Una noche de verano (Entre hermanos V)

En una cálida noche de verano, una de esas donde das vueltas a la cama sin poder pegar ojo, me dirijo a la habitación de mis hermanas con la esperanza de encontrarlas despiertas y con ganas de practicar un poco de sexo conmigo.

1.

Hola de nuevo. Si habéis leído alguno de mis relatos anteriores ya nos conoceréis a mí y a mis dos hermanas, y sabréis que disfrutamos de una maravillosa relación, mucho mejor que la que existe habitualmente entre hermanos. Si es la primera vez que leéis algo nuestro, os haré una breve introducción: me llamo Pep, soy un chico alto de pelo oscuro y ojos. Tengo dos hermanas menores, Mariona, casi tres años menor que yo, y Anna, que tiene dos años menos que ella. Las dos son realmente muy guapas, con unos cuerpos bonitos y unos rostros atractivos. Sobre el metro setenta las dos, Mariona uno o dos centímetros más alta que Anna, tienen los ojos y el pelo castaño. Mariona lo tiene de color un poco más claro y rizado y lo suele llevar hasta un poco más por debajo de los hombros, mientras que el de Anna es más oscuro, casi negro, y liso, y lo lleva algo más corto que el de Mariona, sólo hasta los hombros. Desnudas son, en mi opinión, realmente preciosas. Tienen unos cuerpos bonitos de piel suave que me vuelven loco y nunca me canso de tocar, besar y chupar… Anna tiene unos pechos grandes y bonitos, de una talla 90, lo suficiente para mi gusto y para que no pierdan su dureza y forma. Los de Mariona son algo más pequeños, de una talla 80, pero redondos y bien formados e igualmente muy bonitos. Las dos tienen unos pezones pequeños en unas aureolas pequeñas y rosadas que me encantan. Anna tiene un culo firme y redondeado, mientras que el de Mariona es algo más ancho, con caderas más pronunciadas, pero realmente bonitos los dos. Y finalmente, sus partes más importantes como mujeres, sus coñitos, son sencillamente preciosos. Tengo que reconocer que no me gustan muchos de los coños de las chicas que aparecen en fotos o películas pornográficas, demasiado abiertos o con labios vaginales internos demasiado grandes que cuelgan por fuera de los exteriores… Pero los coñitos de mis hermanas me encantan, son pequeños, de labios vaginales exteriores bien formados y cerrados, con tan solo una pequeña cantidad de pelo oscuro y suave por la parte superior. Las dos lo tienen prácticamente iguales, aunque Mariona tiene un poco más de vello, y realmente me encanta contemplarlos, tocarlos y, por supuesto, lamerlos.

Hago el amor con ellas desde hace años, pero si no habéis leído ninguno de nuestros anteriores relatos no os debéis hacer una imagen de que me aprovecho de ellas, de que hacemos algo sucio o malo, o de que nos tenemos un amor que no está permitido entre hermanos. Todo lo contrario, nuestra relación es algo muy bonito. No estamos enamorados, por lo que lo nuestro no es sexo con amor como el que se tiene con la persona a la que amas; pero tampoco es simplemente sexo, como acostarse con un ligue de una noche buscando únicamente placer momentáneo. Más bien es sexo con cariño, ya que el amor y el cariño que nos tenemos como hermanos lo hemos llevado un paso más allá, al de llegar al placer con nuestros cuerpos, a disfrutar del placer del sexo entre personas que nos queremos, que nos permite disfrutar de los placeres carnales sin sufrir el daño que puede ocasionar buscar el placer con una persona a la que no se conoce. El relato que me gustaría contaros a continuación ocurrió tan sólo unos meses más tarde de que empezara a tener sexo también con mi hermana Mariona, durante el primer verano en que pude disfrutar de tener sexo con mis dos hermanas.

2.

