Una noche más... una historia diferente...

Esa historia diferente que podemos encontrar en una noche vulgar... en una noche más...

CAPÍTULO ÚNICO

La lluvia caía, despacio… como acariciando

La calle solitaria, de portales oscuros, sin escaparates… todo invitaba a la melancolía, a recordar, a añorar otros momentos

Ella andaba despacio, como flotando, errante… completando, de forma casi perfecta una foto en blanco y negro, tal vez una postal navideña o un anuncio de cualquier producto sofisticado, “de marca”

Era uno de esos días de finales de diciembre, navideño o no… ¿qué más da?...

Esbelta, espigada, morena, más atractiva que bella-pero sin duda bella-enfundada en una gabardina cruda o marfil-de corte sobrio, elegante, distinguido…-, zapatos de tacón negros al igual que sus medias de seda

Media melena, al aire, sin nada que la protegiese de la lluvia… se sentía libre y las gotas que la resbalaban, goteando y corriéndole ya ligeramente la máscara de pestañas (“rimmel”), la hacía sentirse limpia, fresca, como renovada… le traía a la memoria otros días, otros tiempos… recuerdos de infancia, de adolescencia, de una primera juventud, de universidad, de fines de semana, de amigas y amigos… algunos “amigos”, algunos “amores”

Paseaba sin rumbo ni compañía, dejándose bañar por aquella suave lluvia, sin que nada ni nadie la hiciera preocuparse, sin prestar atención al tiempo, sin noción de él… como en un “duermevela”

Aún enfadado, crispado, con el recuerdo de la discusión golpeando de forma constante sus sienes, como latiendo dentro de él, se precipitó escaleras abajo, recorrió el amplio portal y salió a la calle….

Sus pasos violentos resonaban en la desierta calle… crispados, “guerreros”, desahogando, en cada golpe, en cada pisada, en cada taconazo,… la rabia que siempre le quedaba dentro

Circulaba sin rumbo, ciego, sin norte,… sólo quería alejarse, dejar atrás la discusión, no escuchar sus ecos que una y otra vez repetían, en su interior, las frases más hirientes de uno y otro, olvidar las imágenes, esas caras como de infinito odio que ambos habían marcado

De pronto, como despertando de una pesadilla, se encontró con la realidad… llovía suave pero constantemente, su jersey empapado pesaba de forma inusual y la humedad le transmitía cierta sensación de desasosiego… En su furia había caminado ciego sin percatarse de nada a su alrededor

Ahora, más aplacado por la caminata a buen paso, la sensación de humedad que le calaba hasta los huesos y el tiempo transcurrido, fue consciente de la hora que era-casi las tres de la madrugada-, de donde estaba… en medio de una calle más, bastante lejos de su casa, oscura… solitaria, ¡ni un alma! y menos a aquellas horas y con aquella “jodida lluvia”… sólo, al fondo, una tenue luz…. ¡mejor caminar hacia ella!

Despertó de aquella extraña sensación al son de una canción de Manᅔlo que no mata… me fortalece hoy…”, una de sus favoritas, del último CD… “soy combatiente… nadie me va a parar, soy combatiente… nada me va a parar…”

El sonido salía de un local próximo…”lo que no me mató, me fortaleció…” y, como poseída, de pronto sintió la necesidad de entrar… de seguir escuchando aquella música

El local era un auténtico “antro”: oscuro, estrecho-se desarrollaba paralelo a una larga barra que acababa junto a la puerta de unos lavabos de higiene más que dudosa-, techos bajos, pintura grisácea-de origen o con el blanco sucio resultado del tiempo, el tabaco y la falta de limpieza- en las paredes, algún que otro poster anunciando actuaciones ya lejanas de grupos que, tal vez en su día, debieron despertar cierto interés

