Una paja con mi madre
Cierto día, haciendo el montaje de una película de una infidelidad, mi madre, que estaba conmigo, se me puso cachonda y comenzó a hacerse una paja, de modo que yo la miré y me hice otra.
Una paja con mi madre.
Cierto día, haciendo el montaje de una película de una infidelidad, mi madre, que estaba conmigo, se me puso cachonda y comenzó a hacerse una paja, de modo que yo la miré y me hice otra.
Quién no ha disfrutado alguna vez viendo follar a una pareja, qué marido no ha fantaseado con ver a su esposa follada por un extraño, quién no ha sentido una descomunal erección viendo una película porno, quién en su adolescencia no ha sentido cierta curiosidad por ver a su madre en bolas, y lo más sugerente de todo: A quién no le gustaría ver a su madre follando, o sencillamente follarla.
Eso le ocurrió a Marcos, un muchacho de la provincia de León en España, que trabaja en una "tienda del espía" a quien un cliente le solicitó instalar una cámara en el coche de su esposa para graba sus infidelidades, pero cuando estaba montando la película en el laboratorio de casa de sus padres todo se complicó, porque su madre, que estaba viendo el montaje, se puso cachonda y comenzó a hacerse una paja, pero será mejor comenzar por el principio.
Soy Pancho Alabardero, tengo casi cuarenta años, vivo en Madrid, mantengo relaciones incestuosas con mi madre y me relaciono con colegas que hacen otro tanto. Compartimos experiencias, confidencias y vivencias y a veces, sólo a veces, nos gusta darlas a conocer. Este relato a buen seguro no les dejara indiferentes, porque de alguna manera muchos de ustedes se verán reflejados en Marcos, un muchacho que había visto desde la niñez a su madre en bolas, pero en la adolescencia eso se convirtió en un infierno.
Hola soy Marcos, tengo 23 años, vivo en una ciudad de la provincia de León en España, trabajo en una tienda de informática y además instalo la mayoría de los productos que vendemos en casa de los clientes, como cámaras de video externas e internas, algunas para seguridad y otras sencillamente para expiar.
Cierto día se me presentó en la tienda un cliente que buscaba una cámara diminuta para instalarla en el coche de su esposa. Le dije que era muy difícil, porque aunque la cámara podría encontrarla como la cabeza de un alfiler, la grabadora necesariamente ocuparía más espacio y seria muy difícil ocultarla, aunque no se desanimó y me encargó que buscara una solución.
No fue tan difícil complacerle, porque necesites lo que necesites, te metes en google y lo terminas encontrando. Al día siguiente le llamé y le hice una propuesta, que aceptó sin más. En unos días me llegó el equipo y al día siguiente me trajo el coche de su esposa para que se lo instalara, lo cual hice con maestría, porque conseguí ocultar la grabadora dentro del maletero del coche, entre la moqueta y la chapa y le instalé un par de cámaras una en la cajita del telepeaje y otra en la pieza que sujeta el espejo del retrovisor derecho del conductor.
El aparato era muy sofisticado y sólo funcionaba cuando detecta actividad, de modo que graba sólo si hay alguien dentro del coche, pero claro, a pesar de que tenía una memoria de almacenamiento de gran capacidad, de vez en cuando había que retirar la memoria y descargarla en algún dispositivo externo. Le instruí de como había que hacerlo pero prefirió traerme de vez en cuando el coche y que yo se lo pasara a un DVD.
Retiré la memoria y lo descargué en el disco duro de la tienda para posteriormente entregarle el DVD ya grabado y volví a colocar la memoria ya lista para volver a utilizar. El hombre se fue tan contento pero al día siguiente me vino con el DVD para que le borrara las imágenes que carecían de interés y que sólo le dejara las escenas de algunas infidelidades de su esposa que ya había capturado, aunque me hizo una seria advertencia antes de dejármela.
-Que no me enteré yo que este material lo ve o cae en manos de algún extraño-
La "sugerencia" me la hizo en tono solemne y de alguna manera amenazante, de modo que le tranquilicé cuando le dije:
-No se preocupe lo más mínimo señor, éste es mi trabajo y nada ni nadie me lo va a fastidiar-
Claro, eso fue lo que le dije, pero no lo que hice, porque ese mismo día al mediodía me fui con el DVD a casa de mis padres donde aún conservo instalado un laboratorio para hacer montajes y en lugar de encerrarme en la habitación, mi madre que todo lo curiosea, se coló para fisgonear en lo que estaba manipulando.
¿Adivinan de qué se trataba la película? Si han pensado que se trataba de sexo, pues decirles que en efecto han acertado, porque había grabaciones tediosas, de esas que la señora sale y entra al coche sin que nada suceda, pero entre medias había secuencias para quedarse "pasmao" porque la buena señora le hacia mamadas de campeonato a un acompañante joven que de vez en cuando entraba en el coche.
A ella también la trajinaban bien, porque le quitaban las bragas, le metían la boca en el chocho, le hacían pajas, le sobaban las tetas, vamos, un repaso en profundidad, aunque no siempre era el mismo joven, porque a veces lo alternaba con otro hombre más o menos de la edad de la señora, una rubia de muy buen ver y mejor hacer, porque la jodía era una auténtica experta en lenguas vivas. Pero la sorpresa estaba por llegar.
