Una pequeña ciudad. (1)
Capítulo I
Capítulo I
Una noche lluviosa un coche de alta gama circulaba por las retorcidas carreteras de un pequeño puerto de montaña, Pol conducía mirando de tanto en tanto a su hijo en el asiento trasero, el niño se distraía mirando por la ventanilla pero hacía claramente una carita de estar agobiado y cansado. Pol sonrió y le preguntó a su hijo como estaba, el niño le dijo que tenía hambre, no era de extrañar, hacía casi un par de horas que lo recogió en la casa de su madre y no habían parado, el chaval debía estar hambriento y aburrido de tanto coche, le contestó que pronto pararían. En ese momento Pol aceleraba por una larga recta con pocas curvas que le llevaría directamente a su destino.
Hacía pocos años que se había divorciado de Nuria, la madre, con la que vivieron una bonita historia de amor. Se conocieron cuando él estaba acabando sus estudios en Barcelona por casualidad, Pol se levantó de una silla cuando acabó de tomarse algo en una terraza, coincidiendo que en ese momento pasaba Nuria con una taza de café, chocaron y le tiró la mitad del café al suelo, aquella primera mirada a los ojos de los dos fue determinante, la agilidad de reacción de Pol para disculparse e invitarla a otro café que se tomaron juntos el inició de la relación.
Fueron creciendo como pareja, un año más tarde Pol acababa la carrera y encontraba trabajo, después de otro año se casaban en una boda tradicional delante de la familia y amigos. A los tres años y medio de haberse conocido nació Quique, por aquel entonces Pol había cambiado de empresa y vivían en una gran ciudad no muy lejana de donde había residido toda su vida Nuria, la familia estaba unida y no se vislumbraba que pudieran llegar malos momentos, pero llegaron. Una oferta de trabajo para Pol en un país extranjero fue el inicio, le ofrecían ir a trabajar a una gran empresa de fondos de inversión, la experiencia y los conocimientos que podía conseguir en ese nuevo trabajo más el importante sueldo no se podían dejar pasar, mejorar el inglés y que Quique, su hijo, lo aprendiera de pequeño decantó la balanza para que la familia preparara las maletas y se mudara.
Fue precisamente mientras vivían allí cuando se separaron con Nuria, a ella nunca le gustó aquel país, ya se fue a regañadientes y porque sabía que él tendría un buen trabajo aceptó, siempre tenía frio, nunca se atrevió a conducir, claro que eso lo entendía Pol, no era fácil hacerlo al revés de cómo lo hacemos nosotros, por la izquierda, la relación se fue deteriorando. Los continuos fines de semana que Nuria volvía con su hijo a España para estar con la familia no fue suficiente para que la pareja aguantase, al ser una multinacional Pol tenía que estar pendiente de los mercados en todo momento por si se había de hacer algunos cambios en las inversiones, incluidos los fines de semana, o casi todos. Nuria no se atrevió a pedirle a su marido que dejara ese trabajo y él no podía perder la oportunidad que tenía en ese momento, resultado, acabaron separándose.
Nuria volvió con su hijo, en eso estuvieron de acuerdo, él lo veía cuando se podía escapar algún fin de semana y durante sus cortas vacaciones. Pol cada mes le hacía un ingreso en la cuenta bancaria de Nuria para que pudieran vivir sin estrecheces, de todas maneras Nuria encontró un trabajo de enfermera que era lo que había estudiado, con su sueldo no necesitaba que su marido, o mejor dicho, su ex marido, le ingresara tanto dinero para mantener el nivel de vida de ella y el niño.
Un año y medio más tarde Pol había cumplido sus objetivos, realmente aquel trabajo le apasionaba y podía haber seguido con él siempre, pero, no poder ver a Quique todo lo que él deseaba le hizo dejarlo. Antes buscó alguna cosa en España para volver, precisamente encontró una oportunidad en la pequeña ciudad donde se crio, no estaba al nivel del anterior, todo lo contrario, era una pequeña y desconocida empresa que invertía pequeñas cantidades de unos pocos clientes, pensó que con su experiencia ejerciendo de director de inversiones podía ser un reto mejorarla. Por otro lado tendría a su familia cerca para cualquier cosa que necesitara él o su hijo, pensó que dos horas de coche era suficiente distancia para no ver continuamente a su ex mujer, a la vez que la podría recorrer sin demasiado esfuerzo para ver al niño o estar a su lado si le pasaba algo. No le costó mucho ponerse de acuerdo con Nuria por el régimen de visitas o fines de semana que estaría con Quique, todo parecía irse aclarando en su vida pese a la noche de perros que hacía.