Francamente, no invitaba a entrar y la “parroquia”, compuesta por dos individuos malencarados, peor vestidos y claramente “pasados de copas” que conversaban-discutían al extremo de la barra, junto a los aseos, desanimaba aún más. En el otro extremo y al otro lado de la barra, casi junto a la puerta de entrada al local, el dueño-barman-camarero, con cara de pocos amigos, alto, ancho, profundo-¡un auténtico coloso de más de cincuenta de edad y bastante más de cien de peso!-limpiaba distraídamente cuatro copas y maldecía (en silencio), mientras esperaba que los dos pesados habituales del fondo se cayeran de una vez inconscientes o se empujaran a ostias hasta la calle, ciegos por fin de alcohol y discusión de “altos y sonoros vuelos”

La música seguía sonando, desgranando una a una las canciones, y en un último impulso, algo dubitativo, se animó a traspasar el umbral… con sigilo y se acomodó sobre un taburete junto al dueño. Una leve mirada de los dos borrachos que por un momento perdieron el hilo-si es que lo había- de su conversación, observándola con descaro libidinoso, seguido de dos susurros, sin duda procaces… y vuelta a lo suyo. ¡A esas horas y en ese estado la pasión y la lucidez van unidas!

-Buenas noches señorita, ¿desea tomar algo?, susurró el “coloso” con una voz extrañamente bella y una cortesía absolutamente inesperada

-Un Jack Daniels, solo, con hielo, en vaso bajo y ancho, si es posible-respondió Silvia- con la voz aún más dulce y bella y el tono distinguido que, sin duda esta vez, era de esperar

Ahora sonaba “Relax”… la última canción del CD… “busco el calor en los brazos de una gitana, pero al final… siempre llego solo a mi cama”… “no me voy a dar un tiro…”…. “lo voy a estallar todo esta noche, no quiero pensar…, no…”

Pedro llegó taciturno a luz, era un local de aspecto sórdido, casi vacío, más bien estrecho… ¡en peores sitios había montado guardia, desvelado, a la angustia, al resquemor, que siempre, absolutamente siempre, le dejaban aquellas peleas!

-¡Mierda de música, joder!-pensó y tomó asiento en un taburete más bien cutre junto a una “pija” que pegaba allí lo que a un Cristo dos pistolas

Quería beber, tranquilizarse, olvidar… amansar esa fiera que, al menos él, tenía dentro

-Buenas noches caballero, ¿desea tomar algo?, repitió el “coloso” con el oficio de quien repite una y otra vez una letanía laica y etílica, de profesional correcto

“Te amo con toda mi fe desmedida, te amo aunque estés compartida…” y una mierda, pensó Pedro, una mierda de canción chorra… ¡son todas unas zorras!

-Un Jack Daniels, solo, con hielo, si es posible en vaso bajo y ancho-solicitó Pedro- con la voz segura, autoritaria, sin duda algo alterada, como de ira contenida

“No digas que no te am酔… “pero hoy el sol ya está saliendo…. Y sé que tengo muchas alas pa volar…”…. “nada me puede derribar, sé que el viento va a soplar….”…. “y aunque te amé, yo ya me voy…”

-¡Son del mismo club!-escucho decir al camarero, con aire zumbón entre las estrofas

La morena de aspecto distinguido, con voz casi inaudible, volvió a pedir otra copa. Pedro observó que la “pija” le pegaba con sorbitos cortos, pero con decisión, a lo mismo que le pegaba él. ¡Tiene huevos la tía!, o se mama en dos minutos… ¡joder!

Curioso la observó, por los agitadores-invento absurdo- que formaban alineados sobre la barra, frente a ella, era ya la tercera copa la que estaba empezando… ¡Tiene aguante!... y, al fijarse en ella, le resultó familiar, conocida, la había visto, pero ¿dónde?...

Ella, tranquila, pegó dos sorbos a la copa, se arregló ligeramente el pelo, definitivamente estropeado por la lluvia, y mostrándole unos profundos y bellos ojos verdes, se incorporó y decidida avanzó hacia la puerta del fondo, seguramente a retocar su maquillaje que mostraba, también bastante a las claras, los efectos de la jodida lluvia… Algo en ella, el vago recuerdo, su femenino caminar, aquella imagen de niña bonita con maquillaje y rimmel “corridos”… o sus ojos… o lo inapropiado de su presencia en aquel tugurio… o todo, o nada… o vete tú a saber… le hizo sentir un calor por dentro que se unía al proporcionado por la copa… sentía un leve deseo morboso, oscuro, malvado,… bah, tonterías… el cabreo y la copa, olvídate joder

La conocía, se repetía, y el recuerdo era reciente… a lo sumo una, dos semanas… pero ¿dónde podía coincidir con ella?

