Una paja con mi ropa

Mi ropa usada le dió placer a un muchacho... y también a mi.

Este es mi primer relato ficticio, pues los demás fueron reales, y está inspirado en un sueño que tuve la semana pasada.

Ya se había vuelto costumbre. Todos los jueves, después que regresaba de la universidad, llegaba a mi casa y encontraba a Diego, un sobrino de mi padrastro, y a su amiga Sara. Al parecer no era del todo su amiga, sino su novia, pues los había pillado en varias ocasiones dándose besos. Sin embargo, mi mamá, como buena madre, se encargaba de mantener a la parejita alejada de hacer cualquier cosa. En especial por su edad, pues a Diego le calculaba 17 o 18 años, y a Sara un poco menos. Llegaban del colegio donde estudiaban, que quedaba a pocos minutos de mi casa, a almorzar y a pasar el rato, pues el papá de Diego se tardaba en ese día en recogerlos.

Así que cada vez que llegaba a mi casa, encontraba a Diego poseído por la Xbox que mi hermano acababa de comprar. Por su parte, Sara se acostaba a dormir en el cuarto principal, ante la imposibilidad de hacer cualquier cosa, siempre ante el ojo vigilante de mi madre.

Sin embargo, mi madre me rogó para que llegara lo más pronto a la casa, con tal de no dejar a Diego y a Sara solos en el apartamento. Y así fue. Ese jueves, llegue lo más temprano que pude. Mi mamá me esperaba en la puerta impaciente, y lista pare despedirse y salir a hacer las diligencias q tenía que hacer. Al entrar la escena fue la misma: Diego frente al Xbox, si acaso despegó su mirada de la pantalla para saludarme con un ademán. Dejé mis cosas en mi cuarto, y me preparé para cumplir mi misión de "niñera de adolescentes". Así que tomé mi laptop de mi cuarto, y la llevé al cuarto donde Sara dormía. Cerré la puerta de mi cuarto, para no escuchar el ruido de los videojuegos de Diego, y me puse a trabajar en mi laptop, pues tenía muchas cosas que hacer para la universidad. Después de un buen rato, el estrés me tenía dominada, así que salí a mi cuarto a cambiarme, quitarme el jean y ponerme algo mucho más cómodo. Luego tomé la prenda y la hice una bola, y la llevé a la canasta de la ropa sucia. En la ruta hacia la canasta, pasé al lado de Diego, quien me miró penosamente, y quien parecía estresado y un poco fatigado. Al llegar a la canasta, tomé impulso y lance mi jean como si fuera una pelota de baloncesto.

Di la espalda, y regresé hacia el cuarto para seguir trabajando, cuando noté algo extraño. Regresé a la canasta de la ropa sucia y vi que la ropa que tenía el día anterior estaba desordenada. Al examinar más de cerca, noté que mis bragas estaban húmedas. Luego noté que había rastros de semen en ellas. Una furia me invadió: El maldito de Diego se había masturbado con mi ropa. Con la sangre caliente partí de inmediato a confrontarlo, pero no pude, porque una inmensa excitación me invadía. Alguien se había pajeado con mis braguitas. Creo que me sentía como una victima, pero al mismo tiempo, me sentí muy caliente. Así que me calmé, pasé por el lado de Diego, tratando de descubrir en sus rostro lo que debió gozar con mi ropa. Entré de nuevo a mi cuarto, y seguí trabajando, pero la excitación no me dejó seguir. Así que era hora de planear la venganza… de excitarme aun más. La venganza ocurriría el próximo jueves.

Una semana después, el día había llegado. Todo estaba preparado. Ese día me puse un cachetero rosado, muy sexy, un pantalón blanco de algodón, casi translúcido y muy ceñido a mi cuerpo y un top celeste muy revelador. Además me puse una chaqueta de sudadera súper suave amarrada alrededor de mi cintura, para que no me alcanzaran a ver mi ropa interior, y para estimularme y excitarme aún más. Antes de llegar, y con mi conchita húmeda durante todo el día, decidí trotar, para q toda mi ropa absorbiera mi sudor y adoptara un delicioso olor. Al llegar a mi casa, la escena fue la misma: Mi mamá me esperaba en la puerta y Diego enajenado con los videojuegos. Pero esta vez, Diego se quedó mirándome, al verme tan sexy. De hecho creo q lo hice estrellar en su videojuego. Fui a mi cuarto, dejé mis cosas, revisé que Sara estuviera dormida y me dirigí a la sala, donde estaba Diego. Me paré a su lado, y con la mayor sensualidad y ritual posible, desamarré las mangas de la sudadera en mi cintura, y le lancé la chaqueta a la cara, gritándole "Estréllate, estréllate, estréllate!" Me alejé haciéndome que me iba para mi cuarto, pero me quede escondida viendo su reacción. Él tomó mi chaqueta, la olió, y acarició su rostro con ella. Ya se podía notar un bulto en su entrepierna. Mi plan estaba surtiendo éxito.