Ya estaban a punto de entrar en la ciudad donde residía el padre, pensó en buscar un bar donde parar para que el chaval se tomara una merienda-cena y descansara un poco, vio uno que hacía buena pinta con unos ventanales muy grandes, aparcó el coche en batería delante y salieron los dos corriendo protegiéndose de la lluvia.
Lara era camarera en la ciudad donde vivía desde pequeña, también trabajó en un supermercado, primero en el almacén y reponiendo, más tarde de cajera. Le ofrecieron el trabajo de camarera en uno de los bares restaurantes más grandes de la ciudad y cansada de pasar productos por la caja y que el sueldo estaba mejor aceptó. Aprovechando que tenía veinte minutos de descanso salió por la puerta trasera del restaurante, se quedó debajo de un balconcito para no mojarse, sacó un cigarro de un paquete y se lo puso en la boca, buscaba el mechero por los diferentes bolsillos del uniforme maldiciendo el mal tiempo que hacía, llovía a cantaros, se encendió el cigarro y miró para arriba saboreándolo mientras una espesa columna de humo salía de su boca.
Su mirada, perdida y triste la tenía clavada en la pared de enfrente de la estrecha calle, pensaba mientras caía la lluvia, sus ojos se abrían y cerraban, saboreaba el cigarro y hacía alguna mueca, como si los pensamientos le estuvieran recordando algo desagradable. Lara era un mujer muy guapa, lo decían muchas personas que la conocían, pero nunca se le conoció ningún novio o pareja, siempre la vieron sola, pensativa, tímida y poco dada a hablar cosas de su intimidad.
Tiró el cigarrillo y miró el reloj, se cumplía el tiempo de descanso, volvió a abrir la puerta y entró al restaurante por la cocina, su compañera estaba cogiendo unas cartas para llevárselas a unos nuevos clientes que acababan de entrar, Lara se las pidió para seguir ella con el trabajo y que la compañera pudiera descansar un poco.
Se acercó a la mesa, un señor tenía delante a un niño con quien hablaba y le hacía reír, mientras caminaba veía al niño, le pareció muy guapo y simpático, pensó que a esa edad todo lo ves muy bonito y feliz, se paró al lado de la mesa dándole al que se suponía debía ser el padre la carta, Pol primero miró su nombre escrito en una placa en la parte izquierda del pecho y luego le miró los ojos, por un momento se quedaron mirando fijamente, los ojos se clavaban en los del otro, Lara fue la primera que apartó la vista nerviosa, dejó la carta del niño a su lado y se fue, Pol se giró para verla por detrás sin tener muy claro que le pasaba aquella mujer, pensó que debía ser tímida y él la había intimidado con la mirada sin pretenderlo, le dijo a su hijo que escogiera lo que quisiera y le prestó atención a la carta sin darle más importancia a lo de la camarera.
Lara esperó detrás de la barra que volviera su compañera Isa del descanso, le pidió que fuera ella quien los atendiese con la escusa que tenía que ir al baño, Isa les cogió la comanda hablando un rato con ellos haciéndole alguna broma al pequeño, cuando pidió en la cocina lo que habían escogido apareció Lara.
-¿Qué tal?
-Es un padre con su niño, el chaval está despierto y es muy simpático, van a comer algo antes de llegar a su casa, por lo visto son nuevos en la ciudad.- Le contestó Isa mientras cogía unos cubiertos y servilletas para llevarles.
-¿Y él?
-Si te refieres al padre está como un queso, es guapo de narices y muy amable, lástima que yo ya estoy emparejada, pero tú…
-Calla, calla.
Lara se fue colorada a atender otras mesas, Isa reía, le gustaba ponerla en esa tesitura y ver como se le ponían las mejillas coloradas a su compañera. Se conocían desde que ella entró a trabajar, por lo visto Lara ya hacía unos años que estaba allí, fue ella quien le enseñó el funcionamiento básico del restaurante y como ser correcta con los clientes, alguna vez habían ido a tomar algo después del trabajo y hablaban un rato, era con la única persona que Lara se relacionaba con la que tenía más o menos confianza, Isa siempre la vio como una chica guapa muy tímida que le costaba relacionarse con los demás, aunque curiosamente el trabajo de camarera lo hacía muy bien, incluso dándole conversación a los clientes cuando era necesario.
Pol y Quique acabaron de comerse los bocadillos, pidió la cuenta, Isa cachondeándose más de Lara le preguntó si quería ser ella quien se la llevara, salió corriendo en otra dirección, Isa se descojonaba de risa.
