Una nueva sumisa, una sumisa mas (3 - Final)

La primera persona que respire será la primera persona que grite. La primera persona que grite será la última persona que respire. Ella no había gritado, tampoco había respirado, se había limitado a obedecer, sin demasiado apasionamiento pero tampoco sin demasiada falta de voluntad.

UNA NUEVA SUMISA, UNA SUMISA MAS (y 3)

La primera persona que respire será la primera persona que grite. La primera persona que grite será la última persona que respire. Ella no había gritado, tampoco había respirado, se había limitado a obedecer, sin demasiado apasionamiento pero tampoco sin demasiada falta de voluntad.

Ahora estaba desnuda, de rodillas, al lado de la mancha de semen en la alfombra… la hice levantarse y que se volviese a vestir. En sus ropas había manchas de mi semen.

-Serás mía siempre que lo desee.

-¿Por qué?

-¿Por qué no? Toda mujer que desea ser dominada y cae en mis manos… acaba siendo dominada. Todas las veces que lo desee.

-Solo te he llamado amo y te he chupado la polla. A muchos otros les hice mucho mas y ni tan siquiera sabia sus nombres.

-Quizás eso sea cierto pero de lo que no cabe ninguna duda es de que tu eres una sumisa. Mi sumisa. ¿Qué vas a hacer ahora, sumisa?

-Alejarme de ti.

-Lo que quieres es que te acerque a mí. Eso te proporcionaría una coartada moral para abandonarte a mis deseos.

Me acerqué a ella y puse mis manos en sus nalgas, encima de su falda. Le separé las nalgas todo lo más que pude (y la falda me permitía). Ella no hizo nada. Podía sentir su respiración a escasos centímetros de mi boca. Demasiado fácil. La liberé de nuevo. Me gusta luchar por aquello que me gusta. En el fondo su conformismo era un inconformismo en toda regla.

-¿Ves? –dijo ella sin dejar de sonreír…-no soy tu sumisa.

Volví a acercarme a ella y de un empujón la tire al suelo golpeándose en un hombro con la mesilla de noche. Me miró con rabia y dolor pero antes de que pudiese reaccionar ya había sacado las cuerdas de mi maletín y estaba atándola las manos en la espalda. Intentó evitarlo pero el golpe en el hombro y mi superioridad no se lo permitieron. Cuando acabé esta encima de la cama, completamente vestida, con las manos atada a la espalda y los pies atados entre si.

-Quizás no seas mi sumisa –comencé- pero te juro que vas a sentirte como si lo fueras.

Ella no contestó.

En mi maletín de trabajo también había crema lubricante, pinzas, dos velas, y algunos condones. Lo puse todo encima de la mesa y permití que ella los viese sacándolos uno a uno. Percibí un ligero cambio en su expresión al sacar las pinzas. Quizás ella lo desease, quizás tuviese miedo. Ambas opciones eran aceptables.

Le di la vuela y le levanté la camisa, no se había puesto los sostenes al volverse a vestir asi que directamente puse dos pinzas suavemente en el borde de sus pechos, pinzando levemente la carne, nada mas. Ella pareció no inmutarse. Las pinzas eran metálicas, no presionaban demasiado y sus dientes eran diminutos y redondeados. Cualquiera podía soportar eso. Le quité las pinzas y le di un breve masaje en la zona donde las había aplicado para que recuperase la circulación sanguínea. Después, sin decirle nada se las aplique en los pezones. Ahora su expresión cambió levemente, se mordió el labio inferior y su respiración comenzó a acelerarse al tiempo que sus pezones se endurecían. Bien, eso era diferente.

-¿Duele, sumisa?

Ella no contestó. Fantástico. Eso me daba ahora a mí la coartada necesaria. Di unos leves golpecitos en las pinzas, eso debía doler. Ella se mordió el labio inferior con más fuerza hasta hacerse sangre. Deje de golpearle en las pinzas de los pezones y lamí la sangre de sus labios. Era sangre caliente y salada.

Ella sonrió.

Lo había conseguido. Era completamente mía.

(FIN)

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¿Te atreves?

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