-Joder, yo a esa tía la conozco, es Marita- exclamó mi madre nada más comenzar a visualizar la grabación, pero aún me aguardaba otra sorpresa cuando un chico joven entraba en el coche, porque mi madre enseguida le reconoció.
-Joder, pero si ese es el hijo de Luisa, que cabrona, si ella y su madre son amigas, además Marita tiene hijos de su misma edad-
Yo seguía a lo mío, borrando las escenas inocentes y enlazando las infidelidades, aunque los comentarios de mi madre, según avanzaba en el montaje, se hacían cada vez más osados y explícitos:
Que guarra, que gusto, que hija de puta como se la chupa, ala mira como se abre de piernas, cómo se la esta metiendo... y así sucesivamente, hasta que llegó un momento que se quedo en silencio. Me volví para ver que sucedía y me quedé literalmente "pasmao".
Mi madre estaba sentada en el sofá, se había abierto de piernas, se había retirado ligeramente las bragas con la mano izquierda y con la derecha se estaba haciendo una paja. Me quedé petrificado pero ella ni pestañeaba mirando la pantalla y relamiéndose de como su amiga Marita se la chupaba al hijo de Luisa. Yo dejé de trastear con la película y puse la grabadora en "play" para que mi madre no se desconcentrase y continuase con su paja.
Al principio miraba de reojo. Mi madre tenía las mejillas rojas, como rosetones, los ojos pegados en las escenas de la película, su boca medio abierta, su lengua asomaba a veces a sus labios, su dedo corazón derecho subía y bajaba lentamente restregando su clítoris y su cuerpo menudo estaba medio desvencijado sobre el sofá. Fueron momentos de zozobra, no sabía qué hacer, si marcharme y dejarla sola, si disimular o si sacarme la polla y hacerme también una paja, de modo que ante la duda, opté por lo que más me apetecía hacer.
Nada más comenzar a hacerme la paja mi madre dejó de mirar a la pantalla y comenzó a gemir ligeramente mirándome a mí. Yo estaba de un cortado que no me llegaba la camisa al cuello, pero no perdía detalle de lo que hacía su dedo en su chochito.
Ahora el ritmo era algo más enardecido, nos cruzábamos las miradas, nos hacíamos tímidos gestos de asentir, de aprobación, de beneplácito, pero de buenas a primeras mi polla comenzó a bombear leche por toda la habitación y mi madre, auténticamente fuera de sí, comenzó a gemir en medio de convulsiones y su dedo frotaba frenéticamente su chocho. Se estaba corriendo mientras yo seguía lanzando leche como un loco.
Ella, casi en medio de los espasmos, se levantó y se marchó corriendo al lavabo. Yo cogí una bayeta y limpie la leche que estaba esparcida por toda la habitación, recogí deprisa mis cosas y me despedí de mi madre.
-Mamá, me voy, ya he terminado y ya lo he dejado todo recogido.
-No te preocupes hijo, ya lo recogeré yo todo, tu vete- me dijo sin salir del baño, sin aparecer, de lo cual me alegré porque al menos yo estaba abochornado de lo que había hecho, de lo que habíamos hecho los dos, aunque me relamía de gusto al recrear en mi cabeza las imágenes de mamá haciéndose una paja.
Mi madre es una mujer menuda, pero muy bien proporcionada, apenas supera el 1,60, de tetas ajustadas a su talla, de ojos verdes, de pelo negro, de boca y labios insinuantes, de nariz pequeñita y respingona, de piernas duras, de pies pequeñitos y de chochito chiquito y estrecho, pero muy osado. Lo digo porque desde siempre mi madre nunca se ha recatado lo más mínimo para ponerse en pelotas delante de mi.
De niño nunca le di importancia alguna, pero en la adolescencia era algo que me traía loco. Además tengo una hermana dos años menor que yo y la muy jodida también se ponía en pelotas en la piscina de casa para tomar el sol. Yo cuando las veía a las dos juntas las pasaba negras, disimulaba, hacia que no me interesaba, pero no las quitaba ojo, incluso me subía a la habitación para verlas detrás de las cortinas. Mas de una vez me hice pajas mirándolas desnudas a las dos y deleitándome al verlas con sus chochitos al aire.
Ya saben que se desea aquello que se ve y créanme, yo deseaba el chocho de mi madre desde la adolescencia y soñaba con el chochito de mi hermana con suma pasión, de modo que cuando me hice una paja con mi madre, con su chocho a mi lado, me volvió loco, pero también estaba súper avergonzado, tanto que ese fin de semana, que casi siempre los voy a pasar a casa de mis padres, puse una disculpa y les dije que lo iba a pasar a Madrid.
El lunes mi madre me llamó por teléfono a la tienda para preguntarme cómo me había ido el fin de semana en Madrid. Nada anormal, pues hablamos por teléfono varios días a la semana. Me preguntó qué tal estaba, aunque la pregunta tenía retranca.
