Una novia encantadora (Encuentros casuales)

Verónica es una novia fiel, al menos tanto como le es posible.

-Hace un lindo día para vitrinear, ¿Quieres acompañarme? Tal vez me compre un vestido.

-No puedo, Vero. Pronto comienza el segundo tiempo. -Roberto enfocado en el partido de fútbol, le entrega un fajo de billetes. Consintiéndole el gusto.- Toma, te puedo apoyar con esto. Diviértete, confío en tu gusto.

-Te quiero, Amor.

-Yo también te quiero.

-No me demorare. Nos vemos en un ratito.


Antes de inmiscuirse en su productiva actividad, Verónica Orozco ingresó al baño para maquillarse los labios.

Con gran compostura agarró el lápiz labial, entornó los ojos encantada de su propio reflejo. Siempre se daba a si misma el regalo apreciarse el tiempo suficiente, sus curvas idiotizantes, su cabello tinturado al detalle de rubio, para resaltar el volumen y dar esa sensación visual tan reconfortante de plasma solar.

Por supuesto lo que siempre ha encantado a quienes la han conocido íntimamente, es su piel suave y lisa, junto a esos labios rosados y tiernos.

Sin prisa, desenrosco el lápiz y lo puso delicadamente sobre sus pétalos carnosos. El coloreado era natural, mimético, pocas personas sospecharían la meticulosidad artística en su maquillaje. Permaneció inmersa en el ritual, recorriendo la curva de sus labios.

Él ingresó al baño de mujeres sin pudor alguno, cerró la puerta con cerrojo tras de sí. Ella no se sintió sorprendida, la presencia de ese hombre la envolvía y por más que la situación fuese excéntrica, ella se sentía segura como si estuviese acompañada por su sombra.

-¿Que haces aquí? -Le cuestionó, intrigada. No se encuentra a un hombre en el baño de mujeres con frecuencia.

No existió replica, no era requerida, ella sonreía mientras extrañas sensaciones se formaban en su vientre. Acercándose a Vero, de un solo movimiento fluido, natural, la volteó hincándola sobre el lavamanos, luego posó sus manos en las caderas de ella, deslizándolas, recreándola en su mente a través del tacto.

-No se te ocurra hacer una locura, ¿Que dirá Roberto?. No deberíamos…...mmmm…n..o..mnhaa..

El amigo de Roberto le abofeteó el trasero, acentuando su dominio sobre esas nalgas, su dominio sobre el cuerpo de Verónica. Bajó las empapadas bragas, ella colaboró alzando la pierna izquierda para dejarlas ir cómodamente.

-Es impresionante lo mojada que estas. Mira. -Le señaló, balanceándolas frente a su rostro. Verónica notó lo húmedo que estaba su coño.

Jalo esas deliciosas tirillas de cabello rubio platinado, obligándola a abrir la boca y tragar su prenda cremosa y olorosa. Acaricio sus hombros y cuello, deslizándose hasta sus labios, silenciando los orgasmos venideros. Desabrochó sus pantalones, revelando su erecta polla.

Verónica sabía lo que vendría y supongo querido lector que también puede intuirlo. Ella pensó:

“No debo comportarme como una puta, no sé, es todo tan confuso….”

Se empeñaba en comprender la situación, en darle coherencia a su comportamiento, pero su cuerpo reaccionaba de forma opuesta a sus objeciones. Aunque quisiera justificar su actuar, nunca poseyó una opción real, sin voluntad para manejar la situación, ella se sumergía en el mar de la lujuria. Él ensarto su polla en ese apretado coño, penetrando con fuerza, bombeándola, disfrutando de la lubricación de su agujero de placer. Ella levantó su culo para facilitarle las embestidas, el placer se convertía en necesidad.

Con una necesidad tan palpitante y cálida, la libertad no es una palabra que cobre sentido.

Sin preguntas, sin requisitos, nada de citas laboriosas con dudosa recompensa, unicamente sexo salvaje y espontaneo. Emanó su viscosa esencia en ella, disfrutando el vibrar de las piernas que cobijaban su tallo, lo extrajo lentamente, dejándole en claro quien controla la situación. Remarcando su posición de poder.