Era una cálida noche de verano, hace algunos años, una noche de finales de julio, en la que me encontraba tumbado en mi cama, incapaz de dormirme. Tenía entonces 20 años. Con un ventilador en marcha, daba vueltas en la cama intentando que me viniera el sueño. Vestía un pantalón de pijama corto y una camiseta que no me había quitado para evitar levantarme al día siguiente con el pecho lleno de picaduras de mosquito. Para distraerme y conseguir dormirme iba pensando e imaginando cosas, y con mi edad post adolescente no tardé en empezar a imaginar fantasías sexuales. Mi imaginación calenturienta me llevó a fantasear con gran variedad de situaciones con algunas chicas que conocía, e invariablemente al cabo de poco pasé a imaginarlas con mis dos hermanas. Con cada vez mayor excitación empecé a recordar algunas de las situaciones en que había disfrutado del sexo con ellas, e imaginé algunas nuevas que me gustaría probar algún día. Pasó el tiempo y seguía sin poder dormirme, pero además ahora me daba cuenta de que tenía tal excitación que me sería totalmente imposible conciliar el sueño si no me desahogaba antes. En cuanto se me pasó por la cabeza el ir a la habitación de mis hermanas para verlas dormidas, mi excitación llegó a tal punto que supe que me sería imposible volver a calmarme si no hacía lo que había pensado.

De modo que me levanté de mi cama e intentando andar sin hacer ruido salí al pasillo y me dirigí hacia la habitación de mis dos hermanas, con la esperanza de que alguna de ellas tampoco pudiera dormir y le apeteciera practicar un poco de sexo tranquilo; o en el caso de que ambas estuvieran dormidas, al menos poder masturbarme mientras las miraba y toqueteaba un poco, cosa que también me excitaba mucho. Intentando no hacer ruido y con una linterna en la mano para ver por donde andaba (y para poder ver los cuerpos de mis hermanitas, claro) abrí la puerta de su habitación, entré, y la cerré a mis espaldas. Aguantando la respiración para no hacer ruido iluminé la habitación y vi que las dos estaban profundamente dormidas. Anna, en la cama más alejada de la puerta, dormía plácidamente tumbada de espaldas, con la sábana cubriéndola tan sólo hasta la cintura. Mariona, en la cama más cercana a donde yo estaba, estaba tumbada casi de lado y a pesar de ser verano seguía cubriéndose con su sábana.

Como aún no llevaba demasiado tiempo haciendo el amor con Mariona, era ella quien más me excitaba ver desnuda en ese momento, así que intentando no respirar demasiado excitadamente para no despertarla, me acerqué a ella silenciosamente. Me saqué la polla del pantalón corto del pijama y empecé a masturbarme mientras la observaba; poco después, me acerqué más a ella y empecé a recorrer la punta de mi pene por su cara, pelo y manos. Poco después estaba ya tremendamente excitado, con el corazón palpitando a toda velocidad y le respiración que me costaba mucho que no hiciera ruido. Entonces deslicé una mano por debajo de la sábana que cubría a Mariona para intentar tocar algo de su cuerpo, pero tan pronto como mi mano empezaba a palpar algo por encima de la ropa de su pijama, se movía un poco en sueños. Al cabo de un rato de no conseguir tocarla sin que ella, aún dormida, se diera cuenta, desistí en mi intento ya que no quería despertarla, y me dirigí a la cama de Anna para probar si tenía más suerte con ella.

Tras repetir brevemente lo que había hecho antes con Mariona (masturbarme un rato mientras la contemplaba, para a continuación recorrer con mi polla su cara, pelo y boca), esperé a que no fuera tan nerviosa en sueños como Mariona y traté de tocarla un poco. Con suavidad alargué una mano y empecé a tocar sus ya bastante grandes pechos. Los toqué por encima de la ropa de su pijama, palpé sus pequeños pezones e incluso acerqué la boca para mordisquearlos un poco. Viendo que Anna seguía profundamente dormida sin moverse, me atreví un poco más y poco a poco le fui subiendo la camiseta del pijama, hasta dejar a la vista sus bonitos pechos. Se los acaricié suavemente mientras contemplaba su rostro profundamente dormido, tan excitado que me daba la impresión que mi pene iba a explotar de un momento a otro de tanta sangre acumulada como tenía, pero viendo que Anna seguía sin despertarse, acerqué mi lengua y empecé a chupárselos. Lentamente los recorría con la lengua, deteniéndome para chupetear y mordisquear sus pezones, hasta que finalmente no pude aguantar más la necesidad de eyacular para quitarme de encima toda la excitación que sentía. Decidí intentar toquetearle el coño mientras me masturbaba, de modo que volví a taparle los pechos con el pijama y deslicé la mano entre sus piernas mientras que con la otra volvía a sacarme la polla de los pantalones y empezaba a pajearme. Le toqué el coño un poco por encima de los pantalones de pijama, y a continuación los deslicé por debajo y empecé a recorrer los pocos pelos que tiene hasta llegar a su abertura. Introduje la punta de un dedo mientras no paraba de masturbarme, pero entonces Anna gimió en sueños y tapándose con la sábana se giró de lado. Rápidamente quité la mano de su sexo, esperé unos segundos a que volviera a quedarse tranquila, y traté de tocarla de nuevo desde otro ángulo, pero por lo visto Anna se había desvelado un poco y empezó a moverse intranquila en sueños, y como no quería despertarla, tuve que abandonar mi idea de masturbación.

