Una noche imposible de olvidar

Mi novia y yo fuimos a una fiesta, y esta consiguió en cuanto me despisté ligar con una chica.

Llegué a la fiesta junto con mi novia. Era una fiesta con algunos de nuestros amigos y unas cuantas personas que no conocíamos. Llevábamos en una bolsa toallas y bañadores por si acabábamos metiéndonos en la piscina, que para ser sincero, no me apetecía en especial, ya que a partir de cierta hora de la tarde ya no hacía tanto calor. Yo llevaba una camiseta roja ancha y unos pantalones vaqueros cortos, y ella un peto vestido negro con unas medias de rejilla, lo cual es raro porque suele vestir de chándal, y cuando le pregunté sobre ello me dijo que “era parte de su estrategia de conquista territorial, parcial hoy, total mañana”, que significa que quería tontear. Sonreí, le di un beso en los labios y nos dirigimos a la parte trasera del jardín, donde siempre se celebraban las fiestas. Había una piscina con luces por debajo del agua, una mesa de ping-pong llena de vasos semi-vacíos en la que un grupo de chicos que apenas conocía jugaban al beer-pong, unas sillas colocadas en círculo en las que se encontraban mis amigos y una zona con unas mesas llenas de botellas de alcohol, donde sonaba la música y unas chicas bailaban. Mientras yo me dirigía a saludar a mi grupo de amigos, ella fue prácticamente de inmediato rodeada por un par de amigas y arrastrada las mesas de alcohol. Yo ya sabía cómo iba eso: primero la emborrachaban y después la hacían bailar, que es algo a lo que sobria no accede. Yo me acerqué a mis amigos, nos saludamos y comenzamos a tener una serie de conversaciones rápidas sobre cosas de hombres: el Crusader Kings y el Imperium. Mientras mantenía un acalorado debate sobre como una estrategia de unificación de reinos a través del matrimonio era más efectiva e implicaba un menor coste que ir asesinando rivales políticos, dirigía miradas hacia mi novia, que bailaba pegada a sus amigas y a un par de chicas que nunca había visto. Tras una media hora, más o menos, la dueña de la casa nos gritó que se iban a bañar, que si queríamos unirnos. La mayor parte de chicos de la mesa de ping-pong aceptó, nosotros rechazamos la invitación. Seguimos hablando durante unos minutos, mientras salía poco a poco gente y se metía directamente en la piscina o se sentaba a esperar en las tumbonas que había al lado. Mi novia se me puso detrás, me abrazó por la espalda y me apoyó la cabeza en el hombro.

-¿No te bañas?

Estaba intentando poner un tono tiste, pero se reía por lo bajo a la vez. No estaba muy acostumbrada a beber.

-No cariño, no me apetece.

-Owwww, pero lo pasaríamos taaan bien, jeje.

Dio una vuelta a mí alrededor y se sentó de lado en mis piernas. Llevaba su bañador entero, azul y negro, que le dejaba un trozo de espalda abierto. Ella sabe perfectamente que los bañadores enteros me encantan, y ese en específico es mi favorito. Me encanta cómo se le pega al cuerpo, apretando sus pechos y marcando sus pezones, y dejando muy a la vista sus piernas y parte de su culo. Me encanta acariciar esa suave tela, que me permite acariciarla de arriba abajo con aún más facilidad. Se me aceleró la respiración, y tuve que distraerme pensando en otra cosa para que no se me bajara la sangre a donde no debe bajarse en público.

-No seas mala, no me apetece. Quizás más tarde, ¿sí? –le dije mientras le daba un beso en el cuello.

Ella me miró enfurruñada y se dirigió de brazos cruzados a la piscina. Se sentó en el bordillo y comenzó a hablar con el ceño fruncido con una amiga que estaba dentro del agua. Esta la agarró de un brazo y la tiró al agua. Su cabeza emergió al par de segundos riendo, lo que me alivió, porque no quería que se pasara toda la fiesta enfadada, que capaz es.

