Una Noche Salvaje

Consumida por un fuego ajeno, la dócil elfa nocturna vaga perdida por la foresta, ignorante de que aquel que la corrompió busca liberarla empleando fuego contra fuego...

El Bosque se encontraba en la más completa oscuridad; era una noche sin luna, e incluso para los Elfos Nocturnos que habían vivido en él durante milenios, no era demasiado fácil observar su alrededor. La elfa se daba toda la prisa de la que su cuerpo podía darle; se sabía en una zona de conflicto y quería evitarla cuanto antes; no era una combatiente, de ello estaba segura. Era una elfa nocturna alta, de casi dos metros de alto; vestía una simple toga ligera y portaba un bastón gastado como única arma; sabía que dependía de su sigilo y buenas decisiones para continuar, pues no podría resistir un combate directo… Sus ojos se movían en todas direcciones y aguzaba sus orejas para escuchar todo lo que fuera capaz. Finalmente retornó a tierras seguras, y pudo calmarse. Su respiración volvía a la normalidad, y se permitió una leve sonrisa, a orillas de un lago. Dejó el bastón apoyado en un árbol, y se quitó la toga, quedando completamente desnuda, como era su costumbre cuando no habían tiempos de guerra. Sus cabellos blancos estaban sueltos, libres; gran parte de sus pechos estaban cubiertos por ellos, aunque aún se mostraban generosamente; la elfa destacaba por poseer un busto mayor de lo común entre los suyos, casi del tamaño de melones pequeños, que le daban muchos dolores de espalda. Su piel morada apenas tenía cicatrices o heridas, símbolo de que sus artes no eran más que aquellas alejadas del campo de batalla, como la sanación. Cuando se disponía a dejar la toga en el suelo, se fijó en un detalle; un remiendo bien hecho de la toga que súbitamente la hizo ruborizar al completo. Recordaba quién lo había hecho, vaya si se acordaba… Se lo había quitado de la cabeza con la tensión mientras avanzaba senderos peligrosos, pero ahora… Casi sin poder evitarlo, sintió como su cuerpo ardía. Su Maestro… Dejó exhalar un ligero gemido mientras que con una mano se acariciaba suave y lentamente sus pechos, con el arte que solo una fémina puede aprender. Aquel Elfo que había alterado completamente su forma de ver las cosas… Ella había conocido otros Elfos que la habían tratado mal, algo muy poco usual en una sociedad matriarcal, pero que a ella le había dejado huella; se abrazó a las mujeres y tampoco fue demasiado apreciada… Cuando lo conoció, ella había entregado su corazón a las féminas, pero fue tal el efecto que le produjo el Elfo… Tal placer salvaje y puro que le había prodigado, que no había podido olvidarlo. No encontraba el placer suficiente ni siquiera empleándose ella misma con todas sus artes, ni brebajes que hacían subir la excitación, ni lo contrario… Era simplemente un fuego que no podía apagarse, ni siquiera otras féminas lo habían conseguido, y ello había causado que la pobre elfa se sintiera aún peor y abandonara a los suyos, huyendo al bosque. Cuando quiso darse cuenta, se encontraba apoyada en un árbol, masturbándose sin control alguno; una de sus delicadas manos acariciaba sus pezones, mientras tres dedos de la otra entraban y salían sin cesar de su gruta anhelante y viscosa por su propio néctar. Sentía como el fuego que la consumía no hacía más que ascender sin llegar a un final, al final que ella tanto ansiaba obtener… Volvió a gemir, pronunciando su nombre, suplicando a su Diosa por tener su éxtasis

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Mi Shan’do…Por favor…No aguanto más, no puedo soportarlo más… Te necesito - ajena a lo que sucedía a su alrededor, con los ojos cerrados, la elfa continuaba masturbándose, presa de un deseo casi ajeno, a plena vista de cualquiera que se encontrara en el lugar, ya que no estaba oculta, y tanto los ruidos que provocaba como el intenso olor de su sexo eran también fáciles de encontrar para quien sabía como hacerlo

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Abre los ojos

– murmuró una voz profunda y varonil frente a la elfa apoyada, que dio un bote y observó a la figura que se encontraba enfrente suya. Con la oscuridad no era capaz de distinguirla bien, pero su mente dañada por el fuego hacía que incluso en esa situación sus manos no se detuvieran, incluso le era más excitante.

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Is… Ishnuh-al..Ah! allah, her… hermano

– murmuró la elfa entrecortadamente. Fuera de sí, consideraba que al menos debía tener cierto respeto para los suyos. Continuó viendo al desconocido, que alzó una mano hacia él mismo. Murmurando unas leves palabras, un fuego púrpura surgió de su mano, y alumbró su rostro. La elfa se detuvo completamente, helada, aún con una de sus manos firmemente enterrada en su sexo.