Llegaron a la casa que Pol había estado preparando para vivir, una casita en una buena zona de la ciudad, se ducharon y le preparó a su hijo un vaso de leche caliente con galletas antes de irse a dormir los dos.
Lara acabó su turno de trabajo, se cambió de ropa y como cada día se despidió de Isa en la puerta trasera del restaurante, cada una arrancó su coche en direcciones diferentes. Lara conducía en dirección a su casa, pensaba en lo que había sucedido en el trabajo, aquel hombre con su hijo, conducía distraídamente, se pasó el desvío que la llevaría a su casa, una hora más tarde volvía. Entró en su apartamento, todo era orden y limpieza, cada cosa colocada minuciosamente en su sitio, en su habitación se quitó toda la ropa dejándola dentro de un cesto que tapó, en el cuarto de baño se miró al espejo, se miraba ella misma a los ojos pensando, estuvo un rato mirándose el resto del cuerpo y se metió en la ducha. Se secó con una toalla que colgó colocándola bien hasta que estuvo como ella quería, salió a la habitación, abrió un cajón, dentro tenía todas las bragas bien dobladas y ordenadas por colores, escogió unas que se puso, cerró y abrió otro cajón de dónde sacó un pijama. Se preparó una cena suave y se sentó en el sofá delante de la tele para tomársela. Cuando acabó se dirigió al balcón con el paquete de tabaco, se sentó y encendió el cigarro dejando ir una espesa columna de humo atravesada por lo que parecían las últimas gotas de la tormenta, cerró los ojos disfrutando del cigarrillo calmando por un momento su atormentada cabeza.
Pol estaba sentado en la cama leyendo algunos informes del trabajo, era demasiado pronto para dormir, vibró el móvil, lo miró de reojo y descolgó.
-Hola Nuria.
-Estaba esperando que me llamaras para decirme que habíais llegado bien, desde luego si no lo hago yo tú no piensas.
Se hizo un corto silencio, Pol pensaba con una sonrisilla en la boca.
-¿El cirujano está de guardia?
Otro silencio, “el cirujano” era la nueva pareja de su ex mujer, en realidad se llamaba Ernesto, precisamente eso, era un cirujano que trabajaba en el mismo hospital que Nuria donde lo conoció. De vez en cuando tenía alguna guardia en el hospital, curiosamente cuando él no estaba era cuando su ex mujer lo llamaba para hablar de su hijo o cualquier otra cosa, ese detalle no se le había escapado a Pol, siempre pensó que en esa relación de Nuria con Ernesto algo fallaba cuando ella lo llamaba a escondidas.
-Solo quería saber cómo habéis llegado para no preocuparme.
-Estamos los dos bien, Quique está en la cama hace un rato, mañana lo llevaré a ver a sus abuelos y pasaremos el día juntos.
-Seguro que disfrutará de estar con vosotros. Sé puntual el domingo al traerlo por favor.
-Sabes que siempre lo soy, ¿estás bien Nuria?, te noto un poco rara.
-Estoy bien, solo añoro a Quique supongo.
-Se acerca el cumpleaños del niño, tendremos que organizarnos.
-Ya lo hablaremos con tranquilidad, falta bastante y no sé ni en qué día cae.
-Es un sábado, ya sabes que me gusta hacer planes con anticipación.
-Me están llamando, bueno, hasta el domingo, que os lo paséis bien.
-De acuerdo, buen fin de semana, recuerdos al cirujano.
-Sí, sí.
Su ex mujer colgó la llamada, Pol miraba el móvil sonriendo dejándolo encima de la mesita, la excusa de Nuria para colgar no había colado.
Nuria cuando se incorporó al trabajo de enfermera se dio cuenta que entre las compañeras habían muchos comentarios sobre los doctores, si este es muy guapo, si este otro tiene fama de follar bien pero no le pidas compromiso, si fulanita está liada con uno que está casado y con niños, en fin, parecía que las enfermeras allí tenían más trabajo en enterarse de los chismorreos de la jodienda en el hospital que de cuidar a los enfermos, ella no quería entrar en ese tipo de comentarios haciendo su vida lo más discreta que podía. Solo con una de ellas, Belén, tenía la suficiente confianza para hablarle de algunas cosas íntimas y tomar algo fuera del trabajo cuando se terciaba, una mujer muy guapa con grandes ojos que parecía tener las ideas muy claras, todas sabían que muchos médicos le tiraban los tejos día sí y otro también, eso provocaba ciertos celos en algunas compañeras no tan agraciadas, lo cierto es que ella no entraba al trapo y que se supiera nunca salió con ningún hombre que trabajara en el hospital.
