Una noche en el pub
Gritaba de dolor, como si no le hubieran partido el culo en su vida, gritaba lloraba pero decía sigue, sigue cabrón, rómpeme, rómpeme, rómpeme. Pártemelo, párteme el culo cabrón...
Una noche cualquiera, de un día cualquiera, de un mes cualquiera y a una hora cualquiera, me encuentro en u n pub de la zona de Carabanchel bajo en Madrid, mi barrio.
Vuelvo a recordaros que soy un varón de 30 años, esbelto, de constitución atlética y no voy al gimnasio, 1,82 mts. de altura, moreno y no soy guapo, simplemente atractivo y resultón.
Se llama “EL METRO”. Este local por sus características, alargado y estrecho se presta para hacer una réplica de un vagón de metro, por lo que la decoración al completo representa un vagón tal cual y la sensación al entrar es la misma, con la salvedad de que la entrada está por lo que podría ser la cabina de conducción.
No hay mucha gente en el pub, es un día de diario y hay una parejita de novios parecen ser, un tío con barbas al fondo tomándose una cerveza, dos parejas que parecen ser matrimonios, y yo que acabo de entrar, a no, al fondo a la derecha hay dos chicos más tomando algo.
Me pido una cervecita de esas ricas belgas de abadía que tengo por costumbre degustar de vez en cuando y entablo conversación con el camarero, persona simpática, conocido por mí de ser cliente desde algún tiempo de este local.
Por los altavoces en este momento suena Eric Clapton, el tema “tears on heaven”, la verdad, buen sonido que crea un ambiente muy agradable, tranquilidad y buen rollo.
Hablamos sobre varios temas y fueron pasando las horas, sin darnos cuenta era casi la hora de cerrar, sobre dos de la madrugada, ya no quedaba nadie en pub de los que he descrito, salvo los dos amigos que seguían hablando de sus cosas, ensimismados al fondo del local. Estos ya se habían tomado también unos cuantos licores.
Se abre la puerta del local, entra una bocanada de aire frio además de dos señoras de avanzada edad, bien vestidas, de alrededor de los 55 años y se denotaba que de jóvenes debían haber sido bastante guapas pues aún conservaban parte de esa belleza natural que portaban con orgullo.
Saludaron amablemente y se les contestó de igual modo. Estas se sentaron sobre dos taburetes en la barra a unos escasos dos metros de donde yo estoy. Piden dos cervezas belgas de abadía, creo que son Chimay roja. Si es así, éstas saben lo que toman.
Durante un rato charlas de sus cosas y las interrumpo ofreciéndoles una cerveza de invitación a través del camarero. Vuelven la cabeza me miran y sonriendo aceptan. Bueno esto es un buen principio de lo que puede llegar a ser una buena noche.
El camarero se me acerca y me dice que la aceptan pero si la tomo con ellas. Por supuesto, no me hice esperar, el camarero sirvió tres cervezas belgas y yo me senté sobre un taburete junto a ellas en la barra.
Me fijé (pues yo ya iba con mi sana intención) en que una de ellas llevaba pantalón vaquero ajustado y la otra unas mallas negras de licra con un polo que dejaba entrever el canalillo de unos rebosantes senos. La otra llevaba una camisa de botones de color azul celeste y manga larga que faltaba poco para que los dos primeros botones estallaran a consecuencia del volumen de sus pechos. ¡¡¡ Joder ¡¡¡ estas viejas están buenas, pero que digo muy venas. A ver cómo se desarrollan los acontecimientos y si pasamos una buena velada.
Una de ellas la de las mallas de licra, por cierto se llama Dori, dio un trago de su copa y relamiéndose alargo el brazo ofreciéndome tomar un trago de su misma copa para que probara esta deliciosa cerveza. Acepté la ofrenda, la verdad una cerveza muy rica pero lo que más me gusta es el aroma que tus labios que han dejado en ella, le dije.
Esta coqueteó con su melena jugueteando entre sus dedos y ladeando la cabeza hacia uno de sus hombros, haciéndome entender que le había gustado el piropo.
A mi vez, le ofrecí un trago de la mía, cogiéndome la mano al tiempo que la copa y con mano y copa se la acercó a sus labios, bebiendo un corto sorbo de este delicado líquido espumoso.
