Una nochevieja que arruinó mi vida

Una fiesta de nochevieja a la que había ido con mi novio cambió mi vida. El alcohol me llevó a una situación de sexo salvaje, pero con la persona equivocada.

Esa nochevieja habiamos decidido hacer algo distinto, hacer una fiesta privada pero con mucha gente, así que tras comprobar que había gente suficiente alquilamos una cafetería para disfrutar tranquilamente de la noche de fin de año. Mi novio Leo me recogió de casa de mis padres (yo tenía 21 años y estaba estudiando en la universidad, por lo que aún vivía con ellos) y llegamos al sitio sobre las dos de la mañana. Conocía aproximadamente a la mitad de la gente, y el resto eran amigos de amigos a los que no había visto nunca. Como podéis imaginar bebimos sin parar con lo que a eso de las cinco de la mañana estábamos bastante borrachos casi todos.

Casi toda la noche, Ricardo y su novia, Ana, estuvieron junto a mi novio y a mí. La verdad es que no me caía nada bien. Siempre pretendiendo hacerse el gracioso, dando la nota. Físicamente tampoco me gustaba nada. El caso es que era parte del grupo de amigos de mi novio, por lo que estuvimos con ellos toda la noche. Yo llevaba un vestido sin mangas ni tirantes, con algo de escote. Nunca suelo ir muy provocativa pero esa noche iba más de lo normal. Cada vez que me agachaba un poco, mis tetas asomban más de lo debido. Notaba que a mi novio no le hacía mucha gracia esto, aunque no me lo dijo directamente. Yo tampoco estaba muy cómoda pero no iba a ir a cambiarme a mitad de la fiesta. Para colmo, sorprendí al gilipollas de Ricardo mirándome el escote de forma descarada un par de veces. Creo que mi novio también se dio cuenta, pero no dijo nada por no tener un follón con su "amigo" y además con su novia delante. Para mí, Ricardo era un salido asqueroso. Cuando su novia no estaba delante siempre hacía comentarios subidos de tono y en general siempre estaba hablando de sexo. Creo que no había estado con ninguna mujer, ya que sabía que su novia no iba a acostarse con él hasta que estuviesen casados. Sabía que físicamente yo le atraía bastante. No es por fardar, pero me considero más atractiva que su novia. Me veo más guapa y aunque las dos somos bajitas, ella está bastante plana y tiene el culo demasiado gordo. Mi culo está bien proporicionado y mis tetas son normales de tamaño. Cuando me pongo algo ajustado no se me ve plana ni mucho menos, pero tampoco es algo exagerado. La verdad es que me gustan mis tetas y a Ricardo por lo visto esa noche, también. En general, sin ser una top model, sé que los tíos se sienten atraídos por mí.

No sé exáctamente la hora que era, pero la fiesta estaba en su punto álgido. La gente seguía bebiendo sin parar y yo hacía tiempo que no me sentía tan borracha. Estaba eufórica y desinhibida, bailando como loca, y pasándomelo en grande. Le dije a mi novio que tenía que ir al servicio y cuando me acerqué ví una cola bastante grande en el baño de las chicas. Me puse a hablar con otra chica que conocía y me sugirió pasar al baño de los chicos para evitar la espera. No había cola y cuando el chico que estaba dentro salió, las dos nos metimos dentro. Antes de salir me acerqué al lavabo a echarme un poco de agua sobre la cara, intentando despejarme un poco. Mientras lo hacía, la otra chica abrió la puerta y salió fuera del baño. Mientras lo hacía vi como alguien entraba. Era Ricardo. Me miró con esa cara de idiota que tenía, riéndose. Le dije que terminaba enseguida y le dejaba el baño. Estaba de buen humor, y a pesar de que no me caía nada bien, el estar tan borracha hacía que no me importase estar allí con él. Me dio la espalda y se puso a orinar como si tal cosa. Yo no le dí importancia. Bromeé diciéndole que no tenía educación, que hacer eso delante de una señorita no estaba bien. El me dijo que no podía aguantarse más. Parecía que ahí quedaba la cosa, ya que había terminado de lavarme y me disponía a salir del baño para volver a la fiesta.

Fue justo en ese momento cuando me di cuenta de lo borracha que estaba. Intenté abir la puerta para salir, pero el cerrojo estaba echado. Al ir a quitarlo, todo empezó a darme vueltas y tuve que apoyarme en la pared. Él acababa de tirar de la cadena y se había dado la vuelta y cuando me vió luchando por no caerme al suelo se acercó con rapidez y me sujetó del brazo para evitar que me diese un buen porrazo. Yo me eché a reir como una loca y me agarré a él instintivamente. Sin embargo, mi mareo iba en aumento, lo que hizo que dejase de reir. El cuerpo me temblaba y las piernas no me respondían. El me sujetaba del brazo con fuerza y mi mano se agarraba a su muñeca. Mi otro brazo estaba apoyado sobre su pecho, buscando algo de equilibrio. Él pasó su otra mano por detrás de mi espalda sujetándome por la cadera. Me estaba empezando a sentir mal y mi único pensamiento era no caerme al suelo. "Leo me va a matar, pensé". No le gusta nada que me emborrache. Estaba tan absorta en estos pensamientos que no le di ninguna importancia a la forma en la que Ricardo me agarraba, apretando mi cintura con fuerza. Tampoco reaccione cuando noté que ya no me abrazaba por la cintura, sino que había bajado hasta mis caderas. Movía lentamente su mano, como aparentando que buscaba la forma de sujetarme mejor para que no me cayese, pero esa no era su verdadera intención. Yo estaba cada vez más mareada y buscando un apoyo aún más firme me abracé a él.

