Una noche plena de complicidad... (1)

Ella jamás imaginó que el alta de la Clínica de su marido, pondría a prueba de esa forma, todo su atractivo como mujer, ante sus dos portentosas visitas. Melissa.

UNA NOCHE PLENA DE COMPLICIDAD......... . I .-

Ella nunca imaginó que el alta de la Clínica a su marido, iba a poner a prueba de esa forma su atractivo como mujer, ante sus dos portentosas visitas .

Mi nombre es Melissa.

Tengo 35 años , 10 de casada con Sergio, 42, Ingeniero Forestal, dos hijos (niño de 9 y niña de 7) Yo a pesar de haber estudiado Administración Pública, desde hace algunos años trabajo en Corretajes Agrícolas y de Propiedades,y me va relativamente bien, aunque no es de ello lo que les quiero relatar.

De la gran amistad con mi amiga Viviana, quien ya se ha atrevido a enviar sus relatos íntimos en "Despertar a los Cuarenta" que podrán encontrar en la Categoría "Confesiones" en estas páginas del mes de Octubre de 2003, y que ha tenido una muy buena calificación por lo que he podido apreciar, en conversación con ella y en mis exploraciones por Internet, me ha impulsado a que yo también me atreva, aunque para esto soy muy amateur y no se si logro hacerme entender, pero mi amiga "Vívi", se ha comprometido asesorarme y la decisión a quedado a firme y he aquí lo les puedo decir de lo que me tocó vivir y que ahora se lo cuento a Uds.

A mis treinta y cinco años, los tipos aún se dan vuelta a mirarme cuando camino por las calles, poseo un buen y atractivo físico y mis facciones acompañan sin complejos a este atractivo. También debo ser sincera con ustedes y reconocer que muchos negocios se han cerrado frente a hombres, mas por mis encantos que por mi capacidad negociadora y dura tarea me he dado al tratar de sacarme de encima a algunos acosadores que sólo desean que los papeles los firmemos bajos las sábanas, cosa que por supuesto no han logrado, aunque después han insistido que cerremos formalmente el negocio.

Mi relato, trata de algo extraordinario que me sucedió hace mas o menos un año atrás, derivado de un accidente automovilístico que le ocurrió a Sergio, mi esposo, donde fuera de fracturarse una clavícula y una de sus piernas, resultó con daños a la altura de la pelvis, por lo que esto le llevó por casi dos meses en la Clínica, razón por lo cual, nuestras activas relaciones sexuales se vieron frenadas violentamente y aunque las primeras semanas no me inquietaron por el trauma vivido; a medida que fueron pasando el resto de los días ambos fuimos sintiendo la natural necesidad de estar juntos y de hacer el amor con la misma pasión y locura de antes del accidente. A ello cooperaba Sergio que en mis visitas y a solas en su cuarto clínico, se encargaba de hacer subir el fuego a pesar que el pobre estaba enyesado casi por completo, pero su afán libidinoso no se le había decaído. Me comentaba de sueños que había tenido del tipo sexual, en que indudablemente yo era el centro pasional y de desahogo de esos hombres que me asediaban con potentes vergas dispuestas a penetrarme hasta la saciedad y hacerme acabar con inusitado entusiasmo. No les voy a comentar en que estado me retiraba de esa Clínica, con mi sexo muy excitado y sin remedio, esperando por horas que le dieran pronto el alta para apagar todo ese tremendo y ardiente deseo reprimido. Por las noches a solas en la tibieza de mi solitaria cama, agolpaban mi mente esas excitantes fantasías, que tan bien se encargaba de relatarme en todos sus detalles mi marido, llevándome irremediablemente a poner en acción un silicótico vibrador que hacía mucho me había regalado Sergio, repasando con este fabuloso aparato todas esas fantasías, pensando después de fuertes orgasmos que ellas estaban muy lejos de constituirse en realidad.