-Muy bien mamá, estoy muy bien y muy contento ¿y tú?
-También muy bien y muy alegre. ¿Quieres venir hoy a comer conmigo? Estoy sola, tu padre esta fuera y no vendrá hasta la noche.
La invitación a mi me sonaba a gloria, porque intuí desde el inicio que me estaba invitando a comer y a postre, de modo que acepté sin dilación. Estaba como un flan. Tantos años viendo y deseando el chocho de mi madre y hoy podría ser el gran día. Cuantas pajas soñando con el y quizás hoy podría metérsela.
Nada más entrar me dio un beso de cortesía, como siempre, me quité la chaqueta y me senté en el sofá del salón, como siempre, ella me ofreció una cerveza, como siempre, pero estaba vestida con una minifaldita brevísima y con zapatos rojos de tacón, como nunca, pues mi madre nunca esta en casa con zapatos de tacón.
Nada más traerme la cerveza y servírmela en el vaso, alcé mi mano y le acaricié las nalgas. Ella se sentó encima de mí y me dijo:
-Que vergüenza pase el otro día, estaba tan alterada de ver a Marita con ese chico que no me di ni cuenta de lo que hacía-
Y fue entonces cuando le conté lo que me atraía su chocho, la de pajas que me hice cuando las veía desnudas, y lo mal que lo pasaba cuando incluso a veces nos servia la comida desnuda, le dije que llevaba años soñando con su chocho.
A todo esto ya le había quitado las bragas y estaba manos a la obra con el sujetador. Cuando la tuve desnuda entre mis manos casi me desmayo del placer, olía a hembra en celo, mi madre desprendía un olor que te perturbaba los sentidos. Su chocho tenía sabor agridulce, sus tetas a miel, sus labios a rosas pero el momento sublime aún estaba por llegar: me subí encima de ella, le abrí ligeramente las piernas y le fui metiendo la polla centímetro a centímetro, la quería disfrutar a sabiendas de lo que hacía, por eso se la fui metiendo despacito, muy despacito, hasta llegar a enterrársela toda en su chocho.
Aquello era la gloria, se la metía y se la sacaba con tanta suavidad, con tanto placer, que mi madre se relamía de gusto, lo estaba disfrutando tanto como yo. De nuevo aparecieron los rosetones en sus mejillas, estaba salida, cachonda, calentorra, y en apenas unos minutos me estaba corriendo dentro de ella como un semental, aunque ella no me iba a la zaga, porque comenzó con unas ligeras convulsiones que terminaron en soberbios espasmos.
Estuvimos abrazados mas de una hora besándonos, tocándonos, sobándonos todo nuestro cuerpo, nos habíamos metido un polvo de antología, pero mi madre aún estaba algo necesitada, de modo que una de las veces que tenía mi polla en la mano frotándomela, haciéndome una pajita, se bajó los labios y se la metió en la boca. Cuando noté mi polla dentro de su boquita creí que me moría de gusto, pero no, lo que hice fue correrme nuevamente dentro de su boquita, me encantó follarla por la boca tanto o más que en su chocho.
No habían pasado más de dos días cuando por la noche me llama mi hermana a mi casa. Ella esta estudiando en la universidad de Valladolid y vive entre semana allí, porque la casa de mis padres queda mas de 200 kilómetros de distancia.
-Hola Alicia qué tal estas- le pregunté cortésmente.
-Alucinada- me contesta.
-¿Qué te pasa? ¿Por qué estas alucinada?- le volví a preguntar sin demasiado entusiasmo porque creí que se trataba de algo intrascendente pues mi hermana tiene cierta tendencia a teatralizarlo todo.
-Estuve hablando con mamá y estoy alucinada de lo que habéis hecho- me dice con cierta rimbombancia.
-¿Mamá te lo ha contado todo?- le pregunté un tanto perplejo.
-Todo. Ella y yo no tenemos secretos y nos lo contamos todo siempre- me dice aún con cierto énfasis.
-Y qué te parece- le pregunté muy interesado.
-Pues que sois unos guarros- me dice con cierto aire de envidia y a continuación va y me pregunta:
-Y también me ha dicho que te has hecho pajas mirándome mi rajita ¿es cierto?
-Si, si que lo es. Tienes un chochito encantador y llevo años deseándolo- le dije ya intuyendo que mi hermana no estaba disgustada sino cachonda.
-Pero que guarro eres. Si somos hermanos ¿cómo puedes decir eso?
-Eso díselo a mis hormonas a ver si lo comprenden- le dije.
-¿De verdad que te has hecho pajas pensando en mi rajita?- me preguntó ya absolutamente nerviosa.
-Si cielo, tienes un chochito encantador y me muero de ganas por metértela. Si tu quieres voy mañana por la tarde a tu casa- le dije como proposición
-Bueno, mañana a las siete ya estaré en casa, pero...
-Pero qué- le pregunté
-¿Ahora estas ocupado?-
No cielo, no estoy ocupado, en una hora estoy ahí.
El sexo es una fuente de placer inagotable, no cuesta dinero, rejuvenece, embellece, es saludable, y además no contamina. Pancho Alabardero alabardero3@hotmail.com