Una pareja normal (2)
Continuación de la historia sexual de una pareja heterosexual normal.
En primer lugar quiero deciros que lamento el tiempo que he tardado en volver a escribir sobre Lydia y mi mismo, pero nuestras obligaciones no me han permitido volver a dedicar tiempo a escribir sobre nuestros encuentros sexuales. Espero que al menos este relato, totalmente real, sea de vuestro agrado.
El calendario.
Como ya os comenté Lydia, es un poco despreocupada sobre los asuntos sexuales, ella se encuentra cómoda sin innovar, aunque si bien es cierto que casi nunca que le pido algo se niega y como luego me comenta realmente le gusta y disfruta con mis ocurrencias.
Una de ellas, fue mi deseo de realizar un calendario anual donde apareciera ella posando con su lencería fina y unos zapatos de tacón de aguja puestos. Tras unas pocas reticencias finalmente pensamos que el siguiente domingo por la tarde podríamos dedicarlo en su totalidad a esta nueva experiencia.
Durante la semana yo preparé todo el material (cámara de fotos, trípode, luces, posturas que deseaba, etc.) y el domingo por la tarde después de comer, Lydia se dio una ducha y me llamó para empezar con la sesión.
Durante varias horas se puso toda la ropa que yo le había preparado, posó en todas las posturas que yo le pedí y se sometió a varios centenares de disparos de mi cámara de fotos para realizar una posterior selección de las doce que formarían el calendario.
Para el final reservé el conjunto de lencería que más me gusta, se trata de un conjunto de tres piezas formado por un corsé negro, con medias con liguero y un culote de encaje a juego. Para rematar todo, unos zapatos negros de charol de la casa Christian Louboutin, los de la suela roja.
Cuando salió del baño casi me desmayo, estaba impresionante, el corsé le aumentaba las sus de por si ya grandes tetas, le remarcaba una cintura de unas medidas perfectas y hacia sobresalir un culo rotundo y redondo que estaba envuelto por un culote que hacía que sus nalgas se vieran muy bien formadas. Las piernas totalmente estilizadas por las medias negras, casi de cristal, sujetadas por un porta ligas también de color negro y unos tacones de aguja que le permitían ser más alta que yo.
Para entonces, mi erección era difícil de ocultar tras mis pantalones, por su puesto mi cara de querer arrancarle allí mismo toda la ropa y follarla dándole bien duro también me delataba.
-¿Qué te pasa, te encuentras bien? Me comentó Lydia tras unos segundos en los que yo solo la miraba embelesado.
-Sí, sí, es que estás impresionante, fue lo único que acerté a decir. Mientras ella se reía picaramente y se disponía a posar.
-¿Cómo me pongo ahora?
-Ponte debajo de la puerta, abre las piernas hasta que los zapatos toquen a cada lado y con las manos estíralas hacia arriba y agárrate a ambos lados de la puerta.
Empecé a tirar fotos mientras ella iba cambiando de posturas, puesto que decidió tomar la iniciativa, ya que yo no sabía ni como continuar.
En un momento dado, ella se quitó el culote quedando todo su sexo depilado a la vista y me dijo mientras se sentaba en el borde de una silla y abría sus piernas obscenamente:
-¿Quieres hacerme unas fotos así?
-Claro. Y me preparé para hacer unos nuevos disparos.
Yo ya no aguantaba más, así que acabe como pude, dejé la cámara en una mesa y me dirigí hacia ella. Sin nada más que decir, ella se quedó paralizada en esa posición y yo me arrodille delante de ella dispuesto a realizarle una comida de coño que jamás olvidará.
Cuando conseguí sacarla el primer orgasmo, la levante de la silla y nos fuimos al dormitorio, allí la puse encima de la cama a cuatro patas y la ensarte mi ya chorreante miembro desde atrás. La excitación no me permitió durar mucho más de tres o cuatros empujones pero ambos quedamos plenamente satisfechos.
En la actualidad ya tenemos tres calendarios anuales y cada uno de ellos ha sido un autentico placer hacerlos.
Polvo en un viñedo.
Al menos una vez al año intentamos hacer una escapa de fin de semana para visitar alguna ciudad vecina a la nuestra y para poder follar en un nuevo sitio que normalmente tiene comodidades que en nuestra casa no tenemos.