Pedro tenía 27 años, recientemente cumplidos, era economista pero trabajaba de “puto cajero”, haciendo méritos, en una sucursal del Santander en un barrio de mala muerte… Sus clientas no vestían de marca, no eran así y ¡que cojones!, si hubiese una así… sabría nombre, dos apellidos, dirección, teléfono… y hasta el jodido número de cuenta-con sus veinte dígitos… jajjajjajja-. ¡No, no era de allí!

Pidió otra copa que le sirvieron casi en el momento que ella volvía sorprendentemente mejorada de su breve estancia en los “lujosos toiletes”…. Jajjajaj… Sus miradas se cruzaron y creyó notar en ella, la misma mirada de reconocimiento que había sentido él

Volvió la cabeza, mostrándole su cuidada media melena, y volvió a centrarse en la copa que tenía frente a ella

Silvia estaba hastiada, cansada de una vida anodina de trabajo y trabajo. Si bien era cierto que gracias a ello tenía una vida sin sobresaltos, desahogada, con algún que otro capricho, con bastantes caprichos, ya tenía casi treinta y dos (los cumpliría en enero) y se aburría, se aburría enormemente… la mayoría de sus amigas, casi todas de la facultad de derecho, se habían casado y estaban en otra onda…. Quedaban las más sosas, las más aburridas, las más carcas, las más tontas

Quería algo nuevo, algo que la excitara, algo que la removiera por dentro y por fuera, algo que la apasionara y la permitiera vivir, beberse la vida a golpes, a tragos profundos

Y quien era aquel hombre, un poco más joven que ella que le sonaba familiar, ¿dónde le había visto? No era de su círculo habitual y, caramba, era algo rudo pero extraordinariamente atractivo a la vez, enérgico, viril… ¿sería dulce?-jajjajajjaj eso es un premio gordo- y, un premio gordo que hace aquí, tirado como una colilla, tirado como ella, más tarde de las tres de la madrugada en una “tasca-pub de mala muerte”…¡Joder! Formaban un “bonito” cuadro, dos borrachos junto a las letrinas-por si asalta el vómito-, dos desgraciados junto a la puerta-por si asalta la desesperación- y el mercader de alcohol como guardián del calabozo…. Jajajjajajaj… Sin duda, ya muchas copas, pensó, esbozando una amarga sonrisa apenas marcada

De pronto, como en un fogonazo suave, recordó de que conocía a aquel hombre, estaba segura, sin duda alguna-aunque su aspecto era considerablemente más cuidado en aquella otra ocasión-ahora debía valorar si iniciaba una conversación o no con él, con ese u otro pretexto, se lanzaba en los brazos de los dos borrachos a los que sin duda se uniría el “coloso” o, sencillamente, terminaba su copa y volvía, otra vez más, a su aburrida, muy muy aburrida vida

Pedro rumiaba, en soledad, con la única compañía de su copa-había engullido nervioso a grandes tragos la segunda y ya había pedido la tercera, alcanzando en tiempo record a la morena-el desengaño, el fracaso de aquella relación que había durado más de año y medio y que hoy había muerto entre los últimos gritos e insultos de una serie que empezó hace más de medio año. El desacuerdo, en pequeños y grandes detalles era evidente, fallaron los detalles, falló la conversación, falló la convivencia y hasta el sexo. ¡Nada, absolutamente nada! se entendía correctamente por una u otra parte… primero incomprensión, luego “observaciones” cada vez con menor delicadeza, luego las discusiones, los gritos, las peleas, los insultos… algunas reconciliaciones rápidas, hasta bellas, al principio… después cada vez más lentas y, por último un infierno sin perdón, sin cuartel, sin amor, cariño, ni respeto

Pero estaba decidido, estaba muerto y tan solo faltaba el trámite del acta de defunción… triste y a la vez liberador

Uff, al fin libre… y tomó otro trago, esta vez más pausado

-Perdona, escuchó-era la morena, de cerca rabiosamente atractiva- que se dirigía a él. Su voz era especialmente dulce, bella y distinguida

-Perdona, insistió, ¿No frecuentarás o has estado en alguna ocasión últimamente en BlackRedRose?¿Conoces la tienda?¿Sabes de qué te hablo?