Las piernas de Verónica seguían temblando, reposaba los pechos en el lavamanos, logro divisar como él se subía los pantalones. Apoyando su mano sobre su cabeza, enterrando los dedos entre el cabello desordenado. Le dijo aquello que tanto requería, pero no podía recordar:

-Excelente, lo has hecho muy bien, ‘Novia traviesa.’

Desprovista de voluntad y consciencia, las difusas luces que aún conservaba en aquel delirante momento, se fueron a vacacionar.

Ese hombre, amigo de su pareja, la veía complacido. Recordando el pensamiento que tuvo al usurparle su libertad por primera vez:

“Las novias traviesas son más accesibles.”


Tardó cerca de diez minutos, sin freno, embarrando el labial en sus labios, parecían dispuestos a la espera de una polla fantasma. Su psique era bombardeada por instrucciones, dotando su consciencia de nuevo contorno.

Una pelirroja que estaba de paso, insistió en preguntarle que le sucedía, al ver su rostro fundido en el espejo, atascada en esa monótona actividad, preguntándose porque dicha rubia proseguía en ese letargo. Su insistencia fue en vano, Verónica ignoraba todo lo que no correspondiera a cumplir su deber de esclava, impregnado en su cerebro a hierro caliente.

Ella parpadeó, cortando la conexión con el espejo. La pelirroja hastiada, ya no se encontraba en el baño desde hace varios minutos. Tenía los labios bastante cremosos, le dio un beso al cristal, puso las iniciales de su Amo debajo de la marca, sin comprender el significado de sus acciones.

Se interno en el inodoro derecho. jugó con su monte de venus, acariciando sus labios vaginales y clítoris. Fantaseando con la magnifica posibilidad de que el amigo de su pareja, apareciera y la follara como una puta barata. Aunque fuera ‘improbable’, ese deseo ardiente nacía de su ser más profundo.

Jamás le sería infiel a Roberto, sin embargo fantasear con ello no era mala idea. A fin de cuentas las fantasías son solo eso, fantasías.


Verónica analizo los preciosos vestidos de cierta tienda conocida, un escalofrío recorrió su espalda cuando una mano se poso sobre su hombro derecho.

-Es agradable verte por estos lares Verónica, ¿Qué cuentas? -Era imposible no reconocer esa masculina voz familiar.

Sintió el rubor subir por sus mejillas, acababa de correrse fantaseando con él. Esta era una desafortunada coincidencia. Su cuerpo era tan receptivo en ese momento, si él llegaba a captar su apetito sexual, estaba perdida. Con que escuchara: “Vamos a mi casa”, ella caería de espaldas contra su lecho extendiendo ampliamente las piernas, y rogando satisfacer sus perversiones. Vero respiraba con pesadez, forzándose a disimular estas inconvenientes emociones.

-Vine a echar un ojo a la nueva ropa. Tal vez folle hasta quedar llena. Digo, comprar hasta quedar satisfecha.

“¡¿QUE MIERDA ACABO DE DECIR?!” Meditó Verónica, alterada.

-Hay ropa pasable. Supongo que también vienes por un par de sandalias. ¿O eres una aficionada a estar en contacto con las energías de la tierra?

-Tengo suficientes. Puede que me compre un vestido, aprovechare que mis piernas están abiertas toda la tarde. Me refiero a, a, a las tiendas. Están abiertas, ¡Las tiendas!

Verónica aclaró su garganta confundida por la desinhibición de su lengua.

-Hum, curioso, así que prefieres andar descalza.

Efectivamente aún Verónica no se había enterado que sus pies estaban desnudos. Ella desconocía en que instante sus sandalias se desvanecieron. Simplemente fue ‘soplado’ de su memoria, como polvo viejo e inutil.

“Improvisa Vero, improvisa.” Exudaba nerviosismo, estaba haciendo el ridículo, se sentía como una tonta adolescente encendida.

-Yo, esto. ¡NO! Lo que pasa, ehm...es que..hm...yo..el baño..y… -No logró organizar sus pensamientos, prefirió cerrar la boca, antes de decir otra estupidez.

