Una nueva experiencia a mis casi 60 años 1/2

De vivir en un condominio de clase alta, pasé a otro de clase baja, donde me recibe una suculenta viuda que necesita atención. CON FOTOS.

UNA NUEVA EXPERIENCIA A MIS CASI 60 AÑOS

Mi nueva experiencia, es muy parecida a la trama de la película mexicana: "Lagunilla, Mi Barrio". Y por ello no es muy original que digamos.

Para aquellos que no la disfrutaron, toda la trama se desarrolla, porque don Abel –el protagonista- tiene o decide (ya no recuerdo), cambiar su residencia de una de las colonias más "popis" de la Ciudad de México a una de las de clase más populachera de la inmensa ciudad.

El cambio implica para el protagonista, alternar con personas de otro estrato social, con todo lo que ello involucra.

Pero entremos en materia:

Resulta que por diversas causas, que sería aburrido detallar, mi esposa y su servilleta, decidimos, en los mejores términos, divorciarnos.

Y para lograrlo, con nuestras limitaciones económicas, la única solución que encontramos, o más bien la mejor, fue rentar nuestro privilegiado condominio, y con el producto de la renta + la ayuda económica de nuestros preciosos hijos, rentar dos mini-departamentos de una recámara –uno para cada uno- eso sí, tratando de conservar en lo posible, todos los servicios a que estamos acostumbrados, incluyendo no alejarnos de la zona en que vivíamos, para no apartarnos de los hijos y de nuestras amistades más queridas.

Con ello, y después de una exhaustiva búsqueda de mi inteligente y capaz esposa, conseguimos lo buscado.

A mi me tocó llegar a un conjunto de Interés Social que cumplía con lo requerido.

Y empezó mi nueva experiencia.

A pesar de seguir en la zona sur de la ciudad, el hecho de llegar a una unidad de interés social, implicaba alternar con vecinos de diferente nivel social.

Cosa que debo confesar, me interesaba especialmente, ya que por experiencias anteriores por mi tipo de trabajo (constructor), deseaba saber más de las personas de un nivel inferior solo socialmente, porque tenían, según pude constatar en nuestra convivencia, un muy diferente punto de vista de la vida y un sentido del humor, que envidiaba.

Debo aclarar que no solo NO menosprecio a las personas que no tuvieron la suerte gratis de desenvolverse en un ambiente como el que yo tuve. Al contrario, desde un principio, me pareció interesante y divertido el poder vivirlo.

El caso es que para mi buena suerte, la tarde-noche del día de mi llegada a mi nuevo domicilio, se fueron presentando varios de mis nuevos vecinos, para darme la bienvenida y ofrecer su apoyo en cualquier cosa que necesitara ¡Que afortunado soy!, pensé.

Con ello reconfirmé los buenos sentimientos de las personas con muchos menos recursos económicos a los que estuve acostumbrado toda mi vida, que conllevan gustos y aficiones diferentes a la mal llamada "gente bien".

Y digo reconfirmé, porque por mi profesión de arquitecto, como ya comenté, tuve contacto con albañiles y puedo decir, que muchas de las gentes "ricas" o "popis", ya quisieran tener los sentimientos y la calidez de ellos.

Bueno pues, la última visita en darme la bienvenida, fue una señora cercana a los 40 años, guapa, buenísima, muy arreglada y perfumada, quien con mucha coquetería y moviendo sugestivamente sus amplias caderas, me pidió lápiz y papel, para dejarme todos sus datos, y ofreciendo por supuesto, su ayuda en cualquier cosa que yo necesitara.

Yo pensé: en esa colita o más bien colota, yo si me formo y está justo como más me gustan: caderotas, con nalgas pompeyanas de donde agarrarse con entera confianza, con experiencia como para no espantarse de nada y por los primeros indicios, necesitada de atención, sexo y cariños.

Estaba mascando chicle, algo que no me gusta, pero me valió madres como dicen los rancheros, porque al dejar de admirar su grupa, noté unos amplios y generosos pechos más que apetecibles. Con ello, sentí que mi casi moribundo amigo, tenía ganas de volver a tener acción, algo que hacía tiempo, no sucedía.

Dormí mal esa primera noche, extrañando todo a lo que estaba acostumbrado, a pesar de tener casi todas mis cosas ya acomodadas en su nuevo espacio.