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Sha… ¡Shan’do!

– murmuró sorprendida. ¿Qué hacía ahí, como podía haberla encontrado? Se suponía alejado, en otra parte del continente. Una vocecita en su mente que no había callado le decía que había venido por y para ella, pero intentó dejar de escucharla, aunque era tan atrayente… Los ojos del poderoso Elfo la observaron de arriba abajo, contemplando sus manos, aún masajeando su cuerpo, y su rostro, perdido por el placer y la excitación. El Elfo superaba con facilidad los 2.25 metros de altura, y aunque no era especialmente fornido, su cuerpo estaba profundamente tonificado por los milenios de ejercicio y vida natural. Sus cabellos plateados, revueltos y sin cuidar, le llegaban hasta el cuello, sin tapar su rostro. Sus ojos dorados eran totalmente ilegibles; su rostro no podía leerse a su vez, era como si llevara una máscara de piedra que ocultaba sus emociones. Portaba una toga larga y una armadura de cuero, apta para el viaje seguro a través del bosque, aunque eran detalles que la fémina no prestaba atención en absoluto; se había quedado embobada observando su rostro.

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No te has restaurado, y es algo que es preciso hacer. Tus manos… Deja de tocarte

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– la voz del místico Druida no admitía réplicas, fría como el acero. En los Elfos Nocturnos son las féminas las que guardan el control, pero el varón sabía perfectamente que sucedía lo contrario en este caso, por lo que no tenía reparos en que se cambiaran las tornas. Quién sabe lo que pensaba en esos momentos Rápidamente, y acallando un gemido al sentir sus dedos saliendo de su sexo, la elfa alzó las manos, húmedas y brillantes por sus jugos. No sabía qué pensar al respecto, el Druida podía incluso inspirar miedo, y esta vez no había nada que le dijera que había cambiado de parecer desde su último encuentro; ni lo llevaba el deseo (era algo evidente, incluso ella podía verlo) ni parecía interesado en encontrarlo. Absorta en sus pensamientos, no se percató que el Elfo la empujó hacia el árbol hasta que sintió en su piel la dura corteza. Tomando las delicadas manos de la elfa con una de ellas, el Kal’dorei la inmovilizó. Observándola fijamente a los ojos durante lo que le pareció a la fémina una eternidad, el Kal’dorei se arrodilló ante la figura femenina… E introdujo su rostro en su gruta. En ese mismo instante la elfa explotó en un clímax brutal, el elfo tuvo que sujetar el cuerpo de la fémina que se deshacía en un mar de fluidos que el varón tomaba, ya que se le escuchaba claramente tragar. La mente de la fémina se apagó completamente durante unos segundos que se tornaron gloria para ella, casi dejándola inconsciente… Cuando volvió a despertar, sintió un profundo calor en su sexo, como si algo mojado lo tocara. Abrió los ojos y observó a los del Druida, mirándola fijamente mientras hundía su lengua en la gruta de la fémina sin detenerse, con el arte que solo él sabía, tan bueno o incluso más que las propias féminas, milenios de experiencia y sumisión consentida se encontraban en su espalda. La mano del druida que no inmovilizaba las de la fémina estaba desprovista de su guante y ayudaba a su lengua, penetrando su gruta o acariciando su clítoris con la suavidad justa y necesaria.

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(No se ha olvidado de mis gustos…)

– pensó la fémina, incapaz de pensar algo más coherente, solo podía gemir y dejarse llevar mientras la boca del elfo hacía maravillas con su sexo, sus ojos de piedra mirándola fijamente. Otro orgasmo volvió a sacudir a la elfa antes de que el Druida extrajera la lengua de su sexo chorreante.

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No hables. No digas nada que pueda hacerte más daño. Date la vuelta y abrázate al árbol. El deseo que te consume se irá. Pero no digas nada, o desapareceré

