Una partida de strip-poker

Sexo brutal en el internado (tercer capítulo de ocho)

Diciembre  de 1984

La historia hasta ahora :

Pepe pasa su primeras navidades en el Internado. Un lugar donde todos los chicos están allí por una trastada gorda que han hecho. La de Pepe, “dejar que lo violaran” y todo el mundo en el pueblo descubriera que era un maricón al que le iban los rabos.

Aquel lugar, lejos de corregir  su atracción por los hombres, como pensaba su familia que haría, consigue acrecentara, pues eran muchos los rumores de que aquellas paredes encerraban mucho sexo homosexual furtivo.

Unas relaciones que todo el mundo negaba en público, pero que nadie parecía hacerle ascos en privado, como  Pepe descubrió por las malas cuando vio a su amigo Gregorio, teniendo sexo con el pinche de cocina.

En la noche de Navidad los chicos celebran una fiesta en el cuarto de Blas, Pepe no se encuentra muy animado y decide no ir.

Por lo que le cuenta su amigo Gonzalo, que no suelta prenda sobre lo que pasó allí, acudió el Bombillas. Uno de los chicos más marginados del Internado.

Algo grave con este chaval, que su amigo le dice que tenga cuidado que le puede pasar lo mismo que él.

La fiesta se vuelve a repetir en Nochevieja, pero Pepe no es invitado en esta ocasión.

No exagero si digo que aquellas fueron de las peores navidades de mi vida. A pesar de que mi tío Paco brindándome su comprensión, consiguió que me sintiera menos culpable por lo que me había ocurrido. La reacción de mi familia ante lo sucedido en la feria, impendía  que me quitara   de la cabeza la sensación de  que había hecho algo, si no execrable, cuanto menos inaceptable. Tenía la convicción de haber defraudado a todos mis allegados.  A veces era tan grande mi aflicción, que consideraba que  me merecía todo lo que me estaba pasando.

Si al encarcelamiento que supuso ser el internado, se le sumaba lo que me estaba desilusionando el género humano últimamente, mi frustración no podía ser mayor. Me estaba volviendo desconfiado y antes de buscar los valores buenos de las personas que me rodeaban, me paraba en analizar minuciosamente sus defectos y los llevaba a sus máximas consecuencias. Dando como resultado, que nadie resultaba ser lo  bastante bueno para considerarlo mi amigo.

Algo así fue lo que me pasó con Gonzalo, el único chico de mi clase que se había quedado en Navidad en el centro, únicamente me fijé en todo lo negativo que se dejaba ver en él y no me paré en ver que, tras su poco atractiva fachada, había un buen chico, quien cuanto más conocía, mejor me caía.

Contemplando uno de esos momentos de lo  que ahora denominamos como bullying, pero que por aquel entonces simplemente lo llamábamos acoso, me mostró una  parte de su interior, que mi suspicacia nunca me hubiera dejado ver: su solidaridad con los más débiles.

El acosado era Luis el Bombilla, quien  sus únicos “delitos” eran  no ser un compendio de las perfecciones que la sociedad exigía  y no tener los suficientes huevos para defenderse de sus agresores.  Su cobardía era campo de abono para que individuos, como  el todopoderoso Blas y sus compinches, se mofaran de él con el único objetivo de sentirse mejor porque había alguien que aparentemente era peor que ellos. De los insultos era fácil que pasaran a la violencia física, pero como los responsables del centro consideraban aquello un efecto colateral de la convivencia entre los alumnos, miraban para otro lado pues  ni tenían una solución para aquel  peliagudo asunto, ni quería encontrarla.

Observar como cuatro matones de tres al cuarto abusaban de un ser desvalido, llevó nuestra impotencia al límite. Aun así, Gonzalo me aseguró que aquel injusto acto no era nada comparado con lo que había sucedido en las fiestas que Blas había organizado en su cuarto.