Regresé casi de inmediato, mientras él aún percibía mi aroma a través de la chaqueta q había estado acariciando mis nalgas y mi pubis minutos antes.

  • Diego, necesito un favor tuyo.

Él, al notar mi presencia, se puso aún más nervioso, y lanzó mi chaqueta a un lado. Me senté a su lado y el pausó el juego. Al verme a su lado, su rostro dibujaba mil expresiones.

  • Dime. Respondió.

  • Es que acabo de salir a trotar, y quiero tomar un a ducha. Si suena el teléfono, contestas… ¿ok?

Diego asintió con la cabeza, mientras intentaba ocultar su notable erección. Me acerqué aún más a él, y tomé mi chaqueta, la abracé como si fuera un bebé, y la acerqué a mi nariz, para inhalar su aroma descaradamente frente a él. Diego, se estremeció, y tratando de ignorarme siguió en su videojuego.

Me levanté y me fui directo a la ducha. Bajé lentamente mi pantalón, y luego mis braguitas, que estaba completamente empapadas. No pude evitar introducir uno de mis dedos en mi rajita, y empecé a estimularme. El flujo era abundante y desprendía un aroma hipnótico. Luego tomé mis braguitas rosadas y limpié todos los flujos que acariciaban mis muslos con él. Rápidamente me despojé de las demás prendas y mientras me bañaba, me masturbé. Sin embargo, la excitación y la ansiedad de seguir con mi plan no me permitieron alcanzar mi orgasmo, sino al estimularme cada vez me ponía más caliente.

Salí de la ducha, me cubrí con una toalla, y rápidamente envolví cuidadosamente mi ropa para llevarla a la cesta de la ropa sucia. Salí del baño, y pasé al lado de Diego. En mis manos era evidente que llevaba mis panties cubiertos ligeramente por mis demás prendas. Dejé la ropa en la canasta, y entré a mi cuarto, para vestirme.

Era cuestión de minutos que el muchacho calentón tomara mis prendas, se encerrara en el baño auxiliar (que por cierto tiene el seguro dañado), y se masturbara. Yo por mi parte tomé lo primero que encontré y me vestí rápidamente. Abrí la puerta con el mayor sigilo posible, y sin hacer ningún ruido me acerque hasta el baño. Efectivamente estaba cerrado. Al acercarme un poco más escuchaba el movimiento de su mano alrededor de su verga y ligeros gemidos que trataba de esconder. Abrí lentamente la puerta, sin hacer ruido, y lo vi.

Diego tenía mis bragas húmedas en su cara, lamiéndolas y sintiendo mi aroma. Mi pantalón estaba alrededor de su cuello, y mi chaqueta amarrada en su cintura, de la misma forma q esta lo había estado alrededor de la mía hacia minutos. Sus pantalones y ropa interior estaban en el piso, y sus manos alrededor de su verga, halándola sin clemencia muy rápidamente. Ya estaba a punto de venirse cuando notó mi presencia. Sin embargó cerró nuevamente sus ojos, tratando de detener su eyaculación, pero su pene botó chorros de leche por todos lados, incluyendo mi pobre ropa.

Me acerqué a él, lo tomé de mi chaqueta, y con una mano agarré su vega, aún dura, y con leche. Con la otra mano tomé mis bragas y las olí. Mi conchita estaba en un mar de flujo, y mi corazón latía a mil. Quité mi mano de su verga, y la llevé a su boca, y le hice chupar su propia leche. Me moría de la excitación.

No sé cómo, pero tendrás que lavar mi ropa.

Diego no musitó palabra. Sin quitarme la mirada de encima se quitó mi chaqueta y se subió sus pantalones.

Mira Diego –Le dije-, Tendrás mi silencio… y las prendas que tú quieras, con más flujos, y más sudor… a cambio de un favor.

El silencio de Diego continuaba.

  • Quiero que me traigas el suéter, el pantalón y las bragas de tu amiga Sara. Tú decides. Piensalo.

Diego no respondió. Tan solo terminó de vestirse y se sentó en el sofá, como era usual. Al poco tiempo, el papá de Diego los recogió. Me quedé sola, masturbándome con mi ropa, la misma con la cual Diego se había masturbado. Pensando en cuál sería la respuesta de Diego.

¿Cuál será?