– dijo el Druida, acallando inmediatamente las palabras de la fémina que se agolpaban en su boca. Lo quería tanto… Deseaba seguir sintiendo su cuerpo, que la llevase junto a su diosa más veces… Quería ser penetrada por él, sentir su miembro horadando su interior como solo él podía hacer, el único al que ella permitiría… Pero se calló completamente, casi mordiéndose la lengua; tras tanto sufrimiento no se arriesgaría a perderlo así… Con toda la prisa que le permitían sus piernas temblorosas, se dio la vuelta y se apoyó en el árbol, sintiendo como la dura corteza rozaba sus pezones erizados, mientras que ofrecía sus nalgas hacia el Elfo, abriendo sus piernas casi obscenamente, pero en silencio. Escuchó como caía un pedazo de cuero, y escuchó pasos dirigirse hacia ella. Escuchó al elfo arrodillarse ante ella y dedicarle un largo y lento lametón, desde el clítoris hasta el ano, haciéndola temblar… Gimió profundamente cuando sintió el par de dedos hundirse en su gruta, y tembló aún más cuando sintió otro dedo tanteando su ano sin misericordia, para que luego la larga lengua del Druida lo sustituyera, empapando su estrella marrón con la saliva del Elfo, que trataba de penetrar a la elfa con su lengua, la cual solo podía dejarse hacer, temerosa de decir cualquier cosa y alejarlo, se sentía tan bien… Sus piernas solo se sostenían porque uno de los brazos del druida la sujetaba, acariciando su estómago, mientras la otra la penetraba vaginalmente y su lengua se adentraba más en su recto, hasta sentir completamente la cara del elfo apoyada en sus nalgas. Se detuvo unos momentos, respirando profundamente, y comenzó a trabajar el cuerpo femenino, estimulándola doblemente, sujetándola para que no se cayera o se alejara de sus expertas manos. Cuando consideró que estaba preparada, el elfo extrajo su lengua del tembloroso culo de la elfa, e introdujo de golpe dos dedos. Comenzó entonces a dedearla violentamente, sin descanso, introduciéndose y saliéndose de ella con rapidez, tocando justo donde sabía que debía tocar para conseguir hacer caer las defensas de la elfa, que cayó al suelo presa de su tercer y más brutal orgasmo de la noche, casi sin respiración, boqueando profusamente. Escuchó al Elfo incorporarse y murmurar algo en voz alta, hacia la oscuridad.

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Es tu hora.

– casi al momento, unos pasos se dirigieron hacia la pareja; eran los de una Centinela, ello delataba su armadura, aunque lo que llevaba era excesivo incluso para los gustos élficos; la voluptuosa elfa no llevaba más que las botas, las protecciones en los muslos y caderas, y unos brazales de fino metal, estaba completamente desnuda sin contar con ello, quizás no con tanto pecho como la elfa tirada en el suelo, pero lo compensaba su espectacular forma física y su trasero, el cual adoraba. Como si fuera algo natural, la Centinela se dirigió hacia el Druida, y tras una leve inclinación de cabeza, tomó sus manos y comenzó a limpiarlas a lametones de los fluidos femeninos.

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Está preparada… Sabes lo que tienes que hacer, Khilia

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– murmuró el druida en voz baja, mirando hacia Sylvaria, que estaba semiinconsciente, perdida en un mundo de placer. Pasó su vista hacia la Centinela que terminaba de limpiar sus manos, probando el sabor de la otra elfa.

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Hm… Deliciosa. ¿Estás seguro… Que no quieres hacerlo tú?

– la Centinela bajó su mano y acarició el miembro del druida. Se sorprendió de lo que sintió –

Por Elune… Así que esto es la concentración pura… Está bien.

– la Centinela sonrió y observó a la otra elfa, endureciendo al momento su rostro.

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No volveré a hacerle lo mismo… No encontraría placer en ello.

– murmuró el Druida, para adentrarse en el bosque y desaparecer, dejando solas a las dos elfas Sylvaria volvió a despertarse, y lo primero que sintió fue que sus manos estaban atadas e inmovilizadas. El pánico afloró a su cuerpo, intentando liberarse, pero de pronto escuchó una risa enfrente suya. Una pequeña linterna se encendió, permitiendo a la atada elfa ver bien a la fémina que se imponía, delante de él. Ante ella se erguía una imponente elfa, prácticamente desnuda, vistiendo solamente unas pocas prendas que no hacían más que verla más provocativa. Sus pechos, grandes y redondeados, acompañaban perfectamente a sus caderas, anchas y voluptuosas. Su melena verde caía libre bajo sus hombros, y sus ojos plateados observaban a Sylvaria con malicia, mientras daba lametones a algo que la fémina todavía no era capaz de identificar. Tardó unos segundos más en darse cuenta que la Centinela lamía lo que parecía un falo de madera perfectamente tallado, de tal forma que Sylvaria tembló al instante, viendo que era una réplica del miembro del druida, 26 centímetros de madera pulida y tan bien tallada que incluso las venas reales estaban bien situadas. Abrió la boca para decir algo mientras sus piernas se chocaban entre si, intentando acallar un nuevo fuego que surgió de pronto en su interior, pero la Centinela negó con una mano.

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No, no, no… Nadie te ha dado permiso para hablar, pequeña. Él me dijo que hablabas demasiado… Así que esta vez estarás calladita mientras hablo yo.

