Una noche en el parque

Gabriela sale a caminar, un joven la invita a dar un paseo y se transforma en una pesadilla, que termina siendo placentera

Gabriela salió a caminar, después de haber cenado algo liviano, para hacer un poco de ejercicio. Caminaba por una vereda arbolada, cuando se detuvo un auto guiado por un chico de mediana edad, guapo que preguntó por una dirección cercana a donde se encontraba. Pidió algunas explicaciones para llegar sin perderse. Todo esto lo hacía con una sonrisa muy agradable, resaltaba en su charla un par de ojos preciosos, pareciendo muy desenvuelto y seguro de si mismo, a pesar que decía estar perdido.

Llegó a pedirle a Gabriela que lo acompañara hasta donde tenía que ir, que luego la invitaría a tomar un refresco en algún lugar conocido. Tanto fue el impacto que provocó este muchacho que Gabriela decidió aceptar la invitación y subió a su vehículo.

Ni bien arrancó, se presentó diciendo que se llamaba Octavio y le propuso a Gabriela:

  • Que tal si damos una vuelta por tu zona y me muestras los lindos lugares que conoces?

  • OK, si quieres damos una vuelta en tu auto y luego te llevo a la dirección que quieres ir.

  • Magnífico, vamos a algún sitio en que podamos detenernos y charlar, la noche se presta, está muy cálida y la luna nos da mucha claridad.

Gabriela lo llevó hacia un parque cercano, a donde concurren los enamorados y desde donde se divisa la ciudad desde lo alto. Octavio se mostraba muy atento y gentil y le comentó a Gabriela que se encontraba muy cansado de tanto andar, que le gustaría detenerse en algún sitio que fuese seguro.

Encontraron un lugar apartado, en medio del parque y ahí se detuvieron. Octavio sintonizó música romántica y sin que más mirándola a Gabriela a los ojos, le dijo:

  • Quiero que me la chupes – en un tono imperativo

  • Pero como te atreves a pedirme eso? No me conoces, no somos nada, llévame a mi casa por favor, no quiero estar contigo.

Por respuesta Gabriela recibió un fuerte golpe en su rostro, con la mano abierta, como para que supiera con quien estaba y quien mandaba en ese momento.

  • Ehhh, yo me voy de acá, eres un bruto – gritó Gabriela, quejándose por el golpe y tratando de abrir la puerta que Octavio previamente había trabado.

Mientras intentaba destrabar la puerta, Octavio la tironeó del cabello y le pegó desde atrás otro golpe en la cabeza, que hizo que Gabriela quedara más asustada que antes.

  • O me la chupas o te sigo golpeando hasta que me la chupes, puta o si no dime a que subiste a mi auto – vociferó Octavio.

Al mismo tiempo tomaba a Gabriela oprimiendo con su mano el cuello, desde atrás y empujando su cabeza hasta su entrepierna. Gabriela intentó oponer resistencia y llegó el tercer golpe, que fue el que terminó de convencerla que estaba perdida, en medio de un parque, a merced de un salvaje que podría hacer con ella lo que quisiese.

Mientras pensaba todo esto, sentía y veía como Octavio se quitaba el cinturón de seguridad, luego desprendía su pantalón y lo bajaba hasta el piso, llevando el asiento hacia atrás, reclinándolo, como acomodándose para recibir una buena mamada.

Acomodado convenientemente, tiró del cabello de Gabriela, empujando la cabeza hasta estrellarla contra su verga.

  • Abre la boca y chupala suavemente, ni se te ocurra portarte mal, porque te voy a golpear tanto que te vas a arrepentir de haberme conocido. – Gabriela hubiera querido decirle que ya estaba arrepentida de haberlo conocido, pero no se animó a emitir palabra y por el contrario se dijo que tendría que ser obediente o quien sabe si saldría viva de este lamentable encuentro.