A los pocos minutos ella salió de la piscina y se sentó en una tumbona a hablar con su amiga, las dos envueltas en una toalla sin parar de reírse. Reconocí a la chica, una de sus amigas que siempre me había atraído físicamente, además de ser muy divertida, pero con la que nunca había mantenido una relación muy cercana. Las dos estaban muy pegadas, y sus piernas mojadas que sobresalían de la toalla me hacían pensar cosas con las que el niño Jesús no habría estado contento, así que miré hacia otro lado y retomé la conversación, hasta que uno de los chicos que estaba sentado a mi lado, me dio un codazo den un lateral.

-Tú, mira.

Miré a donde señalaba con los ojos y no pude evitar excitarme un poco al ver la escena. Su amiga (a la que llamaré Sol a partir de ahora) se había sentado encima de mi novia (a la que llamaremos Lía) y se besaban suavemente, moviendo sus lenguas con delicadeza de una boca a otra. Lía le pasaba la mano por la cadera y la cintura suavemente, y Sol la agarraba del cuello, pegándola contra sí. Me quedé mirando con la boca entreabierta durante lo que pareció muchísimo tiempo, pero que en retrospectiva debieron ser unos diez minutos. Lía le susurró algo al oído, haciendo que Sol se pusiera roja y asintiera. Entraron juntas en la casa, y estuve a punto de seguirlas, pero decidí que no quería cortarles el rollo, y que ya me contaría ella después todos los detalles. Pero a los cinco minutos volvieron ambas, vestidas. Sol llevaba una falda azul oscuro que le llegaba a las rodillas, y una camiseta blanca. Lía se acercó a mí, apoyó sus manos en mis hombros y me dijo:

-¿Recuerdas que me dijiste que dejara de sacarle el tema de hacer tríos a mis amigas porque dices que parece que soy una perturbada sexual?

-¿Sí?

-Pues que sepas que si no llego a sacarlo, hoy no hay trío, así que decreto que me tienes que comer el coño para agradecérmelo. Vamos a casa.

Me agarró del brazo y me despedí a duras penas de mis amigos, que se reían mientras me arrastraban entre las dos al coche. Me senté en el asiento del conductor, y ellas optaron por ponerse juntas en la parte de atrás.

-Cariño ¿Te importa si nos liamos? Ponte la música que quieras para entretenerte, si no te importa, claro.

¿Cómo me iba a importar? Estaba cachondo perdido y nada podía animarme más a llegar a casa que las dos besándose detrás de mí, tentándome con el sonido sin apenas dejarme ver. Digamos que llegué a casa bastante rápido, y que tenía los vaqueros a punto de explotar para cuando aparqué en la puerta. Ambas salieron del coche con rapidez, y Lía me recibió en la puerta de casa con un apasionado beso, mientras abría la puerta a ciegas. Riendo, agarró a Sol de la mano y la llevó corriendo al cuarto, dejándome solo en la entrada. Me dirigí despacio al cuarto, y miré por la rendija de la puerta. Estaban tiradas en la cama, una encima de otra. No sé por qué, el ver a Lía con sus largas piernas en esas medias de rejilla que tanto me ponen, como ver a Sol con sus piernas desnudas, enredadas la una en la otra hizo que me tuviera que desabrochar el botón de los pantalones. Lía le levantó la falda y comenzó a bajar a besos por una de sus piernas, lo que provocó un par de gemidos por parte de Sol. Subió esta vez por la zona interior del muslo, y pasó directamente a la otra pierna. Yo, fuera ya de mí, me saqué el pene de los pantalones y comencé a hacerme una paja ante tal maravilloso espectáculo.