– avanzando seductoramente hacia la atada elfa, Khilia se sentó a su lado. Depositando el falo de madera a su alcance, agarró con una mano una de las orejas de la elfa, y la otra la introdujo en su gruta chorreante y comenzó a masajearla con habilidad. La Centinela le dio un lametón a la elfa, quitando las lágrimas que comenzaban a fluir de la temblorosa fémina atada.

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Veamos… No llores, no son esos los líquidos que quiero que eches… ¿Te sientes indefensa, atada, que pronto será usada como un juguete? Quizá sea así… Pero solo por tu culpa, Sylvaria.

– introdujo un tercer dedo en su vagina, y comenzó a alterar el ritmo al que la masturbaba, incapaz la elfa de cerrar las piernas.

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¿Quieres saber algo? Te tenía ganas desde la campaña en Elwynn… Cuando te vi al principio, supe al momento que alguna noche tendría que comerme estas obras de la naturaleza

  • lanzó un lametón a uno de los pechos de la elfa, haciendo que esta sufriera un respingo –

y cuando te vi, tan delicada, tan silenciosa… Imaginaba que sería una delicia poseerte. Pero luego te escuché hablar y vi tus gestos, tan sumisa, incapaz de hacerte valer… Y más tarde, incapaz de alejarte unos pasos del Druida, y comenzaste a desagradarme. Cuando supe que te habías vuelto… Una esclava de su miembro

  • la elfa resopló, y tomando el falo de madera, comenzó a embadurnarlo con los jugos de la elfa, casi con ira –

me diste asco. ¿Cómo puedes permitirte… Convertirte en una esclava de… esto!?

– introdujo todo el falo de golpe hasta la empuñadura, haciendo que la elfa atada no pudiera hacer más que gemir sin control mientras volvía a alcanzar un nuevo clímax, empapando la mano de Khilia, que comenzó a meter y sacar el dildo una y otra vez, ignorando las súplicas incoherentes de la elfa, convirtiendo su orgasmo en una sucesión continua de ellos.

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¡Vamos, vamos, vamos! ¡Sigue así! ¡Voy a vaciarte completamente hasta que vuelvas a entrar en razón!

– rugió la Centinela; sus fuertes brazos permitían mantener una tensión constante y una penetración rítmica, multiplicando la intensidad de los orgasmos de la elfa hasta que esta comenzó a gritar, suplicando que se detuviera, incapaz de resistir más. Entonces fue cuando paró la Centinela y extrajo de golpe el falo de madera, empapado completamente por los jugos élficos. Khilia se llevó el falo a los labios y comenzó a lamerlo con ganas, mientras no dejaba de mirar a los ojos a la elfa llorosa. Cuando terminó de limpiar el glande tallado, se despegó de él un momento.

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Ten por seguro que si todavía pensara como entonces, hubieras deseado encontrarte con un trío de orcos en celo antes que conmigo… Pero el Druida es muy persuasivo, y ha cambiado en varios milenios… No es que te odie, pero

  • Khilia se detuvo un momento para introducirse casi completamente el largo miembro de madera en su boca, paladeando el sabor para luego extraerlo, limpio. Volvió a dejarlo y se cambió de posición, alzando las piernas de la elfa y colocando su rostro cerca de la gruta empapada de Sylvaria.

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Te aseguro que hago esto solo porque él me lo ha pedido… Y porque no soy capaz de tolerar… Ver que alguien que se ha esforzado tanto contigo, que te ha vuelto loca en unos breves minutos, es incapaz de excitarse porque tú no tienes control sobre tus actos

  • la mirada furibunda de Khilia contrastó de golpe con su lengua, que comenzó a danzar sobre los labios de Sylvaria con una calma que no parecía posible.

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Ahora, escúchame bien… Estamos tú y yo aquí; esto ya no tiene que ver con él… Por lo que me dijo, necesitas más esto que el mismo respirar… Así que deja de llorar; no te soltaré hasta que comiences a comportante como una elfa nocturna de verdad, y no como una humana sumisa

  • alternaba sus duras palabras con caricias y lametones a los labios mayores de la elfa atada, casi podría decirse que tiernos. –

"Trátala bien, ha sufrido mucho", eso dijo, y eso estoy haciendo… ¿Es que vas a negarte lo que tu cuerpo necesita? Varones con féminas, féminas con féminas, o varones con varones llegado el caso… ¿Qué importa? Ahora mismo, estamos tú, yo, y una larga noche… Él me pidió que te advirtieras; puedes tomarlo por las buenas y ser una buena chica, o por las malas… Y en ese caso no lo volverás a ver más. Se avergüenza de lo que provocó a una de sus hermanas

Khilia suspiró quedamente, para reanudar la tarea sobre el sexo de Sylvaria; lamió, mordisqueó, y penetró con su lengua en el interior de la fémina, aceptando su dulce néctar… La magia del bosque, se dijo la Centinela. Pero pasaban los minutos, y aunque la elfa atada se agitaba y gemía del placer, no llegaba al clímax… Y eso impacientaba a la impulsiva Centinela, que acabó por incorporarse y mirar fijamente a la Sanadora.

