Una noche y dos Extraños
Selena, una Webcamgirl, acude a una misteriosa cita sexual con un desconocido cliente, para verse atrapada entre dos hombres en medio de una morbosa situación...
Una Noche y Dos Extraños.
Por: Selena S
Web: http://selenasexy.blogspot.com
Mail: selenasexy@gmail.com
Basado en una idea original de: Carlos Plaza Calzada.
Comentario de la Autora: "Siendo este mi primer relato, quiero dar las gracias especialmente a Carlos (autor de la idea original), su ayuda para desarrollar el ambiente y fondo del texto ha sido inestimable, y sin él, no hubiese habido relato en absoluto. Desde estas líneas: Muchas Gracias. Todos los posibles errores o conceptos que no acaben de gustaros en el texto, sin duda son míos. Agradeceré vuestros comentarios, sugerencias y críticas en mi mail personal.
Que lo disfrutéis" ;-)
Ella entró en la casa. La puerta comenzó a desperezarse girando lentamente al tiempo que crujía sobre sus goznes, perezosa, doliente en los gemidos de la madera combada por el tiempo y la humedad, como si se tratara de un animal que no hubiese sido molestado en mucho tiempo, abriéndose lentamente como una boca insaciable que parecía solo dar paso a la oscuridad reinante del interior del viejo caserón.
No sabía muy bien que se iba a encontrar y eso la atemorizaba Días antes, el acuerdo había sonado bien, una invitación recibida por parte de uno de los contactos de su Messenger profesional como Showgirl Ahora, allí plantada frente a la oscuridad del momento y lo desconocido de la situación, sus rodillas quizás temblaron un poco víctimas de la ansiedad y el frío de la noche.
Sintiéndose un poco estúpida e insegura, con sus tacones avanzando los primeros pasos por el interior de la vieja casa, escuchó el sonido del silencio y su propia voz en la oscuridad, el eco se la devolvió acompañada solo del ruido del crujir de sus tacones y el sonido de las suelas de sus zapatos Blahni, escogidos para la ocasión, y ahora probablemente echados a perder para siempre; daños colaterales inesperados que la humedad de la hierba del jardín, que acababa de atravesar, había dejado como recuerdo bajo sus pies.
Pensó en el hombre misterioso con el que había tenido varias sesiones. Lacónico, siempre agradable y caballeroso, pero tan parco y esquivo Como un fantasma. Alguien para quien al parecer el dinero no era un problema. Selena nunca había podido averiguar gran cosa de aquel tipo, pero su oferta había sido ofrecida sin regatear, con todas las facilidades, como si aquella suma fuera la propina de una noche cualquiera en un restaurante de poca monta para él, casi un sutil desprecio emitido como un gesto de superioridad por parte de alguien no esperaba nada mejor, pero tampoco emitía crítica alguna por hacer aquello, así que... ¿por qué no?
Había podido viajar gratis a Madrid, se había alojado en un hotel de cinco estrellas donde la habían tratado como a una Diva. Sonrisas calladas que abrían y cerraban puertas a sus espaldas mientras sus maletas de Prada, desaparecían en manos de otras personas. Más tarde había disfrutado de una buena cena, en un reservado para dos donde su hombre no apareció, salvo a través, de nuevo, de sus palabras; cuando el camarero le entregó la nota con la dirección a la que debía de acudir y el sabio consejo de disfrutar de la comida y el champagne francés
Aunque fuera en soledad, cenó, con la mirada perdida en la silla vacía frente a ella en aquel reservado tan discreto. En conjunto aquello comenzaba a parecer algo bastante raro, aunque sumida en sus pensamientos de nuevo, se repitió que el trato estaba muy bien...
Pero ahora, ya no estaba tan segura. Ya no le hacía gracia pensar que quizás su fantasma, vivo retrato del hombre invisible de Wells estuviera justo sentado frente a ella en aquel restaurante de lujo, y que la observaba deseándola sin que ella pudiera verlo.
