Una orgía de matrimonios de clase alta (1)

En una lujosa mansión cerca de Madrid se va a desarrolar una orgía sexual que dejará pequeñas a las bacanales romanas. Matrimonios adinerados de alta sociedad, de todas las edades, se darán cita para experimentar y gozar con todo tipo de perversiones sexuales.

TÍTULO: Una orgía de pervertidos matrimonios de clase alta

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El lujoso Mercedes era conducido con morbosa lentitud. Llevaba las lunas tintadas y especialmente fabricadas para impedir visionar desde fuera su interior. El apuesto chofer alemán, impecablemente uniformado, era agasajado por la cincuentona baronesa, que no cesaba de mamar y engullir su soberbia polla que alcanzaba sus buenos 25 cms. Era una verga rolliza, con las venas marcadas y con un descomunal capullo sólo apto para bocas grandes y glotonas.

La aristocrática mujer ocupaba el asiento de al lado del conductor y bien agachada sobre el regazo del chofer chupaba su falo con tremendas ansias. El alemán parecía no inmutarse y sólo leves gemidos de gusto se escapaban de sus labios. La baronesa, expertísima mamadora de vergas, se deleitaba con aquel pedazo de carne. El pollón aparecía fuera, bien salido, esplendoroso en toda su extensión, pues presentaba una erección fortísima y duradera, propia de un macho potente. Las manos de la mujer, aferradas a aquel mástil del placer, subían y bajaban a lo largo del tronco acompañando la chupada insistente y los suculentos lametones en la cabezota. Los huevazos del empleado estaban ocultos aún en la bragueta de los pantalones negros del uniforme.

La baronesa, ricamente enjoyada, lucía unas uñas de las manos bien esculpidas y con un rabioso tono rojizo, brillante. Las llevaba largas y primorosamente cuidadas, ya que sólo las vergas masculinas, y algunas cosas más del sexo, eran su debilidad. Se la mamaba procurando no perder su compostura y tampoco el peinado que exhibía en su glamorosa cabellera rubia platino. Respiraba hondamente y conforme avanzaba en la mamada más le apetecía aquel cipote del amor. Llevaba puesto un vestido color oro de lentejuelas tan atrevido que parecía ir desnuda. Ella era más bien delgada, estrecha de hombros, con caderas amplias y gran culo redondo, con poco pecho, aunque firme por la silicona, destacando unos enormes pezones negros de tanta sensibilidad que el sólo trajinarlos la llevaba a unos orgasmos estruendosos. Se había puesto un sujetador negro con aros y abertura para los pezones, con lo que sus botones mamarios quedaban libres y expuestos al antojo de los labios de quien los quisiese.

El traje, con escote vertiginoso, dejaba al descubierto la mayor parte de sus tetas y parte de esos pezonazos tan eróticos. Era también cortísimo, y tan mini, mini…que si se agachaba levemente ofrecía con descaro su culo opulento, y sus gruesos muslazos de madura jamona. No llevaba bragas ni tanga alguno, sino unos pantys abiertos por detrás y por delante. Eran de color carne, de un nylon transparente y clásico. Su vestimenta se completaba con unas sandalias doradas de altísimo y fino tacón de aguja que dejaban al descubierto unas uñas esculpidas y el contrate sensual de la puntera de los pantys-medias.

En la postura que se encontraba, el vestido se le había subido casi a las caderas dejando expuestos sus muslos y prácticamente toda su entrepierna. Levaba el coño totalmente depilado, sobresaliendo sus labios mayores que eran gruesos y abultados. Chupando aquel biberón se sintió caliente y con ganas de joder, por lo que fue mojándose entera. La raja le palpitaba y se abría como en contracciones de las ganas de sexo que tenía. Deseaba ser aplacada, pues además de baronesa era una hembra baqueteada por el furor uterino que padecía.

Continuará