Una pareja inexperta
Creíamos que la joven pareja de recién casados eran un par de boluditos con poca experiencia. Qué equivocados estábamos!
Una pareja inexperta
Este relato está dedicado a todos aquellos lectores que enviaron mails a mi cuenta, en especial a Silvio.
Desde aquella noche nada fue igual entre nuestro grupo de amigos. Todo cambió y para bien!!! Cuatro parejas solíamos hacer reuniones en la casa de Osvaldo y su mujer: un matrimonio de mas o menos 55 años que jugaban los roles de padres de todos nosotros. Un tanto intelectualoides pero también un poco snobs y frívolos, hablábamos acerca de Lipovetsky, Kant, Heiddegger, política, arte, estilos de jazz y tipos de vino. Mi mujer Sandra y yo, junto a Patricio y Carola, componíamos los típicos matrimonios universitarios, un poco reventados y otro poco elitistas, que caracterizan a la clase media argentina. Con una edad promedio de 35 años luchábamos a brazo partido por mantener nuestro modo de vida bastante vapuleado por los vaivenes de la economía. Los más jóvenes, de 25 años mas o menos, Jimena y Ramiro, recién casados, escuchaban embobados nuestras conversaciones y los tratábamos con cierta deferencia en virtud de nuestra soberbia típica. A pesar de creerlos inexpertos en todo sentido, esa noche lograron sorprendernos al máximo.
Todo empezó cuando Ramiro volcó su copa de vino en la falda de Jimena. Esta reaccionó violentamente y lanzó un par de guarradas a su marido quien ni lerdo ni perezoso le respondió en el mismo tono. Empezaron a discutir y la cosa se tornó de a poco bastante encendida, tanto que Jimena intentó manotear la cara de su esposo. En ese momento, todos nos quedamos de piedra y Osvaldo, "el abuelo", tal su apodo, dijo:
Paren un poco, che, tanto quilombo por un poco de vino.
Allí mismo terminó la discusión y Ramiro tomó del brazo a su esposa, la apartó y la llevó a la mesa mientras nosotros seguimos sentados en los sillones y los almohadones del living. Continuamos con nuestras conversaciones como si nada hubiera pasado cuando Carola dijo:
Parece que se están arreglando las cosas, miren.
Los jóvenes estaba besándose, con Jimena sentada en el borde de la mesa mientras Ramiro la rodeaba con sus brazos.
Los tortolitos!!!! Que dulces......
El problema fue que los tortolitos lejos de amainar en la acción, la acrecentaron. Jimena había desabotonado la camisa de su marido, dejando al descubierto los hombros. Se besaban como si todos nosotros estuviésemos ausentes y el ambiente quedó completamente en silencio: solo podíamos escuchar las respiraciones del joven matrimonio que empezaba a retorcerse en sí mismo, con las manos de Jimena dentro de la camisa de su marido.
Che, paren, que hay personas mayores, dijo Patricio en alusión al "abuelo" y su mujer.
Todos reímos por la ocurrencia y esperamos que la cosa terminara allí. Pero ni una mínima reacción surgió de los tortolitos quienes se seguían batallando el uno al otro. Jimena ya rodeaba con una de sus piernas a las de Ramiro y la falda se le había subido bastante por encima de las rodillas dejando al descubierto un par de muslos tensos y perfectos.
Mirámelos a los pibes...
Carola, sentada en uno de los almohadones y de espaldas a toda la escena se incorporó y se acuclilló sobre uno de ellos. Su marido la miró un poco extrañado y ella acotó:
No quiero perderme el espectáculo.
Miré a Osvaldo y a María, su mujer, que petrificados miraban la acción sin poder creérsela. Enseguida desvié la mirada hacia mi propia esposa que levantó las cejas en su manera típica de expresar que la cosa le estaba divirtiendo. Enseguida la vi acercarse y sentarse sobre mi falda. Apenas su culito redondo rozó con mi verga la sentí armarse mientras los dos mirábamos a los tortolitos y al resto del grupo.
