Una noche de vigilancia

Donde menos te lo esperas, vas y le pones los cuernos a tu marido.

Mujer 28 años miembro del cuerpo nacional de policía, casada y fiel, mientras pude.

Este verano a principios e Julio, me toco junto a un compañero, un seguimiento de un caso de violencia de genero, vigilábamos la casa de la victima, en ocasiones hasta altas horas de la madrugada, esperando que acechase el marido o mejor dicho esperando que no lo hiciese por su bien. El individuo en cuestión había propinado una paliza en plena calle a su esposa, culpándola de adultera. El juez le puso orden de alejamiento inmediatamente, el caso es el caballero perdió la cabeza al descubrir que su mujer le era infiel, pero nadie mas que el marido tenia esa sospecha, después de interrogar por todo el barrio, ni los amigos del propio marido sospechaban nada, toda una mujer ejemplar para el vecindario. Al marido se le veía arrepentido de su acción y parece ser que reconocía que se dejo llevar por los celos, pero no obstante, en estos casos hacemos un seguimiento continuado para evitar males mayores.

Al tercer día de vigilancia, eran las doce y veinte de la noche, cuando vemos salir a la señora y dirigirse a un parque cercano. La señora tiene cuarenta y cinco años madre de dos hijos, ya emancipados, por lo que vivía ahora sola en el domicilio conyugar, mientras durara cuando menos esta situación. Lo cierto es que la naturaleza la ha sabido tratar muy bien. Es fina tiene un cuerpo muy bonito y aunque no se le ve persona de dinero, viste bastante bien, sus exuberantes pechos terminan por hacerla una mujer madura pero muy atractiva, por supuesto todos los hombre interrogados del barrio, insistían en su belleza pero a la par, en su fidelidad, ya que al parecer mas de uno intento seducirla en tiempos y todos ellos fracasaron ante la negativa de la señora.

Salimos del vehículo e hicimos un seguimiento a pie hasta un lugar cercano pero bastante oscuro, del parque. Nuestra sorpresa fue al ver como un hombre de unos dos metros de altura y muy musculoso, la seguía hasta detrás de las paredes de una especie de caseta de mantenimiento, que había en dicho parque, allí descubrimos que el individuo en cuestión era de color, la señora se puso en cuclillas delante de él y sustrajo un descomunal miembro de dentro del pantalón, cuyas dimensiones me dejaron perpleja. Jamás había visto tan impresionante tamaño en una verga, no es que no tuviera yo experiencia, que buenas pollas me había comido en mi época de soltera, pero aquello insisto no era normal. Ella se la introducía en la boca con gran esfuerzo, ya que el tamaño no era para menos, la saboreaba con placer. Aquella escena empezó a ponerme muy cachonda, sin darme cuenta estaba tocando a forma de masaje la punta de la porra de goma reglamentaria que tenia atada a la cintura. Cosa que no paso desapercibida para mi compañero, que también, empecé a notar como se incomodaba  por la situación. Él permanecía de pie tras de mi y yo poco a poco sin querer mirarlo me iba reclinando apoyándome sobre una verja que rodeaba unos setos del parque, para ver y no ser vista. La  señora abrió la camisa que llevaba puesta y saco sus tetas delante del negro, coloco el miembro de este entre ellas y comenzó un masaje que hacia mirar al cielo al semental. No quería volverme a mirar a mi compañero, ni me atrevía a mediar palabra tampoco sabría que decir en ese momento. Poco a poco sin darme cuenta mis piernas se iban abriendo y mi postura, iba incitando a mi compañero. De pronto lo note tras de mi, note un tímido roce en mi trasero, que me parecía pedirme su aprobación. Yo no quise ni darme la vuelta no quería consentir, porque que parecía muy mal lo que estaba simplemente pensando, pero tampoco podía negarme, mi cuerpo cada vez se mostraba ansioso de sexo. Note sus manos que por detrás, cuidadosamente iba despojándome, primero el cinturón donde llevamos todos los trastos, mire hacia abajo y vi como era depositado sin hacer ruido en el suelo. Él espero unos segundos esperando mi reacción y viendo que no la hubo dio la callada por respuesta y comenzó soltando el botón del pantalón y bajando suavemente hasta el suelo. Allí que con el culo en pompa, abierta a lo que viniera sin volver ni tan siquiera la cabeza, deseaba como nunca ser penetrada. Con sus dedos aparto muy despacio la tira del tanga que yo llevaba puesto, e introdujo dos de los dedos de su otra mano para prepararse bien la embestida. Durante unos minutos estuvo masajeándome, no se como pude resistir sin llegar al orgasmo, disfrutaba sus juegos mientras divisaba ese adonis de ébano. La señora desisto en su masaje  y tomo una muy similar a la que yo tenia en ese momento, entonces el negro subió la minifalda que ella llevaba y escupió la punta de sus dedos, los cuales introdujo en la señor para, seguramente abrir camino a su enorme pene. Mi compañero ya me tenía preparada y totalmente entregada, solo tubo que  esperar al momento en que el negro empalaba a la señora, para, al unísono empalarme él a mí también. Me provoco tal orgasmo que apenas pude contener mis gemidos, al oírme, coloco una de sus manos en mi boca  para hacerme callar. Era la mano con la que había esta en mi interior por lo que el olor que desprendía a mi propio sexo me hizo todavía disfrutar más del momento. Él tampoco tardo en correrse en mi interior, estábamos demasiado calientes, no fue largo pero os aseguro que uno de los más intensos y morboso de los polvos que he pegado de mi vida. Por mis piernas, hacia abajo, corría el esperma de mi compañero, la sensación empezó a avergonzarme. Coloque mi tanga en su posición sin poder limpiarme nada, no tenia con que, subí mis pantalones sin mirar todavía hacia atrás y recogí mis pertenencias del suelo. Notaba mi vagina y mis piernas empapadas por el encuentro y tenia una rara sensación en ese momento en mi cuerpo, jamás había sido infiel a mi esposo, dos años y medio viviendo juntos y solo hacia mes y medio que nos habíamos casado y ya le había plantado un par de hermosos cuernos, estaba contrariada. El negro seguía bombeando a la adultera que espiábamos sin contemplaciones, al igual que mi compañero amordazaba a esta con una mano para aplacar sus gemidos, pero era casi inútil. Las embestidas de aquel semental hacían enloquecer a la señora que supongo que en los quince minutos que estuvo taladrándola con aquel instrumento le produjo no menos de cuatro escandalosos orgasmos que la hacían casi desfallecer. Permanecíamos inmóviles, ya vestidos pero sin cambiar nuestras posiciones mirando hacia la pareja, decidí girarme estaba avergonzada y no sabia que decir. Posiblemente el tan poco, pese, y así fue. Nos dirigimos al coche sin mediar palabra, dimos por concluida nuestra vigilancia y redactamos un informe de lo sucedido. Por supuesto no de lo nuestro si no de la señora.

Hasta hoy no hemos vuelto a hablar de lo sucedido, pero creo que mi compañero tiene tantas ganas de follarme como yo a él. En el fondo pienso que nos reprimimos por que nuestras parejas no se merecen esto, pero algún día se que volverá a suceder.