Aunque mi nuevo amigo era reticente a contarme lo que había ocurrido, mi insistencia particular había conseguido que accediera a narrarme lo que, para él, era bastante peor que los insultos y golpes que estaba recibiendo el pobre del Bombilla.

—Tienes que prometerme que no vas a contar nada a nadie, porque estos cafres me matan…

—No te preocupes. ¡Seré una tumba! —Dije levantando la mano como muestra de buena voluntad.

—¡Más te vale! —Gonzalo guardó silencio un momento  y, como si considerará que en medio del patio era un lugar poco apropiado para confesarme lo que había visto, me hizo un gesto para que lo siguiera —Pero mejor vayámonos a tu cuarto o al mío.

Nos fuimos a mi habitación, la cual se encontraba bastante más lejos de los pasillos que frecuentaban los alumnos y de la ruta de  Serafín, el guardia de seguridad, con lo que sería más difícil que sus palabras fueran escuchadas por oídos no deseados.

Me senté en mi camastro y Gonzalo se sentó en el de  mi compañero de cuarto, justo en frente de mí. Un silencio agobiante nació entre los dos, él dudaba si hablar o no, yo no quería forzarlo pues veía que lo estaba pasando ya bastante mal.

—Que conste que yo no tenía ni idea de que iba toda la movida— Aunque sus palabras sonaban a justificación, para mí simplemente tenían un aire intrigante —y aunque era la primera vez que lo veía, había oído  que entre los alumnos del último curso solían suceder esas cosas.

»Como te dije fui allí de buen rollito. Divertirme como lo hace la gente que está fuera y cogerme una buena cogorza. Más el puto Blas tenía otros planes y en principio para mí.

—¿Por qué dices eso?

—El cabrón lo primero que hizo cuando entramos en su habitación fue preguntarme si sabía jugar al póker, cuando le dije que se me daba bastante bien dijo: “Mira el enano todo lo que sabe”. Si hay algo que me toca los huevos es que me ninguneen, aun a riesgo de que me echaran de la habitación, no me quedé callado: “Tengo meses menos que ustedes, ya he cumplido los dieciocho”.

»Los cuatro se me quedaron mirando fijamente, como si tuviera monos en la cara, más no me achanté ante ellos. Por lo cual Blas, para demostrar que era más chulo que yo, se burló de mí diciéndome: “¡Pues tío, si todavía estas en primero, creo que has tenido que repetir  hasta parvulitos!”

»El cachondeo que cogieron sus amigos conmigo fue de tres pares de cojones. Sin embargo, como parecía que le había caído en gracia al cabrón de Blas (quien  hasta me echó el brazo por encima como si fuéramos colegas de toa la vida), no hicieron mucha sangre y solo bromearon un poco conmigo por lo torpe y nefasto  que era en los estudios.

»Después de aquello, David Aguilar se quedó conmigo dándome palique, como si le interesaran mis cosas. En realidad lo que estaba haciendo es distraerme, mientras los otros cuchicheaban  con mucho secretismo, al otro lado de la habitación.

»Unos minutos después Blas mando al Fede a buscar al Bombilla. Aquello me extrañó mucho, pues éramos cinco y para jugar una partida solo son necesario cuatro jugadores, pero no pregunté nada, porque estaba claro que fuera lo que fuera lo habían decidido a espaldas mía y no querían que me enterara.  Así que punto en boca y como dice mi viejo: “No te mates por saber que el tiempo te lo dirá…”

»Mientras esperábamos al nuevo invitado, Blas sacó la priva y nos sirvió a todos un lingotazo. A mí no es que me guste mucho el whisky, prefiero la ginebra,  ¡pero un día es un día!  Cuando llegó el Bombillas con Fede,   ya íbamos por la segunda copa. Aquello pareció que le sentó nada más que regular al “perrito faldero”  de Blas que refunfuñó diciendo: “¡Qué tíos más mierdas!, encima que hago de «corre ve y dile» no me esperáis.”