No podía entender como estaba sucediendo todo eso, ni siquiera estábamos borrachines, recién habíamos empezado a tomar y a picar algo. Pero el bichito del deseo nos estaba provocando a todos.
Vi apurar una copa de tinto a Carola que alargaba el brazo hacia su marido para que le sirviera mas mientras no dejaba de mantener la vista atenta sobre los otros dos que seguían en plena acción. Jimena ya tenía a su marido completamente atrapado con las piernas mientras que la camisa de aquel le dejaba ver casi toda la espalda. Podía divisar claramente el movimiento de los músculos del cuerpo del muchacho que subían y bajaban acompañando el vaivén de los brazos. Las piernas tensas de ella se aferraban cada vez mas a su presa cuando empecé a meter mano en mi mujer por encima de la falda. Acaricié sus muslos y miré su cara sonrojada. Al igual que Carola no quería perderse ni un solo momento del show y todos los estímulos estaban empezando a hacerme efecto. Patricio estaba sobando el culo de su mujer Carola quien lo sacaba hacia fuera, provocándome al ver su cuerpo arqueado y sus pechos apuntando hacia los tórtolos. El abuelo y su mujer seguían inamovibles en sus puestos al lado nuestro y pasé mi mano bajo la falda de mi Sandra. Estaba mojada y me susurró al oído:
No se como podemos estar haciendo esto pero me está calentando mas de lo normal.
A mi también.
Carola seguía acuclillada cuando vi que su marido hacía lo mismo y la apoyaba por detrás moviéndose de atrás para adelante mientras agarraba las tetas por encima de la remera. Aquello me motivó mas, mi verga empezó a desatarse y comencé a acariciar la vagina húmeda de mi mujer que movía la cabeza de un lado al otro para no perder ningún detalle en los distintos campos de batalla. El abuelo estaba concentrado en las piernas abiertas de mi esposa y casi sacado, con la otra mano, acaricié sus tetas que empezaron a ponerse duras ante los franeleos constantes de mi mano.
Grande fue mi sorpresa, y la de todos supongo, cuando vi que Jimena sacaba la camisa de Ramiro y que él le levantaba la remera. No podía ver nada, solo imaginar esos pechos que supuse duros de juventud y la excitación se me hizo casi insoportable. Aceleré el ritmo en el cuerpo de mi mujer cuando la escuché hablar:
Seguí, mi amor, seguí.
Sandra había comenzado a jadear cuando Ramiro se acuclilló y el torso de Jimena quedó ante nuestros ojos. El corpiño negro envolvía un par de tetas gordas que se mecían suavemente mientras Ramiro, agarrado a sus caderas, besaba su estómago. Me dieron ganas de chupar aquellas tetas lozanas, besar su estómago y acariciar sus muslos perfectos. La excitación me llevó a penetrar con los dedos a mi mujer. Ella cerró los ojos disfrutando de mi pajeo y sin tiempo para asimilar todo lo que sentía y veía, Patricio, en la otra zona de combate, desnudó completamente el torso de Carola. Me puse como loco al ver otro par de tetas recubiertas enseguida por las manos de él, que no dejaba de apretarlas mientras le besaba el cuello. Mi mujer estaba empezando a tensarse y moví mis caderas para de algún modo ensartar mi verga en la raya de su culito caliente y así ella podía sentir mi dureza, algo que la excitaba bastante.