No entiendo como pude ser tan idiota, no darme cuenta de lo que estaba pasando. No sé como no advertí nada extraño en la forma en la que el apretaba su pecho contra mis tetas ni como rozaba su entrepierna sobre mi ombligo. Mantenerme en pie era lo único en lo que podía pensar. Más alla de eso, todo parecía darme igual. Noté algo en mi cara, pero sin llegar nunca a imaginar que me había plantado un beso. Ahora estoy segura de que cuando noté que pasaba algo raro, mi boca ya había sido besada un par de veces. Sentí que algo tiraba de mi labio inferior, lo que me hizo sentirme aún más incómoda. Noté algo mas, una sensación extraña, la que sin saberlo me provocaba su lengua movíendose por el exterior de mi boca, presionándola, buscando que separase mis labios para poder entar dentro. No puedo explicarlo, fue algo instintivo, pero por alguna razón mi boca se abrió un poco y en ese momento él aprovechó para meter su lengua dentro. Una débil lucecita se encendió en mi cabeza y entendí lo que estaba pasando, me estaba morreando con alguien. No recordaba sin embargo donde estaba, ni a Ricardo. Solo sentía una lengua moverse dentro de mi boca, explorando cada rincón. Estaba tan desconcertada que tampoco me di cuenta de cómo sus manos apretaban mi culo con fuerza por encima de mi fino vestido. Era como si estuviese soñando, y antes de que me diese cuenta, mi boca acompañaba los movimientos de aquella lengua intrusa que saboreaba mi boca.

Comencé a notar la presión en mi culo, pero ya no me agarraban por encima del vestido, sino dentro de él. Sólo mis medias separaban aquellas manos de mis bragas. Si hubiese podido observarme a mí misma desde fuera, no lo hubiese creído, ya que mi boca dejaba hacer sin ofrecer ninguna resistencia a aquella lengua que no paraba de entrar y salir de ella. Si alguien nos hubiese visto, habría pensado que eramos una pareja a punto de pasar a mayores. En mi cabeza, sin embargo, la imagen era muy distinta. Estoy soñando, pensé al principio. Cuando ví que aquello era demasiado real y recordé que estaba en un fiesta, pensé, atontada por la la borrachera y el mareo, que estaba con Leo. Que nos estábamos enrrollando como hacía tiempo no lo hacíamos. No puedo recordar con todo detalle lo que pasó en ese momento, pero sí recuerdo que tampoco me di cuenta de que mis medias ya no estaban donde debían. En realidad, estaban arrugadas sobre mis pantorrilas. Las manos que las habían movido de su sitio, se movían ahora frenéticamente por mis muslos, acariciándolos y agarrándolos con fuerza. Otra vez creí sentir una presión en mi culo, pero de una forma diferente. Era algo más intenso. Lo que provocaba esta nueva sensación eran las manos de Ricardo dentro de mis bragas, acariciando mi culo desnudo.

No notaba que en realidad el muy hijo de puta se estaba aprovechando de mí. En otro caso, no hubiese empezado a ponerme cachonda. Por motivos que no vienen al caso, Leo y yo llevábamos un tiempo sin acostarnos, por lo que eran las primeras sensaciones de tipo sexual que tenía en semanas. Estaba cada vez más confusa. ¿Estaría soñando? ¿Estaría con Leo en su coche? Mientras tanto el muy cabròn no perdía el tiempo, si ya no notaba las manos sobre mi culo era porque estaban ocupadas bajando la cremallera de mi vestido. El vestido no llevaba tirantes y debajo tampoco llevaba sujetador por lo que la cremallera que acababa de ser desabrochada era lo único que lo sujetaba. Él no tuvo que esforzarse mucho, le bastó apartarse un poco para que el vestido cayese completamente al suelo. Durante unos segundos no pareció pasar nada. Mis ojos seguían aún cerrados por el mareo mientras la habitación seguía dando vueltas sobre mí. Supongo que durante esos momentos se dedicó a mirarme de arriba a abajo, a recorrer con sus ojos mi cuerpo cubierto sólamente por mis braguitas.

La calma no duró mucho. Lo primero que sentí fue algo húmedo sobre mi ombligo. Justo después noté sus manos sujetando mis gemelos, subían deprisa. Sentí como agarró la cara interna de mi muslo derecho y lo recorrió hasta toparse con el elástico de mis bragas. Entonces, otra vez su lengua en mi ombligo, pero ahora se movía hacia arriba despacio. Un cosquilleo recorrió mi cuerpo cuando sentí que una mano se posaba sobre mi pecho y lo agarraba con firmeza. Apenas un segundo después algo se enrroscó sobre el pezón de mi otro pecho. Sentí cosquillas y como me succionaban. Después, una lengua moviéndose en círculos sobre la aureola, para después posarse y lamer completamente mi pezón que reaccionó poniéndose duro. Después, noté que la boca que lo aprisionaba se apartaba y se movía hacia mi otro pezón para repetir la misma operación. Todo no había hecho más que comenzar, sentí como subía el ritmo. Sentí como me estaban comiendo las tetas de una forma salvaje, devorándolas fervorosamente. Nunca me habían hecho algo así, y eso me hizo excitarme de forma increíble. Ese aumento salvaje de excitación encendió un interruptor en mi cabeza. De pronto recobré algo la consciencia. Seguía terriblemente mareada, pero conseguí abrir los ojos. Miré hacia abajo. Logré distinguir una cabeza moviéndose entre mis hombros. Bajé un poco más la mirada, siguiendo la cabeza que estaba ahora parada sobre la parte derecha de mi cuerpo. Contemplé mi piel desnuda, siguiendo con mis ojos la curva que marcaba mi pecho. Al bajar un poco más, ya no pude ver el resto de la piel, en su lugar vi una boca que se enrroscaba sobre mi pezón, ocultándolo completamente. Me asusté, al principio no logré reconocer al tío que me estaba chupando, pero supe inmediatamente que no era Leo. Intenté pensar, y poco a poco los recuerdos comenzaron a aparecer en mi mente. Estaba en la fiesta. Había ido allí con Leo y habíamos estado bebiendo. Luego, había tenido que ir al baño y entonces ... Ricardo. Era Ricardo. La boca que recorría mis tetas era la suya. Un millón de pensamientos vinieron a mí cabeza. Leo era el único chico que había llegado tan lejos conmigo. Antes me había enrrollado con unos cuantos tíos, pero ninguno me había hecho nada más que comerme la boca y sobarme por encima de la ropa. También pensé en la novia de Ricardo. ¿Qué estabamos haciendo? Estaba tan confusa que me sentía responsable, creía que yo estaba participando en todo esto tanto como él.