A la mañana siguiente me despertaron las campanas del timbre de mi nuevo mini departamento. Era doña Diana Laura, la antes descrita, quien portaba una charola cubierta con un blanco trapo.

Como eran las 9 de la madrugada, a regañadientes la hice pasar y decidí sentar las bases para sus visitas, no muy amablemente por cierto.

¿Qué la trae tan temprano, doña? – pregunté abruptamente.

Como creo que no tiene nada para su desayuno, le traje jugo, café y pan de dulce.

Se lo agradezco mucho, pero no acostumbro desayunar más que un licuado de leche con chocolate, pero ya que está aquí, pase, siéntese y espéreme, me lavaré la boca y me arreglaré un poco. Me despertó.

Con toda confianza debo aclararle que detesto las sorpresas y en especial las tan a temprana hora.

Perdonará mi imprudencia al venir sin avisarle, pero sin tener el número de su teléfono y preocupada por el bienestar de tan fino caballero, decidí arriesgarme a ser inoportuna. Tenga la charola y me avisa cuando puedo recoger mis tiliches.

No, por favor, pase usted.

Se acomodó en mi único sofá de dos plazas, esperando mi respuesta.

Como le dije, espere a que me arregle un poco. Regreso en un momento.

Con toda saña, la hice esperar 15 minutos y salí con el hocico lavado, peinado y con cara seria le expresé:

Perdonará mi franqueza, no quiero ser descortés con una señora tan guapa y atractiva. Pero, como me interesa mucho su amistad, prefiero sentar las bases para que esa amistad florezca.

Pensé: que cursi puedo ser, "florezca", pero la doña ante el piropo, atinó a sonreír un poco forzada.

Ahora venía con unos pantalones blancos que modelaban sus formas mejor aún que el ceñido vestido del día anterior.

Lo pude apreciar al levantarse a dejar la charola en la cocina, y ¡Que nalgas!, moviendo la grupa, como diciendo: todo esto lo puede tener solo siendo amable.

Y como SI lo quería tener, me senté en el brazo del sofá, a su lado, espiando el nacimiento de sus pechos que con dos botones desabrochados, podía apreciar bien, y con un tono más cálido le informé:

Yo soy más nocturno que diurno. Me levanto de malas, perdone mi brusquedad. Quiero decirle que hoy está aún más guapa que ayer, y no creí que eso fuera posible.

Para irnos conociendo ¿Qué tal le parece si hoy en la noche, la invito a tomarnos unos buenos líquidos? ¿Puede? ¿O la regañan?

Así nos conoceremos mejor y de paso nos divertimos.

Vivo solita, no tengo quien me regañe. Que jodida estaría si a mi edad tuviera que pedir permiso ¿A que hora nos vemos?

Como lo sospechaba, no era "la dama del buen decir" y eso para mí, la hacía aún más cachonda.

A las 8 ¿Qué le gusta beber?

Tequila y para bajarlo unas cervecitas requete frías. Yo traigo la botana.

Perfecto, pero ahora permítame calentar el café y me acompaña con él a tomarme mi licuado. En el microondas estará listo en un minuto.

Estuve todo el día afinando detalles del departamento, pero a las 7 de la noche me bañé, me puse loción y preparé el escenario para recibirla: poca luz, música cachonda, prendí un incienso de aroma floral y sobre la mesa del comedor, una botella del tequila, otra de ron para miguelito, mi vaso consentido, un vaso alto y angosto de vidrio soplado para el tequila y una coca de 2 ½ litros.

Llegó puntual, vestida como una puta, esto opino, porque estaba ataviada con unas medias negras de red, una de esas prendas que los modistas y las mujeres, denominan tops, que se pegan al cuerpo como una segunda piel, blanco en esta ocasión, que dejaba translucir un erótico brassiere negro lleno de encajes y para acabarla de chingar, una pulsera en su tobillo derecho. Me quedó claro que todo tenía menos ser tímida, pero me excitó el conjunto.

Fue entonces que mi conciencia empezó a joder:

Piensa pendejo, hace 20 años eras un garañón, ahora eres un pinche viejo que con trabajo se le para.

Además, ni que fueras tan galán, esta vieja está demasiado dispuesta a darte las nalgas y quien sabe en que problemas te pueda o quiera meterte. No sabes nada de ella.