La puerta estaba abierta, y aquel caserón al que había prácticamente volado en manos de un taxista callado y taciturno en mitad de la noche, estaba en medio del campo, aislado. Ya no sentía el mismo morbo, luchó por controlar su miedo y sus ganas de dar media vuelta y olvidar toda aquella situación tan extraña. Pero se dio cuenta de que no era estar allí lo que le asustaba, sino estar sola.
Selena dio un paso final hacia delante y haciendo acopio de valor sabiendo que no habría vuelta a atrás, entró en la estancia, y cuando sus ojos de un color, mezcla de verde y miel comenzaron a penetrar en la oscuridad, esta dio paso a la semipenumbra. Más que ver, atisbó lo que había tras la puerta; una habitación muy grande, acaso un salón, presidida por un enorme objeto que había en medio de la misma. ¿Una cama, quizás? No podía estar segura.
La joven oyó una voz que le sobresaltó.
Bienvenida. reconoció la voz al instante, aún pese a no haberla escuchado nunca antes. El tono de seguridad emitido sólo con una palabra, era a la vez inconfundible e inapelable.
Gracias dijo ella sin mucha confianza en su propia voz.
Haz lo que voy a decirte.
Ya estaba hecho La voz proveniente de la oscuridad, en la indeterminación de alguna parte del amplio salón, habló suave pero contundentemente Como un encantador gato, un habitante a quien la noche le pertenecía, una mezcla de Schrodinger y Chesire, se dijo a si misma casi divertida
La fue guiando suavemente y sin prisas, recreándose en la situación de observar sin ser visto, y Selena, sintiendo nacer el calor del morbo de nuevo desde su abdomen en oleadas, y la cascada de adrenalina deslizándose bajo su nuca camino de su espalda, se entregó a seguir las instrucciones de su "cliente" tal y como si todavía se encontrara arropada por la seguridad de su pequeño dormitorio, desde donde emitía sus shows por webcam a diario.
Se dirigió obediente y sumisa hacia el centro de la sala, caminando de forma lenta y sensual mientras notaba el rozar de las medias entrechocando con las caras internas de sus muslos al caminar, hasta alcanzar la cama: Un enorme lecho de matrimonio hijo de otra época forjado en hierro y diseñado para aguantar las embestidas propias del placer de una pareja de alta cuna.
Comenzó a quitarse la ropa muy poco a poco, contoneándose lenta y sensualmente, empezando por el jersey, al que no tardó en hacerle compañía la blusa (que procuró desabrochar todavía más lentamente aún si cabe, disfrutando del momento) dejando que la luz de la luna, que furtiva comenzaba a colarse por un tragaluz bañara la silueta de sus redondos y firmes pechos con su color de plata enmarcados por un fino sujetador negro.
Finalmente, la minifalda a juego del conjunto terminó por caer al suelo mientras continuaba bailando al son de una música que solo su fantasma y ella misma podían escuchar en medio de la noche, la tela se deslizó por sus piernas acariciando sus medias, como si no quisiera abandonar la suavidad del tacto de la piel y la calidez trémula de la carne suavemente atrapada y envuelta por la licra, como un regalo lujosamente envuelto y largamente a la vez que lujuriosamente esperado.
Bailó sobre sus tacones aferrada a una de las barras del dosel de la cama como si se hubiera transformado por arte de magia en una barra de baile, que se esforzaba en resistir los envites de su cortejo. El reclamo sexual de sus formas en movimiento, de la piel desnuda apenas arropada por el conjunto del sujetador, tanga, medias y liguero en color negro a juego con la noche, invitaba a su amante a tomarla para si mismo.
Entonces encontró el antifaz de terciopelo negro y suave colgado del dosel, y comprendió sonriendo, maliciosa y divertida, lo que deseaba su extraño fantasma
Se tumbó en la cama, y empezó a acariciar su cuerpo lascivamente, llevando la mano debajo del tanga, hasta su coñito húmedo mientras en su interior no le quedaba más remedio que reconocer que si bien aquella situación le asustaba, también había acabado por ser presa de la excitación y el morbo salvajes que propiciaban aquel momento; una extraña sensación de miedo y placer. Y abandonada a este último pensamiento, empezó a masturbarse con ligeros gemidos que poco a poco fueron creciendo en ritmo e intensidad. Movía la mano en círculos, estimulando su clítoris mientras con la otra mano se acariciaba la suave piel de sus pechos.