Pero yo continuaba tremendamente excitado, por lo que decidí entonces volver al lado de Mariona y, aunque no pudiera tocarla, al menos masturbarme allí mientras la miraba dormida. Pero al girarme para ir hacia ella me encontré con la sorpresa de que ella me estaba mirando con los ojos bien abiertos.

-         Pensaba que estabas dormida, lo siento si te he despertado – le dije - ¿desde cuándo estás despierta?

-         Pues desde hace un rato, cuando has empezado a tocar las tetas de Anna… ¿Sabías que eres un pervertido? – me dijo con una sonrisita en la cara – ¿También me has estado tocando a mí?

-         Pues, la verdad es que lo he intentado, pero no parabas de moverte en sueños y no quería despertarte, así que he ido a probar suerte con Anna… ¿Te importa que lo haya hecho?

-         La verdad, si hace unos meses me hubiera despertado y te hubiera encontrado tocándome y chupándome las tetas, con toda tu polla al aire, no sé qué hubiera hecho. Darte una bofetada y ponerme a gritar, supongo. Pero ahora no, no me importa si tienes ganas de tocarme por la noche, aunque preferiría que lo hicieras cuando estoy despierta para así pasármelo bien también yo…

  • De acuerdo, es sólo que no podía dormir y me excitaba venir a tocaros mientras dormíais, con esas caritas de niñas buenas, … Pero oye, ahora ya estás despierta, así que, ¿me dejas que te toque un rato? – le dije sonriendo.

-         Bueno, se me ha ido el sueño viendo cómo le metías mano a Anna, y también estoy bastante excitada, así que por mí vale. Métete en mi cama si quieres… - me dijo mientras se hacía a un lado y me dejaba sitio.

3.

Por supuesto que quería, así que escondí mi excitado pene de nuevo debajo del pantalón y me metí dentro de la caliente cama de mi hermana Mariona. Me acurruqué a su lado, me abracé a ella y empezamos a charlar entre susurros, mientras le acariciaba las piernas desnudas y le daba rápidos besos en la cara y labios. Aunque me estaba muriendo de ganas de arrancarle el pijama y hacer el amor con ella, quería ir despacio para que se excitara tanto como lo estaba yo, así que continuamos hablando en susurros, con las caras muy juntas, mientras lentamente las manos pasaban de sus piernas para acariciar su culito por encima de la ropa de su pijama corto. Mariona me dejó hacer sonriente mientras le toqueteaba el culo y los pechos, y cuando llegué a su coñito y empecé a acariciarlo, ella puso una mano sobre mi pene, que estaba tan hincado y caliente que me parecía estaba a punto de estallar, y empezó a acariciarlo por encima de la ropa de mi pijama.

-         Vaya, vaya – me dijo Mariona sonriendo – me parece que te gusta bastante estar conmigo, ¿no?

-         Claro, ¿no es normal que me encante estar en la cama de mi preciosa hermana pequeña que está a punto de dejar que haga el amor con ella? – le contesté sonriendo.

Continuamos diciendo tonterías mientras Mariona me seguía acariciando el pene por encima de mi pijama; entonces, sin decirme nada, metió la mano por debajo del pantalón y empezó a acariciármela con su mano pequeña y suave. Yo le respondí besándola por toda la cara y el cuello, y durante un buen rato continué acariciándola por todo el cuerpo y dándole besos en la boca mientras ella me continuaba masturbando. No tardé mucho en sentirme al borde del orgasmo, y para descansar un poco me incorporé y me arrodillé al lado de sus piernas. Acerqué la cara a sus pantalones cortos del pijama, cogí la goma con las manos y lentamente se los fui bajando hasta que su coñito apareció ante mí. Miré a Mariona, que dejó que la desnudara sin decir nada, y entonces acerqué la cabeza a sus partes íntimas y sumergí mi lengua en ellas.

