Una novia para tres hermanos... y una hermana

Una historia de un inicio y de grandes finales.

Eran las doce de la noche. El puti club estaba animado. Bea, la chica morena que atendía el bar, charlaba animadamente con dos guardias civiles.  En una esquina, un borracho, hundía su cabeza entre las grandes tetas de una veinteañera rubia, de ojos azules, con altas botas negras, diminuta minifalda roja y gran escote en su blusa blanca. Otras dos minifalderas llevaban de la mano a dos cuarentones a los reservados. En la máquina de discos sonaba. "Te estoy amando locamente", de las Grecas. El ambiente estaba cargado de humo. Alfonso, Sandro y  Roberto, tres muchachos altos, morenos y corpulentos, entraron en el puti club con tres escopetas en la manos.

-¡Vámonos, Anzhela!

La rubia veinteañera empujó al borracho y fue junto a los tres hermanos.

-¡No sabéis lo que estáis haciendo! -dijo uno de los guardias civiles

-Calladito o esta noche le dirán a tu esposa que te mataron en un puti club -le respondió Sandro.

-No es a nosotros a quien debéis temer.

-El Ruso me lo paso por los cojones. ¿Cuánto os paga por tener la boca cerrada?

El borracho, en su mundo, el mundo de la valentía que da el alcohol. Fue hacia los tres hermanos.

-¡A mi nadie me quita la chica!

Sonó un cartuchazo que pasó por encima de la cabeza del borracho. Las postas hicieron unos agujeros en la pared.

-Creo que va a haber tormenta -dijo el borracho, reculando.

Los tres hermanos salieron del puti club. Montaron en sus motos Bultaco, y llevando Alfonso a Anzhela de paquete, se largaron de allí cagando leches. Nadie los siguió. Los guardias civiles no dieron parte de lo sucedido.

Después de más de sesenta Kilómetros por carreteras secundarias y quince por caminos, llegaron a Castroloco. Una aldea con innumerables casas de piedra, de una sola planta, abandonadas. En Castroloco sólo vivían los tres hermamos, con su hemana Salomé y dos parejas de ancianos de más de noventa años.

-¡Que guapa! -exclamó Salomé al ver a Anzhela. ¿En la ciudad llevan todas las chicas esas ropas?

-No, las llevamos la pilinguis.

-Enséñale la habitación, hermana -le dijo Roberto a Salomé, dejando en suspenso su curiosidad.

La casa estaba hecha con pequeñas piedras y barro. Sólo tenía dos habitaciones y la cocina. En una dormían los tres hermanos y en la otra la hermana. Los colchones de las camas estaban rellenos con hojas de las espigas de maíz. La cocina era de piedra y tenía encima dos tres pies.

Los hermanos, cansados, se fueron a su habitación.

Media hora más tarde, sobre las dos de la mañana, Salomé, que era una morenaza, con  buenas tetas y tremendo culo, tenía a su lado a Anzhela, destapada, sólo con las bragas puestas y no podía dormir. Era noche de luna llena, y como la contra de la ventana de la habitación estaba entornada, los rayos de luna iluminaban las grades tetas de Anzhela, con sus grandes areolas rosadas y sus bellos pezones.

-¿No duermes? -Le preguntó Anzhela a Salomé.

-No. Por mi cuerpo están pasando sensaciones extrañas.

-¿Tienes calor?

-Hormigueo en ciertas partes.

-¿Al mirar mis tetas?

-Sí.

-¿Quieres tocarlas?

-¡¿Puedo?!

-Sí, pero habla en bajito.

Salomé le apretó las tetas.

-Están blanditas.

-¿Qué sentiste al tocarlas?

-Más cosquilleo y que me mojaba.

-¿Nos masturbamos?

-¿Eso es follar, dicho en fino?

-Me da a mí que poco sabes...

-Sé las cuatro reglas. Aquí es lo que vale.

-Lo dudo. ¿Cuántas son nueve por cinco?

-Muchas.

-¿Y ocho más nueve?

-Muchas más. Pero yo a lo que me refería es a la cuatro reglas de la jodienda.

-¿Y cuáles son?

-1.-No joderás con tu padre.  2.-No joderás con los animales. 3.-No joderás con el marido de la vecina. 4.-No joderás a la naturaleza

-¿Te pasó el hormigueo?

-No.

Anzhela le quitó el camisón a Salomé. No llevaba sujetador ni bragas. Anzhela le tocó las tetas. Salomé las tenía duras como piedras.

-Te voy a enseñar a masturbaste, Salomé -le dijo. La besó y sintió como temblaba.

-Me estoy mojando mucho, nucho, mucho.