Perdió la noción del tiempo mientras se tocaba, hasta que su soledad en aquella cama como objeto de deseo anhelado tocó a su fin cuando comenzó a sentir que otra mano que no era la suya comenzaba a jugar con su pezón izquierdo, terso, duro, erecto y desafiante aunque todavía enjaulado por la copa de su sujetador.
Al principio se asustó, pero luego se dejó hacer; formaba parte de las reglas implícitas de un juego nuevo que comenzaba a conocer sin necesidad de palabras pronunciadas.
La mano era ruda y grande, sin duda perteneciente a un hombre. Se sobresaltó cuando sintió otras dos manos acariciando sus muslos; cesó en su tarea masturbatoria al mismo tiempo que le bajaban el tanga, y pronto su mano fue sustituida por una traviesa lengua y unos dedos que horadaban su húmedo y excitado orificio.
Selena se entregó totalmente al placer. Aquellos dos hombres a quienes no podía ver la estaban haciendo llegar al éxtasis. La situación era tan excitante que no pasaron ni tres minutos antes de sentir los espasmos que anunciaban su primer orgasmo... Gritó sin ningún tipo de pudor, movía la cabeza de un lado a otro sin control. Se sentía totalmente desatada. Probablemente, aquel era el orgasmo más intenso que había sentido en su vida.
Tras esto, las caricias suaves sobre sus pechos se convirtieron en garras que hacían presa sobre ellos, que ahora ya totalmente duros como piedras y ya liberados del sostén pasaron a hacer frente la fuerza de la gravedad.
De repente su fantasma se retiró dejando sus piernas abiertas mostrando a la noche su sexo húmedo y excitado. La decepción infantil e inicial, como la de una chiquilla que no desea cesar en sus juegos para despertarse de un sueño, dio paso a la sorpresa que le hizo cerrar los ojos bajo el antifaz, cuando algo duro y grande rozó sus labios, comprendió que había llegado la hora de devolver el placer recibido.
Sacó la lengua y lamió aquella polla recorriendo el tronco desde su base, al mismo tiempo que medio a tientas la agarraba con la mano. Le sorprendió el inusitado tamaño de aquel miembro, era larguísima y muy gruesa. ¿Quiénes eran aquellos dos hombres? ¿De dónde habían salido?
Como si encarnando el papel de una actriz consagrada del porno se tratara, no tardó en abrir la boca para que aquella enorme tranca se introdujera en ella. Sintió como la mano de aquel extraño le agarraba la cabeza.
Empezó a hacer movimientos de vaivén, metiéndose aquel monumento fálico casi hasta la mitad de su boca, y notando como mientras se la llenaba, se acercaba casi peligrosamente al límite de lo que podía tragar; no abarcaba más.
Y moviendo la lengua por toda la extensión de aquel magnífico instrumento, se dedicó a explorar el cuerpo de su amante con las yemas de sus dedos y las palmas de sus manos extendidas y ansiosas de conocimiento carnal.
Nalgas firmes, pectorales duros... aquel tipo debía de dedicar sin duda varias horas al día a cultivar su cuerpo en el gimnasio. Hubo momentos en los que le folló la boca, y Selena casi sintió náuseas, pues su amante presa del placer que su boquita caliente y húmeda le regalaba sin apenas poner trabas a sus embestidas, perdía el control y le metía la polla casi hasta rozar el final de su garganta
Entregada a su labor, los gemidos y suspiros de su hombre, una extensión de carne dura y elástica, casi por completo desconocida más allá de su impresionante miembro viril, le recordaron que lamer pollas siempre había sido una de sus mejores habilidades para conciliar el placer de los hombres que habían pasado por su cama.
Disfrutaba realmente con ello, jugando con su lengua, acariciando la piel del tronco con sus labios mientras la engullía, acariciando los huevos de su semental, repletos del dulce néctar que supo que acabaría haciendo suyo costara lo que costase.