En honor a la verdad, existe un dicho en mi tierra, que advierte: "No digas nunca, de esas aguas no beberé"

El día de su alta por fin llegó, el médico le visitó ya al caer la tarde, Sergio no quiso que yo fuera por él, ya que Alexis, su socio se ofreció para movilizarlo a casa. Todo resultó sin problema hasta la salida de la Clínica, a eso de las ocho de la noche. El médico le había dado algunos días de reposo con ejercicios en gimnasio bajo la supervisión de un Kinesiólogo. Cosa que se había comprometido a iniciar temprano a la mañana siguiente. Esa tarde él me había llamado muy contento, me pidió que le preparara una rica cena, a lo que le contesté que había comida para diez o más, también me pidió que quería verme lo más sexy e insinuante posible pues esa noche deseaba darse el gran festín conmigo y que no le importaba si se volvía a fracturar la pelvis. Estaba muy entusiasmado, le consulté si no sería inapropiado vestir así en presencia de su amigo y socio Alexis, a lo que me contestó que no me preocupara pues sólo lo dejaría en la puerta de casa ya que tenía un compromiso en su hogar.

¿Que tan sexy? --- le pregunté.

¡Tu sabes, como te vistes cuando lo quieres tener entre tus lindas piernas! --- me respondió.

Calculé que estaría en casa cercano a las nueve de la noche, me dispuse a alistar una mesa con velas y candelabros, música adecuada y la cena y tragos listos, pues esto había que celebrarlo, después me fui a mi cuarto y busqué en mi guardarropa las prendas más provocativas y que yo sabía que encendían sus insaciables apetitos. Con un fino y pequeñísimo Colaless transparente (calzoncito del tipo hilo dental), vestido tipo tenista, cortísimo, zapatos de altos tacos con múltiples correas del mismo color y todo muy sexy, una camisera totalmente transparente y sin sostenes. Para que les cuento que estaba agitada y nerviosa cual novia en su noche de bodas, mi hambrienta vagina palpitaba de deseos. Para que los niños no se dieran cuenta de mi excitación, cubrí todo con mi batón "mata pasiones" de salida de baño.

Pero llegaron las nueve y nada, nueve y media, nada. Llamé a la Clínica y me dijeron que se habían retirado a las ocho con treinta y cinco. A las diez de la noche se fueron los niños a la cama y quedé preocupada esperando. Afortunadamente en esos momentos sonó el teléfono y Sergio me informaba en forma muy escueta que en treinta minutos más le tendría sin problemas en casa. A la hora anunciada, escuché que un auto se detenía frente a nuestra casa, me asomé a la ventana y lo vi descender de un taxi, como estaba en el segundo piso, me quité rápidamente el batón que llevaba encima y bajé a recibir a mi amado marido. Encendí las luces de la antesala para que me viera bien, pero pasaron dos minutos y no entraba, al ver una sombra tras el vidrio, abrí la puerta y no me van a creer,--- ¡ casi me muero de espanto!. Entró mi Sergio, portando un pequeño ramillete de unas lindas flores, noté de inmediato que se había tomado varios tragos, de contento supuse, me miró de arriba abajo y me abrazó con ternura, iba a cerrar la puerta de calle, cuando él me detuvo, casi gritando ¡Sorpresa!

Aparecen al instante en la puerta dos tipos bastante atractivos, el primero pelo castaño y con una frondosa y bien cuidada barba, al saludarle muerta de vergüenza y tratando de tapar con una mano mis pechugas, miré aquellos verdes y brillante par de ojos, inolvidables para mí. ¡Vincent! --- casi grite emocionada e incrédula a la vez, él me extendió su fuerte mano y me estrecho por unos instantes contra su pecho.

Después estreche la mano a un moreno extraordinario, dijo llamarse Rodrigo y por el acento de su voz se delató como venezolano, compañero de trabajo de Vincent.

¿Y quién es Vincent?--- Me preguntarán ustedes.

Fue mi primer amante que tuve como mujer casada. Esa fue una locura electrizante.

Vincent, cuando le conocí, hace unos doce años atrás, era un joven norteamericano, becado, que hacía estudios de geología y trabajaba como Guarda Parque en un lugar semi cordillerano de la Novena Región de Chile, lugar muy hermoso que también cuenta con un lago y donde mis suegros tienen una hermosa cabaña de descanso. Era un tipo muy reservado, pero muy caballero y cordial, con Sergio se conocían mucho tiempo y él le acompañaba en sus excursiones por la reserva. Tenía su refugio cerca de la casa de mis suegros y cultivaba en verano un jardín con una gran variedad de flores que eran una preciosura y como a mi me enloquecen las flores, poco a poco me fui acercando a él a través de las flores.