Esto más que una insinuación era una provocación directa, máxime cuando al devolverme la copa y la mano, introdujo la llena de su dedo índice entre sus labios son esa coquetería que saben hacer solo las mujeres de esta edad.
La otra señora, debido al calor supongo se desabrochó los dos botones de arriba de la camisa antes de que saltaran, dejando ver unos tremendos pechos de señora mayor que pueden llegar a hacer las delicias de cualquier macho cabrío.
Al ver esto y con los antecedentes de su amiga que acabo de narrar, me quedé mirando, casi metiendo “mi nariz en su pecera” como decía Juan Luis Guerra en su canción.
El camarero de unos 40 años de edad, un petit sweet para las señoras, observaba pacientemente detrás de la barra, mientras abrillantaba la cristalería que había sacado del labavasos .
Ya me estaba poniendo cachondón cuando la señora de las mallas se levantó del taburete y con su copa en la mano se vino a mi regazo, metiéndose entre mis piernas, pasándome su brazo por encima de mis hombros.
El olor a perfume caro era evidente, creo que hasta era afrodisiaco, estás dos buscaban lo que buscaban y habían encontrado lo que encontraron, Al camarero y a mí.
Creo que les importaba poco la pareja de amigos que había en la mesa del fondo del local, la verdad es que a mí me la sudaba que estuvieran allí y al camarero creo que no estaba preocupado.
Lógicamente, agarré su cintura y la atraje hacia mí, apretando sus desbordantes pechos contra el mío. Esto le gustó y me lo indicó con su sincera sonrisa.
Pues no perdí el tiempo, le comí los morros en un apasionado beso desesperado, al hacerlo derramó parte de la cerveza de su copa sobre mi entrepierna. No me importó la noté fría, ya que la calentura que tenía en este momento provocaba que todo mi cuerpo estuviera ardiendo por lo que el contraste lo noté al instante.
Esto no interrumpió nuestros quehaceres, continué comiéndole la boca pasándole la mano por su cuello atrayéndola hacia mí y notando dos duros y salidos pezones en mi pecho ya que no llevaba sujetador.
Nos soltamos y nos miramos. A continuación bajé de mi taburete con la polla que me llegaba al pecho, lo aparté y bajé sus mayas dejando las nalgas al desnudo y ese agujerito negro al descubierto senté a Dori sobre el suyo mirando hacia la barra y con el culo hacia fuera del asiento, en pompa colocado para mí. El coño y el agujero negro estaban tentadores por detrás del taburete, ofreciéndomelos para que los penetrara. , le levanté el polo por encima de sus pechos dejándolos colgando. Le salivé el culo para lubricarlo, me saqué la polla y estando de pie por detrás de ella se la clavé directamente en el culo, quería rompérselo y ella lo sabía. La penetré una y otra vez, más bien la estaba taladrando, parecía que se partía, ¡¡¡ que estrecho es ¡¡¡, me va a romper la polla.
Gritaba de dolor, como si no le hubieran partido el culo en su vida, gritaba… lloraba… pero decía sigue, sigue cabrón, rómpeme, rómpeme, rómpeme. Pártemelo, párteme el culo cabrón.
Se agarraba las tetas, ella misma se lamía los pezones, se los mordía, se los babeaba de placer, estaba enloquecida y seguía diciendo, fóllame cabrón, fóllame, párteme el culo cabrón. Con mi mano le aplasté la cara contra la barra del pub, su boca entreabierta no podía articular palabra, restregaba su mejilla sobre la barra, aguantando mis arremetidas, no la dejaba respirar, toma hija de puta, te voy a romper el caca… asquerosa… guarra… toma, toma, toma…
La estaba reventando el culo, la otra señora estaba alucinando, el camarero se había subido encima de la barra y le estaba comiendo los pechos enormes que se había sacado del sujetador.
Jenni, que se llamaba la otra mujer, sacó mi polla del culo de Dori, la meneo varias veces y la restregó suavemente por los labios y clítoris de Dori durante unos desesperantes momentos, a continuación dejó el enorme capullo en la entrada del coño de Dori para que yo hiciera el resto. La penetré con ánimos de traspasarla, una y otra vez.