El abuelo y María se retiraron silenciosamente cuando me di cuenta que los tres matrimonios estábamos en una competencia caliente de osadía. De algún modo la ausencia de los dueños de casa desató a mi mujer que empezó a gemir sin tapujos. Absolutamente todos aceleramos el ritmo en lo que estábamos haciendo y el ambiente se llenó de ruidos de gozo y olor a sexo. Las ropas estaban empezando a desaparecer una tras otras mientras mi mujer seguía jadeando cada vez mas fuerte. Ahora todas las miradas estaban centradas en nosotros de modo que subí hasta el tope la pollera de Sandra, completamente concentrada en la llegada de su inminente orgasmo. Mostraba a mi mujer como si fuera el premio mayor y un sudor frío me recorrió la espalda cuando vi su tanga corrida, sus vellos y cómo parte de la carne húmeda se comía mis dedos exploradores una y otra vez. Veía manos y bocas recorriendo los cuerpos, los jadeos de mi mujer me penetraban el cerebro y los ojos hipnotizados de mis amigos iban y venían desde las piernas de mi mujer hasta su cara desencajada por el placer. Tenía la verga durísima y hecha un fuego cuando en pequeños grititos Sandra empezó a acabar. Yo estaba que no podía mas de la calentura y penetré hasta el fondo su carne pulposa para que se derramara en un orgasmo saciador. En la máxima tensión de Sandra y con esa sensación cegadora del deseo incontrolable, Ramiro penetró a Jimena que empezó vociferar a quien quisiera oírla el ingreso del bastón caliente.
Con Sandra respirando mas lentamente dejé que se apoyara sobre mi torso mientras disfrutaba los últimos momentos del orgasmo.
Mi Dios mirá eso.
Carola chupaba como enloquecida la verga de su marido. Tenía las manos puestas sobre la cabeza de ella y los ojos abiertos mirando como Patricio y Jimena se movían raudamente. Yo seguía aun con mi verga completamente empinada y encerrada dentro del pantalón y sabía que el menor roce me llevaría a descargar el semen acumulado en mis huevos. Sandra sacó la camisa mientras me besaba y sus dedos fueron a los botones del pantalón. Desesperado, me desnudé y la desnudé completamente y volví a sentarme en el sillón dispuesto a una mamada reconfortante.
Va a ser mejor que hagas algo rápido porque estoy a punto de reventar.
Su boca se abrió por completo para dar paso a mi verga tiesa. No era una experta chupeteando pero se sabía defender. Igualmente sentí el placer de su saliva y su lengua recorriendo mi rabo de arriba abajo. Quería mirar y disfrutar a la vez, pero si miraba me desconcentraba un poco del objetivo de modo que cerré los ojos y me aboqué al punto exacto del placer mientras mi mujercita me acariciaba el pecho. Escuché orgasmos en algún lado y supe que no aguantaría mucho tiempo mas. Sentía su saliva envolviendo mi verga y su lengua subiendo y bajando rápidamente a lo largo de todo mi tronco. Estaba ansioso por acabar, y me concentré completamente para descargar aquella calentura. Ya casi viniéndome, una lengua se sumó a recorrer mis huevos. Abrí los ojos y encontré a Jimena ayudando a mi esposa en la tarea. Y parece que otra competencia se desató entre ellas pues ambas me succionaban, una la verga, la otra los huevos, con una fuerza que agradecí cuando ya sin poder contenerme sentí las olas del placer llegando sin pausa. Entre las dos me llevaron a un orgasmo intenso. No pude dirigir mi verga hacia ningún lado simplemente disparé a donde diera. Las dos abrieron la boca y se empujaban entre ellas, divertidas, para que los cuatro o cinco chorros que largué reposaran finalmente en alguna de ellas. Quedé completamente exhausto pero la agitación seguía rodeándome. Allí mismo en el suelo, sobre los almohadones, Ramiro y Patricio chupaban y lamían todo el cuerpo de Carola que se retorcía de un lado al otro mientras tenía manos sobre las tetas y la concha. Enseguida vi a Ramiro montándola tan violentamente que Carola saltó de solo gusto y empezó a gritar:
Si, si, así, que me vuelve loca, asiiiii, massss.