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Chica, no te entiendo… Has conocido su mejor faceta, el más tierno, si quitas la parte en celo… Al Druida que yo conocí, le gustaba jugar con su presa antes de comérsela. Aprovechó mi exceso de orgullo, del cual no me arrepiento, para engañarme y meterme en su trampa… ¿Sabes qué hizo conmigo, cuando perdí?

– Khilia acercó su rostro casi a centímetros de Sylvaria, con el falo de madera en su mano. Acercándoselo a los ojos de ambas, Sylvaria pudo ver con claridad unas minúsculas muescas en la base, como dientes de elfa.

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Le prometí tres noches. La primera noche la pasé entre sus piernas, con su miembro en mi boca, hasta que aprendí a hacérselo como quería, y a tragármela entera sin provocarme. Me alimenté exclusivamente de su semen y me cubrió de arriba abajo, sin dejar esa maldita sonrisa. La segunda… Me ató de piernas y brazos, y la pasé con su cabeza entre mis piernas, haciéndome llegar tantas veces al clímax que caía inconsciente solo para ser despertada por él y volver a comerme. La tercera noche… Me folló como si el mundo fuera a terminarse, con tanta intensidad que, al final, era yo quien le suplicaba que se quedara conmigo… Chica, con él estuviste en tres ocasiones… Yo pasé tres meses sin despegarme de él más que para lo imprescindible, e incluso en ello él terminaba por humillarme de alguna manera. Quitarle la toga y arrodillarme ante él era tan sagrado como los rezos a la Diosa, y sentirle en mi interior era como si me encontrase junto a la Diosa. Y un día, desapareció sin más. ¿Te parece extraño el que casi me volviera loca? Lo busqué durante siglos; de no haber sido por mis hermanas Centinelas me hubiera vuelto completamente loca… Pero allí estaban ellas… Haciéndome lo que te estoy haciendo a ti, recordando que el placer ha de alejarse de la… Obsesión

– las últimas palabras de la Centinela sonaban entrecortadas; se había excitado tanto al hablar que no había podido evitar introducirse el falo de madera en ella misma y estimularse, mientras que con la mano libre acariciaba los pechos de Sylvaria, quien tampoco había quedado indiferente ante el relato; su rostro se encontraba completamente enrojecido por la excitación y las imágenes que se habían formado en su mente. Poco a poco, volvió a tomar constancia de las caricias que Khilia le daba, y del placer que sentía por ello, gimiendo levemente mientras no dejaba de observar como el falo de madera se hundía en la gruta de la Centinela una y otra vez, esta mucho más acostumbrada que la Sanadora al tamaño del artefacto.

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Eso es… Mira lo que hago, esto es lo que pasa cuando excitas a alguien… No puedes evitar sentir este fuego, pero lo que sí puedes hacer es… Ah... Calmarlo. No me creo que no tengas verdaderamente ganas de hacerlo, después de lo que te he hecho, después de lo que te hizo él… ¿No crees que va siendo hora de empezar a sentirte bien por ello… Por lo que te hacen? Una muñeca usada, me dijo… Exactamente, ¿te estoy usando, o te estoy sirviendo, Sylvaria?

– la Centinela sonreía, con la respiración entrecortada, mientras introducía una y otra vez el falo de madera en su interior, gimiendo levemente. El rostro de la Sanadora comenzó a pasar de una vergüenza extrema a una excitación en aumento, gimiendo con más intensidad y abriendo aún más sus piernas, permitiendo que los dedos de la Centinela acariciaran su clítoris con más facilidad. Poco a poco nuevas ideas iban surgiendo en su mente; ¿usada realmente, o era… estaba ella en el control? Con esfuerzo, murmuró levemente algo que Khilia no logró entender, perdida en su propio placer.

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¿Qué has dicho?

– preguntó la Centinela.

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Desátame… Quiero… Usar mis manos

– murmuró con voz queda pero firme, ronca ya por los gemidos de placer durante la noche. La Centinela no hizo más que sonreír; extrayendo una daga de su atuendo, cortó las ataduras de Sylvaria. Esta se frotó las manos, suspirando levemente; aunque fueran bien hechas, las ataduras eran molestas. Lo primero que hizo fue sujetar parte del falo de madera y hundírselo hasta el fondo a Khilia, haciéndola gemir; lo segundo masajearse con fuerza uno de sus senos, excitándose más y más.