  • Por favor no me pegues mas, voy a hacer lo que me pides, pero prométeme que después me dejarás ir.

  • Empieza a chuparla y no hables mas, no estás en condiciones de pedir nada, solo chupala como se lo haces a tu novio y si me la chupas bien, puede que tengas algún premio, putita.

  • Por favor, no me llames así, me ofendes.

  • Ahora, acá, en este momento, sos mi putita o te quedan dudas de lo que te vas a hacerme?

  • A ver, dime que estás por hacerme ahora? – le preguntó Octavio con algo de sadismo.

  • Voy a hacer lo que me pediste, por favor no me humilles más.

  • Quiero que me digas que vas a hacerme putita o te pego una paliza que te va a quedar deformada la carita de puta que tienes. Dímelo o vienen los golpes puta de mierda – gritó enérgicamente Octavio.

  • Voy a hacer todo lo que me pidas – contestó Gabriela llorando desconsoladamente.

Al sentir la respuesta, Octavio la tomó de los cabellos y le propinó otra fuerte bofetada, al tiempo que le gritaba:

  • Quiero oír lo que vas a hacerme ahora, puta

  • Te la voy a chupar, te la voy a chupar – le contestó Gabriela, sollozando, quebrada por el dolor de los golpes recibidos.

  • Bueno, ahora quiero que te metas la verga en la boca y la chupes bien chupada y cuando esté por acabar te voy a avisar, quiero ver como te tragas toda la leche, entendiste putita?

Gabriela notaba con mas miedo que otra cosa, que mientras ella recibía los golpes Octavio se excitaba mas y mas, podía sentir la dureza de la verga, que parecía que iba a estallarle en su cara. Se dio cuenta que estaba con un sádico y en medio del miedo y la indignación, se decidió por someterse al capricho de su violador para lograr que todo este sufrimiento sea el menor posible.

Octavio tenía su verga tomada desde la base y tomando también parte de sus huevos, la movía de un lado a otro, golpeando con la verga las mejillas de Gabriela y pasándola por los labios, por su nariz, cuello, hasta que se decidió dejarla a merced de las caricias que pudiera ser capaz de prodigarle Gabriela. Esta, se decidió a chuparla, posando sus labios, ya entreabierto, sobre la cabeza de la pija de Octavio, que solo tuvo que presionar un poco sobre la nuca de Gabriela para enterrarla su boca casi hasta los huevos.

Esto provocó arcadas en Gabriela que quitó su boca para normalizar su respiración y solita viendo que Octavio tenía una de sus manos levantada sobre su cuerpo, se volvió a chupar la verga del muchacho. Empezó con un juego de subir y bajar, acariciando el tronco con sus labios húmedos, deteniéndose cada tanto a pasar la lengua por la cabeza y por el tajito por donde mean los hombres, cosa que a Octavio le empezó a gustar.

Mientras Octavio con sus manos recorría todo su cuerpo, ella tomó coraje y comenzó a acariciar los huevos, tratando de lograr que acabase lo más pronto posible. Y lo logró casi inmediatamente, sintió espasmos, jadeos y caricias por su cuerpo, mas una presión sobre la cabeza para acabar dentro de la boca, sin peligro de que la quite en el momento culminante.

Gabriela sintió una oleada de esperma, caliente, lo notó con buen sabor y el primero chorro que le invadió la boca, fue tragado directamente, mientras que la demás leche que le seguía saliendo, la mantuvo en la boca, a pedido de Octavio, que quería verle la boca llena de su leche. Así lo hizo y le ordenó que se la tragase, para tener la boca y lengua libres para limpiar la pija de todo rastro de semen o saliva.

  • Bueno putita, lo has hecho bien, lamento que haya tenido que golpearte, pudiste haberlo hecho de entrada, sin necesidad de violencia, pero así son ustedes las putas, además de que quieren que las cojamos, quieren que también les peguemos algunos azotes.