Por supuesto que conocía la tienda, toda una referencia en la estética BDSM, lencería de altísima calidad, juguetes,… incluso literatura especializada… asombrosamente cara, pero sin que pudiera defraudar las expectativas en lo más mínimo

-Sí la conozco y, hombre, frecuentarla, tal vez no, pero sí he estado en diversas ocasiones y recientemente también. ¿Por qué lo preguntas?

-Antes, cuando te vi entrar, creí reconocerte, tu cara me sonaba un montón pero, francamente, no sabía porque. Del trabajo-no, del barrio-tampoco,… y, de pronto, lo recordé… el miércoles pasado, en el departamento de lencería femenina de BlackRedRose, buscando, junto a mí… tal vez un poco ansioso, ¿no?

Estas últimas palabras las pronuncio esbozando un ligera sonrisa… ¿algo cómplice?-pensó Pedro- que la mostraban aún más atractiva, extremadamente deseable…. ¿o era el exceso de Jack Daniels?

-Sí, contesto Pedro, ahora más tranquilo, como amansado, buscaba algo bonito, algo delicado y elegante para la “zorra” con la que llevo viviendo casi dos años y con la que ¡por fin!, hoy, acabo de romper. Ya ves, a veces, esforzarse, querer, intentar agradar… es inútil

-Vaya, siento oírte eso-respondió Silvia, un poco turbada por el tono y aspecto, otra vez ásperos, de su interlocutor-. Yo simplemente curioseaba, no era la primera vez claro, pero, al final, casi nunca me animo… Oh, son cosas preciosas, realmente de esas con las que todas de alguna forma, no sé, soñamos… tal vez en nuestras fantasías… pero, bueno, debo parecerte estúpida… nunca me acabo de animar

(¿Qué le estaba pasando?¿Por qué ese envaramiento al hablar?¿Por qué esa turbación, ese “casi” tartamudeo…? Ella era una mujer segura, decidida, sin complejos,… ¿qué le pasaba ante aquel hombre? Era aquella mirada intensa y profunda, aquella actitud extremadamente resuelta, con notas de cierto autoritarismo, aquella sensación de dominio que, casi imperceptiblemente, le transmitía… no, no le transmitía miedo; muy al contrario, le atraía, le gustaba sentirse como de alguna forma dominada por él… y eso era más extraño porque-además- él, si no mucho, si que parecía al menos tres o cuatro años menor que ella….)

Se produjo un silencio algo incómodo, estaban callados y mirándose fijamente a los ojos. Ambos, como orquestados en una coreografía extensamente ensayada, se volvieron hacia sus vasos y, casi a la vez, saborearon otro sorbo aspero-amargo de sus bebidas

-Y, si casi nunca te animas a comprar-habló Pedro, rompiendo el incómodo silencio- ¿Qué haces allí? Supongo que sabes que se trata de una tienda especializada en BDSM

-Oh, por supuesto… En realidad no me explique bien. Lo que casi nunca, bueno tan solo una vez-para ser exactos-, he comprado ha sido la lencería tan preciosa que allí se puede encontrar. Mucho menos la ropa de fantasía y temática BDSM, aunque tengo que reconocer que ganas, más de una vez, no me han faltado. Pero el mundo BDSM, aunque nunca lo he explorado en la práctica, me atrae, me tienta, excita mi curiosidad y, tal vez, algo más que mi curiosidad. Esa tienda es también una librería especializada bastante surtida y, en ese apartado, creo que sí soy una buena clienta… casi se podría decir que soy una aficionada “teórica” de nivel del BDSM