»Blas se quedó mirándolo de modo chulesco y le dijo: “¡ Tranqui, tío! ¡Qué para lo otro vas a ser el primero!”, dándole a entender que todo iba saliendo  según lo estipulado. Aquello me debió hacer sospechar, pero me estaba empezando a poner a gustito con el whisky de los cojones. Es que hacía mucho tiempo que no bebía, ¡no te vayas a creer que no sé controlar!

» Pidieron al  Bombillas que se sentara  a la mesa  cuadrada que habían situado en el centro de la habitación, a su izquierda se colocó Blas, a su derecha Fede y frente a él Rafa Castro. Evidentemente, como solo podían jugar cuatro,  David Aguilera y yo nos quedamos fuera mirando como dos pasmarotes.

»Blas, como si le perdonara la vida, le preguntó que si sabía jugar al póker cuando el Bombillas le respondió que no muy bien, sonrió maliciosamente y al tiempo que comenzaba a barajar los naipes dijo: “¡Perfecto! Esta noche vas a aprender, ¡digo que si vas a aprender!”

»Luis puso cara de estar cagao de miedo, pero no dijo esta boca es mía. No sé si porque al chaval parece que le da igual lo que le pase o porque le asustaba más nuestra reacción, si se negaba a jugar la puñetera partida de póker.

»Más lo peor estaba por llegar, pues Blas a la vez que abría la ronda y,  dirigiéndose principalmente al recién llegado,  dejó caer algo que me hizo sospechar (en parte, ¡claro está!) la putada que tenían preparada para el recién llegado: “Como sois unos pringaos y nadie tiene un puto duro para apostar. Vamos a jugar al strip póker. El primero que se quede en bolas, tendrá que hacer lo que le pidan los demás”. Su actitud al hablar era la de alguien que no admitía discusión y  dejó cristalino que  su palabra era la ley en aquella habitación. Con un gesto intimidador miró fijamente a Luis y torciendo el mentón le preguntó:”¿Entendido?”

»El tío capullo del Bombillas calló como la puta que era. Yo de él me hubiera levantado de allí, porque por mucho que le hubieran hecho en aquel momento,  no habría sido peor de lo que fue al final. Pero quien sabe lo que pasa por el coco de ese tío, ¡es rarito de cojones!

»Antes de comenzar  a jugar,  Blas nos pidió que atrancáramos la puerta por si al gilipollas del guardia le daba por ir por allí. Nada más David y yo aseguramos la entrada de la habitación, sacó un paquete de tabaco de debajo del colchón y ofreció un cigarrillo a todos los allí presente.

»Yo hacía mucho tiempo que no fumaba y la primera calada del cigarrillo se me fue por otro lado lo que propició que Blas se burlara de mí: “¡Gonzalito va a ser verdad que fumar es de hombres!”

»Si hay algo que no soporte son los chupaculos y allí había unos cuantos. No había terminado aún de arremeter el gilipollas de Blas contra mí, cuando todos (incluido el Bombillas) empezaron a reírse como si fuera lo más gracioso del mundo.  Como con la segunda calada demostré que sabía fumar y que simplemente estaba desentrenado, los tíos capullos tuvieron que meterse la risa en el culo.

»Sin embargo, fue dar Luis el Bombillas la primera chupada de su cigarrillo y darle un ataque de tos que se le saltaron hasta las lágrimas. A pesar de que el chaval parecía que se iba a ahogar, los demás nos reímos como si disfrutáramos de lo mal que lo estaba pasando. Si no se hubiera burlado  de mí antes, a lo mejor le habría dado un golpe en la espalda o algo de eso… ¡Arrieritos somos!

»Una vez dejó de toser, Blas como si no hubiera pasado nada le ofreció un cubata, bastante bien cargado de whisky,  diciendo en plan cachondeo: “¡Toma machote! A falta de Vick Vaporub, lo mejor para el pechito es un buen lingotazo”

»Yo me partí el culo con la carita que puso el Bombillas, le metió un buche al vaso y  por poco se atraganta. Para mí que no había probado el alcohol  en su puñetera vida.

