Una noche entre amigos (1)

Una noche entre amigos, una cena agradable... y algo más. Agradeceré todos los comentarios, buenos y malos, siempre y cuando estén razonados. Espero que lo disfrutéis.

Esa noche habíamos quedado unos cuantos amigos para cenar en casa de Tomás y Verónica, unos amigos que aunque llevaban viviendo juntos mucho tiempo, acababan de casarse hace unos meses.

En total eramos seis personas. Tomás y Verónica, una pareja joven y bastante bien avenida. Marta y Luis, otra pareja de amigos. Él es un tío bastante pesado, pero Marta es un encanto (y un bombón, todo sea dicho). Luego estaba Laura, una amiga de Verónica del trabajo a la que no conocía y yo mismo.

La cena fue bastante bien dadas las circunstancias. Buena comida y bastante vino. Tras la cena nos servimos unas copas y nos pusimos a charlar en los sofás. Luis, para variar, se pasó bebiendo y empezó a soltar animaladas, cada una más grande que la anterior. En un momento dado Marta, que se encontraba visiblemente molesta se lo llevó a otra habitación con no se qué excusa y le echó un buen rapapolvo. Los demás nos quedamos allí con cara de póker, haciendo como que no nos enterábamos de lo que pasaba,

Por lo demás todo era agradable: Tómas es muy gracioso y Verónica es una anfitriona perfecta. La amiga de Verónica, Laura, me resultó un poco seca, pero probablemente era por encontrarse rodeada de un grupo de personas que se conocían desde hacía tiempo, y donde no acababa de encontrarse a gusto. Además, no sé donde creía que iba a ir la chica, o como pensaba que eramos los demás, pero la verdad es que desentonaba bastante con su forma de vestir. Se había puesto un traje negro con la falda bastante corta y los hombros al aire. Los demás íbamos "de calle": vaqueros, camisetas, etc. Vamos, para pasar una noche entre amigos.

Lo que si que consiguió la chica es que los tíos no le quitáramos ojo de encima, sobretodo cuando nos pasamos a los sofás. Lucía unas piernas increíbles, y se tuvo que pasar la noche bajándose la falda, que no paraba de subírsele dejando a la vista unos muslos bastante sugerentes. A Verónica no pareció molestarle, incluso hizo alguna broma al respecto que consiguió que Laura se sonrojara. Pero a Marta no le sentó nada bien ver como su novio babeaba cada vez que la otra movía las piernas.

Poco después, para rebajar la tensión y la cantidad de alcohol en sangre Tomás enchufó una consola Wii. Con la tontería se habían hecho casi las dos de la mañana y ya había varias botellas que estaban a medias, así que la idea de movernos un poco nos pareció cojonuda. Tenían una de esas tablas para la consola en la que te subes y el aparato detecta como te mueves, con un montón de juegos chorras del estilo del hula-hop, equilibrios y tal. No hace falta que os diga que la mitad acabamos en el suelo entre risas.

Cuando nos quisimos dar cuenta Luis estaba roncando en un sillón. Entre bromas me acerqué a despertarlo, pero Marta me pidió que no lo hiciera, que mejor le dejara dormir un poco mientras pedía un taxi. Verónica le dijo que ni se le ocurriese, que mejor se quedaban allí a pasar la noche ya que tenían camas de sobra, Al principio dudó un poco, pero desde que su novio se había quedado dormido ella estaba mucho más relajada y se lo estaba pasando bastante bien, así que aceptó. Tomás y yo levantamos a Luis y lo llevamos a la habitación, lo soltamos sobre la cama y nos volvimos al salón.

Allí estaban las tres chicas muertas de la risa, cuchicheando entre ellas y cuando entramos nos miraron y volvieron a reírse mientras nos miraban. Sabiendo como son las mujeres no nos molestamos en preguntar, y nos pusimos jugar un rato más, alternando juegos con copas.

La verdad es que no aguantamos mucho más y poco después de las tres de la mañana estábamos todos tirados en los sofás. Laura decidió que para ella la noche había terminado, y habiendo aceptado la invitación de los anfitriones, se dirigió a una pequeña habitación donde le habían arreglado una cama. Yo, que como los demás, también estaba demasiado bebido para conducir hasta casa, me iba a quedar en el sofá. Una vez traídas unas sábanas y mantas, Verónica también se fue a dormir. Me había quedado a solas con Marta, y aunque me moría de sueño me dí cuenta de que lo que ella quería era hablar con alguien, así que intenté sobreponerme a los vodkas con naranja y le pregunté que le ocurría.

  • No es nada... es solo que a veces Luis se pone insoportable, sobretodo cuando bebe demasiado.

Bueno Marta, eso nos pasa a todos, sobretodo a los ojos de los que no han bebido tanto.- Le dije yo intentando quitarle hierro al asunto.

Ya bueno, pero lo de él... En fin, da igual, déjalo. Lo último que quiero es aburrirte con mis historias. - Comentó mientras me sonreía. Y esa sonrisa provocó que un escalofrío me recorriera el cuerpo.