-Curioso, respondió Pedro. Por cierto, perdona mi deplorable comportamiento, ni siquiera me he presentado. Me llamo Pedro, Pedro Alcorta, economista pero “puto cajero”, por ahora, de una “puta sucursal” del “jodio Santander”… Como ves, todo un “partido”… jajajjajj

-Silvia Mazas, abogada y por fin asociada, desde hace sólo dos meses, de uno de los bufetes de prestigio de esta ciudad… Tranquilo, todo llega Pedro, con trabajo y ganas… todo llega… ¡aunque la espera, a veces, se haga eterna!

-Curioso, insistió de nuevo Pedro, que te hayas conformado con un conocimiento teórico del BDSM. Debes de ser una especie de erudita de unos conocimientos no practicados. Tu problema, Silvia, es que ni no has practicado el BDSM, sea en la variante que elijas y, desde luego, con los límites que marques… no has podido entender nada. Esta práctica no es una mera liturgia, aunque la tenga y, en ocasiones, muy marcada, hueca y sin sentido… es una forma de sentir, de amar, de compartir, de experimentar… en definitiva, de vivir

Silvia se sentía como arrebatada por aquel hombre. Deseó que la dominase, quería entregarse a él y no sabía porqué. Quería que la guiara por aquellos parajes, explorando de su mano lo que tantas veces había anhelado… No sabía explicar estos sentimientos, estos impulsos que deseaba y a la vez temía y, sobre todo, no sabía cómo decirlo, cómo explicarlo, cómo pedirlo

-Deseas probarlo, ¿verdad?... quieres que te someta, ¿no es así?

Silvia escuchaba a Pedro como paralizada. Solo oírle le había excitado terriblemente. ¡Sí! Lo deseaba… lo deseaba como nada, como nunca

-Entiendo que tu silencio es tu consentimiento… Eres una “erudita” o, al menos, eso das a entender y no tengo porque dudarlo. No perderé el tiempo en comentarte pormenores innecesarios, sólo fijaremos la palabra clave que marcara nuestros límites y que será, para ambos, la palabra “CALMA”. Ahora vas a conocer de verdad lo que es el BDSM, de la mano de tu Amo y Maestro que, desde este instante, voy a ser yo… aprenderás más tan solo en esta noche que en todas las horas que has dedicado a curiosear en tus libros… Eres sumisa, lo noto en tu forma de hablar, de comentar, en la forma en que te turbo… y ahora mismo empezarás a disfrutar la humillación que tanto deseas, que tanto has estado esperando, sin atreverte a dar el paso… tal vez porque nadie supo darte el primer empujón

-Si mi Amo-exclamó Silvia… Estas palabras brotaron de su boca como dichas por otra persona. Había escuchado a su Amo (¡por Dios!¿Su Amo?... ¡qué locura!), como congelada, aterrada casi, deseando salir corriendo y sin poderse mover. Había querido contradecir, frenar, parar a aquel hombre pero, en cambio, se quedó escuchando, casi asintiendo y-esto era lo que más le avergonzaba- sintiéndose húmeda, excitada por sus palabras… sería lo que él quisiera, haría lo que él ordenase

-Escucha, atiende, quiero que me obedezcas con precisión, quiero que te quites las bragas aquí mismo y me las entregues poniéndolas sobre la barra.

Silvia se sintió enrojecer por momentos. ¿Qué le estaba pidiendo?¿Cómo se atrevía? No la conocía en absoluto. Lo que la pedía era extremadamente humillante en cualquier situación pero, en aquella, en aquel sórdido lugar, con aquellos borrachos

