Una noche especial

Es una verdadera historia de Amor; mucha sensualidad, ternura, pasión. No siempre los personajes de los cuentos son perfectos, en esta historia podrán comprobar que el Amor va más allá de lo fisico. Amar por su contenido y no por su envase. Espero les guste esta 1ra parte de mi historia de Amor.

No era una noche cualquiera.

Lo había invitado a cenar a Javier.  Llevábamos un tiempo conociéndonos,  pero no demasiado.  Me llamaba mucho la atención su inteligencia, su forma de expresarse, educado y respetuoso como pocos, creo que eso fue lo que hizo que me fijara en él. Los encuentros al principio eran más bien espaciados, nos fuimos descubriendo de personalidades muy parecidas, y eso nos  divertía. Días más tarde los encuentros  eran prácticamente  a diario, pasábamos más horas juntos que separados.

No hace muchos días atrás me sorprendí mirando el reloj para saber con exactitud cuánto faltaba   para nuestro encuentro. No caben dudas que estaba por demás entusiasmada, gratamente percibía el mismo entusiasmo de su parte.

Habíamos quedado exactamente a las diez de la noche en mi casa. El se encargaba del postre. Yo del resto.

No soy una experta en la cocina, pero digamos que me defiendo bastante bien.

Quería destacarme. Era nuestra primera “cita” y debía ser “especial”.  Pensé en varias opciones,  pero nada me convencía, traté de hacer memoria de aquellas charlas culinarias que habíamos tenido y recordé  que le apasionan las mollejas tanto como a mí, así que no hubo mucho más que pensar. Recurrí a  una de mis mejores recetas … “Mollejas a la pimienta  con papas noisette”, ese fue el menú escogido para aquella primera vez.

Esa tarde hice las compras necesarias para que no faltase nada. Recordé que se me habían   acabado los sahumerios de mi fragancia preferida.  Así que  compré una esencia  perfumada de exquisito olor a jazmines para  aromatizar el ambiente. Estas fragancias me transportan al mejor de los jardines. Siempre me ha gustado perfumar  el sitio en el que me hallo. Aunque  a raíz de mi trabajo no pueda pasar las horas que desearía   cuando lo hago lo disfruto enormemente. Mientras las mollejas se cocinaban a fuego lento  fui por una ligera ducha (pero reparadora), al salir de ella me hidraté con  mi mejor crema humectante, la que me trajo mi amiga cuando estuvo en París a principios de  año. Me deja la piel suave como una seda, además su exquisito perfume se penetra en la piel desprendiendo su aroma al andar.

No podían faltar unas gotas de colonia  para oler aun más rico, poquito; tampoco quería que se sintiese relajante.

Me puse un lindo conjuntito de brodery blanco de diminuta cola less (no me gusta me marque la ropa). No me decidía  que ponerme… si pantalón o pollera, hacía calor , luego de deliberar un buen rato y previo apagar el fuego, me incliné  por  una mini de  jean muy cortita con bolsillos adelante que la hacen re copada. Acompañe con una remera de lycra, corta y pegada al cuerpo, como toda prenda de lycra, dejaba  ver mi arete en el ombligo  y el tatoo que tengo justo debajo de la cintura. Acompañe con unas sandalias blancas de taco chino que cruzan  varias tiras ajustando en lo alto.

Me miré al espejo y acomodándome las lolas dejando asomen un poco por el escote en forma de “V”  contentándome   con la imagen  que este me devolvía seguí Un toque de rímel para resaltar algo más los  ojos  fue  el único maquillaje que llevaría. Marche  para la cocina apresurada dado que frente a mí se hallaba el reloj colgante que anunciaba quince minutos  para  las diez.

Todavía me faltaba cocinar las papas noisette,  que previamente había dejado peladas y marcadas antes de meterme en la ducha.

Estaban en plena ebullición cuando el timbre  se hizo escuchar,  me tomó por sorpresa, saber que ya había llegado  Javier me produjo un escalofrió que  me corrió por el cuerpo.