Nuria por casualidad se ofreció voluntaria para cubrir una baja en un quirófano, así conoció a Ernesto, un reputado cirujano del que las compañeras no hablaban, eso le hacía pensar que debía ser una persona seria que no entraba en jueguecitos follándose a enfermeras. Lo cierto es que lo era, Ernesto era muy responsable y organizado, eso le atrajo, nunca supo si era porque su ex marido no lo fue en casa en su momento, Pol en su trabajo lo era mucho, necesario para no perder muchos millones en las inversiones en las que trabajaba, pero fuera de allí parecía que no le prestaba toda la atención necesaria a las cosas, el despacho en su casa era un caos organizado a su manera, ella siempre se lo recriminó y él siempre se reía. Ernesto era bastante alto, delgado y con unas gafas que le hacían interesante, al menos era lo que a ella le parecía, desde luego no era tan guapo como Pol, se reía sola cuando pensaba que si su ex marido hubiera trabajo en aquel hospital a más de una enfermera se le hubieran caído las bragas al verle, habrían perdido el culo por follárselo. Ese detalle tal vez también le hizo tomar la decisión de emparejarse con Ernesto, ya había estado mucho tiempo con un hombre atractivo, sabía lo que era ver en la cara de algunas mujeres las ganas de cepillarse a su pareja cuando estaban juntos, con Ernesto no tuvo nunca esa sensación cuando salían a cenar o tomar algo.
En una cosa aunque a ella le daba cierta vergüenza pensarlo si que era mejor Ernesto, aquel cuerpo alto y delgado tenía una buena polla, bastante más gorda y larga que la de su ex marido, la vio por primera vez después de que la invitara a cenar y tomar algo en su casa, habían salido un par de veces y él fue muy caballeroso con ella, cuando esa noche se lo ofreció sabía que entrando en su casa era para follar, no sería tan imbécil de proponérselo para no hacer nada, y no se equivocó, una vez sentados en un cómodo sofá, le miró a los ojos, le acarició la cara y la besó. Las manos de Ernesto se le colaron por debajo de la falda buscándole las braguitas, ella esperaba a ver cómo reaccionaba él, estuvo claro que no era tan eficiente en esos menesteres como Pol, se sentía excitada, lógico porque llevaba mucho tiempo sin estar con un hombre, Ernesto con sus finas y eficaces manos de cirujano no le tocaba mal el coño, pero no se podía comparar a la manera que lo hacía su ex marido.
Recordaba a veces con una sonrisilla aquella tarde, era el segundo día que salía con Pol, el primero se habían besado y él le acarició muy sutilmente una teta por un lado pasándole un dedo, le sorprendió que la llamara para pedirle por favor que se pusiera una falda y que la invitaba al cine. No tardó mucho en entenderlo, eso y lo que le dijo cuando entraron a la sala…
-Ven, vamos a sentarnos en las últimas filas, en la fila de los mancos.
-¿Que mancos?- Pensó ella.
Pues lo descubrió muy rápido, en cuanto se apagaron las luces y empezó la película, Pol la miró con una sonrisa, le besó los labios a la vez que se juntaba a ella todo lo que le daba la butaca, ella miró a su alrededor preocupada, se dio cuenta que estaban bastante separados de otra pareja que por lo visto estaban en su misma situación, más que nada por los movimientos de brazos que se intuían. No tuvo tiempo a mucho que notó como la mano de Pol le subía entre los muslos, antes que pudiera reaccionar le había separado las bragas y sus dedos jugaban con sus labios vaginales, un gemido se le escapó dentro de su boca. Por mucho que lo pensó después nunca entendió como Pol consiguió que se abandonara de aquella manera, dejó que la tocara como le dio la gana, se le encharcó el coño en tiempo record notando sus dedos acariciándoselo, introduciéndose en su interior, jugando con ella. Se corrió dos veces antes que él se sacara la polla y se la pusiera en medio de una mano para que lo pajeara, sintió un tercer orgasmo tremendo a la vez que se le mojaba la mano con un líquido caliente y viscoso, sin darse cuenta seguía subiéndola y bajándola alrededor de su pene pringándose la mano y la polla de semen.