Lenta y suavemente disfruté saboreando la piel suave, caliente y húmeda de aquella parte del cuerpo de mi hermana Mariona que me debería haber estado prohibida como hermano y que tan buenos ratos me hacía pasar. De vez en cuando levantaba la vista para mirar la cara de Mariona, que empezaba a sonrojarse y me sonreía animándome a continuar, por lo que volvía a inclinarme para saborear a Mariona, que empezaba a jadear en susurros. Nunca me canso de darles este tipo de placer a mis hermanas, pequeñísima compensación por todo el placer que ellas me dan a mí, por lo que dejé pasar el tiempo sin prisas, disfrutando del momento, sintiendo como Mariona cada vez se encontraba más y mas excitada, y cuando al final volví a vestirla subiéndole el pantalón del pijama y me acurruqué de vuelta a su lado, me la encontré con la respiración entrecortada, las mejillas sonrosadas y los ojos brillantes de excitación.

-         ¿Te ha gustado? – le pregunté mientras la besaba en la mejilla.

-         Ya sabes que me encanta, lo haces de maravilla – me contestó Mariona, devolviéndome los besos con gusto – Supongo que ahora yo tendré que hacer algo a cambio, ¿no? – añadió con una sonrisa.

-         Bueno, si quieres… - le contesté, con ganas de lo que iba a pasar.

Así que, sin decir nada más, mi hermana se dio la vuelta en la cama, quedando sus piernas al lado de mi cabeza y su cara justo a la altura de mi pene, que excitado por lo que sabía que le iba a pasar, se levantaba como si quisiera agujerear el pantalón del pijama. Mariona agarró el borde del pantalón con una mano, me lo bajo lo justo para dejar salir a mi pene, y entonces empezó a recorrerlo lentamente con la punta de le lengua. Aunque nunca lo había hecho antes de la primera vez que me acosté con ella, Mariona se convirtió rápidamente en toda una experta en sexo oral. Después de la primera vez que me lo hizo se mostró mucho más decidida y menos tímida que Anna, y enseguida aprendió qué es lo que más me gustaba y excitaba que me hiciera.

De modo que al principio me llevó a la gloria recorriéndome la polla con la punta de le lengua, recorriendo el tronco para detenerse unos instantes en la punta, hacerme cosquillas allí con la lengua para a continuación volver a descender hasta llegar a lamerme los testículos, siempre alternando suaves lametones con la punta de la lengua, o más intensos usando toda la lengua. Cuando pensaba que no podría estar más excitado, abrió la boca y se la metió todo lo que pudo, continuando sus caricias con su lengua desde la húmeda cavidad de su boca. Mi cuerpo se estremecía de excitación, y tenía que hacer verdaderos esfuerzos para no hacer ruido ni dar ningún grito.

-         Oh, Mariona, ¡qué maravillosa eres! ¡Qué bien que me la chupas, preciosa! ¡Sigue así, por favor!

En susurros, iba diciéndole a Mariona lo bien que lo hacía y cuánto la quería, mientras mis manos no paraban quietas acariciándole el pelo, la espalda, las piernas desnudas que descansaban tendidas cerca de mi cara, pero, por supuesto, su precioso culo, que quedaba perfecto al alcance de mis manos. Tal y como yo había hecho momentos antes, Mariona de vez en cuando apartaba la vista de la polla que tan bien estaba chupando y me miraba a la cara mientras para después continuar con su fantástica chupada. La cara de mi hermana Mariona, con mi polla dentro de su boca o con su lengua fuera lamiéndomela mirándome a los ojos era una visión tremendamente excitante, y al poco tuve que apartar la mirada para evitar correrme al momento, porque deseaba alargar ese momento todo lo posible. Pero al girar la cabeza para descansar unos instantes de la visión de Mariona dándome placer, fijé mi mirada en Anna que, en la cama de al lado, dormía plácidamente. Y a pesar de mis esfuerzos, contemplar a mi hermanita pequeña tranquilamente dormida mientras me estaban chupando la polla fuer una visión tan excitante que muy a mi pesar me di cuenta de que ya no podía alargar más la llegada de mi eyaculación. Así que alargué la mano y mientras le acariciaba la mejilla le dije a Mariona que parara porque ya no iba a aguantar más.