¡¡¡ BESTIAL ¡¡¡ qué coño más caliente, que chocho pequeñito, que mujer, tremenda follada, ahora entiendo que” las gallinas viejas hagan buen caldo”.
Los dos amigos que estaban en la mesa del fondo, ante esta perspectiva y los gritos de Dori, se levantaron y se acercaron a nosotros con la intención de sumarse a la fiesta. Uno de ellos el más fuerte desabrochó los pantalones de Jenni, los bajó, quitó los zapatos y saco los vaqueros y las bragas a su vez los tiró encima de una mesa y la abrió de piernas, se ensalivó la mano la pasó cariñosamente por el coño de Jenni, lo lubricó y una vez humedecido se desabrochó el pantalón, lo bajó y sacó una enorme polla dura como su puta madre, que en un momento me asusté, pensé que si le diera por acercarse a mí, le tendría que dar fuerte en los morros un par de patadas.
Con la enorme verga en la mano, que le sobraba hasta llegar al capullo otra mano y media que quedaba colgando, paseó esta por los labios abultados de Jenni, acariciándola suavemente con la polla para después penetrarla con la mitad de esa enorme polla. Solamente tenía la polla introducida en Jenni, las manos las tenía colgando y no la sujetaba, Jenni es quien cachonda perdida empujaba al chico para que la metiera hasta el fondo, pero éste tiraba para atrás haciéndola sufrir un poco más, aguantando el momento en que la penetrara profundamente, ya sabéis, la espera aumenta el deseo y así fue, cuando arremetió el chaval, Jenni comenzó a dar gritos ahogados de placer y éste no paraba de empujar una y otra vez. Jenni me miraba con cara de lo que yo interpretaba como pedir ayuda.
Nada más lejos de la realidad, Jenni sacó mi polla de nuevo del coño de Dori, yo me dejé hacer,
Y tirando de mi hacía intención de llevarme junto a ella.
Solté a Dori muy a pesar mío y apartando a Jenni y al chico me senté en el taburete alto de espaldas a la barra, senté a Jenni de espaldas a mí sobre mis muslos, la levante con mis manos y la tabiqué el kófa, penetré en su culo hasta los testículos, alucinada se quedó entreabrió la boca para no poder decir nada. El chaval que no estaba dispuesto a perder su presa, buscó y trajo una caja de tercios de cerveza, la puso en el suelo, se subió en ella y metió su enorme polla en el coño de Jenni después de salivarlo y restregarlo con la punta del capullo.
Ahora Jenni tenía tapados los dos agujeros por sendas enormes pollas, la teníamos emparedada, no podía aunque quisiera, moverse o salir de esta postura.
Comenzamos rítmicamente a entrar y salir en sus oquedades en un trio de placer y desesperación inmenso, jadeábamos, soltábamos algún grito, apretábamos y ella disfrutaba como nunca lo había hecho.
El chaval tenía hundida la cara en sus seños, dos tremendos senos que yo agarraba con ambas manos apretando para hacer más fuerza al penetrarla, aunque por su propio peso ya estaba hasta los testículos. Nos revolvíamos, jadeábamos, sudábamos y disfrutábamos de este momento inolvidable.
El camarero, el otro chico y Dori, se habían cambiado de lugar, estaban encima de una de las mesas del local en la siguiente postura:
Tenían a Dori tumbada encima de la mesa, el camarero de pie, la estaba follando pues había sacado levemente el culo de Dori fuera de la mesa, por la otra parte el muchacho le había metido una considerable polla en la boca estando de pie detrás de ella. Dori no tenía otra opción que chupar y dejarse hacer lo que ellos quisieran, que por otra parte le enloquecía la incertidumbre, de que iban a hacer con ella, le gustaba todo y estaba dispuesta a todo.
De momento disfrutaba con la penetración vaginal del chico que arremetía contra ella suave pero eficazmente. Y saboreando esa considerable verga del camarero.
Espectacular orgia teníamos montada cuando de repente se abrió la puerta de entrada, el jilipollas del camarero con la emoción se había olvidado de cerrarla.