Su mirada quedó enfrentada a la de él y, en ese momento, se sintió irremisiblemente abocada a obedecerle a hacer su voluntad… Se giró en su taburete de forma que quedaba enfrentada a él y así, de alguna forma, el cuerpo de su Amo (¡por Dios!¿Su Amo?... ¡qué locura!) la protegía de las miradas indiscretas de los dos borrachos del fondo. Del “coloso” habría de protegerse ella. Abrió su gabardina mostrando, a los ojos de Pedro, una blusa blanca semitransparente que dejaban vislumbrar dos preciosos pechos (expuestos, sin sujetador que los cubriera) y una falda negra, por fortuna para ella plisada, que terminaba por encima de las rodillas… Con discreción introdujo sus manos bajo la falda (él la miraba fijamente y con detalle, también girado hacia ella, y eso hacía la situación más embarazosa, si cabía, y humillante) y con un hábil movimiento bajo su tanga negro (delicado, elegante y sin duda costoso) hasta asomar ligeramente bajo la falda y por encima de las rodillas. Luego, lo más fácil, discretamente y fingiendo arreglarse la falda bajó su prenda hasta los pies y la recogió en su mano izquierda, oculta al fin en su puño. Miró, aún enormemente sonrojada, con disimulo, a los tres hombres que, al parecer, permanecían ajenos a sus maniobras. Por último, lo más delicado… acercó su mano a las de Pedro y extendió su mano izquierda dejando, frente a él y sobre la barra, su prenda íntima.

Pedro, con descaro, recogió la prenda íntima, la extendió ligeramente ante él, observándola con detenimiento y se la acercó a su rostro oliendo su aroma. Hecho esto la guardó en uno de los bolsillos de su pantalón. La maniobra hizo que el dueño del local mirara algo extrañado, sin comprender muy bien de donde había salido aquello ni qué coño pasaba, y que Silvia pasara del rubor al rojo carmesí. Se sentía humillada, expuesta, casi como una zorra barata que va sin bragas para ahorrar tiempo y molestias. ¡Dios, quería morirse! o despertar de aquella pesadilla

-Atiende, dijo Pedro, vamos a proseguir con tu adiestramiento y doma como puta esclava sumisa. A partir de ahora, aunque veo que ya lo haces, te dirigirás a mí como “Amo”. Dirás… ¿Qué desea mi Amo?¿Le satisface a mi Amo?¿Qué puedo hacer por mi Amo?... en definitiva, considérate como una mera posesión, un objeto, a lo sumo un animal… Tu cara, tus ojos, tu boca, tus tetas, tu coño, tu culo, tu pelo,… todo tu cuerpo, toda tú-si eres algo más que cuerpo-eres mía. Olvida tus deseos, tu opinión, tus posesiones,… todo eso se acabó hace un rato cuando me adueñé de ti… Por supuesto harás lo que te diga conmigo o con las personas, animales o cosas que te diga. Nada será demasiado doloroso, demasiado desagradable, demasiado obsceno o vicioso… ¿Queda claro?¿Lo has entendido puta?¡Responde!

-Sí Amo, lo he entendido perfectamente Amo, respondió Silvia

-Bien, continuo Pedro, ahora me levantaré e iré hacia los aseos. Quiero que me sigas, no seré yo quien te siga a ti, si no tú a mí, siguiendo  mis pasos… ¿Te ha quedado claro?

-Sí mi Señor

De inmediato Pedro actuó como había indicado y Silvia le siguió cumpliendo sus órdenes y, ante la extrañeza de “parroquianos” y dueño, ambos se introdujeron en los destartalados aseos.

El lugar, como ya sabía Silvia, no podía ser mas grotesco y nauseabundo. Un “retrete”, de los de cisterna alta, una cadena que colgaba de ella, un lavabo y un desconchado espejo. La iluminación lógicamente escasa y la limpieza a juego con ella. Multitud de grafitis de temática erótico-chusca-sexual decoraban los azulejos.

Pedro se sentó sobre la tapa del “retrete” y la hizo arrodillarse frente a él.

-¡Ven!, dijo Pedro, me harás una mamada, ¡acércate!... o mejor dicho… me follaré esa boca tan dulce y cuidada.

-Silvia, quítate la gabardina… estarás más cómoda.