Este pensamiento culminó la sensación que el relevo de la lengua de su otro partenaire quien se había colado presto y más ansioso si cabe que el anterior entre sus piernas, le estaba proporcionando, seguidos del deslizamiento de unos dedos en su interior que arrancaron entre gritos ahogados por la polla de su otro amante, introducida en su garganta, su segundo orgasmo de la noche.
De improviso, dos pares de manos dieron la vuelta a Selena, que se puso a cuatro patas. No tardó en sentir como dos manos agarraban su cabeza, y una nueva polla quería abrirse paso por su boquita tragona. De textura y sabor era diferente, pero de tamaño y grosor era parecida, la comió con la pasión desmedida de su propio deseo desatado, libre ya de cualquier miedo, moral, o precaución.
Mientras, por detrás, sintió el roce de algo que no era ya lengua; la polla que antes había estado en su boca empezó a acariciar sus labios vaginales, abiertos ya de par en par, como una rosa naciente y húmeda ansiosa de recibirla, hasta finalmente decidirse e introducirse sin ninguna dificultad en aquella cueva húmeda y caliente.
Selena dio un respingo cuando sintió la violenta penetración, pocas veces había tenido rabos de aquel tamaño dentro de ella; empezó a ser bombeada con gran potencia, aquel descomunal miembro entraba y salía de su interior con mucha facilidad, resbalando suave y empapándolo a cada envite mientras se prodigaba en las sensaciones y la humedad que le hacía sentir.
Siguió mamando con toda su destreza, obligada en ocasiones a sacarse la polla de la boca para gemir y jadear, sobre todo cuando le sobrevenía alguno de los múltiples orgasmos que aquel endiablado cabrón le estaba causando o cuando conseguía meterla hasta el fondo, causando en ella oleadas de dolor y placer, a la vez que la imperiosa necesidad de volver a tomar aire, como una buceadora que desesperada quisiera alcanzar el final de una sima abisal, sirviéndose únicamente de la ayuda de sus propios pulmones.
El tiempo se hizo nada y la magia sólo se rompió cuando sintió salir la polla de su amante de su interior, sin la consiguiente nueva acometida que su cuerpo seguía deseando. Selena frunció el ceño, aunque sin cesar en su actividad de entregada sumisa lamedora que en ese momento lamía el capullo de su otro compañero de cama.
Sintió el peso de la figura recostándose junto a ella, y el movimiento rítmico de su mano acariciándose como si se dispusiera a sorprenderla de nuevo. Pensando en la manera en la que la había llenado por completo casi deseó romper el encanto de la situación para liberarse de su antifaz y poder contemplar el tamaño de aquel templo de placer dedicado a la feminidad por su creador. Pero cada vez que trataba de hacerlo de manera discreta, unas manos prestas se encargaban de hacer que las suyas propias se situaran de nuevo tras su espalda, como una nena obediente cumpliendo frente a un examen oral, o las posaban en las firmes y robustas caderas de uno de sus fantasmas.
Selena notó de repente como le hurgaban entre las nalgas, descubriendo su ano tras apartar sus cachetes y como embadurnaban su culito con algún tipo de sustancia que le dejó una extraña sensación pastosa. De nuevo cuatro manos le hicieron cambiar de posición, haciéndole arrodillarse delicadamente sobre uno de los bordes de la cama, mientras el recuerdo de las manos fuertes y bastas le volvían a sorprender apretando sus hombros al tiempo que unos labios gruesos le robaban un beso con su rostro vuelto hacia atrás.
Sus lenguas se exploraron mutuamente, fundiéndose en un húmedo lazo. Casi agradeció ese gesto, un momento de relajación dentro de aquella oleada de placeres extremos, y más porque sin duda sabía lo que se disponía a ocurrir en unos instantes, los manejos de sus dos amantes no dejaban lugar a dudas; en efecto, aquellos besos húmedos y lascivos cesaron en los segundos previos de tensión y ansiedad contenidos que transcurrieron hasta que notó una de las pollas acariciando la piel de sus suaves nalgas.
Tenía dudas y un poco de miedo; no era la primera vez que practicaba sexo anal, pero nunca había tenido un miembro de aquel tamaño en aquella parte de su cuerpo, y temía que la desgarraran por dentro.