Usando mis dedos de peine me retoqué frente al espejo que está detrás del sillón principal. En el trayecto  me alineé  la ropa y abrí la puerta con toda mi feminidad esbozando mi mejor sonrisa. Ahí estaba él, elegantemente vestido para la ocasión, un estilo clásico y a la vez moderno; que por cierto le sentaba muy bien. Javi no es un chico del cual yo me daría vuelta para mirarlo si me lo cruzo por la calle, podría decir que no está  dentro de mi target, pero contradictoriamente me atrae,( su personalidad, simpatía, inteligencia), no lo sé, pero  me atrae, y me pone nerviosa, y eso en mí no es fácil, no lo logra cualquier hombre.

Abro la puerta  y tratando de disimular el nerviosismo  que  me invadió  -y que me hizo  hasta ruborizar e  intenté disimular  con una gran sonrisa-,  lo hice pasar. En un intento de saludarnos  acercamos nuestros rostros y nuestras bocas se rozaron sin querer.  Me costó reaccionar y volver a la realidad, pero creo que a él le pasó lo mismo porque se quedó tieso por unos instantes. Sonrió al darse cuenta que aun permanecía con el paquete (postre)  que traía en sus manos, y me lo ofreció  pidiéndome que lo llevara a la heladera.

Una vez dentro lo invité a sentarse señalándole uno de los sillones que estaba frente a él. Creo que fue como para romper el hielo  hizo un  comentario sobre el rico aroma que provenía de la cocina. Me  dio el pie perfecto para comentarle  que me faltaban ultimar algunos detalles  para  que la cena estuviera lista;  fue entonces cuando se paró y se ofreció a ayudarme. Agradecí su gesto diciendo que no era necesario pero que si quería me acompañase a la cocina mientras yo terminaba.

Estaba terminando de  cocinar  las papas noisette  de espaldas a él que permanecía sentado en una de las banquetas del mini  bar, y en un momento se hizo un profundo  silencio; percibía su mirada recorriéndome. Cuando de pronto  y de la nada hizo  alusión  sobre mi vestimenta, diciendo: _ “te queda muy linda esa pollera, realmente te ves hermosa”, (y no me había equivocado “me había estado  observando”)  giré para agradecer  el halago  y me encontré frente a frente con él, (se había parado y situado justo detrás mío).  Corriéndome el cabello que me cruzaba por los ojos  dice: _No he podido  evitar dejar de mirarte desde que llegué (silencio otra vez) No pude evitar sonrojarme,  como tampoco pude evitar  que sus labios posaran sobre  los míos, fue tan suave y tan dulce que cerré los ojos y me dejé llevar. Las palabras sobraban, su respiración y la mía era todo lo que se escuchaba. Se disculpó por el exabrupto separando sus labios de los míos con cierto grado de congoja. Sin responderle absolutamente nada, retiré del fuego “justo a tiempo” la cacerola antes de que resultara incomible. Serví directamente la comida en los platos y poniéndolos sobre una firme bandeja le pedí que me acompañara al comedor.

Previamente decoré  y ambienté  la mesa con mantel  y servilletas blancas delicadamente dobladas  en la copa de cada uno. Para completar  armé  un centro de mesa adornándolo  con flores frescas que había comprado para la ocasión.  Quedó tan lindo casi a la altura  de un restaurant  de alto nivel.

Me felicitó por tener buen gusto refiriéndose a la decoración de la mesa. Nos sentamos  uno frente al otro y empezamos a comer. Al degustar  el primer bocado  buscó mi mano,  la alzó hasta  a la  altura de su boca, la besó  suavemente  como signo de admiración a la vez que me comentaba lo exquisita que estaba.

Hablamos un poco de todo. Lo que nos pone de mal humor, lo que nos divierte. Pero principalmente  hicimos hincapié  en lo mucho que  coincidimos. Eso es algo que nos ha llamado la atención desde que empezamos a conocernos. No es común  que dos personas coincidan de semejante  manera, y mucho menos  esperaba encontrarlo  en el sexo opuesto.

Hubo un momento que  nos quedamos sin conversación, pero nuestras miradas hablaban por si solas. Fue una situación un tanto incomoda a pesar que duró tan solo unos minutos, pero se hicieron eternos...

Estaba claro que nos atraíamos. Desde aquel  beso en la cocina  quedé aturdida.

Tenerlo ahí en mi casa, en mi mesa, era algo que tiempo atrás  ni siquiera lo hubiese pensado.