»Pensaras que soy un cabrón por reírme de él —como estaba ansioso por conocer la historia, simplemente negué con la cabeza para no interrumpirlo —pero es que el muy hijo de puta se porta con los demás, con la misma mala hostia que lo hacen con él. Tenías que haber visto como disfrutaba el mamonazo cuando me atoré con mi primera calada. En fin…

»Una vez dejaron de reírse, Blas repartió las cartas y con ese gesto suyo de estar por encima del bien y del mal dijo: “El ganador de cada  ronda es el único que no pierde prenda. Los demás se tendrán que quitar el jersey, después la camisa, el pantalón en tercer lugar, los zapatos y los calcetines son una misma prenda para los que lleve camiseta interior  y el primero que se quede en bolas, tendrá que jugar a “verdad o te atreves.”

»La primera ronda la ganó  súper Blas, los otros jugadores, tal como lo había establecido él, se quitaron el jersey. Unas cuantas manos,  cigarros y cubatas más tarde, Blas solo se había desprendido del jersey y la camisa,  Fede y Rafa Castro tenía puesto la camiseta y los slips  y el Bombillas estaba en calzoncillos. Si perdía aquella mano, no tendría más remedio que hacer lo que los otros le dijeran en el “verdad o te atreves” ¡Qué que te juro por lo que más quieras!, que no tenía ni zorra idea hasta dónde carajo iban  a llegar con él.

»No sé si porque  Blas había puesto la calefacción a toa pastilla, la  priva que nos habíamos metido entre pecho y espalda, el humo que hacia el ambiente irrespirable, o la tensión por ver quien ganaba la partida, la verdad es que todos estábamos con los nervios a flor de piel y el que más, pues se veía venir el marronazo, el Bombillas, quien toa la mala hostia que tenía porque iba perdiendo la  pagaba conmigo.

»Todos los cojones que no echaba con sus compañeros de curso, me los echaba a mí el puto cabrón, me pedía la bebida de malas maneras y llamándome gilipollas, con la única intención de demostrar su superioridad ante mí. Aunque me compadezco de él y no me alegro por lo que pasó, te  puedo decir que no es buena persona y algunas cosas de las que le ocurren se las merece.

»Lo que sí me di cuenta de ello enseguida, es  que el Bombillas de tonto no tiene un pelo, le fue cogiendo el tranquillo al juego rápidamente  y ,a pesar de que no había ganado ninguna ronda, de ser el que tenía  siempre las cartas más  bajas en un principio, pasó a ser el tercero o el segundo.

»El primero en retirarse fue Fede, que a indicación de Blas se quitó la camiseta con cierto cachondeito , pues simuló  hacer el baile de un stripper, a la vez que tarareaba la musiquilla esa de la Pantera Rosa. Me llamó la atención la cantidad de músculos que tenía. Porque vestido parece que está gordo y que va… ¡Está taco de fuerte el tío!

Imaginarme a Fede simplemente en slips y con la descripción que me estaba dando Gonzalo, hizo que mi mente se deslizara levemente por el tobogán del deseo e, inconscientemente, me excité un poco. Temeroso de que mi acompañante se diera cuenta de ello, intenté apartar,  sin éxito,  los libidinosos pensamientos de mi mente.

—Después fue Rafa quien se retiró, se quitó la camiseta de muy malas ganas. Parecía que las cosas no estaban saliendo como ellos pensaban, cuando Blas apostó no sospeché, ni por asomo, que estuviera tirándose un farol. Como el Bombillas ponía  siempre la misma cara de póker, tuviera buenas o malas cartas. La verdad  es que  era muy difícil saber quién coño iba a ganar..

»En el momento que Blas levantó sus cartas y dijo: “Escalera de color” pensé que el juego había finalizado y que una vez el Bombillas se quedara en bolas, sabría lo que planeaban Blas y sus compinches hacer con él. No obstante, la buena suerte parecía estar del lado del cabeza polla y su jugada la superó: una escalera real.