Poco a poco, Lía comenzó a lamerle la ropa interior, convirtiendo los casi imperceptibles gemidos de su amiga en unos mucho más intensos, y subiendo un par de grados el ambiente de la habitación. Al cabo de un par de minutos, Sol la agarró del pelo y tiró, gimiendo desesperadamente pidiéndole más. Lía subió al borde superior de su ropa interior, la mordió, y comenzó a bajarla así. Sol levantó el cuerpo para facilitarle la tarea, con lo que consiguió que la viera abierta de piernas perfectamente, con sus labios mayores y menores perfectamente separados, dejando a la vista su vagina. Debí de gemir o suspirar demasiado alto al aumentar el ritmo de mi mano, porque Lía levantó la cabeza, se dio la vuelta, caminó hacia la puerta y la abrió del todo. Debía de ser una imagen curiosa: Sol tirada en la cama mirándonos con la cara roja, vestida con todo menos su ropa interior y las piernas abiertas de par en par, Lía en la puerta mirándome divertida con las bragas mojadas de su amiga aún en la boca, Y Yo con los pantalones medio bajados con la mano en la entrepierna. Lía dejó caer la ropa interior a un lado, se puso de rodillas y me quitó los pantalones y los calzoncillos del todo. Colocó sus labios entreabiertos en mi glande, y de un solo movimiento, se la metió hasta el fondo de la garganta. Gemí y la agarré del pelo mientras continuaba metiéndola y sacándosela de la boca.

-N-no sé cuánto voy a aguantar…

Ante estas palabras ella se detuvo. Se levantó sin una palabra, cogió la silla del escritorio y la colocó a un lado de la cama.

-Sienta, manos detrás de la espalda –me dijo autoritariamente.

Me senté e hice como me decía, sabiendo perfectamente lo que iba a pasar. Efectivamente, ella sacó nuestras esposas de un cajón y me ató con ellas a la silla.

-¿Te gusta mirar, eh? Pues no te preocupes, que vas a tener unas buenas vistas.

Se giró, agarró a Sol de las caderas y la colocó en el borde de la cama, delante de mí. Le abrió las piernas con fuerza, y sin esperar ni un segundo más, lamió su coño de arriba abajo. Sol dio un pequeño gritito, y se llevó las manos a la cara, tapándosela. Mi Lía, sin embargo, siguió moviendo la lengua a un buen ritmo, con delicadeza pero rapidez, centrada solo en el clítoris. Sin dejar de lamer, subió una mano y le levantó la camiseta y el sujetador de un solo movimiento a Sol, dejando sus pequeños pechos (que mi novia sabe que me gustan tanto, ya que lo habíamos hablado alguna vez) a plena vista. Me retorcí en la silla, ansioso por liberarme y participar, pero solo logré hacerme daño en las muñecas, por lo que tuve que conformarme a solo mirar. Lía continuó lamiendo y lamiendo, con algún pellizco puntual a los pezones de su amiga, que iba enrojeciendo y gritando cada vez más, hasta que llegó a un punto en el cual sus gemidos se ahogaron y todo su cuerpo se tensó, inaugurando así el primer orgasmo de la noche. Se siguió sacudiendo durante unos segundos, en los cuales Lía subió a abrazarla y besarla, y a susurrarle algo en el oído. La otra asintió con una sonrisa.

-Aunque si no te importa, descanso un par de minutos primero –fue su réplica a lo que acabase de decirle mi novia.

-Lo entiendo perfectamente, tómate tu tiempo.

Lía se incorporó y se sentó encima de mí. La tela de sus medias encima de mí hizo que me mordiera los labios y la mirara suplicante.

-Bueeno, supongo que te has portado bien. Pero si te suelto, tienes que obedecerme, al menos por un rato.

-Si si si si, te lo prometo.

Me liberó las manos y me abalancé sobre ella, lleándola la cara y los labios de pequeños besos. Ella se reía.

-Nooo Borja, paraa, habías dicho que ibas a ser bueno. Anda, mímame.