El tipo tiene un físico excepcional, cabello trigueño y unos ojos entre verde y celestes con un brillo tan especial que te cautivan a la primera, en ese tiempo el tenía 32 y yo 23 y criaba a mi primer bebé, empezamos con mirada y esas cosas, él nos acompañaba algunas noches con Sergio, a jugar cartas y a tomarnos unos tragos, pero mi marido cuando se le pasan las copas, le encanta exhibirme ante sus amigos y con Vincent, me daba la impresión que lo hacía con una escondida doble intensión, pues el hombre pasaba meses sólo en esa inmensidad y el único contacto que tenía era por radio con sus otros colegas situados en otros sectores del Gran Parque y la casa de mis suegro era la única del lugar que no pertenecía a la Reserva, por lo que imagínate que llegara una mujer atractiva a ese lugar y sobre todo si el marido le dice en su borrachera hasta como se comporta en la cama o le destaca ciertas partes de mi anatomía, el pobre Vincent se retiraba desesperado y con toda seguridad se masturbaba con mi imagen en su mente.

Mi desliz con Vincent, sucedió en una de las tantas oportunidades que me fui sin Sergio, a la cabaña, con mi bebé y mi hermana menor que me acompañaba a cuidarlo y también de alguna manera se convirtió en mí confidente --- ¡ Pobrecita! --- tan buena que es. Con mi afición a las flores me iba a acompañar a Vincent, después de almuerzo, dejando a Jimmy haciendo su siesta al cuidado de Marlén.

Una linda tarde asoleada llegué vistiendo una de esas falditas plisada para jugar tenis, calzón diminuto blanco, camiseta ajustada y zapatillas de tenis, súper onda juvenil – sexy, para que te cuento, la tercera vez que me incliné a recoger flores, estando él detrás mío, lo vi como petrificado mirando mi trasero y de su pantalón parecía que su abultado paquete me decía que el hombre se encontraba muy excitado con mi presencia y la bondad con que inocentemente le mostraba mis encantos. El pobre no se aguantó más, se acercó a mi y me dijo suavemente: ¿Sabes Melissa? --- Nunca me imagine que algún día iba a envidiar más a una persona que en estos momentos.

Pero envidiar es querer estar en el lugar de esa persona, ¿Se puede saber a quien tanto envidia un corazón tan noble como el tuyo Vincent? --- le pregunté inocentemente.

Tu lo has dicho perfectamente, es querer estar en el lugar de esa persona y te ruego no te enfades conmigo si me atrevo a decir que esa persona es Sergio.

¡Sergio! --- Pero ¿ Que tienes tú que envidiarle a mi marido ?

¡Por favor no seas ciega Melissa o no te hagas la inocente, debes sacar cuentas que mi envidia es por tener una maravilla de mujer como tú a la que deseo ardientemente. Acto seguido me tomó por el talle, me alzó en sus fornidos brazos y no se como nos fuimos a suelo para quedar cubiertos por las altas matas de flores, ahí me besó con pasión, sus grandes manos recorrían mi cuerpo bajo mi subida falda, mis senos al aire eran succionados con desenfreno y ahí bajo el azul del cielo y abrazados por el sol primaveral fornicamos con gran placer e inusitada vehemencia, más tarde tomándome en sus brazos como si fuera la novia que tanto esperó, me introdujo a su cabaña y continuamos amándonos y fornicando con tanta pasión que no me di ni cuenta como pasaron tan rápido dos horas en sus potentes brazos. Ahora si ustedes me preguntan ---¿Y que tal como amante? --- les habría dicho en esa oportunidad: Insuperable, apasionadamente amoroso y sutil conmigo, me sentía desfallecer desnuda a su lado, con ese físico tan estupendo, tan diferente a mi Sergio, quien es flaco como palo, huesudo, hipocondríaco y friolento. Mis encuentros con Vicent, aunque lejanos fueron todos con el mismo estilo de la primera vez, llenos de pasión. Fueron dos años con encuentros de este estilo, hasta que él por razones económicas y de mejor vida, se volvió a su casa en Norteamérica y aunque nos enviaba tarjetas de saludo para las navidades, no lo había visto hasta esta noche en que lo vuelvo a encontrar junto a mi marido.

Fin de la Primera Parte

Melissa.