Obedeció sin protestar y dejo la prenda, cuidadosamente doblada, en el toallero. Ahora su blusa blanca traslucía sin lugar a dudas su hermosa silueta, mostrando casi a las claras sus bonitas tetas… un latigazo en la entrepierna de Pedro se dejo sentir con inusitada violencia.

La hizo arrodillarse frente a él y, poco a poco, empezó a soltar, ante su absoluta pasividad, uno a uno, despacio, los botones de su blusa que, una vez liberada deslizó desde sus hombros recorriendo su espalda y cayendo al suelo, hasta que se mostró espléndida ante él… la observó con descaro,… con satisfacción… ¡Qué buena estás¡-no pudo reprimir la exclamación

Pedro decidió centrarse en sus pechos, quería tocarlos, acariciarlos, sobarlos,… Ante él sus dos tetas se ofrecieron espléndidas, dulces y duras al tacto… en su punto, sus pezones, rodeados de una aureola absolutamente rosa, prometían dar mucho juego. Empezó a acariciar sus copas desde abajo hacia arriba con mucha suavidad, muy despacio… entreteniéndome a ratos en sus pezones. La hizó abrir la boca (lo aceptó con una sumisión sorprendente) y humedeció en ella sus yemas. Con ellas acarició, ahora con mayor detenimiento e intensidad, sus pezones, a ratos y a la vez, entreteniendo en esta maniobra sus dedos índice y pulgar. Podía sentir su piel erizada, el aroma de su perfume más profundo (activado por su incipiente sudoración), sus pezones cada vez más endurecidos

Pedro se quitó su cinturón y con él le amarró fuertemente las muñecas a la espalda. Así aún parecía más frágil, y sacó su polla, mansa, colgante-aún no se sentía excitado-. ¡Empieza puta!, la dijo con autoridad… Ella empezó a lamer cuidadosamente su aparato, entreteniéndose de forma eficaz en su glande. También lamía sus testículos y frotaba sus tetas, ofreciéndose entera a él. Seguía este proceso metódicamente, como era ella en todo, pero, lógicamente, sin pasión-absolutamente humillada, dolorosamente hundida (¡Tener que hacer aquello con un desconocido que últimamente se comportaba como un zafio, como un guarro repugnante!, en aquel sórdido lugar… pero, ¿tenía alternativa?... sí, bastaba con pronunciar “CALMA” y todo cesaría, pero algo fuerte e intenso en su interior, mezcla de dolor y placer, de humillación y victoria, la impulsaba a consentir y esperar que todo esto cesara). Pedro empezaba a mostrar una erección considerable, más que considerable se diría, y, de pronto agarro el pelo de Silvia por la nuca, y, sin previo aviso, hundió su polla hasta el fondo… Ella sintió una enorme arcada y él, sin la más mínima compasión, empezó a bombear en su boca, con intensidad, con fuerza, con rabia… se notaba que disfrutaba enormemente humillándola así, utilizándola como un estercolero, masturbándose en su boca… ¡Dios!, como lo hace la muy puta. ¿Dónde habrá aprendido doña Silvia a mamarla así?... jejejejje… la voy a pelar las encías a la muy zorra… esto es lo que les pasa a las niñatas engreídas… jejejeje… ¡Cómo me gusta, joder! Ahora se lo traga todo doña Silvia, ya verás,

Llevaba ya más de diez minutos de mamada y Silvia a duras penas conseguía respirar, jadeaba y en su cara no podía disimular una marcada mueca de asco… deseaba con todas sus ganas que Pedro se corriera de una vez. Al fin sucedió, acompañado de varios y sonoros, demasiado sonoros para su gusto y la situación, alaridos, se corrió como un animal, llenando la boca de Silvia con su semen que chorreaba, cayendo algunas gotas sobre sus tetas… ¡Trágatelo todo puta!¡Todo!... Silvia se esforzaba, pero algunas gotas escapaban… ¿Te ha gustado?¡Responde!... Síeee, Mammo (con la polla dentro no podía hablar correctamente). Ah, te la sacaré. ¡Di!... Sí mi Amo me ha gustado enormemente. ¡Vale! Ahora limpia mi polla con cuidado y lame las gotas derramadas en tus tetas… Así, así, perfecto, zorra.