Concentradísimo en toda la escena ni cuenta me di que mi mujer se la estaba chupando denodadamente a Patricio que gozaba como loco al tener a Sandra entre sus piernas. La calentura que sentí al ver a mi mujer en aquella posición y con tal actitud hizo mi sangre hervir a tal punto que atraje a Jimena hacia mi y me senté al lado de Patricio dispuesto a que ella me la chupara. Empezó con un golpeteo de su lengua en mi glande y tenía unas ganas locas de que empezara a lamerla. Antes la muchacha me dio un buen chupón en los huevos que me produjo escalofríos intensos; pero lo mejor vino después cuando ella se la metió en la boca y la saliva me la inundó. Esta mujer sí que sabía chupar como los dioses, me estaba sacando una buena cantidad de gemidos y ya con mi pija casi a tope vi el momento exacto en que la verga de Patricio ensartaba a mi esposa. De un sopetón la verga me salió disparada y no podía dejar de mirar como mi esposa hacía desaparecer en forma lenta el aparato de Patricio. La sangre caliente me recorría el cuerpo y casi obligué a Jimena a que se me subiera encima. La penetré un poco fuerte de la calentura que tenía, ella se quejó y sus vulva pulposa me dio tanto placer que empecé a bombear dentro de ella. Le toqué las tetas y me paseaba desde la cara llena de lujuria de mi mujer, con las tetas en manos de Patricio, y la cara gloriosa de Jimena que estaba gozando al máximo de mi herramienta. Sentí que me aprisionaba la verga una y otra vez al contraer su vagina, dispuesta a ordeñarme y sacarme todo lo que llevaba adentro cuando Patricio aceleró el ritmo y empezó a acabar. Mi mujer se seguía moviendo y llevé una de mis manos a su clítoris para ayudarla en su orgasmo. Jimena me tenía desquiciado con sus contracciones en mi verga y sin fuerzas mas que para bombear dentro de ella, tuve que abandonar a mi esposa a su suerte. Patricio se echó sobre el sofá y mi mujercita quedó insatisfecha cuando en escena apareció el abuelo, completamente desnudo y con un bulto que rajaba la tierra de parado que estaba.
Mi mujer no se le anima a las fiestas, pero yo si, dijo el abuelo.
Enseguida alzó a mi mujer por debajo de las axilas, la giró, la sentó sobre el respaldo del sillón y allí mismo la penetró. Ella sonrió de placer al sentir un nuevo miembro entrar en su zona caliente y yo no me aguanté mas: descargué todo mi contenido en Jimena que hasta el final me ordeño continuamente con sus contracciones. Sin fuerzas siquiera para girar la cabeza escuchaba los gemidos cada vez mas intensos de Sandra. Sentía el sillón moverse a causa del empuje del abuelo que parecía tener la fuerza de Goliat. Mi mujer cada vez gemía mas fuerte hasta que empezaron unos ruidos que fácilmente reconocí como la llegada de un orgasmo mas que intenso. Giré la cabeza para mirar la escena y encontré a Sandra penetrada y aferrada al abuelo mientras desde atrás Ramiro hacía entrar y salir dedos de su ano. La oí orgasmear una y otra vez en esos ruidos tan típicos de ella cuando el abuelo se tensó y en una embestida feroz y definitiva se llevó el último espasmo de mi mujer.
Quise seguir con la joda, hasta toqué mi verga, pero una sensación de displacer me la recorrió. Ya todos estábamos bastante venidos a menos cuando Ramiro dijo:
Vieron? Ustedes podrán ser muy intelectuales y pensar que nosotros somos unos boluditos, pero en materia de sexo les llevamos unos cuantos cuerpos, no?
Nos miramos incrédulos y Jimena continuó:
O se pensaron que lo de la pelea fue real? Todo fue un teatro fríamente calculado para así tener la excusa de reconciliarnos, calentar los cuerpos y la mente, y luego, si daba, armar una fiestita con nuestros mejores amigos..... Bobos.
Nos reímos de nosotros mismos y a partir de allí empezamos a tratarlos de otra manera.
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