Me liberé de él y le dije que me dejase. En principio me alegré de haber reaccionado así y terminar con esto tan horrible que estaba pasando. Sin embargo, para mi sorpresa descubrí que me había puesto cachonda de una forma que no recordaba hace mucho tiempo. De pronto sentí mis bragas empapadas, lo que volvio a dejarme confusa. Sin decir nada, se acerco a mí rondeándome con sus brazos y atrayendo mi cara a la suya. Me besó. Al principio me resistí, pero comprobé que quizá había recobrado algo la lucided, pero no las fuerzas. Aunque mi mente se resistía no estaba oponiendo ninguna resistencia física. Mi cuerpo estaba completamente pegado a él. Las pocas energías que tenía las habiá gastado al apartarme de él unos segundos antes. La confusión volvió a apoderarse de mí. Otra vez mi cabeza se vio perdida entre miles de pensamientos. Mientras eso pasaba le estaba dejando hacer, notaba como me morreaba. Notaba como se apretaba contra mí. Me sentí terriblemente cansada y mareada otra vez y eso aflojó de nueve mi resistencia mental. Sin darme cuenta comencé a responder de nuevo a su boca. Ya no era él el que me estaba morreando. Nuestras bocas se comían la una a la otra con decisión. Quedaban pocos lugares de mi cuerpo que él no hubiese tocado ya, y parece que el lo sabía muy bien. Se movío sin apartar su boca de la mía, girando su cuerpo para intentar situarse detrás de mí. Al hacerlo no le quedó más remedio que sacar su lengua de dentro de mi boca pero no la apartó de mi cara, por lo que pude notar su tacto húmedo recorriendo toda mi mejilla. Me encantaba que me besasen y chupasen la cara y el lo había descubierto por accidente. La forma en la que me moví delató que me había gustado y él, ya situado completamente detrás de mí continuó besando mi cara. Mientras lo hacía sentí como su mano aprisionaba mis tetas, alternando entre las dos. Después extendió su palma sobre mi barriga, acariciándola lentamente, para comenzar a bajar buscando mis piernas otra vez. Esta vez, sin embargo, se detuvo en la parte superior de mi muslo derecho. Giró la mano, agarrando la parte interna y cuando la soltó se posó sobre la parte de abajo de mis bragas. Primero simplemente dejó la mano allí, pero después la apretó, cerrándola y estrujando suavemente mi sexo. Fue imposible evitarlo, en las décimas de segundo que transcurrieron después de eso luché con todas mis fuerzas para resistir la excitación, pero no pude evitar que un gemido escapase de mi boca. Algo estaba cambiando. Aunque seguía confusa, estaba empezando a disfrutar con lo que me hacía. Ahora me odio por ello, pero en esos momentos no podía pensar con claridad. Mis sensaciones eran más fuertes que mis sentimientos. Mi resistencia mental se estaba derrumbando por completo.

Ricardo seguía palpándome por encima de mis bragas. Situó su otra mano debajo de mi ombligo y agarró el elástico tirando hacia arriba. Eso hizo que la tela de la parte de abajo se metiese dentro de mi rajita, marcando completamente su forma. Entonces pasó su dedo indice por esa zona, hundiéndolo en mi coño por encima de la parte inferior de las bragas. Noté que un escalofrío recorría su espalda. Ya no me besaba. Estaba totalmente concentrado en el recorrido que hacía su dedo. Yo por mi parte no podía aguantar más la excitación y el calor que subía por mi cuerpo, así que me agarré a su pantalón, tirando de él, buscando algo de alivio. Sin saberlo, aunque ya sin querer evitarlo, le estaba enviando una señal clara como el agua. Ese simple gesto le estaba diciendo "estoy muy cachonda y estoy disfrutando con lo que me estás haciendo. Sigue". No sé si realmente necesitaba recibir ese gesto, pero el caso es que inmediatamente separó la mano de la parte inferior de mis bragas, subió hasta alcanzar la parte de arriba y metió la mano dentro. La dejó encima de mi pubis, acariciando mi recortadito pelo. Parecía disfrutar del momento, de ese instante previo a tocar el único territorio de mi cuerpo aún virgen para él. Plegó los dedos de la mano dejando extendidos sólo el índice y el corazón. Los sentí por encima de mi clítorix, pero no se detuvieron ahí. Bajaron abriendo ligeramente el espacio entre los labios exteriores. Estaba completamente mojada, y sentí como sus dedos se empapaban de mi flujo. Solté otro gemido. Mi mano derecha seguía en una posición incómoda agarrada a la pernera de su pantalón, pero eso ya no era suficiente para alivarme. Con mi otra mano agarré su antebrazo mientras sus dedos se paseaban arriba y abajo por mi sexo. Lo hacía despacio, pero no por delicadeza o consideración hacia mí. Lo que sucedía es que estaba ensimismado, disfrutando de mi coñito. Creo que era la primera vez llegaba tan lejos con una chica y estaba aprovechando el momento.