La verdad es que la chica es preciosa. Apenas si pasa del metro cincuenta. No está delgada, pero desde luego nadie podría llamarla gorda. Sus pechos son grandes y su culo redondito resaltaba por los pantalones de tela que llevaba. Estoy seguro de que se fijó en como me había quedado mirándola, y la verdad es que me dio mucho corte.

Ella volvió a girarse y sin mirarme comentó

  • ¿Jugamos una última partida? Vega, y luego te dejo que te vayas a dormir tranquilito.

Yo no estaba para jueguecitos, pero me sabía mal decirle que no. Ella puso uno al que habíamos jugado antes y que se me había dado especialmente bien. En él tienes que subirte a la tabla de control y, cambiando de lugar el peso del cuerpo mover una bola que va cayendo por varias plataformas.

A mi la situación me había estado calentando bastante. Mientras jugaba marta no paraba de mover la cadera en círculos y yo, que estaba detrás a apenas unos palmos de distancia no podía mirar hacia otro lado.

Al poco se hizo evidente que eso no era lo suyo. Lo intentó tres veces antes de darse por rendida. Mientras tanto yo no paraba de hacer chistes a su costa. Ella haciendo como que se enfadaba me dijo que lo intentara yo, si tan listo era.

  • Bueno, lo que voy a hacer es a enseñarte como se hace, y después si te parece nos vamos a dormir, que ya son horas.

Ella arrugo un poco los morritos, pero aceptó. Yo me puse detrás de ella, con las manos sobre su cadera. Por la altura de la base de control ella acabó estando a mi altura (la verdad es que no soy muy alto) por lo que nuestras cabezas estaban lado a lado. Desde ahí me costaba concentrarme, ya que tenía una vista fantástica de sus pechos, los cuales estaban bastante apretados por la camiseta que llevaba.

Me sobrepuse como pude, esperando que no se hubiese dado cuenta de adonde miraba y empezamos a jugar. Al principio ella no respondía bien a mis instrucciones, ya que me costaba concentrarme y yo movía las manos a destiempo. Sin decir nada, ella hizo que me arrimara más a ella, hasta que mi paquete quedó pegado con su culo. Yo no sabía donde meterme. No sabía si estaba jugando, o solo que no era consciente de lo que hacía debido al alcohol.

Seguimos jugando a partir de allí, y ahora, en vez de mis manos yo usaba todo mi cuerpo para indicarle como moverse. Ella no paraba de apretar su culo contra mi, y yo ya tenía una erección más que considerable y, evidentemente, imposible de que no notase. A partir de ahí la cosa ya no dejaba lugar a dudas, así que empecé a acariciarla con mis manos, subiendo y bajando por su costado. Ella respondió echándose hacia atrás, dejando caer su peso sobre mi. Yo pasé mis manos por su estómago, primero sobre la camiseta, y después empecé a meter las manos por debajo de esta.

Marta, que había apoyado su cabeza sobre mi hombro, había cerrado sus ojos y tenía la boca entreabierta, ronroneando como una gatita. Ver su cuello estirado, oler su maravilloso aroma avainillado, su corto pelo castaño revuelto... era algo increíble. Moví mis manos por debajo de su camiseta, levantándola con mi movimiento, subiendo hasta llegar su sujetador. Acaricié sus pechos sobre este con ambas manos, lo que la hizo ronronear con más fuerza, apretando más aún su duro culito contra una de las mayores erecciones de mi vida. Pero por suerte no se paró ahí, aprovechó para empezar a restregarse, mientras sus manos buscaban mi trasero, agarrándose a mis vaqueros.

Le quité la camiseta con rapidez, queriendo librarme de todo lo que me impedía tocarla, sentirla piel contra piel. El sujetador, una pieza blanca lisa a la que no hice el más mínimo caso, siguió el mismo camino. Por fin sus grandes pechos eran todos míos: los agarré con fuerza, desde abajo, apretándolos y haciendo que se desbordaran sobre mis manos, apretando sus rosados pezones entre mis dedos. Marta suspiraba sin rubor, lo que fue solo el comienzo: mientras la sujetaba con mi brazo izquierdo, aprisionando sus pechos, usé la mano para agarrarle la boca, manteniéndosela abierta, con mis dedos entrando y saliendo de ella. Su lengua jugaba con mis dedos, cada vez más nerviosa, más frenética.

Mi otra mano, como si estuviese en otro mundo, fue bajando por su barriguita, acariándolo, hasta llegar al pantalón. Este no representó problema alguno, ya que se sujetaba con un elástico a la cintura. Bajé un poco más, mientras iba notando el calor que emanaba de su pubis. Al fin alcancé sus braguitas y empecé a mover mis dedos sobre ellas, notando sus labios hinchados, la humedad que traspasaba la fina tela. Le obligué a girar la cabeza, a abrir la boca, y la besé con fuerza mientras la sujetaba por el cuello, introduciendo mis dedos en su pelo, buscando un agarre que me permitiese atraerla aún más a mi, Nuestras lenguas parecían perderse en la boca del otro, luchando, cruzándose, lamiendo cada recoveco.

