que tienes dos?, con unas para ti tendrías suficiente.

-Porque estas me las compré hace años y no aguantan bien mi peso, me tuve que comprar otras más anchas.

-¡Ah!, vale.

-Que mal pensada eres.

-Podría ser que tuvieras una novia en su momento o algo.- Abelardo levantó la vista para mirarle los ojos.

-Hace muchos años que no sé lo que es eso, venga menos hablar y acabemos con esto.

Le puso una bufanda en el cuello y le dio un gorrito de lana para ponerse antes de salir de la casita, Lara estaba encantada viendo como se preocupaba por ella y la tapaba como si fuera una niña antes de ir al colegio. Se puso él las raquetas en los pies y abrió la puerta de la cabaña entrando una bocanada de aire frio y fresco ventilando la estancia. Caminaban alejándose por encima de la nieve.

-¿Está muy lejos?

-A unos ciento cincuenta metros más o menos.- Mientras Abelardo le contestaba Lara cogía del suelo un montón de nieve tirándosela por la espalda, salió corriendo riendo.

-Mira que llegas a ser niña.- Corría detrás de ella, la alcanzó y la levantó, ella cruzó las piernas por detrás de su espalda y los brazos por el cuello, se besaron, rieron y él siguió caminando con ella en brazos sujetándola pasándole un brazo por el culo, como si fuera una cría.

Atravesaron un trocito de espeso bosque y salieron a un claro, la dejó en el suelo, había un arroyo con un puente de madera para atravesarlo, al lado como un pequeño estanque.

-Esto es precioso.- Decía emocionada Lara.

-Lo construí todo yo, el puente para poder seguir caminando por el bosque, luego vi que el arroyo giraba aquí, así que cavé en esta zona y cuando tenía un buen agujero quité la parte que lo separaba del arroyo, se llenó de agua y ahora tengo mi piscinita para el verano.- Le contaba un orgulloso Abelardo.

-Dan ganas de bañarse.

-Lástima que ahora el agua está un poco fría.- Contestaba señalándole una placa de hielo por encima del agua debido al frio de la noche.

-¿Paseamos un poquito más?- Le preguntó Lara con ilusión.

-Como quieras, tenemos tiempo, hasta dentro de un rato no abrirán las tiendas en el pueblo.

Pasearon a la vez que se iban acercando donde Abelardo había dejado el coche, bajaron al pueblo y entraron en una tienda grande que vendían de todo, tipo supermercado rústico. Lo primero que hizo Lara fue coger un pack de cuatro copas de vino, Abelardo se le acercó con unas botas de montaña para que se probara, en fin, compraron varias cosas, comida, vino que no faltara y Lara acabó cogiendo una botella de ginebra y unas cuantas de tónica, eso hizo que también comprara otro pack de copas más anchas para el gin tonic. Cuando volvían en el cuatro por cuatro Lara notó que Abelardo estaba serio.

-¿Te pasa algo, te veo serio?- Abelardo le miró los ojos y forzó una sonrisa.

-No, bueno, pensaba en lo que ocurrió anoche y esta mañana.

-¿No te ha gustado?

-¿Cómo no me va a gustar?, si es lo que he estado soñando…- Se calló de golpe poniéndose colorado de vergüenza.

Lara se dio cuenta y le acarició la cara.

-Vamos a disfrutar del fin de semana, ¿vale?, ya hablaremos en su momento si hay alguna cosa que hablar.

Y ya lo creo que disfrutaron, del descanso, de comida, de bebida y del sexo como no, follaron a destajo como no lo habían hecho nunca. Cuando volvían el lunes por la mañana a los dos se le notaba la tristeza en la cara.

-Qué pena que se ha acabado, me lo he pasado tan bien.- Decía Lara para romper el silencio.

-Si es por eso no te preocupes, yo vengo cada fin de semana, te puedes apuntar cuando quieras.