Una polla que podía agarrar con la mano para menearla perfectamente, muy diferente a la de Ernesto, cuando aquella noche en su casa le desabrochó los pantalones y le metió la mano por dentro de la ropa interior abrió los ojos de la sorpresa, notó una polla muy gruesa, al menos para lo que había conocido hasta ese momento, la mano no le llegaba a abarcarla entera. Pajeándola suavemente se le mojó el coño de golpe, se excitó y tomó la decisión de follárselo en aquel momento, le bajó los pantalones y los calzoncillos de un tirón, se sentó encima suyo, le agarró la polla y se penetró ella misma dejándose caer lentamente, notando como aquella polla tan gorda le llenaba poco a poco el coño, como rozaba con sus paredes vaginales proporcionándole placer. Lástima que en unas cuantas cabalgadas Ernesto se corrió decepcionado, sabía que ella no había llegado al orgasmo. Se excusó diciéndole que hacía demasiado tiempo que no estaba con una mujer, ella le quitó importancia educadamente, se tomaron después una copa charlando de diferentes temas. El pedazo de paja que se hizo Nuria cuando llegó a su casa no se la quitó nadie.
Pensándolo con el tiempo no tenía muy claro porque acabó conviviendo con Ernesto, la paja que se hizo aquella noche lo hizo pensando en Pol. Cuando salieron del cine en su segunda salida juntos, después de haberse corrido tres veces por culpa de sus dedos jugando por dentro de las bragas, solo tenía una cosa en la cabeza, en la siguiente salida se lo iba a follar, tenía que buscar la manera de estar a solas con él, si con solo los dedos había disfrutado tanto con todo el cuerpo tenía que ser la hostia.
Casualmente, sonrió ella al pensarlo, la siguiente tarde la llamó Pol para decirle que uno de sus compañeros se iba ese fin de semana con sus padres y le dejaba el apartamento donde vivía, que casualidad, él también se moría de ganas de follar, pensó ella. Y tanto que lo deseaba, después de ver como Nuria se entregó en aquella butaca de un cine pensó que se tenía que buscar la vida, tenía que conseguir algún sitio donde poder estar con ella en la intimidad. Cuando se enteró que uno de sus mejores amigos se iba ese fin de semana no dudo en pedirle que le dejara su apartamento, se provisionó de condones para que no faltaran y llamó a Nuria. Desde luego ninguno de los dos se arrepintió, solo entrar en el apartamento se enfrascaron en un beso con lengua con pasión y deseo, se desnudaron uno al otro mirándose a los ojos riendo, los dos sabían que sería una gran tarde, Nuria se dio cuenta en el instante que la arrinconó contra la pared, le bajó y quitó las bragas de un tirón, le subió las piernas para que rodeara su cintura, sin saber muy bien cómo consiguió ponerse el condón y apuntarle la polla pegándole un pollazo empotrándola contra la pared, aquel grito de placer de los dos fue el primero de muchos que llegaron después, el chico que había conocido porque casi le tira un café por encima la tenía contra la pared, la penetraba una vez detrás de otra sin mostrar el más mínimo síntoma de cansancio, el ritmo justo, ni demasiado rápido ni demasiado lento, ella le apretaba la cabeza rodeándola con sus brazos, él le besaba el cuello y el oído, sentía sus gemidos cada vez que la penetraba con decisión, un primer orgasmo se aceleró dentro de su cuerpo. Pol paró de moverse dejándole su miembro dentro, Nuria jadeaba mientras él le acariciaba la carita con una mano mirándole a los ojos y con la otra la seguía aguantando agarrándola por el culo.
De allí Pol caminó con ella encima, entró en la habitación dejándose caer los dos en la cama, Nuria seguía sintiéndose llena por el miembro de su amante, si el anterior polvo había sido pasional y eléctrico, ahora Pol la follaba de nuevo lentamente, besándole los labios con ternura, ella levantaba las rodillas y abría todo lo que podía las piernas para que llegará lo más profundamente posible dentro de ella. Se volvió a correr con él encima, con ella cabalgándolo, a cuatro patas encima de la cama sintiendo el golpeteo de sus pelotas. Le pareció que la potencia sexual de aquel chico estaba por encima de lo normal, tuvo que quitarle el condón, agarrarle la polla y metérsela en la boca para que después de un rato chupando y succionando se le corriera dentro, fue la primera vez que probaba el semen, ciertamente su experiencia con el sexo no era mucha, pensó que tal como iban las cosas con Pol iba a hacer un curso acelerado sobre el tema.
Aquel sábado por la tarde y la mañana del domingo que volvieron a quedar y follar en el apartamento antes de que llegara el compañero por la tarde, los convenció a los dos que serían una gran pareja, allí empezaron su relación.