»Con to lo chulito que es el tío, cuando vio que el gilipollas del Bombilla se la había metio dobla, se empezó a cagarse  en la hostia y en los muertos a voz en grito. Se quitó los pantalones con una cara de mala leche tal,  que yo no quería  ni que se notara que estaba respirando, porque sabía que con lo más mínima excusa, me la iba terminar liando a mí.

»La siguiente mano, el dador fue  Rafa, quien miraba a Blas receloso  mientras repartían las cartas. Si perdían él o Fede, la trampa que tan minuciosamente le habían preparado al Bombillas, se iría al carajo.

»Una vez cada jugador tuvo su carta boca abajo, comenzó a repartir las cartas al descubierto. Al Bombillas la primera que le tocó fue el As de corazones. Las que le tocaron a los demás eran bastante más bajas, por lo que no te exagero si te digo,  que  a los amigos de Blas se le estaban poniendo los cojones de corbata.

»Por el modo en que todos se pusieron a mirar sus naipes, me dio la sensación de que nadie había ligado nada y si el primero en retirarse no era quien ellos habían previsto, todos sus planes para el fin de fiesta  se irían a la mierda.

»Vi a Blas hacer disimuladamente un gesto con las cejas a David Aguilar, quien a pesar de lo breve y sutil lo entendió a la perfección. Sigilosamente se retiró de la mesa y buscó algo en la mesita de noche de su amigo, dado que no quise ser descarado lo miré por el rabillo del ojo y, aunque no lo pude observar con claridad, me pareció que se echaba en la mano el contenido de un par de capsulas de las pastillas esas que toman las mujeres para los nervios…

—Valium —Aclaré yo escuetamente,  con la única intención de que Gonzalo, sin más dilación,  prosiguiera con su historia.

—¡Esas mismas! —me respondió sonriendo y haciendo un afable gesto con la mano —No sé cómo se las apañó Aguilar pero consiguió echarle todos los polvitos del Valium ese en la bebida y como el soplapollas del Bombilla ni se percató del sabor,  ni na de na, el plan le salió de abutem . Creo que hasta tenían previsto que el Bombillas no pudiera perder. Un plan B que se llama… ¡Qué cabrones!

Gonzalo me miró y al comprobar  que estaba expectante ante sus palabras, prosiguió relatándome lo ocurrido.

—Las jodidas pastillas le hicieron rápido efecto al Bombillas, quien a pesar de tener mejores cartas en un principio, incapaz de pensar con claridad se tuvo que retirar el primero.

»Si hubieras visto la cara de satisfacción que se le puso a Blas y sus amiguitos cuando el chaval abandonó la mano, no  se tomaron ni el trabajo de mostrar lo que habían ligado. ¿Para qué? Si ya habían conseguido lo que quería. El primero en levantarse de la mesa fue Fede quien en tono autoritario le dijo: “¡Fuera esos calzoncillos!”

»No sé si porque presentía la que se venía encima o porque realmente le daba vergüenza quedarse en bolas delante de todos, se resistió un poquito. Antes de que el cabeza-culo pudiera reaccionar, Blas volvió a hacer una señal con las cejas a David y ambos se fueron para él y le bajaron los gayumbos de golpe.

»La cara que puso el tío cuando se quedó con la polla al aire era para partirse el culo. El pobre intentaba taparse con las manos, pero Blas le dijo: “Ese no es el trato, o bien dejas las manitas quietas o no voy a tener más remedio que amarrártelas”.

»El Bombillas temiendo que ni estuviera de bromas, ni fueran simples amenazas, levantó las manos y al quedar su churra a la vista de todos, empezamos a burlarnos por lo chiquitilla que la tenía.

»Tras las risas llegaron los insultos, lo más suave que le dijimos fue nenaza , pese a que cualquier otro  se hubiera echado a llorar, él no lo hizo y aguanto con aplomo todo lo que se le vino encima. No sé, pero el tío este va por la vida como si las cosas no fueran con él, como si le resbalaran… ¡Y eso que lo putean mogollón!