En esta ocasión habíamos preparado un viaje a una ciudad donde los vinos son la principal causa del turismo que recibe la zona y se encuentras a poco más de 2 horas de nuestro domicilio.
Llegamos antes de comer y estuvimos visitando la ciudad mientras buscábamos un buen restaurante para comer. Tras la opípara comida y unas buenas copas de vino, decidimos ir al hotel a descansar un rato. Al llegar al hotel, donde teníamos reservada una suite que se encuentra situada en medio de los viñedos, realizamos el check-in y un botones del establecimiento nos acompaño hasta la habitación y nos llevó la pequeña maleta que llevábamos.
La habitación era enorme, con todas las paredes de cristal y todas las comodidades imaginables. Las vistas a los viñedos eran espectaculares, pero lo mejor de la habitación era el baño, también eran todas las paredes de cristal y su tamaño era mayor que el del resto de la habitación. La ducha era de piedra natural y dentro de la misma había un ventanal que permitía entrar una luz espectacular, también tenía jacuzzi y un mostrador de piedra natural que contenía los dos lavamos de manos.
Deshicimos la maleta y pensamos que nos daríamos un baño en el jacuzzi, encendimos el agua y mientras tanto nos desnudamos.
-Lydia, déjate el tanga. Me gusta mucho ese que llevas puesto.
Ella lejos de sorprenderse se dirigió hacia el baño contoneando su portentoso culo y sus excelentes pechos. Cuando llegue al baño Lydia estaba lavándose las manos en los lavabos que estaban sobre el mueble de piedra del baño, estaba claramente exhibiéndose ya que estaba bastante acachada y su culo sobresalía de forma prominente.
Me acerque por detrás de ella y la agarre de la cintura besándole la espalda, la nuca y el cuello. Ella descaradamente restregaba su culo sobre mi ya erecto miembro, mis manos pasaron rápidamente a sus tetas y se centraron en acariciar sus rosados pezones hasta que se pusieron duros como escarpias. Me acerque todavía más a su oído y le dije susurrándole:
-Cariño, te voy a retirar la tira del tanga, me voy a arrodillar detrás de ti y te voy a comer todos tus agujeros, cuando me canse te voy a follar en esta misma posición hasta que me corra dentro y te rellene como aun pavo.
Lydia sin decir nada abrió las piernas todo lo que pudo invitándome a comenzar la faena. Sin más demora agarré la tira de su tanga y la aparte todo lo que pude me puse arrodillado entre sus piernas y comencé a comerle el coño, estuve un buen rato sin separar la boca de entre sus piernas para pasar posteriormente a su rosado y cerrado ano, a Lydia parece que le gustaba la situación porque de sus entrañas manaban abundantes fluidos. Con mi lengua intentaba penetrarla su rosado culo, la lamia todo lo que podía para lubricarla pero cuando intente meter el primer dedo Lydia se retiró y me ayudó a incorporarme.
Se quitó el tanga se colocó otra vez en la misma posición que tenía cuando yo entre en el baño y mirándome a los ojos me dijo:
¡Métemela ya!
No me costó nada, ya que entre mis babas y sus fluidos ella estaba totalmente empapada, así que de un solo movimiento la ensarte hasta que mis pelotas chocaron contra su culo mientras ella soltaba un grito de satisfacción. Empecé un mete saca lento para intentar prolongar aquel maravilloso polvo lo más posible, estaba follándome a la mujer de mis sueños en un entorno idílico así que la excitación era máxima.
Poco a poco fui incrementando el ritmo y mi mujer sus jadeos, el balanceo de sus grandes tetas era espectacular, en los espejos del baño se apreciaba la dureza de sus pezones, ella apretaba su culo hacía atrás con fuerza, como queriéndose meter más. En esas estábamos cuando apareció delante de la cristalera que servía de pared al baño una empleada del hotel. Ésta mientras caminaba por la cristalera miraba hacia el interior del baño, pero a nosotros no nos importó en absoluto ya que los cristales serían de espejo. Lejos de parar o cortarnos y ante lo morboso de la situación yo empecé a bombear con más fuerza provocando que tanto Lydia como yo llegáramos a corrernos abundantemente.