-A ti te preocupa algo, ¿a que sí?- Abelardo se quedaba en silencio pensando, dudando en decírselo o como explicárselo.

-Verás, para mí ha sido muy bonito lo que ha pasado estos días, y me temo que cuando volvamos todo volverá a ser como antes, tú trabajo, el mío, hablaremos un rato cuando me tome la cerveza y hasta el día siguiente.

-Espero que no, a mí me gustaría verte más.- Respondió Lara segura.

Abelardo se puso nervioso dando un par de volantazos.

-Para, para un momento.- Le gritó Lara, detuvo el coche en un arcén, ella se quitó el cinturón de seguridad y se sentó encima de él, le cogió la cara con las dos manos y le besó.- Claro que voy a querer verte más, ¿te crees que lo que ha pasado entre nosotros no me afecta?, te voy a confesar algo, lo que he sentido contigo no lo he sentido con nadie…

-Sentido, ¿qué es lo que has sentido?- Preguntaba un inocente Abelardo.

-Follando Abelardo, follando, escucha una cosa, ¿te puedo llamar Abe?, es que Abelardo es muy largo.- Él movía las manos por el cambio de conversación.

-Llámame como quieras, pero sigue hablando por favor.- Lara volvió a besarle los labios.

  • Lo que he sentido follando contigo, y perdona que sea tan directa, no lo había sentido nunca…

-Otra vez exagerando.

-Que no, de verdad te lo digo, me has hecho sentir como nunca, ¿o es que no te has dado cuenta de las veces que me has hecho correrme?

-Bueno, sí, de eso me he dado cuenta claro.

-¿Entonces?, como quieres  que todo siga igual que antes, quiero verte, hablar, cenar, y más cositas que seguro que se nos ocurrirán hacer juntos, si tú quieres claro.

-¿Cómo no voy a querer?, ya te lo he dicho, ha sido mi sueño durante mucho tiempo.

-Vale, solo te pido una cosa.

-Dime.

-Que en La carretera nos comportemos igual que hasta ahora, no quiero pasar vergüenza con los comentarios de los compañeros y eso.

-Hecho, en el trabajo no te conozco.

-Tonto, nos conocemos como amigos.

-Vale, lo que tú quieras.

Siguieron el camino con otro humor, los dos contentos del paso que habían decidido dar. La dejó en la puerta de su apartamento.

-¿Esta noche vendrás?

-A última hora y después nos vamos juntos.

-No, me refiero a que si vendrás directamente al apartamento, así nos tomamos la cerveza juntos.

-Claro que vendré, cuando llegues del trabajo te estaré esperando.

Se besaron con cariño y cada uno se dispuso a pasar la tarde con sus obligaciones. Lara aquella tarde le costaba concentrarse, pensando en lo ocurrido durante aquellos días no entendía muchas cosas, ¿Por qué con él había conseguido sentir sexualmente lo que no había podido sentir antes?, ¿Por qué un hombre al que unas semanas antes no le hubiera hecho caso de golpe era tan importante para ella, qué había cambiado para que pasara todo eso?

Muchas preguntas se le agolpaban en la cabeza, ella iba de un lado para otro haciendo su trabajo sin fijarse en nada, en un momento de un descanso se cruzó con Isa.

-¿Cómo te ha ido el fin de semana?

-Bien, muy bien.

-Se te nota, se nota mucho.

-¿El qué?- Preguntaba Lara sin entenderlo.

-Que te has enamorado, solo hay que verte la carita cariño.

Lara se quedó en silencio roja como un tomate, enamorarme, pensó, ¿será eso, será que me he enamorado de Abe, el amor puede hacerme sentir lo que siento ahora, que mí cuerpo reaccione de esa manera cuando él me toca?, seguían las dudas de Lara pero una cosa era segura, estaba contenta, muy contenta pensando que cuando acabara su turno estaría con Abelardo, con ese hombre que en tan poco tiempo tanto la había cambiado la vida.