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Sigue… No quiero que te pares… Sigue hasta que explotes. Después… Vas a volver a atenderme con tu lengua, ¿verdad?

– la Sanadora dejó de reprimirse y exclamó un largo gemido, mientras ayudaba a la Centinela a penetrarse a sí misma con el falo de madera. El cambio completo de actitud de la elfa, aquel fuego distinto que brillaba en sus ojos, fue todo lo que Khilia necesitaba para dejarse llevar, y un torrente de líquidos manaron y empaparon completamente la mano de Sylvaria, que no dudó en llevársela a la boca y degustar el néctar de la Centinela, que yacía recuperándose del clímax aún con medio dildo en su interior.

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Vaya… Ya veo por qué se pasó un día entero comiéndote… ¿Qué tal si… Tú haces ahora lo mismo y me explicas como lo hacía?

– se sentía más y más confiada a cada momento que pasaba, sintiendo realmente mantener cierto control sobre la voluptuosa Centinela, que no hizo sino ronronear y, acostando a la sanadora en el suelo, comenzó a devorar su gruta con evidente satisfacción.

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Hacía muchas, muchas cosas… Aprovechaba su tamaño para penetrarme con su lengua y alcanzar ese sitio especial… ¡Aquí!

– el cuerpo de Sylvaria dio un bote al sentirse tocada en un punto especialmente excitante. –

Después, me mordía ligeramente los labios, usando la fuerza suficiente para hacerme temblar, pero no como para hacer daño… No demasiado al menos

– sus dientes blancos comenzaron a mordisquear los labios mayores de la elfa, haciéndola gruñir mientras sentía la excitación volviendo a surgir en ella. –

y luego, cuando quería hacerme contraer todo el cuerpo con un violento clímax… Se dedicaba a masajear este delicado botón mientras yo misma excitaba mis lóbulos

  • Sylvaria sonrió, aquello si lo había sentido y sabía qué hacer; mientras llevaba sus dedos mojados y comenzaba a sentir las partes erógenas de sus orejas, las caricias brutales de Khilia sobre su clítoris la hacía gritar de placer mientras explotaba en un intenso clímax salvaje, que la Centinela devoró con evidente placer.

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Si, así… Déjate llevar, siéntete libre

  • ronroneaba la Centinela, sintiendo los últimos estertores de la Sanadora corriendo por su cuerpo, con los ojos cerrados y una completa sensación de placer.

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Ahora date la vuelta… No he terminado contigo ni de lejos

  • murmuró la Centinela, ascendiendo hasta el rostro de Sylvaria y besándola de forma salvaje, dándole a probar su propio sabor. La elfa asintió y se dio la vuelta, apoyándose en sus grandes senos, que se evidenciaban claramente por parte de Khilia, haciendo que su cuerpo sintiera una corriente de excitación.

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Me habló de lo estrecha que eras… Vamos a arreglarte eso.

– con una sonrisa, la Centinela comenzó a aplicarse sobre el ano de Sylvaria, haciendo que esta comenzara a gemir hondamente mientras movía su cuerpo casi imperceptiblemente.

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Métemela… No puedo esperar más

  • Khilia sonrió, y tras lamer a conciencia la punta, comenzó a horadar su recto con calma, sabedora de lo que hacia y del placer que provocaría. Lamiendo su ano mientras este era abierto, casi partido en dos, el falo de madera se introdujo hasta casi la mitad, donde la Centinela se detuvo.

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Por… La Diosa, su carne era más suave… Pero sigue, quiero más

-susurró Sylvaria, y su petición fue cumplida al momento; Khilia introdujo el resto de un golpe seco tras lamer a consciencia todo el dildo y el ano medio empalado, mientras llevaba su otra mano a la gruta de Sylvaria para estimularla; esta solo podía masajear sus pechos para alejar el dolor intenso que circulaba por su cuerpo, sabedora de que ella lo había decidido así; había descubierto que le gustaba duro en el trasero.

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Ya veo… Tienes madera de amante de los elfos y las elfas, y sabes lo que quieres… Así que, vamos a pasárnoslo bien, ¿verdad?

– Khilia se inclinó hacia delante y mordisqueó suavemente la oreja de Sylvaria, mientras se penetraba a sí misma con parte del dildo de madera, moviéndolo ahora pocos centímetros, pero ganando el contacto piel a piel

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Si… Cómo puedo daros… Gracias

  • murmuró la Sanadora, sintiendo el delicioso tacto de una fémina en su piel, mientras el falo de madera, ya caliente por los fluidos de ambas, la atravesaba.

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Hm.… ¿Sabías que… Él nos está mirando… Ahora mismo?

