Una noche fría

La oscuridad de la noche y un susto muy sensual

Era una noche fría, oscura, sin luna, de esas que dan miedo, de esas en que parece que la gente se refugio en sus casa presintiendo el peligro, de esas donde a nuestro alrededor se escuchan pasos, respiración agitadas, donde se huele el temor en el aire, de esas que deseamos llegar sin pausa a nuestro hogar, el tiempo se detiene en los relojes, los pasos se acortan, las distancias se agigantan y  presagiando inconscientemente esa experiencia tantas veces fantaseada y a la vez temida. La neblina hacia imposible divisar más allá de unos metros, el cielo completamente encapotado era cómplice de la situación, sentí pasos precipitados detrás de mí, quede paralizada, muda, atónita, sin reacción, por un instante el terror se adueño de mí,  cuando logré vencerlo  mis pies aceleraron su marcha, casi corriendo, sin dirección precisa, con desesperación, pero era en vano detrás mío la presencia de una persona se hacía cada vez más cercana, más acechadora.

Fue entonces cuando unos brazos fuertes y varoniles me sorprendieron rodeándome por completo, dejándome totalmente indefensa, sin salida, mi voz ausente, mi corazón sin latidos, mi mundo se derrumbaba en un instante sin poder ni siquiera gritar, mis pensamiento no encontraban una respuesta, una salida, estaba vencida, derrotaba...

Hasta que las palabras de Daniel rompieron el silencio de la densa atmósfera, "Amor soy yo", no puede contener las lágrimas, lo miré como nunca, feliz de que fuere él, lo abracé y me acurruqué en su pecho hasta recuperar mis sentidos.

Él me lleno de mimos, de caricias, de besos... el consuelo fue cambiando muy lentamente hasta mutar a la pasión. Los besos se fueron haciendo intensos, los mimos más osados, los abrazos más íntimos, sus manos dibujaron mi cuerpo y las mías descubrieron su sexo erecto, su boca encendió mi lengua, sin mediar más palabras, con miradas compinches, escondidos en la negrura de un cielo sin estrellas, sin luna, hicimos el amor en plena calle, con ojos quizás de algún vecino curioso que vio el espectáculo detrás de su persiana, sin interrumpir, controlando cada movimiento, cada sonido para disfrutar de nuestro gozo hasta el final.

Extraídos del universo, insertos en el propio, su semen lleno mi vientre deseoso, mientras que mis gemidos se hacían elocuentes y mis pezones denotaban una excitación extrema...

La calma volvió y tomados de la mano por las veredas  que fueron testigo de lo acontecido, caminamos perdiéndonos por completo.