Sabía perfectamente lo que quería con eso, y estaba deseoso de hacerlo. Le quité el mono con rapidez, dejándola en sus medias y sujetador, del que también me deshice. Se tumbó en la cama al lado de su amiga, y cerró los ojos. Levanté una de sus piernas con delicadeza y la lamí lentamente hasta llegar a su coño, e hice lo mismo con la otra. Ella temblaba cada vez que me acercaba a la parte interior de sus muslos. Tras repetir ese mismo proceso un par de veces, metí las manos por las medias y se las quité, junto a su ropa interior. Le abrí las piernas y me quedé mirando su coño un par de segundos, en los cuales me masturbé, hablando en plata. Ella me miró y se tapó los ojos riéndose. No sé por qué, el que haga eso, o el verme así, le genera una mezcla de vergüenza y excitación. Efectivamente, rocé con uno de mis dedos su coño, y lo noté empapado. Prácticamente me abalancé sobre su coño, y comencé a lamerlo con fuerza. Me empujó ligeramente la cabeza para indicarme que fuera más despacio, y así lo hice. Cambiaba frecuentemente tanto la velocidad con la que le lamía como la dirección en la que lo hacía: de arriba a abajo, de izquierda a derecha… Ella se agarraba a las sábanas con fuerza y gemía con la lengua fuera y los ojos casi en blanco. Intercambiaba mi lengua con mis dedos, a lo que respondía moviéndose y gimiendo más alto, hasta que de pronto, cuando parecía que no iba a poder más antes de explotar, cerró las piernas con fuerza, impidiéndome continuar.

-Túmbate boca arriba.

Lo hice sin vacilar, le había prometido que así sería. Pasó una de sus piernas sobre mí, y no pude evitar que se me escapara un suspiro al sentir el peso de su cuerpo encima de mí. A besos y lametones, fue trepándome, hasta llegar a mi oreja, por la que pasó su lengua con delicadeza. Me estremecí levemente.

-Chupa más.

Colocó sus muslos a ambos lados de mi cabeza y la apretó entre ellos, atrapándome allí. Hice tal y como me decía, y seguí lamiendo suavemente. Noté como otro cuerpo se subía encima de mí, y pude notar a Sol al fin piel con piel. Se deslizó sobre mí, casi tumbada. Tras unos segundos, se incorporó, y noté como agarraba mi pene. Sentí su saliva caliente caer sobre él, y su mano repartirla bien, de arriba abajo y viceversa. Mi respiración se aceleró. Su mano me masturbaba cada vez más rápido, hasta que se detuvo bruscamente.

-Anda tía, no le torturemos de más jaja.

Sol se rió, y noté como acercaba su vagina a mi pene, hasta que metió la punta. Poco a poco la fue metiendo y sacando, cada vez un poco más, muy despacio, hasta que se la metió del todo. Le clavé las uñas a Lía con fuerza en los muslos, a lo que respondió con un quejido y apretándome más aún.

-No recuerdo haber dicho que podías dejar de chupar, escoria.

Continué a duras penas, mientras Sol se movía suavemente, con gemidos cada vez más fuertes. Eso, unido al placer y la excitación que sentía, me hacían ver mis alrededores (que en aquellos momentos eran los muslos y el culo de mi novia) borrosos. Las oía besarse, tocarse, acariciarse entre ellas y susurrarse cosas, hasta que los gemidos de Lía se transformaron en gritos, y cayó hacia delante, sufriendo un intenso orgasmo. Vi como su vagina se contraía con fuerza, y metí un dedo mientras eso ocurría, sabiendo que le gustaba. Ese escenario final fue el que pudo conmigo.

-M-me voy a correr…

Sol se sacó mi polla ante estas palabras.

-De pie, ahora –dijo Lía, con la voz entrecortada.

Me levanté lo más rápido que pude y me quedé parado al lado de la cama. Ellas se sentaron con las piernas colgando, mirándome con una sonrisa.

-¿Te quieres correr en nuestras caras, cariño?

-Sí, sí, sí.