Pero en ese momento supo que quería sentir aquello dentro de ella, aunque el dolor fuera el inexorable precio a pagar. Cogió aquella mojada polla para guiarla y poco a poco la introdujo en su culito. Su cuerpo fue moneda de cambio y gritó desesperada hasta sentir lágrimas saladas resbalar por sus mejillas, a pesar de la lubricación y las caricias incesantes de sus amantes, aquello le estaba causando un dolor terrible, y no pudo evitar imaginarse a si misma partiéndose en dos como una débil hoja de papel.
Pero, poco a poco, aquel miembro invasivo se acomodó dentro de sus entrañas y ella, fuera ya de si misma, casi obligada a abandonar su propio cuerpo debido al dolor, empezó a moverse para bombear, transformando el dolor en salvaje placer. El otro no tardó en ponerse debajo de ella boca arriba, de forma que sus rostros quedaban uno frente al otro, y penetrarla vaginalmente. Ahora con la cara de uno de sus amantes tan cerca de la suya propia, acarició con sus manos las facciones que tenía delante para tratar de apreciar al tacto, como una invidente buscando hacerse una imagen más real en la oscuridad, el rostro de quién tenía frente a sí.
Era un joven fuerte, con la piel y el olor propios de un afeitado reciente y colonia de calidad, con los rasgos marcados, la nariz aguileña y una melena cálida cuyo color no supo o se atrevió a imaginar.
Lo prefirió así, en la oscuridad, levemente imaginado, una incógnita en forma de hombre no resuelta. Su fantasma hecho carne para devorarla viva.
Ambos comenzaron un vaivén sumido en la lógica de la locura moldeada en la carne de tres seres humanos entrelazados. Selena no pudo resistirse a nada, todo pensamiento o gesto que no estuviera dedicado a sentirse entregada y sometida por completo le hubiera sido vedado por los verdaderos deseos de su cuerpo y de su alma solo pudo entregarse, entregarse a sentir.
Se abrazó al joven que tenía delante, no podía hablar, ni pensar, solo gemir, suspirar entrecortadamente y gritar. Los placeres que aquellas dos gigantescas pollas le estaban causando eran indescriptibles, la penetraban de una forma que nunca habría imaginado ni en sus más intimas fantasías adolescentes, hasta el momento no hubiese podido concebir que se pudiera conseguir tanto placer. Finalmente perdió la cuenta de los orgasmos que tuvo...
Al rato, sintió que el chico que tenía encima la desmontaba. Sintió los movimientos masturbatorios y rápidos frente a su rostro, y no pudo negarse el capricho de abrir la boca, con sus ojos vendados mirando hacía donde creía intuir el rostro de su amante, sacó su lengua ávida y golosa susurrando palabras propias de la puta desatada que aquellos hombres habían despertado en su interior.
No tardó en sentir el semen caliente sobre su lengua, mientras le sujetaban la cabeza
Paladeó el sabor agridulce y fuerte con reminiscencias de sabores almendrados y salados para después sentir la textura espesa y abundante recorrer su garganta.
Selena sonreía aún con el sabor de su bien ganado premio en su boca cuando aquel otro compañero de una sola noche empezó a penetrarla violentamente por el culo y de pronto sintió como la inundaba con su leche hasta hacer que sus rodillas perdieran el sentido del peso de su propio cuerpo para caer ya exhausta como una muñeca despojada de vida.
Dolorida pero satisfecha, las brumas de la inconsciencia se abatieron sobre ella. Se quedó recostada en la cama, inmóvil mientras todo su cuerpo se relajaba para dar paso a un sueño profundo coronado por una extraña y desubicada carcajada quizás fruto de su imaginación de duermevela.
El frío de la mañana la sorprendió sola, maltrecha y abrigada en una manta se asomó al exterior de la casa, con el rocío empapando su piel, el amanecer ante sus ojos, la hierba bajo sus pies Una rosa junto a la almohada de la cama, como única tarjeta de visita que parecía concluir que efectivamente, nada había sido un sueño durante aquella pasada noche.
Nunca pudo saber quienes eran realmente aquellos desconocidos. Y en su memoria, aquella risa que no era risa.
Nunca más volvió a verlos.