Gabriela permanecía muda a la espera que Octavio o la llevase de nuevo hasta donde la había encontrado o en el peor de los casos la dejase abandonada ahí mismo en el parque, para que ella pudiese volver por sus propios medios. De pronto Octavio la invitó a que se bajase y ella se quejó.

  • Creo haberte obedecido y merecer que me alcances un poco con tu auto.

  • Escucha bien puta de mierda, solo te he dicho que desciendas del auto, no que te voy a abandonar aquí, esto, todavía no ha terminado. Así que o te bajas y vuelven los golpes, perra.

Gabriela bajó inmediatamente, seguida por Octavio, quien la tomó por el brazo bruscamente, la hizo girar sobre sus pasos, de forma que quedó de espaldas a él y la empujó sobre el auto, separándole las piernas, levantando la pollera y bajando de un tirón la tanguita. Quedó expuesta a la luz de la luna, la colita redondita y blanquecina de Gabriela, que estaba siendo presionada y apoyada por Octavio, que ya tenía la pija dura de nuevo y la pasaba por su zanjita.

  • Ahora te voy a coger, putita, pero antes, quiero una pequeña chupadita, para que me la llenes de tu saliva, solo para que no te duele cuando te la meta, si preferís no chuparla, te penetro de un envión hasta los huevos, pero eso te va a doler. Ya ves como me preocupo por vos perra.

Gabriela no podía creer lo que le estaba pasando, sin embargo, sin hacerse rogar le pidió permiso para darse vuelta y arrodillada en el piso, hizo lo que le habían pedido, se metió la verga en la boca y la llenó de saliva en la cabeza y en todo el tronco. También se escupió la mano y llevó ese escupitajo a su concha, que estaba seca, pretendiendo lubricarla para no sentir dolor.

Se volvió a acomodar sobre la parte delantera del auto, ofreciendo su hermosa concha, depilada en forma de corazón, para que Octavio la penetrase. Aprovechó también para acariciar su clítoris, en busca de algo de humedad, la verga que le iba a entrar era muy grande y de solo sentirla entre sus piernas, ya le provocaba dolor.

Octavio la tomó con una de sus manos en el hombro y con la otra guió su pija hacia la concha de Gabriela y cuando la tuvo en la puertita, presionó hasta sentir que había entrado la cabeza y sin mucho esperar mandó el resto de esa verga de un solo envión, levantando prácticamente en el aire a Gabriela. Quedó la chica ensartada en ese pedazo de pija, que con un rápido y enérgico entre y saca, logró que la muchacha pasase del dolor a un pequeño placer, que fue creciendo y creciendo, hasta hacerle entrecortar la respiración y lanzar pequeños gemidos, que pronto se hicieron mas fuertes, al igual que los pijazos que recibía, hasta que cuando sintió que se venía la leche, empezó a sentir un orgasmo que no pudo disimular y que llenó de gozo y placer mas a Octavio que a ella misma.

  • Sos muy putita, sos tan perra, que no tengo otra opción que seguir cogiéndote, te mereces otro polvo mas, te prometo que te voy a hacer acabar de nuevo, putita.

Gabriela había llegado a una instancia en que no sabía si quería más o no quería. Porque Octavio había empezado a hacerla calentar, era un lindo tipo, solo que algo violento a lo que ella no estaba acostumbrada, pero su cuerpo y sus ojos no eran para despreciar. En medio de sus pensamientos y antes que pudiera emitir una sola palabra, Octavio la tomó de su cuello, le hizo girar la cabeza hasta enfrentarla con la suya y le metió un beso de lengua impresionante. Gabriela no solo se sorprendió por el beso, sino que más se sorprendió por la forma en que ella misma contestaba esa muestra de cariño, de calentura, más que cariño.