-Te parece si vamos a una tienda de zapatos. Estoy seguro que puedo ayudarte a encontrar el par ideal.

-Sí, no, eh, s..n..sí, vamos. -Vero descolocada, intentaba encuadrar sus pensamientos, siéndole imposible. Su corazón latía erráticamente. Con la mente revuelta.


Los atendió una chica amable, mientras probaba sandalias de variados colores y estilos. Hasta conseguir decidirse.

-Me llevo este estilo.

-Hermosa elección, ¿Paga en efectivo o tarjeta?

-Efectivo.

-Tienes mal gusto Verónica. -Paso a dirigirse a la dependienta.- Traiga más estilos, por favor.

Puso su cálida palma encima del muslo de ella.

Atareada, la empleada los observaba, buscando una respuesta concisa.

-Por favor. -Verónica respondió, evitando estallar en calor, la pasión la estaba destrozando por dentro. Los toques de aquel hombre se apoderaban de su cordura absolutamente.

Entretanto tardaba en llegar la nueva tanda de sandalias, ###### se deleito masajeando sus pantorrillas lisas, muslos tersos, pies pequeños. Verónica estaba flotando sobre algodón dulce.

###### no perdía el tiempo, y también flirteó con la dependienta, sus ojos se tornaban oscuros cuando estaba en modo de ‘caza’. Verónica se desconecto de la conversación entre él y la empleada, no lograba juntar las palabras que oía.

-Eres una mujer muy atenta. Quiero enseñarte un truco si no es molestia.

La dependienta relajo sus expresiones, ###### sostenía su mano, ella tenía los ojos vacíos, sin emociones, una mente sin pensamientos, descerebrada, servil.

-Cierra el local. -###### le ordenó, al tiempo que le colocaba a Vero las sandalias.- Bien hecho Verónica, buena chica. Revisare ese coño y al volver con Roberto, follaran como animales. Él no tiene porque saber el origen del fuego que te esta quemando, con que yo sea el único que lo sepa, esta bien, es lo correcto, lo que debe ser. Con que tú lo intuyas es idóneo.

Le hizo un gesto de orden a la dependienta. Y prosiguió:

-Tú, acuéstate. -Le indicó a la empleada.- Vero, acomodate, observa las lindas sandalias de esta chica, vas a lamerlas hasta dejar la suela limpia. Por cada lamida tu piel se crispara cerca del orgasmo. Debes recordar que solo puedes correrte, si yo lo permito.

Verónica se puso en cuatro, agarró el talón, extendió su lengua deslizándola, babeante. La dependienta inexpresiva, con los ojos abiertos, miraba hacia el techo. Él se masturbo a pocos centímetros del rostro de la mujer que recién saboreada la amarga esencia del trance. Introdujo una de sus manos entre la blusa, palpándole las tetas.

-Abre la boca y chupa. Genial, lento nena, muy lento, siente la piel de mi verga, su dureza, su palpitar. Recuerda cuanto te gusta y cuanto lo deseas, pronto repetirás más de mi caramelo. Debería darte una medalla por lo fácil que fue ponerte en trance. -Tomándola de la nuca, empujó con fuerza, hundiéndole la polla en la garganta.


Al regresar Vero con Roberto, a altas horas de la noche, él no se fijo en las nuevas sandalias que portaba, sandalias que antes habían sido de la dependienta que la atendió esa tarde. Ni su pelo descuidado, lo distraía su bamboleo sensual de caderas, un indicio de jugueteo sexual. Cuando sus dedos bamboleaban por la hebilla, observándolo con calentura, se abalanzo sobre él, y luego del gran partido, él se sintió maravillosamente, como un hombre dichoso.

“Soy un tipo con suerte.” Reflexionó, rodeando con sus brazos la candente mujer desnuda y dormida, su preciosa pareja. Desconocía que lo sucedido era resultado de lo acontecido, unicamente una vaga repetición. Verónica seguía pensando en el único hombre que la hacía comportarse como una puta en celo.