Una paraguayita muy especial

La vida nos da sorpresas, pero no hay que desperdiciar nada que nos de placer, aunque porte una verga muy grande.

UNA PARAGUAYITA MUY ESPECIAL

Eran mis primeros años de médico, como ya les conté debía mantenerme solo en Buenos Aires, tomaba todos los trabajos posibles relacionados con mi profesión, pero me apasionaba el poder aprender todo lo posible de la ginecología, que era la especialidad que había elegido. Como era residente en el Hospital de Clínicas, dependiente da la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Buenos Aires, ya llevaba algunos puntos más en mi curriculum. Por eso conseguí un trabajo, dos días por semana, en los consultorios externos de ginecología del Hospital Ramos Mejía. Este hospital está situado en el barrio del Once, una megalópolis que aglutina a todos los provincianos y a todos los extranjeros de países limítrofes, pero además es un centro de excelencia.

Llevaba unos tres meses trabajando allí, por una módica paga, y estaba aprendiendo con los médicos más expertos. Además me había cojido a varias enfermeras y a algunas médicas muy presentables. Es un ambiente que se presta al sexo, hay pocos prejuicios, y el contacto con la enfermedad y el dolor predispone a buscar desahogos de cualquier índole.

Un día una enfermera, que sabía coger conmigo cada vez que podía, me anuncia la visita de una paciente, y me la recomienda muy especialmente.

Atendela bien que es una amiga.

Miro la ficha: Isabel Reyes Torres (es un nombre casi supuesto),paraguaya 22 años. En su historia clínica no había nada.

Abro la puerta y se me presenta una de las más hermosas mujeres que vi en mi vida. Alta 1,70, pelo largo hasta los hombros, ojos celestes, una naricita perfecta, y una boca de labios gruesos y sensuales. Más abajo un cuello largo, y unas tetas espectaculares, ni grandes ni chicas, justas. El vientre plano, las caderas amplias, el culo destacado, y unas piernas que ni Marlene Dietrich. No pude dejar de asombrarme ante tanta hermosura de mujer.

¿Y qué problema te trae por acá? Le dije.

Doctorcito, yo vine a verte porque me lo recomendó Elina la enfermera que me conoce bien.

Llevaba una blusa ligera muy escotada, que me dejaba admirar el nacimiento de sus pechos, pollera corta, no mini, y zapatos de tacones muy altos. No cesaba de admirarla, y le pregunté.

¿Pero cuál es tu problema?

Que Elina me dijo que usté tenés algo muy especial para mí.

¿Y qué puedo tener yo especial para vos?

Una verga muy grande.

Se me acercó y me plantó su boca en la mía. Nos empezamos a besar con mucha calentura. La acariciaba sobre su ropa, tocaba sus tetas y su culo, ya con mi poronga parada al máximo.

Cuando pasé mi mano derecha para adelante noté algo muy extraño. Isabel portaba una verga al menos tan grande como la mía.

Querida, qué concha más rara que tenés.

Doctorcito soy travesti. Lo de Isabel es porque mis padres esperaban una nena, y lo de Reyes porque nací un seis de enero. A veces me la cojo a Elina, y ella me dijo que me iba a gustar tu poronga, porque también la probó.

Nunca se me había ocurrido una relación de este tipo, pero es@ persona ya me tenía la pija dura como una estaca.

-¿Y qué querés?

Te la quiero chupar y que me la pongas en el culo. Y ya, rapidito.

Me desprendió el guardapolvo y la bragueta, metió sus hábiles manos y me sacó la verga de su prisión, estaba bien parada. Se agachó y me inició una mamada histórica, me besaba el glande, me acariciaba los huevos, me apretaba la punta con sus labios, y se la tragaba entera, para luego volver a sacarla y reiniciar el ritual. Movía sabiamente su cabeza para que mi pija cojiera su boca. En tres minutos sentí que me venía y se lo dije. Redobló su mamada hasta que su boca se llenó con mi semen. Siguió chupando y lamiendo hasta que me la dejó reluciente y limpia. Después de tragar y saborear bien mi leche fue hasta el lavatorio y se enjuagó la boca.

Volvió a mí y me bajó el pantalón y el slip para seguir jugueteando con mi pija que no tardó en pararse otra vez.

Ahora le toca a mi culito.

Yo estaba en otro mundo, había gozado tanto con la mamada experta que me había hecho que la miré levantarse la pollera y bajarse las bombachas. Me dejó ver uno de los más bellos culos de mi vida. Lo levantó y me preguntó si tenía algún lubricante. Los hospitales de mi país siempre se caracterizaron por la escasez de medios, lo único que había era vaselina, el lubricante por excelencia. Le alcancé un pote y se untó bien el ano, me pasó un poco por mi verga que estaba caliente y erecta. Se recostó sobre el escritorio y me ofreció su culo abriéndose las nalgas.

Pará, si lo vamos a hacer hagámoslo bien. Le dije

Y le abrí la blusa, le desprendí el corpiño liberando sus tetas que empecé a amasar a conciencia, parecían verdaderas aunque eran quirúrgicas, nadie hubiera podido distinguirlas de las de una mujer de verdad. Le cupé los pezones, pero me dijo que no me gastara ya que allí no sentía nada, pero a mí sí me gustaba tocárselas.

Se volvió a poner en posición, con el culo bien parado y separándose las nalgas para mostrarme y ofrecerme su ano. Parado detrás de ella/él le apunté la verga y me ayudó a colocarla en la entrada de su culo bien lubricado. Empujamos los dos y le entró entera de un solo envión. Había cojido muchos culos, pero ninguno que se moviera con tanta ciencia. Se meneaba tod@, hacía círculos con sus caderas, todo ante mi mirada caliente, le tocaba el culo y los muslos.

Llename el culo de leche doctorcito.

No necesitaba decírmelo, porque mi leche se venía a ritmo acelerado, ese culo era como una mano que me apretaba la verga. Ajustaba y aflojaba mi poronga que le recorría todo el recto. Se tapaba la boca para no gritar, pero igual escuchaba sus gemidos de placer. Le dejé toda mi leche en el culo, y le dejé puesta mi verga, él/ella seguía gozando, de su pija se derramaron varios chorros de leche que fueron a dar al piso.

Tenía razón Elina usté tenés una hermosa poronga.

Cuando se me ablandó la pija se la saqué. Me había regalado dos hermosas acabadas. Nunca pensé que me iba a ver en esa situación, no me considero gay ni bisexual. Pero desde entonces no desdeño un buen culo de varón, tiene que ser joven y lampiño, y si es posible bien blanquito. No lo hago con frecuencia, pero si la oportunidad se da le meto para adelante. También me han mamado la verga algunos chicos bien dispuestos, y no puedo decir que me desagrade; todo depende de las circunstancias.

Por aquellos años no eran habituales los travestis en mi país, ahora son moneda corriente, ejercen la prostitución en las llamadas zonas rojas. Quizás por eso me dejé sorprender tan fácilmente.

Isabel se acomodó la ropa y se dispuso a marcharse.

Doctorcito usté me echaste dos hermosos polvos, mi boca y mi culo agradecidos. Cuando quiera repetir avisale a Elina, ella sabe cómo encontrarme.

L@ despedí con un beso en la boca. Desde entonces supe que no hay que rechazar nada que nos de placer.

Sergio