Silvia estaba sentada en el suelo, sólo llevaba puesta la falda, las medias y los zapatos. Su cara era un poema: el rímel corrido, algo de semen reseco chorreaba de su boca, y la pintura de labios absolutamente esparcida. Se la notaba agotada, humillada, vencida… ¡Qué diferente a la orgullosa “pija” que Pedro vio al entrar en aquel antro! ¡Cómo pueden cambiar las situaciones!...

Aún no amanecía… y esto no había hecho más que empezar… Ahora quería ensañarme un poco con ella-pensó Pedro-. Que fuera consciente de su derrota, de su precaria situación, del calvario que, sin duda, la esperaba durante este largo, larguísimo, periodo de adiestramiento. Esto la haría más sumisa, más entregada, más obediente y, por supuesto, más miedosa y temerosa del posible castigo

-¿Cómo te sientes Silvia?¿Lo estás pasando bien?-le dijo con una sonrisa sarcástica iluminando su cara-¿Imaginas las sorpresas que aún te aguardan? Me gusta que seas obediente y no haya sido preciso castigarte

Ella levantó la mirada, su collar y pendientes de perlas como única indumentaria que cubriera su torso,… ¿Por qué te has ensañado así conmigo, mi Señor?¿Qué os hice?...

Pedro, sin contestarla, liberó sus muñecas del cinturón que las aprisionaba. ¡Levántate y vístete!, espetó.

Silvia se incorporó como empujada por un resorte. El miedo, casi el pánico, se reflejaba en sus ojos ante la sola presencia de Pedro junto a ella. El trabajo que le había propinado, usada-como forzada o violada brutalmente, sin el menor cariño, sin ningún respeto-había dejado sin duda una profunda huella, psicológica más que física, en ella-estaba sumida en una profunda contradicción interna. Se puso la blusa y se cubrió con la gabardina, como una autómata. Abrió la puerta y se acerco caminando, por delante de Pedro, y ante las miradas atónitas de los dos borrachos al umbral de la puerta de salida. Se mostraba algo maltrecha pero absolutamente espléndida, ¡Qué cara!¡Qué ojos!¡Qué melena!¡Qué cuerpo!¡Qué forma de caminar, de moverse! Esta mujer, aún en esta situación, parecía una diosa… una diosa caída, prisionera, sometida,… pero una diosa.

Pedro se acercó al dueño que aún no sabía como reaccionar-él, sereno, lo había oído todo y aún sentía una mezcla morbosa de estupor y asombro- y le pidió la cuenta. El “coloso” al fin optó por lo más sencillo: cobrar y callar.

Pedro se acercó a Silvia, la rodeó afablemente con el brazo que arropó sus hombros y, con un gesto de enorme dulzura, besó su frente, sus parpados, sus labios… Ella dejó resbalar dos enormes lágrimas

Amanecía y ya no llovía. Pedro deslizó una nota de papel con su número de teléfono en uno de los bolsillos de la gabardina de ella… Se despidieron, casi como dos extraños,

Del local aún salía la música de Maná, del mismo CD que había estado escuchando, una y otra vez durante toda la noche: …”lo que no mata… me fortalece hoy…”, … “soy combatiente… nadie me va a parar, soy combatiente… nada me va a parar…”

Seguía repitiendo…”lo que no me mató, me fortaleció…” y, como poseída, de pronto sintió tarareando la aquella música, aquella canción, que, ahora había cobrado un nuevo significado

De pronto recordó algunas de las primeras palabras de Pedro: “Ahora vas a conocer de verdad lo que es el BDSM, de la mano de tu Amo y Maestro que, desde este instante, voy a ser yo… aprenderás más tan solo en esta noche que en todas las horas que has dedicado a curiosear en tus libros…”

Sí quería que fuera su Amo, su Maestro… se había corrido como una loca, aún en aquella situación Le llamaría, deseaba estar con él, explorar con él, gozar y sufrir con él… ser de él……”lo que no me mató, me fortaleció…”