Una oración por el bien del país
Ahora que las elecciones han pasado.
Y México conoció a su presidente electo. Luego de que los reclamos de uno de los candidatos perdedores le pusiera el negrito al arroz a la jornada electoral que demostró que a pesar de ni bien saber lo que significa no le tenemos miedo a la palabra democracia ni a lo que esta implica, el Instituto Federal Electoral anunció el nombre de quien, al haber obtenido el mayor número de votos y a partir del primero de diciembre del año en curso, habrá de gobernar a este pueblo prospero y ambicioso que es el mexicano. Muchos salieron a las calles a celebrar, haciendo sonar los claxon de sus autos y hondeando banderas del partido triunfador. Algunos lamentaron el resultado y apoyaron la teoría del fraude, otros tantos tomaron con indeferencia la noticia y unos más
Los cuchicheos se escuchaban hasta la sacristía y, curioso de saber el origen de los mismos, el sacerdote encargado de esa una de las tantas iglesias que tapizan el país abandonó, dispuesto a resolver el gran misterio, la importante tarea que es el dormir. Caminó con sigilo y limpiándose de los ojos las lagañas hasta encontrarse con que, hincada en la primera fila, mirando hacia el altar y con sumo fervor, una beata no identificada rezaba sin parar. Intrigado por el motivo que inspiraba aquellos rezos llenos de devoción, el religioso se acercó a interrogar a la mujer.
Disculpa que te interrumpa, hijita, pero ¿se puede saber a quién o qué van dedicadas tus suplicas? inquirió el párroco.
Yo rezo, padrecito, para que el próximo presidente cumpla las promesas de campaña y saque al país de la pobreza contestó la mujer.
El sacerdote al escuchar la respuesta, se hincó al lado de la dama, junto las manos, agachó la cabeza y, casi con el mismo fervor que antes lo hiciera la parroquiana y olvidándose por un rato de la crisis de falta de fe por la que atravesaba, comenzó a orar.
¡Gracias, padre! exclamó la mujer al borde del llanto Seguro con sus rezos Dios nos hará más caso sentenció creyendo que el religioso oraba por la misma razón que ella.
No te confundas, hija mía. Yo no estoy rezando para que el próximo presidente cumpla las promesas de campaña y saque al país de la pobreza.
¡¿Ah no?! chilló la dama Entonces, ¿qué es lo que usted le pide al Señor? preguntó confundida.
Le pido, ¡que por favor!, en lugar de estar aquí rezando para que otro te resuelva los problemas, en lugar de estar aquí perdiendo el tiempo, ¡te pongas a trabajar!