Y tenía razón, decidí irme con tiento.

Olvidé mencionar que al llegar, me aclaró que la botana que trajo era un mousse de cilantro con chile serrano y que una de sus virtudes era ser una buena cocinera.

Le serví una generosa ración de tequila, saqué hielo para mi cuba y una lata de cerveza para ella y la senté en el sofá, acomodándome en mi sillón consentido frente a ella y cuando alcé mi vaso para brindar, me dijo burlonamente:

¿Por qué tan lejos? Solo muerdo cuando me lo piden ¿No será que usted también me tiene miedo?

¿También?

En este pinche conjunto la bola de viejas pendejas. me dicen la come hombres. Perdone mi vocabulario, don Luís, usted tan fino y yo soy muy mal hablada. Pero prefiero que me conozca tal cual soy.

¿Y como es?

Soy una pobre viuda desde hace 10 años, que necesita cariño y solo consigue sexo muy de vez en cuando, pues como le dije, todos me tienen miedo. Miedo de que los pueda meter en una bronca y las esposas -porque todos acá son casados o arrejuntados- ni me saludan, pinches viejas corrientes.

¿Y por que sigue aquí? – pregunté con lógica.

¿Y darles el gusto de sacarme? Además, mi viejo solo me dejó mi departamento y una jodida pensión que apenas me alcanza para tragar. Y me gusta vivir en el sur, no quiero acabar en una vecindá en el centro, rodeada de rateros y viciosos.

Ni siquiera me han permitido demostrarles que soy una buena persona, calentona, pero buena gente. Mi única amiga en esta unidá es mi comadre, también viuda. ¿Y que hay de usted? Cuente, cuénteme.

Yo solo soy un viejo recién divorciado, arquitecto retirado, aunque trabajo ocasionalmente en mi casa con mi computadora, haciendo pequeños programas que me solicitan de vez en cuando.

¿Y por que vino a dar a este pulguero? Usted se ve una persona fina, con personalidad, cultura y educación. ¿Por qué vivir con gentes de una clase social más baja?

Por las mismas razones que usted, el cochino dinero, o mejor dicho, la falta de él. Y también me gusta el sur de la ciudad.

Bueno, no nos pónganos trágicos, mejor sírvame otro fogonazo de ese buen tequila y usté acábese su cuba, que ya está pagada. ¿Quién canta?

Es Nora Jones y aunque canta como negra, es blanca ¿Le gusta?

Si, harto, canta rete cachondo, como para bailar ¿Le apetece?

Pensé ¡Dios mío! No debe de haber terminado ni la primaria y nunca aprobó el castellano.

Como si hubiera leído mi mente, siguió:

Híjole, usté habla rete bien bonito y yo más sin en cambio, necesito clases de español. Mejor bailemos y después me cuenta cosas más íntimas, no como entrevista de tele.

Hecho, pero soy pésimo para bailar, dicen que tengo dos pies izquierdos.

Yo lo llevo y además son canciones lentas, que solo moviendo un poco el bote, se siente a toda madre.

Nos levantamos y al tomar su brazo me sorprendió su consistencia, esperaba carne un poco fofa. Olía a un perfume dulce, no fino, pero tampoco desagradable, así que me acerqué hasta que nuestros cuerpos quedaron juntos.

Así mi Don, bien cerquitas para que el cuerpo sienta lo que recibe. Necesito otro tequila para darme valor, usté está como fichando, su cuba ya debe saber a vidrio, chínguele.

Mi conciencia volvió a molestarme:

Querías folklore, pues ya lo tienes, ahora te chingas.

Como no estoy seguro del interés de mis escritos por mi preferencia a extenderme en largas descripciones, antes de relatar detalles explícitos de sexo, acabo de decidir separar la narración de mi experiencia en dos capítulos, claro, dependiendo de si se dan algunos comentarios suyos que justifiquen seguir con ello. Tengo más imágenes, pero ellas son también más explicitas, y solo se justifican intercaladas dentro de la narración.

Así que si a algunos de los lectores les interesa, háganmelo saber y terminaré mi relato. Checaré sus comentarios en la página de mi perfil, pues deseo conservar oculta ni dirección de E- mail.

MADURO CACHONDO

ABRIL 30’08