Lía agarró mi pene y comenzó a moverlo con el ritmo y la fuerza que sabe que me gustan. Empecé a temblar, y cerré los ojos durante un momento. Al abrirlos y mirar hacia abajo las vi, mirando hacia mi cara con los ojos levemente bizcos y la lengua fuera de sus bocas, y ya no pude más. Me corrí en la cara de Lía, y ésta en cierto momento apuntó hacia Sol, haciendo que las cubriera de semen espeso a las dos. Estas lo compartieron a besos, lo recogían con sus dedos y los lamían de los de la otra, hasta que no quedó nada.

-Joder.

-Buah, buen resumen.

Los tres nos reímos y ambas me abrazaron, cada una por un lado.

-Yo repetiría –dijo Sol.

-Pues anda que yo…

-¿Ah, repetiríais los dos? Muy bien –dijo Lía, mirándome mientras se mordía los labios- Que comience la segunda ronda.

Rodó por encima de mí hasta Sol, y comenzó a susurrarle algo al oído. Ella asintió sonriendo. Se abrazaron, y Sol se tumbó encima de ella. Entrelazaron sus piernas y las abrieron.

-¿Te turnas para penetrarnos, mi amor?

No tuvo que esperar que respondiera nada, porque en cuanto las vi así, coño con coño, clítoris con clítoris, frotándose levemente, casi corrí hacia ellas y me tumbé con la cara pegada a sus coños. Coloqué la lengua en la vagina de Lía y subía hasta la de Sol, y subí y bajé durante un buen rato. Gritaban como posesas, claramente sensibles por el orgasmo y por llevar más tiempo estimulándose.

-Por favor, por favor, métemela ya, no puedo más.

Pensé en torturarla como me había hecho ella a mí, pero la carne me pudo. Me coloqué de rodillas ante ellas, puse mi pene en la entrada de la vagina de Lía, y la metí con fuerza de un solo movimiento de cadera. Me dio miedo haberla hecho daño, pero me bastó escuchar el grito de placer para saber que estaba disfrutando. Me acomodé, agarré con fuerza las caderas de Sol, y comencé a follarme a mi novia con todas mis fuerzas. Gritaba todas las blasfemias que se os puedan ocurrir y más, y estaba claro que además de recibir placer de la penetración, Sol le estaba estimulando el clítoris, porque no paraba de gritar más y más alto. La miré por encima de la espalda de su amiga. Tenía los ojos en blanco y la lengua fuera. No tuve que estar así mucho tiempo hasta que noté como su coño me apretaba el pene con fuerzas, y sus piernas sufrieron un espasmo. Se la saqué mientras daba sus últimos gemiditos antes de quedarse con los ojos cerrados y cara de placer, y se la metí directamente a Sol. Con ella no fui tan duro, ya que no estaba seguro de cómo le gustaba. Ésta gimoteó, y fue recibida por mis dedos, que empezaron a frotarle el clítoris, ya que Lía había dejado de hacerlo. Pasaron los minutos, y el cuerpo de Sol empezó a temblar, hasta que se dejó caer entre gemidos ahogados sobre mi novia, temblando. Noté como me aprisionaba con su coño mientras se corría, y aproveché para dar un par de empujones más. Se la saqué, y le besé la cara a ambas. Lía abrió un ojo.

-¿No te has corrido por segunda vez?

Sacudí la cabeza.

-Espera que lo arreglo.

Me tumbó boca arriba.

-Anda tía, métele las tetas en la boca, que tiene cara de querer hacerlo.

Sol se acercó a mí, y aproximó uno de sus pezones a mi boca. Lo lamí con ansia, provocándole una serie de gemidos débiles. Mientras me entretenía con sus pechos, Lía me la chupaba, esta vez sin piedad, sacándosela del todo de la boca, y metiéndosela de golpe hasta que notaba el fondo de su garganta. La agarré del pelo, y le moví la cabeza con fuerza, mientras apretaba los pezones de Sol con mis labios. Lía vio venir el orgasmo, y se dejó todo lo que eché dentro de la boca. Se acercó a su amiga y lo compartieron con un beso.

Nos volvimos a tumbar los tres en la cama, esta vez Lía en medio del abrazo.

-¿Qué me decís? ¿Una tercera?