Anzhela le pasó el dedo índice hacia abajo y hacia arriba por el labio superior izquierdo del coño, con mucha, mucha lentitud mientras le chupaba y le lamía tetas y pezones. Hizo lo mismo con el derecho. Después acarició labios superiores y inferiores con el dedo índice y el corazón. Ya Salomé gemía y buscaba la boca y las tetas de Anzhela. Puso un dedo en la entrada de la vagina y dejó qué Salomé lo metiese echándose hacia delante. Con otro dedo acarició su periné y la entrada del ano, sin llegar a penetralo. Al estar bien lubricada le metió dos dedos. Buscó su punto G, y se lo acarició. La besó.

-Voy a hacer que llegues al orgasmo. ¿Preparada, Salomé?

-Siiiiiiiiiiii -susurró.

Anzhea, mojo un dedo en el coño de Salomé y se lo metió en el culo. Con los dedos índice y corazón acarició su clítoris, desplazándolos hacia los lados, haciendo círculos y moviéndolos de abajo arriba y de arriba abajo. Salomé echó la pelvís hacia delante, buscó la boca de Anzhela y besándola y retorciéndose, ahogó en su boca los gemidos de la intensa corrida.

Al día siguiente, los tres hermanos y Anzhela tenían que arregalar cuentas. El trato era el trato. Ellos la liberaban de su explotador y ella les pagaba.

Habían llegado de trabajar en el campo y después de lavarse, sentados  la mesa de la cocina. Alfonso llenó las copas de aguardiete, las repartió y brindaron...

-¿Cuándo empiezas a pagar, Anzhela? -le preguntó Alfonso.

-Estuve pensando y para pagaros los treinta polvos. Si vamos de tres en tres acabaremos antes -dijo Anzhela, que llevaba puesta la misma ropa que había traído del puti club.

Salomé no esperaba aquello.

-¿Eres una puta, Anzhela?

-Prefiero que me llames pilingui.

-¿Es qué no te llamas Anzhela?

Alfonso no estaba con las tonterías de su hermana.

-¿Cuando empezamos?

-Ahora mismo. ¿Quién se pide mi culo?

-¡Yo! -dijeron los tres.

-¿Puedo mirar? -preguntó Salomé.

-¡No! -dijo Sandro.

-O mira o no me enculáís -amenazó, Anzhela.

-Que mire -dijo Alfonso, llenando por última vez las copas de aguardiente.

En la habitación de los tres hermanos, Sandro y Alfonso desnudaron a Anzhela, Roberto le retregaba la polla en el culo y besaba su cuello.  La echaron sobre la cama. Roberto le acariciaba el coño peludo, Sandro y Alfonso le comían las tetas- Después, Sandro la folló, Alfonso le dio la polla a chupar, y Roberto le comió las tetas. Salomé, sentada en una silla, viendo como las pollas de sus hermanos entraban y salían de la boca y del coño de Anzhela, empezó a acariciar sus tetas. Más tarde, Alfonso follaba a Anzhela por detrás y Roberto y Sandro le daban las pollas a chupar. Masturbaba una, chupaba otra, chupaba las dos, masturbaba las dos... Salomé metió una mano dentro de las bragas.

-Dejad que participe vuestra hermana -les dijo Anzhela.

Como no dijeron nada, Salomé se desnudó y se echó al lado de Anzhela. Le iban a llover pollas.

-Esperad que le voy a hacer una cosa a vuestra hermana -le dijo Anzhela los tres hermanos.

Anzhela, besó a  Salomé en los labios, le comió las tetas, y al pasarle la lengua por la vulva, Salomé, explotó.

-¡¡¡¡¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!!!!

Los tres hermanos vieron como su hermana soltaba un chorro de flujo que puso perdida la cara de Anzhela.

Alfonso se echó boca arriba en la cama. Cogió a Anzhela por la cintura, y teniéndola de espaldas a él, llevó su polla a la entrada de su culo y se la clavó, Roberto, con todo el coño para él, la folló. Sandro, viendo el coño de su hermana, empapado, se la metió, poquito a poco, ya que entraba muy apretatada. Al rato...

-¡¡Darme duro, maricones! -les djo Anzhela a Alfonso y a Roberto.

-¡Más aprisa, cabronazo! -le dijo Salomé a su hermano, contagiada del entusiasmo de Anzhela

Poco después...

-¡Me corro, cabrones!

Anzhea empezó a jadear, a sacudirse y a echar por fuera, al tiempo que sentía como le llenaban de leche el coño y el culo. Salomé quiso hablar, pero el placer que sintió fue tan grande que su cuerpo se tensó, y quedó muda.

-¿Quién quiere echar otro? -preguntó Azhnela, después de correrse

-¡Yo! -dijo Salomé.

La noche fue larga.

Se agradecen los comentarios buenos y malos.