– murmuró la Centinela; sus palabras provocaron un temblor brutal en el cuerpo de la fémina, que sintió su clímax más cerca que nunca. Giró su cuello para mirar a los ojos a la Centinela; su pregunta estaba fuera de lugar, se leía en su rostro, cosa que vio Khilia sin problemas. Sonriendo, señaló con su rostro hacia delante, a la espesura, donde unos ojos brillantes observaban a la pareja, unos ojos imperturbables aún a pesar de la poderosa escena que veía.

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Creo que ahora si que no podrá evitar… Acercarse; ¿lo hueles en el ambiente? ¿Sientes la energía natural que nos embarga, pidiéndonos dejarnos llevar? Veo esos cambios ahora… Y no hacen más que excitarme más.

– cuando terminó de hablar, la Centinela cerró levemente los ojos, olfateando el ambiente, mientras continuaba su lento vaivén, introduciéndose más y más el falo de madera a la vez que sentía la suave piel de la Sanadora; Sylvaria miró de nuevo hacia delante y encontró que los ojos del Druida habían desaparecido; ahora se encontraba justo enfrente de ambas, completamente desnudo y manteniendo una completa y dolorosa erección frente a ambas féminas, sin que su expresión cambiara, pero sus ojos, aquellos ojos dorados, ardían con un fuego muy distinto.

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No se le puede negar tras lo que ha visto… ¿No crees?

– murmuró Khilia, incorporándose, dejando el falo de madera completamente dentro de Sylvaria, quien no tenia fuerzas para levantarse del suelo. Dirigiéndose hacia el druida, se apoyó en su cuerpo mientras llevaba una mano a su miembro, acariciándolo.

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Uh… Mucho mejor, por supuesto… Así es como tiene que estar un varón al contemplar este espectáculo… Y a ti… Llevo queriendo probar esa nueva faceta tuya desde hace meses.

– Khilia sonrió al druida mientras su mano no dejaba de moverse.

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Vamos… Aún queda noche

– susurró la Sanadora, excitada ante lo que venía Ante la pálida luz del pequeño farol que alumbraba el claro, un observador externo hubiera tardado tiempo en darse cuenta de lo que allí sucedía. Arrodillado ante ambas féminas, el Druida alternaba su cabeza de una a otra, mientras ambas se fundían en un largo beso húmedo, que apagaba los gemidos que las artes del varón les producía en sus cuerpos; Khilia ya había llegado a la conclusión de que todas las féminas de las otras razas matarían por tener a unos varones tan serviciales y tan hábiles con su lengua, apenas había diferencia entre este y una fémina. Sonriendo para sí, adelantó uno de sus pies y, apoyándose en Sylvaria, aprovechó sus siglos de práctica para mantener a punto al Druida, masturbándole con pericia. Pero sabía que había algo en él… Con delicadeza, se separó de los labios de la Sanadora, que hizo un leve mohín al no comprender. Sonriendo, Khilia llevó una de sus manos al pecho izquierdo de Sylvaria y empezó a masajearlo.

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Nos está atendiendo casi por pura obligación… ¿Te has fijado en ese detalle? No es algo malo, pero creo que tiene más interés en que sea yo sola la que pase contigo esta noche, ya sabes… Siempre está de… Un lado a otro

  • sus últimas palabras quedaron entrecortadas al sentir claramente como la lengua del elfo se abría paso entre sus labios, buscando su néctar. Khilia parpadeó, no se había dado cuenta que Sylvaria solo se tenía en pie por su fuerza ya que había sufrido lo que estaba sufriendo ella ahora mismo. La Centinela sonrió, entendiendo lo que el Druida hacía.

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Deja tus trucos para otras noches… Sigues mereciéndote una recompensa.

– con no poco esfuerzo, la elfa logró alzar su pierna lo suficiente como para empujar al druida y tirarlo al suelo de espaldas, para luego saltar sobre él de pronto, inmovilizándolo. Sylvaria casi se cae al suelo de bruces pero quedó a cuatro patas, observando como Khilia extraía una pequeña cuerda de algún sitio y ataba los brazos del aturdido druida.

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En realidad puede romper la cuerda si quiere, pero no lo hará. Hm.… Tú qué dices… ¿Le damos lo que se merece?

– la otra elfa no pudo más que sonreír y asentir, mientras, ronroneando, se apoyaba en una de las piernas del Druida, de tal forma que su pie acariciara su sexo, y su cabeza se encontrara a la altura de su miembro purpúreo. Khilia repitió el gesto.