»Blas se colocó frente al Bombillas y, sin darle tiempo a reaccionar ante la vergüenza que suponía estar desnudo, le preguntó: “¿Qué prefieres verdad o te atreves?”. Aunque solo llevaba puesta la camiseta, los gayumbos, los zapatos y los calcetines, daba la impresión que tuviera un traje militar y que Luis fuera su prisionero. No había que ser un Einstein para darse cuenta de que aquel juego había perdido la poco inocencia que yo pudiera haber visto en él y se había transformado en algo simplemente cruel.

»Busqué con la mirada a los tres amigotes de Blas, los ojos se le iban a salir de las cuencas y sonreían con cierta malicia,  no sé si por el alcohol o porque lo que iba a pasar allí estaba más que orquestado, no había sorpresa en su expresión, simplemente se limitaban a verlas venir. Como cuando ves una película dos veces y sabes lo que va a pasar de antemano.

» “Ver..dad..” —Dijo el Bombillas. De nuevo David respondiendo a una leve señal que le hizo Blas, procedió a actuar  como si supiera anticipadamente lo que tenía que hacer. Sin consultar a los que estábamos allí, se fue hacia el Bombillas diciendo: “Preguntaré yo primero”. Se colocó frente a él de forma desafiante e,  intimidándolo con su mirada,  le preguntó: “¿Es verdad en que tu madre se prostituía para que tu padre se pudiera chutar?

» Luis respondió “Verdad” como si aquello se la trajera floja. Su  cara  no mostró cambio alguno, puede que estuviera medio borracho o drogado,  por todo  que le habían obligado a meterse por el cuerpo.  Pero para mí, que le pasa como a los mulos viejos: está tan acostumbrado a  los palos, que le da lo mismo ocho que ochenta. Creo que su única preocupación era que aquello acabará cuanto antes mejor.

»El siguiente en pedir su turno de verdad o te atreves fue Fede, el Bombillas estaba completamente pallá por culpa de las putas pastillitas,pero todavía era  muy consciente de donde  estaba y de lo que hacía, pues tras quedarse unos segundos pensativos, dijo “Me atrevo”. Yo en su lugar,  después del marronazo que se había comido con  lo de su vieja y tal, hubiera dicho lo mismo. Aunque no sé qué hubiera sido mejor…

»Lo que sucedió a continuación me dejó completamente descolocado, Fede se metió mano al paquete y apretando este fuertemente entre sus dedos dijo: “¡ Poh cómeme la  polla!”.

»Si el hecho de ver a uno de los cursos mayores ponerse a tono el rabo para que un compañero se la chupara me pareció sorprendente, más lo fue que Luis se agachará ante él y sin poner ninguna pega, como si  todo estuviera escrito en una especie de guion,  se metiera el nabo en la boca. No sé si era la primera vez que lo hacía, pero no puso cara de que le repugnara ni nada por el estilo.

»Al principio me dio  un poco de asco… Un tío chupándosela a otro me pareció una mariconada de las gordas, pero a ninguno de los que estaba allí parecía importarle. Es más, tuve la  sensación que todos disfrutaban con  lo que estaban viendo.  Supuse que sería como una especie de novatada  o algo por el estilo. Así que cerré el pico y esperé a verlas venir.

Dentro de dos viernes publicaré la continuación de esta historia que llevará por título  “¡ Chupa, putita, chupa!” será en esta misma categoría  ¡No me falten!

Si quieres continuar leyendo historias mías, puedes pinchar en mi perfil donde encontrarás algunas más que te pueden gustar, la gran mayoría  de temática gay. Espero que mis relatos sirvan para entretenerte y animar tu libido. Mi intención siempre es contar una buena historia, si de camino puedo calentar al personal  y hacer que empatice con la historia, mejor que mejor.

Un abrazo a todos los que me seguís.