Con la polla a punto de reventar cogí a Marta casi en volandas. La llevé hasta la mesa donde unas horas antes habíamos estando conversando tranquilamente, apoyándola sobre su estómago, haciendo que se inclinara sobre ella. Me separé un poco de ella sin soltarle el pelo al principio, estirando un poco de su cabeza para que esta se levantara, viendo como su garganta se movía presa de la agitada respiración. Luego la solté, y recorrí su espalda desnuda con mis dedos, clavándolos ligeramente a medida que bajaba. Al llegar a sus pantalones tiré de ellos con ambas manos, hasta llegar al suelo. Separé sus piernas y apreté su culo, como quién coge algo muy preciado.

Aproveché el momento y me libré de mis pantalones y de mi camiseta. Y cuando me levantaba vi su raja, húmeda y brillante delante mio. Separando sus nalgas metí mi cabeza entre ellas, e introduje mi lengua en ella, lamiendo después desde su clítoris hasta su pequeño ano. Dí una, dos, tres pasadas. Ella gemía con la cabeza apoyada sobre la mesa, agarrándose a los bordes con desesperación. Yo ya no podía aguantar más, así que me levanté y dirigí mi polla hacia su coño, restregándolo primero con cuidado. Cuando estuvo lo suficientemente húmeda se la metí de una vez, despacio, hasta llegar al fondo. Las paredes de su vagina me apretaban como si nunca hubiesen tenido nada dentro. Sin sacarla ni un milímetro me recosté sobre ella, lamiéndole desde su hombro derecho hasta su oreja, pasando por su cuello. Mordí la oreja suavemente, la solté y le dije

  • Pídeme que te folle

Suspirando, gimiendo, ella contestó

  • Sí, hazlo.

Yo estaba muy excitado por la situación, y me gustaba la sensación de control que había conseguido. Quería que ella suplicara, hacerla sufrir un poco,

  • No, quiero que me lo pidas. Pídeme que te folle,

Ella movía su culo, intentado clavarse aún más mi polla. Notaba las palpitaciones y me estaba costando horrores aguantarme las ganas de clavársela una y otra vez.

  • Sí, fóllame. Por favor, fóllame de una vez...

No hizo falta más. Saqué mi polla hasta que quedó completamente fuera y, agarrándola por las caderas, se la volví a clavar hasta el fondo. Pero esta vez no me detuve ahí, y continué a meterla y sacarla. Al principio lo hice lentamente, pero tardé poco en empezar a acelerar mis movimientos.

Marta gemía quedamente, mordiéndose su propia mano para no hacer demasiado ruido. Yo estaba frenético, mi polla no paraba de entrar y salir y desde donde estaba podía ver como los labios, gruesos y muy húmedos, iban comiéndosela una vez tras otra. Noté como sus piernas empezaban a fallarle y se deslizaba por la mesa hacia abajo mientras perdía el control y empezaba a llegarle el orgasmo. Sin poder aguantar más yo tampoco utilicé mis caderas para, de un golpe, volverla a poner en la posición inicial. Luego empecé un mete-saca más fuerte, pausando ligeramente cuando la sacaba y volviéndola a meter hasta que notaba que llegaba al fondo.

La llegada de su orgasmo la noté primero en mi polla, ya que su vagina empezó a estrangulármela a intervalos cada vez más rápidos. Alcé la vista y vi su cara desencajada... la boca abierta de par en par... un hilillo de saliva colgando hasta la mesa... los ojos cerrados con fuerza... toda ella respondiendo a cada uno de mis embistes con una sacudida casi eléctrica. Yo notaba como mis huevos estaban rígidos por la tensión, y la polla llena, esperando para poder descargar.

Sin más avisos ella se estiró, tensando todos los músculos que tenía a la vista. Su boca se abrió aún más, intentado gemir pero sin poder por la falta de aire.... y yo me derramé dentro de ella. Un chorro, corto y rápido. Y a continuación más, largos y lentos, hasta que me sentí vacío y caí sobre ella, incapaz de sostenerme por mi mismo.

Estuvimos así un rato. A mi me parecieron casi horas, probablemente fueran segundos. Nos levantamos y nos recostamos en un sofá, sin hablar sobre lo que acababa de pasar. Otro corto rato después ella me miró sonriendo.

  • Joder, ha sido genial...realmente hacía "años" que no me corría así.

Después se levantó, completamente desnuda, brillante de sudor. No me había fijado antes, pero su coño estaba completamente depilado, suave y liso. Se agachó para coger su ropa, regalándome así una buena vista de su culo y sus increíbles pechos colgando libres. Su sonrisa permanecía ahí cuando se levantó con el batiburrillo de ropa: le iluminaba la cara.

Me lanzó un beso, guiñó un ojo con picardía y se fue moviendo su hipnotizante culo. Y dejándome con la sensación de que aquello volvería a ocurrir. O eso esperaba.

Continuará...