Por mucho que quisiese, ya no podía disimular más, de forma que acompañaba sus caricias con movimientos suaves. Poco a poco no necesito hacer presión para separar mis labios y acariciar mi vulva. Ahora era yo la que me restregaba sobre sus dedos, abriendole el camino. Liberó su antebrazo de mi mano que lo agarraba con fuerza y ahora era él el que me sujetaba la mano. No tarde en averiguar para qué. Antes de que me diese cuenta me había conducido hasta su paquete. No se limitó a dejar su mano ahí, sino que cerró su mano sobre la mía de forma que su miembro quedó atrapado dentro de nuestras manos. Llevaba unos pantalones de tela fina, por lo que podía notar perfectamente la forma de su polla bajo mi mano. Una vez más volví a sorprenderme de mis propias reacciones aquella noche ya que el no tuvo que hacer nada más, yo sola comencé a masturbarle por encima del pantalón. La posición era incómoda para los dós. Aunque no era mucho más alto que yo, tenía que encorvarse para poder meter la mano dentro de mis bragas y yo tenía que estirar el brazo completamente hacia atrás para magrear su entrepierna. Yo cada vez me restregaba con más fuerza sobre sus dedos, por lo que apenas encontró el sitio indicado se introdujeron dentro de mi vagina. Fue algo raro, ya que no me los metió mientras yo me quedaba quieta, sino que la presión que hacía con mi coñito contribuyó a introducirlos dentro. Primero los metía y sacaba como si me estuviera follando con su poya. Después se dedicó a recorrer todos los rincones a los que podía llegar dentro de las paredes de mi vagina. Me estaba muriendo de gusto y cuando lo hago, necesito poner yo también algo de acción. Aunque la postura era difícil tras un par de intentos conseguí bajar su cremallera. Primero se la agarré por encima de los calzoncillos, estrujándola y tirando de ella con cuidado. Eso no fue suficiente para mí. Subí la mano y dentro de su bragueta tiré de sus calzoncillos hacia abajo. Mi primer impulso fue agarrarla. La rodee con fuerza con mi mano y empece a subir y bajar sobre ella. La tercera o cuarta vez que llegué hasta la punta pasé mi pulgar por todo su glande y después apoye la palma de la mano encima, haciendo movimientos circulares. Se puso como loco, por lo que me sorprendió que retirase sus dedos que estaban en ese momento completamente enterrados en mí. Enseguida ví lo que se proponía. Quería quitarme las bragas para tener total libertad de acción, pero las cosas fueron por otro camino. Me bajó las bragas con rapidez y aprovechó para terminar de quitarme las medias que penas me llegaban a la mitad de los gemelos. Se incorporó un poco y comecé a sentir su lengua moviéndose por mis nalgas. Las mordía con firmeza, pero sin llegar a hacerme daño. Hundió su lengua entre ellas, aunque sin llegar al fondo. Sí lo hizo al llegar a la zona donde empezaba mi sexo. Comprobó que así no podía llegar muy lejos, así que me giró de golpe dejando mi pubis frente a su cara. Me separo un poco las piernas y comenzó a lamerme sin contemplaciones. Primero busco mi clítoris. Apretó su lengua con fuerza. Después fue bajando por mis labios, rodeándolos y mordisqueándolos con los suyos. Estabamos cerca de la pared, así que solo tuvo que moverme unos centímetros para que mi espalda hiciese contacto con ella. Entonces, levanto mi pierna izquierda. Ahora tenía todo mi coñito a su disposición y no se lo penso dos veces. El primer contacto fue un lametón rápido, abarcandolo todo. Después comenzó a centrarse en una zona cada vez. Solto mi pierna para abrir mis labios y así poder tener un acceso completo a mi vulva. Yo le facilité el camino dejando la pierna levantada. Separaba completamente con sus dedos mis labios interiores mientras chupaba mi vulva frenéticamente. Lo que me estaba haciendo no tenía nada que ver con el sexo oral que recibía de mi novio. Leo era tremendamente delicado y me chupaba muy despacio y solo utilizaba la punta de la lengua. Lo que tenía entre mis piernas era un animal que me estaba dando un repaso en toda regla. Sentía que Ricardo me esataba comiendo. Repetía los movimientos que había hecho antes en mi boca. Era como si se estuviese morreando con mi sexo. Por la forma en que se restregaba, debía de tener la boca y la cara totalmente empapada de mis flujos. Me gusto la idea. Durante ese rato estaba tan ensimismada en lo que me estaban haciendo que no presté atención a los golpes que alguien daba en la puerta del baño. Sólo al día siguiente recordé los gritos. "Ya está bien" "Llevas media hora ahí dentro. Sal de una puta vez". Fuera nadie sabía lo que estaba pasando, pensaban que en el baño había algún tío hecho polvo por la bebida o quizá fumándose un porro o metiéndose algo más fuerte.