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Hm.… Cuanto tiempo, si… Estoy seguro que su concentración no aguantará a dos

  • murmuró Sylvaria, para luego tomar delicadamente el trozo de carne y lamerlo desde la punta hasta la base, estremeciéndose por el sabor y el recuerdo de las noches de tormento… Esto era mucho mejor que cualquiera de sus perversas ideas… Aquella llama que la consumía distaba todavía para apagarse, pero, reflexionando para si mientras su lengua se unía a la de Khilia, danzando sobre el miembro del Druida que no dejaba de suspirar, debía acordarse de agradecer profundamente a la Diosa el haber encontrado tanta comprensión y el encontrar esa faceta suya. Por su parte Khilia había comenzado a chupar la cabeza e introducírsela lentamente en su boca, disfrutando con los cambios en los gestos del Druida, incapaz de mantener su concentración como para no permitir ver su evidente grado de excitación y placer que recibía. La Centinela se controlaba, intentando suprimir aquella voz que en su tiempo le hubiera pedido entre morderle o hundírsela hasta la garganta para beber de su esencia… Era algo entre dos y tenía que calmarse, sabía perfectamente que el Druida tenía bastantes problemas últimamente, sobre todo si, como le habían confiado unas hermanas, era verdad que las marcas que tenía en su costado no eran élficas… El tacto de una lengua acariciando su boza hizo que Khilia volviera de sus meditaciones; se había quedado quieta, lamiendo la carne élfica y la Sanadora la miraba con curiosidad.

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Déjame volver a probarle.

– dijo Sylvaria, y Khilia, casi de forma reticente, le dio el control sobre aquel trozo de carne, dedicándose la Centinela a lamer con profusión los testículos del druida, mientras veía con el rabillo del ojo a la otra elfa hundir el miembro del elfo hasta la mitad en su boca y comenzar una rápida y salvaje mamada. Khilia no se quedó atrás y comenzó a atender con sus labios los delicados orbes del Elfo quien no podía hacer más que dirigir levemente las cabezas de las elfas. En medio de lengüetazos, Khilia sintió que el cuerpo del elfo se retorcía más de la cuenta.

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Espera… Compartámoslo, no puede aguantar más

  • susurró Khilia, acercando su boca a la de Sylvaria, uniéndose en un extraño beso con el miembro del druida en medio. Juntas, comenzaron a lamer y besar el falo ardiente, sujetando con sus brazos al druida mientras se acariciaban a sí mismas con los pies del elfo; este ya les había regalado a ambas un orgasmo previamente por lo que no tenían necesidad de algo más fuerte, pero él Su cuerpo tembló mientras lanzaba un rugido de placer, al llegar al éxtasis total. Su miembro pareció incrementarse en longitud y grosor, y luego estalló, cubriendo los rostros y parte del pecho de ambas elfas con su néctar, las cuales no dejaron un solo momento de estimularlo, lamiendo y tragando sonoramente la esencia que el druida les prodigaba. Cuando el cuerpo del druida se relajó, ambas elfas se miraron entre sí, sonrientes, y comenzaron a limpiarse la una a la otra.

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No ha estado mal, ¿eh?

– murmuró la Centinela.

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En absoluto… Siento como si algo se hubiera ido con el viento, algo que hacía daño… Pero ahora… ¿Qué?

– observó al elfo, que parecía haber quedado inconsciente.

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¿Ahora? Pues

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Khilia llevó una mano al miembro pringoso del Druida y lo agitó unas pocas veces, sonriendo ampliamente al sentir que no había perdido demasiada dureza. Alzó la vista, y la respondió la fría mirada del elfo, que sonreía de una forma feral.

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Ahora… Creo que este druida tiene algunas… Ideas al respecto, que me hacen pensar en que mañana va a costarme hacer la guardia

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comentó Khilia mientras se llevaba la mano embadurnada de semen a su sexo y comenzaba a tocarse descaradamente A la mañana siguiente, Sylvaria despertó con una sensación completa de agotamiento. Parpadeó con esfuerzo, hasta darse cuenta que tenía a Khilia abrazada a ella, ambas desnudas y con las piernas unidas, sus sexos rozándose. Llevándose una mano a la cara, Sylvaria se dio cuenta que la tenía manchada de fluidos tanto masculinos como femeninos, como casi todo su cuerpo. Sentía una ligera quemazón en su recto e incluso entre sus pechos, las imágenes del motivo surgieron rápidamente a su cabeza, haciéndola sonreír ligeramente. Observó a Khilia, que tenia mordidas de varón en medio cuerpo y más manchada incluso que ella. Suspirando levemente, observó su alrededor, debía ser aproximadamente el mediodía, demasiado pronto… Bostezó y volvió a dormir, llevando una mano a su sexo, y la otra al de Khilia, sonriendo pícaramente por el despertar que tendría