Pero el beso duró poco, lo necesario para que la verga se pusiese dura nuevamente y otra vez quedó apoyada con sus piernas abiertas sobre el vehículo, Octavio volvió a levantar su pollera y agachándose se acercó a lamer el culito de Gabriela, su lengua estaba caliente y se doblada y pasaba por el orto, por las nalgas y llegaba estirando la lengua hasta la concha y volvía al culito. Y ahí, en la puerta de entrada, ponía la lengua dura e intentaba introducirla en ese culito que hacía que corrientes de electricidad recorrieran el cuerpo de Gabriela y la hicieran estremecer.

Se negaba a gozar, por no podía, de su conchita bajaban torrentes de flujo, cosa que no pasó desapercibida para Octavio, que aprovechó para meterla desde atrás por la concha, para tenerla lubricada y mientras la bombeaba un poquito, le mordía el cuello, los hombros, le acariciaba y masajeaba las tetas, que habían estado olvidadas hasta ese momento, desprendió la camisa de la joven y el corpiño, para sacar esas tetas al aire de la noche y mientras esto ocurría, sacó la verga bien lubricada de esa concha caliente, para presionar sobre la puerta del culito, lo que asustó un poco a Gabriela, ya que su culo era algo que ella había usado muy poco y estaba en un estado casi virgen.

Octavio se percató que tendría que presionar bastante para lograr penetrarla, así que empezó a pujar con uno de sus dedos y luego con dos, para sacarlos y presionar con la cabeza de su pija sobre el culo de Gabriela, que seguía estando tensa, pero la calentura del muchacho pudo mas y de un empujón mandó su cabeza adentro del culo y de nuevo Gabriela estaba en puntas de pie, casi en el aire, tratando de aguantar la embestida de semejante pija dentro de su culo.

Y de a poco le fue entrando y sintió los huevos golpear en las nalgas de la chica y el bombeo fue creciendo y Gabriela se soltó a disfrutar lo que le estaba pasando y pasó del dolor y la humillación de ser violada, al placer de ser cogida y volvieron a ella los espasmos y sintió que el orgasmo ya se venía y empezó a temblar y a gemir como la perra que en ese momento era, porque lo quería Octavio y porque ella misma se sentía la putita que le habían pedido que fuera. Sintió la lengua de su macho y los dientes mordiéndole la parte posterior de la oreja y explotó en un grito liberando todo el placer que sentía, con la llegada de un gran orgasmo y la inundación de su culo con leche calentita, que le dio la impresión que le estaban haciendo una enema.

  • Por favor, quiero que la saques despacito, la quiero sentir un poco mas, me gustó lo que me hiciste, acabé como una perra, tenías razón, soy una putita, me gusta que me cojas – el tono de la voz de Gabriela iba bajando a medida que iba hablando, ella misma no podía creer las palabras que salían de su boca.

  • Entonces te gustó perrita, tenía razón yo, que sos muy puta, te gusta la pija más que nada, putita.

  • Si, te juro que me sorprendo, pero debo decirte que al final, me hiciste gozar.

Octavio seguía con la pija, casi dormida, dentro del culo de Gabriela, presionando para que no se saliera, pero ya era casi inevitable, se estaba por salir porque el tamaño de su verga había disminuido y el culito de Gabriela estaba totalmente dilatado y lubricado, con tanta leche que tenía dentro.

Casi se podía decir, que era una pareja de novios, haciendo el amor en el parque. Pero algo más sucedió y fue que mientras estaban en esa posición, dos hombres se aparecieron desde la oscuridad del parque y tomaron por sorpresa a Octavio a quien redujeron fácilmente, debido a que tenía los pantalones por el piso y además por el cansancio de haberse echado tres polvos seguidos.

Pero esta parte de la historia quedará para una segunda entrega.

Esto que acabo de relatar, sucedió realmente, con ligeros matices de diferencia y le ocurrió a una querida amiga. Los nombres han sido cambiados, me llamo Marcela y estoy abierta a recibir comentarios en mi correo es: marce459@live.com.ar .