No tuve que esperar demasiado para correrme en su boca. Su lengua acababa de empezar a penetrar mi vagina. Pegaba su cara a mí con gran fuerza, buscando introduir su lengua todo lo posible. Yo le ayudaba apretándome contra ella. Eso me provocó el primer orgasmo y él se dio cuenta por cómo me estremecí y por el cambio de ritmo de mis jadeos. Justo cuando me recobraba del orgasmo el apartó la boca incorporándose para besarme. Antes restregó su cara por la mía, y pude comprobar que estaba totalmente empapado de mi coño. Cuando su lengua entró en mi boca, sentí mi propio sabor, lo que era también nuevo para mí. Leo nunca se atrevía a besarme después de chuparme ahí abajo. Pero este cabrón me estaba dando a probar mi propio cuerpo. Lo siguiente que recuerdo es que tomándome por la cintura tiró de mí, separando mi espalda de la pared. Me dio la vuelta y se apoyó contra mi espalda por lo que no tuve más remedio doblar el tronco. Estiré los brazos hasta que mis palmnas entraron en contacto con la pared. Me cogío por la barriga para inclinarme un poco más y entonces sentí como su polla se hundía completamente dentro de mí. Cuando lo hizo gimió con fuerza. Pensé que iba a correrse, pero eso no pasó. Simplemente sucedió que después de tanto tiempo deseándolo, por fin había conseguido penetrar a una mujer y eso le provocó un escalofrío. El seguía quieto dentro de mí, sin moverse, mientras yo me hacía a la idea de tener un polla dentro de mi que no era la de mi novio, pero la calma duró poco. Estaba tan lubricada que su polla entraba y salía de mí sin encontrar ninguna resistencia. Al principio, no la sacaba del todo. Sentía su punta retroceder hasta la mitad en mi vagina y después otra vez hasta el fondo. Tras un rato así, empezó a sacarla completamente. A veces se recreaba dejando su polla fuera unos segundos. Cuando lo hacía, yo esperaba como loca que me la volviese a meter ("sigue follándome, cabrón", pensaba) y entonces me la clavaba hasta el fondo. Eso aumentaba el volumen de mis gemidos, por lo que él estuvo jugando a ese juego durante un rato. Ahora estaba completamente a su merced. Deseaba ese polvo tanto como él. Acababa de descubrir que podía disfrutar del sexo, de que un tío que no me gustaba y que ni siquiera me caía bien podía darme un placer que no había conocido hasta ese momento. Eso le daba aún más poder, ya no era sólo la satisfacción de estar follandome, sino además de saber que mi cuerpo le estaba pidiendo que siguiera. Su reacción fue comenzar a embestirme más fuerte. Ahora ya no se paraba. Entraba y salía rápidamente. Solo se detenía un momento cuando tenía su polla completamente dentro de mi coño, empujando con fuerza para intentar entrar todavía más. Cuando lo hacía estrujaba mis tetas con fuerza. Aunque estaba disfrutando como una loca, empecé a sentirme incómoda. La postura en la que estaba hacía que me doliese la espalda. También los brazos, de tenerlos apoyados en la pared con fuerza. Pronto la sensación de incomodidad fue realmente intensa, lo que hizo disminuir el placer que su polla me hacía sentir.

Me di cuenta de que empezaba a recobrar el sentido, de que la borrachera empezaba a pasárseme, cuando empecé a pensar con decisión qué podía hacer. Mis brazos no iban a aguantar mucho tiempo en esa posición. El, mientras tanto, seguía a lo suyo, follándome y gimiendo cada vez más fuerte. Ya no puedo más, me dije. Empujé mis brazos con fuerza contra la pared mientras flexionaba un poco mis piernas para incorporarme. El tuvo que moverse para aguantar mi peso y eso hizo que su polla saliese de mí. El comprendio lo que pasaba al ver mi gesto dolor mientras frotaba mis brazos con mis manos. Se quedó quieto, mirando como agitaba ligeramente mis brazos para que dejasen de dolerme tanto. Por suerte, funcionó y sentí un gran alivio. Cuando el dolor se hizo menos intenso, la inmensa excitación que había sentido en los últimos minutos volvio a apoderase de mí. Quería seguir follando con él. Quería llegar a correme otra vez y a sentir como el se corría también. Para su sorpresa, me acerqué a él y busqué su boca. Esto suponía un paso más, ya no era que yo colaborase mientras me follaba o me chupaba, ahora era yo la que había iniciado el contacto. No me limité a meterle la lengua, además restregué mi cuerpo sobre él como una perra en celo. Su reacción fue poner sus manos en mi culo, mientras me apretaba contra su cuerpo con fuerza. Sentía que ahora era yo la que dominaba la situación. Sin embargo, él volvió a tomar la iniciativa y empezó a flexionar las piernas haciendo que yo flexionase también las mías. En seguida supe lo que trataba de hacer. Intentaba tumbarme en el suelo para ponerse encima y seguir follándome en esa postura. Si me quedaba alguna duda acerca de que realmente era consciente de lo que pasaba, el pensamiento que tuve en ese momento la borró de un plumaza. El suelo, pensé. No quería tumbarme en ese suelo. Me daba mucho asco. Por suerte también había recuperado algo las fuerzas, así que pude resistirme, haciendo fuerza hacia arriba. Eso hizo que nos quedásemos parados con las rodillas ligeramente flexionadas mientras nuestras seguíamos con aquel morreo que yo había iniciado. La tremenda repulsión a tumbarme sobre ese suelo me hizo actuar con rapidez. El se llevó una nueva sorpresa ya que el desconcierto que estaba sintiendo al notar como me resistía a dejar que me tumbase desapareció cuando sintió mi mano enrosándose con fuerza sobre su polla. Mi acercamiento le había hecho recuperar en parte la erección que parcialmete había desaparecido cuando yo le obligué a salir de mí al cambiar de postura. A esas alturas ya tenía claro lo que estaba intentado hacer. No era yo la que se iba a tumbar en el suelo, sino que haría que fuese él quien se tumbase y yo me pondría encima.

