Una noche en el calabozo
Un error, todo empezó con un fatidico error, un error que cambió nuestras vidas, un error que acabó en placer, lujuría y pasión.
UNA NOCHE EN EL CALABOZO
Un error, todo empezó con un fatídico error, un error que cambió nuestras vidas, un error que acabó en placer, lujuria y pasión. Una llamada me despertó a las 3 de la madrugada, era la policía, te habían detenido, habías formado parte en una pelea en un bar. El día anterior había sido caótico, habías llegado tarde a nuestra cita y encima no te podías quedar a pasar la noche conmigo porque habías quedado con unos amigos en un bar de copas, otra despida de solteros. Al principio pensé en no ir a buscarte pero en la lucha entre mi ángel y mi demonio, ganó el ángel y fui a buscarte. Esa noche la policía tenía mucho trabajo y poco espacio, como no eras peligroso y lo único que tenías que hacer era dormir la mona te trasladaron a los nuevos calabozos que aun no estaban del todo habilitados. Te metieron en un habitación y cerraron la puerta, cuando llegué la policía estaba desbordada, así que después de preguntar mucho, me dieron las llaves de la planta y me dijeron que fuera a buscarte. Subí las escaleras hasta la quinta planta, parecía que estaba en un sótano, no había ventanas, solo unos largos pasillos y en cada pasillo 5 o 6 celdas. Todas estaban vacías, menos la última. Allí estabas tú. Tumbado en esa cama mirando al techo con cara de cansancio y preguntándote que hacías allí. Al verme diste un salto y entre palabras cortadas entendí que tu no habías tenido nada que ver, que la pelea te había atrapado y cuando te diste cuenta estabas allí metido. Tu cara lo decía todo, había arrepentimiento, vergüenza, alivio. La situación era graciosa, yo allí, con el poder en mis manos, las llaves de tu libertad. En una mesa de al lado había unas esposas con sus llaves. Entre en la celda y te las enseñé, en mi cara había una sonrisa socarrona. De un plumazo me las intentaste quitar pero no te dejé, habías sido un chico malo y merecías castigo. Te até las manos a un barrote, de forma que no podías moverte. Tus brazos estaban elevados por encima de tu cabeza. Eras mi prisionero, eras mi rehén. Cogí un pañuelo de mi bolso y te vendé los ojos, estaban inmóviles, estabas desconcertado. Comencé a besarte, a lamerte, me buscabas pero cada vez que te acercabas me tiraba atrás. Te quité la camisa despacio, besé tu pecho, tus pezones, tu cuello. Mi lengua recorría tu cuerpo con deseo, notaba tu sexo rígido, expectante. Te quité el cinturón y te desabroché los pantalones, toque tu sexo, estaba caliente, fibrado, lo lamí a través del calzoncillo, te movías de placer, me llamabas, me pedias que te soltara, pero yo estaba disfrutando demasiado. Te bajé los calzoncillos y besé tu sexo, estaba suave, ardiente, lo introduje en mi boca mientras mis manos tocaban tus testículos, de mi boca entraba y salía como un resorte. Mi lengua recorría todo tu ser, chupaba tu glande, buscaba con mi lengua su rugosidad, tu cuerpo se convulsionada al son de mis movimientos, chillabas de placer, agarré tus nalgas esperando tu explosión, tu cuerpo estaba ardiente, mi boca se llenó de ti, en cada inyección tragaba tu ser, su esencia, tu vida, tu placer. Jadeabas, tu cara era una mezcla de alivio y egoísmo, querías más. Te quité la cinta de los ojos y te solté las manos, no me dejaste reaccionar, cuando me di cuenta estabas encima de mi, me besabas salvajemente, tus labios querían recorrer mi cuerpo sin permiso, sin sentido. Rompiste la camisa que llevaba, apartaste el sujetador hasta que mi pechos estaban en tu boca, te llenabas con ellos, los mordías, tu lengua frotaba mis pechos como si te fuera la vida, estabas desnudo encima de mi, me desabrochaste los pantalones con violencia, la lujuria te hacia torpe, mi ropa interior no duró mucho en su sitio, fue arrancada en menos de 5 segundos, tus manos me obligaron a abrir las piernas y me penetraste con violencia, chillé de placer y de dolor, tus movimientos eran duros, profundos, querías follarme, querías poseerme, querías correrte dentro de mi, mis piernas rodearon tu cintura buscando la posición perfecta, solo 6 empujones bastaron para llegar al orgasmo, empujabas más
y
más querías llegar a mis profundidades, a mi alma. Nuestro pulso estaba muy acelerado, me besaste, tu lengua buscó la mía. Apoyaste tu frente a la mía y me dijiste "Buenos días cariño, como ha ido la noche"