Rambo, si era rambo, acababa de entrar rambo en el local. Un policía con su gorra y su porra, que se quedó parado en la puerta perplejo por lo que estaba viendo.
Joder, más vale llegar a tiempo que rondar…
Entró, cerró la puerta y a continuación se metió en la barra para echarse una copa de Jack Daniels. Desde el interior de la barra observaba las dos escenas como valorando a ver por donde había hueco para entrar. Dos metros de tío o al menos eso me pareció a mí, atlético, con su gorra de plato puesta, imponía su presencia, como le de por poner orden nos va a poner a raya a los seis.
Curiosamente con la copa en la mano y la porra subida entre el hombro derecho y detrás de la cabeza, paseaba entre nosotros que no habíamos dejado nuestros quehaceres, valorando la situación.
Finalmente se paró detrás del camarero le puso la porra entre las piernas, la agitó golpeando ambas piernas de lado a lado para que este las abriera.
Yo no se si el camarero se asustó o no, yo estaba acojonado, pero él abrió las piernas ante la autoridad. Rambo se desabrochó el pantalón, saco una tremenda verga por la cremallera, la paseó por el culo del camarero, la polla no estaba del todo dura, pero le sacudió varios golpes en las nalgas hasta que endureció, ya lo creo que endureció. Este era un negro con una tranca espectacular que no estaba dispuesto a dejar escapar ese cervatillo que le habían puesto en bandeja.
Se agachó, abrió las piernas del camarero, se escupió en la punta de la polla, la acercó al ojete y con ayuda de su mano fue introduciendo su verga hasta que no quedó nada fuera.
Al camarero se le salían los ojos de las orbitas y seguía con su dura polla metida en la boca de Dori. Jódete cabrón por no cerrar la puta puerta, lo tienes merecido, tarado mental.
Desde mi posición estaba viendo toda la jugada porque estaban frente a mí.
Jenni enloquecida, daba bandazos con la cabeza que era lo único que podía mover, yo la sujetaba por los pechos apretándola hacia mí y contra la cara del chico que no sé cómo no se asfixiaba entre los senos de Jenni, pero aun así podía sentir a través de los órganos sexuales de Jenni, las penetraciones que duramente hacía.
Todos follábamos, todos gemíamos, todos sudábamos, tremenda orgía.
El primero en correrse fue el camarero tras las duras acometidas de rambo, hecho todo el semen en la boca de Dori, que estaba comiéndosela boca arriba, por lo que tragó gran parte de los chorros derramados, conservando el resto en la boca.
El camarero sacó la tremenda verga del negro de su culo y apartándose la acercó a la boca de Dori que al estar abierta facilitó la entrada de esta que casi por el grosor no le cabía, el camarero se la meneó a Rambo hasta que surgió el magma humano, rebosando la boca ya cargada de Dorí, que le caía por ambas mejillas hacia las orejas y cuello. El chico que la penetraba, con la ansiedad de ver lo que habían hecho le llegó el momento y sacó su polla del coño de Dori, dando rápidamente la vuelta a la mesa para ponerla en la boca de Dori y correrse dentro de una boca rebosante de semen hacia el cuello cayendo por la mesa y el suelo algunas gotas del espeso líquido.
Yo que estaba viendo aquello, enloquecí y viendo que el coño de Dori se había quedado libre, me deshice de Jenni, salí deprisa en dirección a la mesa donde estaba Dori, me arrodille y metí desesperadamente mi cara en su coño, la babee, le metí la lengua hasta el intestino grueso, restregué mi cara y lengua por todas sus partes, la punta se la metía en el culo, enloquecí.
Cogí mi polla con la mano y se la metí en el coño a Dori, la que agradeció el embate, la follé duramente entrando y saliendo en ella hasta que llegó el momento y saqué la polla del coño de Dori, derramando todo el semen en los labios ardientes del coño de Dori.
El otro chico, tenía a Jenni de rodillas, con la polla en la boca corriéndose en ella, derramando el semen por la comisura de sus labios resbalando por el canalillo de sus enormes tetas, apretándose el capullo para sacar hasta la última gota del preciado manjar.
Yo pague las ultimas cervezas, menos la de Rambo…