Sabía que no lo iba a conseguir así por las buenas, por lo que tuve que llevar a cabo el movimiento definitivo que me permitiría llegar a la postura que buscaba. Deje de mover la mano y la cerré con fuerza sobre su pene. Eché la cabeza hacia detrás para liberar mi lengua, atrapada entre sus labios que la sujetaban con fuerza. Me puse en cuclillas y giré la cabeza, acercando mi boca mientras soltaba mi mano poco a poco, de forma que comencé a pasar mi lengua por el mismo lugar que un segundo antes rodeaban mis dedos. Me pregunto qué pasó por su cabeza. Si le había sorprendido que hace un par de minutos fuese yo quien me acercarse a buscar su boca ahora, sin ningún tipo de presión por su parte, ni siquiera de insinuación, de forma totalmente libre y con una actitud que indicaba que yo sabía muy bien lo que hacía, estaba chupando la base de su polla. Me centré en esa parte, manteníendome lejos de su glande. En realidad no quería chupársela. Era solo un truco para conseguir tumbarlo en el suelo. Mientras bajaba cada vez más, hasta chupar sus testículos, tiré de su culo hacia abajo. El entendió el gesto enseguida. Yo pretendía hacerle ver que en esa posición no estaba cómoda y que quería que se sentase para poder hacérselo mejor. Se separó de mí para agacharse, apoyo la mano en el suelo y se sentó abriendo las piernas. Yo me arrodillé entre ellas y volví a cogerla con mi mano derecha, mientras con la izuierda empujaba su pecho para que se tumbase. La excitación ante la inminente mamada le hizo ceder sin ofrecer resistencia, así que se tumbó completamente mientras su respiración se aceleraba. Como he dicho antes, no tenía especial interés en hacerle una felación, lo que quería era seguir follando y correrme salvajemente. Sin embargo, aún no podía hacerlo, tenía que disimular un poco. El estaba como loco esperando sentir mi lengua otra vez y sabía que tenía que hacérselo aunque fuese un rato. Una vez que hubiese calmado un poco sus ganas, aprovecharía el momento de excitación para moverme y antes de que se diese cuenta, estaríamos otra vez follando.

No todo salió como yo esperaba. Comencé a chuparle justo donde lo había dejado. En el punto donde su tronco se une a sus testículos y de ahí fui ascendiendo con mi lengua completamente pegada a su piel. Pensaba seguir lamiendo esa zona unos cuantos segundos para después apartar la boca y poneme encima de él. Sin embargo, no fue eso lo que pasó. Mis lametones hicieron más efecto del que yo pensaba. Ví como levantaba la cabeza para observarme mientras cerraba sus manos sobre mi cara. Antes de que pudiese hacer nada, el lento pero firme tirón que dio sobre mi cabeza hizo que mi lengua ascendiese más de lo previsto. Ahora estaba posada cerca de la punta y aunque intenté moverla para seguir bajando por el tronco, él se echo atrás de forma que consiguió que un lametón en el centro de su glande. Las reacciones que se produjeron fueron toralmente opuestas. Yo me sentí algo asqueada y forzada otra vez, sintiendo como perdía el control de la situación y era obligada a hacer algo que no me gustaba. Él, por su parte, reaccionó con un espasmo, como si una corriente reccorriese todo su cuerpo. El movimiento que le provocó el espasmo lo hizo todo más facil, como si todo sucediese de forma natual, y antes de que pudiese darme cuenta tenía la mitad de su polla dentro de mi boca. Eso no entraba en mis planes, la idea no era darle un par de chupetones y en una zona elegida por mí y nada más. Yo ni siquiera cerraba mis labios sobre su carne, pero no le importaba. Gemía como loco, mientras se movía dentro de mi boca. No era la primera polla que entraba allí. Yo se lo hacía a Leo, pero de forma totalmente diferente. Él se quedaba completamente quieto y era yo la que manejaba la situación. Me la metía en la boca y se la chupaba despacio un rato. El cabrón de Ricardo no me respetaba de la misma forma. Yo trataba de esconder mi lengua en algún rincón de mi boca pero su polla la buscaba por todas partes hasta que la encontraba y entonces se restregaba sobre ella. No se conformó con eso así que empezó a follarme la boca con movimientos rápidos. Me atragantaba y además me daban arcadas, si seguía así iba a vomitar. Con desesperación luché con todas mis fuerzas para liberar mi cabeza de sus manos y lo conseguí. Cuando controlé las naúseas, levanté la vista y lo fulminé con la mirada. El estaba allí con la cabeza levantada. Había estado contemplando muy atento como su polla entraba y salía de mi boca a toda velocidad. Pensé que al mirarlo así le había dejado muy claro que no pensaba continuar dejándole hacerme eso pero me equivoqué. Volvió a buscar mi cabeza con sus manos para que me la tragase de nuevo. No le dejé. Le retiré los brazos con violencia mientras pensaba que hacer. Mi plan no estaba funcionando. Cometí un error al hacerle pensar que quería chupársela. Ahora era lo único que quería que le hiciese. Estaba muy nerviosa. Ahora sí oía los golpes en la puerta y los gritos fuera. Por suerte la música estaba alta y ellos no podían oír nuestros movimientos y gemidos. En otro caso, no sé lo que hubiese pasado. El cabrón seguía mirándome de forma desafiante y yo seguía sin saber que hacer. Lo primero que pensé es mandarlo todo a tomar por culo. Vestirme y largarme de allí. La forma en la que me miraba me impidió hacerlo. Quizá fueran imaginaciones mías pero creí entender en su cara que si me iba ahora iba a contar a todo el mundo lo que había pasado. Yo podía negarlo, pero tenía que pensar una excusa verosímil para explicar donde había estado todo ese tiempo. Mientras tanto, él podría seguir dando detalles a nuestros amigos y a mi novio y ahí quizá yo acabase derrumbándome. Creía que no sería capaz de ir tan lejos, de perder a su novia y a sus amigos sólo porque le había dejado a medias. Pero no estaba segura.

No tuve más remedio que tomar una decisión rápida. Esto se me había ido de las manos. No tuve otra salida que hacer algo que me parecía totalmente humillante, no solo por el hecho en sí, sino por tener que ceder ante el muy hijo de puta. Volví a mirarle con odio. El estaba un poco más incorporado que antes, apoyado sobre el suelo con los antebrazos y levantando el tronco todo lo que podía. Le empujé con rabia, lo que hizo que su espalda se apoyase totalmente contra el suelo. Sabiendo que era mi única elección posible en esas circustancias, le cogí la polla, que había perdido gran parte de su erección y me la metí en la boca. Desde el primer momento le dejé claro que no iba a dejar que pasara lo de antes. Iba a chupársela, sí, pero yo mandaba. La aprisioné todo lo fuerte que puede con mis labios y aunque deseé con toda mi fuerza morderle hasta hacerle rabiar de dolor supe que era una tonteria hacerlo. Mis labios subian y bajaban sin dejar de hacer presión al principio. Luego los liberé un poco para poder apoyar mi lengua, que ahora acompañaba e mis labios en su recorrido. Me paré al llegar arriba. Con la punta aún dentro de mi boca, comencé a recorrer todo su glande con mi lengua, movíendome en círculos. Cada vez que él intentaba moverse yo apartaba la lengua y la aprisionaba con mis labios y con mis manos, sin hacer nada más. Sólo tuve que hacerlo un par de veces, quizá entendió que ya no iba a permitirle follarme la boca o quizá le parecio buena idea dejarme llevar el mando ahora que había comenzado a mamársela en condiciones. No es que me diese asco su polla, pero me sentía muy humillada y cabreada por hacer lo que estaba haciendo. Aunque él estaba quieto mientras yo se la chupaba sin ningún tipo de reparo, me sentía que se estaba aprovechando de mí más que nunca. No me estaba forzando, era algo peor, estaba haciendo que yo se lo hiciese como si verdaderamente lo deseara. Me centré sobre su glande, ya que era lo que más parecía gustarle. Se lo lamía con la boca abierta, lo recorría con mis labios. Lo sacaba de mi boca para recorrerlo con mi lengua y después lo volvía a introducir en mi boca, subiéndo arriba y abajo, como haciéndole una paja con mis labios. Notaba como él se derretía. Gemía como un niño. Mientras lo hacía, en mi mente se repetían las palabras ("Eres una puta". "Nunca se la habías chupado así a Leo". "Le estás haciendo sentir a este cabrón cosas que tu novio nunca habría imaginado"). Eso me hizo cabrearme aún más, ya que tenía razón al pensar eso. Por raro que parezca el cabreo sólo hizo que aumentase la intensidad de la mamada. Si antes había sido él el que me comió el coño como no pensé que fuese posible, ahora era yo la que estaba devorando su polla con fervor. En mi cabeza seguían acumulandose los pensamientos: "¿sabes lo que estás haciendo? hace sólo un par de horas si este tío hubiese sólo intentado besarte le habrías dado una hostia sin pensártelo y ahora, estás aquí, mamándole la polla, sin pensar en tu novio que probablemente esté preocupado, buscándote por todas partes". Ese pensamiento sólo conseguía aumentar mi mala leche, lo que me hacía subir el ritmo todavía más. Sentía como Ricardo se moría de gusto con lo que le estaba haciendo y me dejaba hacer completamente. Eso me hizo sentirme mejor, ya que había recuperado el control. Era yo la que mandaba, el sólo podía rendirse a lo que le estaba haciendo. Como resultado de esto volvió a aumentar mi excitación e instintivamente, casi sin darme cuenta, llevé mis dedos hasta mi coñito y empecé a tocarme. No tarde en volver a estar mojada.

Si pienso en lo que hice poco después me parece totalmente estúpido, pero en ese momento era mi único mecanismo de defensa. Me saqué la polla de Ricardo de la boca y sujetándola con la mano me abrí paso entre sus piernas. Una vez alcancé una buena posición, levante un poco el culo, bajé la mano hasta el comienzo de sus testículos y sin que mi mano la soltase del todo, mi coño se tragó aquella polla hasta el fondo. La notaba tremendamente dura dentro de mí. Ya no era necesario sujetarla con la mano, ya no iba a salirse de su sitio. Busqué una posición cómoda, girando un poco mi cuerpo y cuando la enconté comencé a moverme. Quise empezar despacio, saboreando la sensación que simplemente me provocaba tener aquella cosa dentro de mí, pero en seguida aumenté el ritmo de mis movimientos. Sentía que ahora era mi momento. Odiaba a ese cabronazo y me iba a vengar de él. Habían cambiado las tornas, ya no era él quien se aprovechaba de mí. Ahora era yo la que me lo estaba follando, y resistirse no le serviría de nada. Soy consciente de lo absurdas que suenan estas palabras. Llevaba una hora con un tío que me deseaba como loco, al que le había dejado hacerme de todo y ahora pretendía vengarme follándomelo salvajemente. ¡Menuda venganza!. La verdadera venganza hubiese sido dejarlo a medias, sin dejar que se corriese, y eso es lo que debí hacer. Pero estaba tan cabreada que esa opción tan lógica no se me pasó por la cabeza. Y no era sólo eso. Aunque ahora me odie por ello, estaba tremendamente cachonda. Necesitaba correreme. Además tenía que demostrarle que me lo estaba follando porque realmente me apetecía, no podía soportar la humillación que suponía dejarle pensar que esa noche había conseguido aprovecharse de mí. Tenía que hacerle ver que estaba disfrutando como una perra. Tenía los ojos cerrados al principio. Cuando los abrí, comprobé que él los tenía bien abiertos ya que no dejaba de mirar como se movía mi cuerpo. Seguía ahí, con la cabeza un poco levantada, mientras sus manos apartaban mi vello púbico para poder así ver mejor como mi coño subía y bajaba sobre su polla. Yo seguía a lo mío, intentando hacerle ver cuanto estaba disfrutando. De vez en cuando, estimulaba mi clítorix con los dedos. Mientras jadeaba, cerraba los ojos, abriendo un poco la boca y mordiéndome el labio, intentando transformar mi carita inocente en la de una zorrita. De vez en cuando, llevaba mi mano a una de mis tetas y me la agarraba, acariciándola, como había visto hacer alguna vez en las escenas subidas de tono de las películas. Eso le volvía loco y, como respuesta. me estrujaba el otro pecho. A veces, se incorporaba, mientras me atraía hacia él para meterse un pezón en la boca y succionarlo y lamerlo con fuerza. Por fin, tras cabalgar como una loca, apretando todo mi cuerpo contra su polla, me corrí. Gemí sin contemplaciones, liberando la tensión acumulada mientras con mi mano me acarciaba por todos lados. Justo cuando me estaba recobrando del orgasmo, él se movió. Se incorporó intentando apartarme de encima. Me empujaba hacia atrás y para no caerme me agarré a su espalda con fuerza. Lo que pasaba en realidad es que se estaba corriendo y buscaba torpemente salir de mí para correrse encima de mis tetas y mi barriga, para poder tener un recuerdo de esa noche en forma de la visión de su leche desparramada sobre mi cuerpo. Yo seguía agarrada a su espalda para no caerme y como consecuencia de la fuerza que hacía para mantenerme apartada del suelo seguía totalmente pegada él de forma que su polla seguía enterrada dentro de mí. Entonces él comprobó que ya no le daba tiempo a hacer lo que quería y dejó de hacer fuerza. Se echó hacia atrás hasta volver a tocar el suelo con la espalda y yo, que seguía agarrada él no caerme, acabé tumbada encima. Mientras esto pasaba noté el primer chorro. Me relajé un poco al hacerlo, y el aprovechó el momento para rodear mi espalda con sus brazos y girar nuestros cuerpos que estaban completamente pegados, de forma que la posición se invirtió. No me dio tiempo a reaccionar. Ahora era mi espalda la que tocaba el suelo y él estaba encima. Al final no había podido evitar tocar ese suelo asqueroso, pero al menos fue solo un momento. Sentí un segundo chorro dentro de mí, mientras Ricardo seguía metiéndome la polla, aunque esta vez muy despacio. Entraba y salía muy lentamente mientras terminaba de eyacular como saboreando el momento. Entonces la imagen de mi novio volvió a mi cabeza, ya que estaba en la postura que siempre utilizábamos cuando follábamos y además notaba como me penetraban despacio y con cuidado, como el solía hacer. Estaba a punto de ponerme a llorar.

En seguida salí de mi ensimismamiento cuando noté que la música fuera había parado y que se escuchaba un ruido en la cerradura. Alguien estaba desmontándola. Ricardo se apartó de mí y sin perder un minuto busqué mi vestido. Lo hice muy rápido aunque los nervios del momento me jugaron una mala pasada. La puerta se abrió, y ví como se asomaba un grupo de gente. Conocía a la mayoría. Ricardo entretanto se había vestido también y estaba a unos dos metros de mí. Intenté pensar en una historia creíble durante un par de segundos que me parecieron horas. No hizo falta. El hecho de que tuviese el pelo totalmente revuelto, el maquillaje corrido y de que además no me hubiese ajustado bien el vestido por lo que mi la mayor parte de mi pecho estaba al descubierto no me hubiese permitido sonar muy convincente. No dije nada ya que, todas esas miradas posadas sobre mí (especialmente de tíos que aprovechaban para disfrutar de lo que mi ahora enorme escote mostraba) me dejaron muda. Noté que algunas personas desviaban su mirada hacia el suelo, a unos centímetros a mi derecha. Bajé la vista para ver que es lo que les llamaba tanto la atención y descubrí mis medias hechas un ovillo en el suelo y junto a ellas mis bragas negras completamente extendidas. En los pocos segundos que pasaron sólo me preocupé de taparme con el vestido. Había olvidado completamente el resto de mi ropa. No puedo explicar la humillación que sentí. La mayoría de los tíos tenían una risita estúpida en la boca, y las tías me miraban sorprendidas y al mismo tiempo sentía como sus ojos me llamaban puta. Pero eso no fue lo más humillante. Noté como algunas miradas bajaban hacia la zona de mis piernas. Bajé de nuevo la cabeza para saber qué demonios estaban mirando cuando me topé con mi pierna desnuda, asomando por el vestido un palmo por encima de la rodilla. Sobre mi muslo bajaba lentamente un reguero de semen. Parte de la abundante eyaculación que Ricardo había dejado sobre mí caía hacia el suelo, provocando que mi único pensamiento fuese querer morirme allí mismo.