Y cuál fue mi sorpresa cuando Mariona, en lugar de apartarse de mi pene y acurrucarse de nuevo a mi lado, me miró nuevamente a los ojos, sonrió, y aumentó el ritmo de su chupada, subiendo y bajando rápidamente la cabeza mientras mi polla entraba y salía rápidamente de su boca, siendo acariciada por sus labios y lengua. No aguanté más, y temblando y gimiendo lo más silenciosamente que pude, sentí el placer de un potente orgasmo, a la vez que un chorro de semen salía disparado dentro de la boca de Mariona. Pero ni aún así se apartó, y disminuyendo el ritmo continuó lamiéndomela con la lengua dentro de su boca. No se la sacó de la boca hasta que no me hube calmado y perdido la erección, y entonces me volvió a subir los pantalones y se acurrucó en mis brazos con la cara sonriente.

-         Ostras, Mariona, ha sido increíble. Que maravillosa eres – le dije al oído.

-         Me alegro de que te haya gustado – me contestó sonriendo – Voy a lavarme, espérame un segundo.

-         Claro.

Me puse cómodo en la cama de mi hermana, mientras la observaba como salía de la habitación en dirección al lavabo. Y a pesar de haberme corrido hacía tan poco, sentí una punzada de excitación mientras la contemplaba andar de espaldas vestida con su pijama corto, dedicando especial atención a ese culito tan bien formado que tanto me encantaba, y noté como me volvía a empezar una nueva erección al imaginar cómo le haría el amor cuando volviera. No pasó mucho tiempo cuando la puerta de la habitación de mis hermanas se abrió y Mariona entró sigilosamente, se metió de nuevo en la cama conmigo y se tumbó a mi lado, dejando que la abrazara y la rodeara con mis brazos. Continué besándola y acariciándola, a lo que Mariona correspondió con gusto, tocándome también con ganas y dándome unos apasionados besos en la cara y labios con su aliento fresco gracias al enjuague que había usado en el lavabo.

-         Bueno, Mariona – le dije al fin – entonces qué, ¿me dejas que te haga el amor?

-         A ver, deja que piense – me contestó, con esa sonrisa picarona que me vuelve loco – ¡vale!

Me incorporé un poco, apoyando la espalda en la almohada, y senté a Mariona en mi regazo, con sus rodillas apoyadas sobre la cama, una a cada lado de mi cuerpo. Entonces ella me bajó un poco los pantalones, liberando mi pene de nuevo totalmente erecto, y yo sin desnudarla aparté un poco la pernera de su pantalón corto y dirigí mi pene en esa dirección. Mariona me la cogió con la mano y la dirigió hacia la entrada a su cuerpo. Cuando noté que la punta entraba en contacto con sus labios vaginales, la cogí por la cintura y muy lentamente fui empujando, penetrándola, hasta que toda mi polla se hubo metido dentro del coño de mi hermana Mariona. Creo que no hace falta que comente de nuevo cuánto me gusta y excita contemplar y tocar el cuerpo desnudo de mi hermana Mariona, pero también me resulta tremendamente excitante el hacerle el amor mientras ella continúa vestida, normalmente con un pijama o bañador, mientras siento como penetro su cuerpo sin poder ver esas deliciosas partes íntimas de su cuerpo que normalmente mantiene ocultas y que deja contemplar a su hermano mayor…

Nos quedamos unos segundos quietos, puesto que me encanta alargar ese primer momento de la penetración, disfrutando de la sensación de tener sus labios vaginales sobre mis testículos, con toda mi polla dentro de su cuerpo, sintiendo la calidez y humedad de su interior… Mientras, le miraba la carita, sonriente y excitada, y la besaba en los labios y mejillas.

-         ¡Oh, Mariona! – susurré tras un suspiro - ¡Cómo me gusta sentirme dentro de ti! ¡Tengo toda mi polla introducida dentro del coñito de mi preciosa hermana pequeña! ¡Oh, es tan maravilloso estar dentro de tu cuerpo! ¡Todavía me cuesta creer que te esté follando, como te quiero por dejarme disfrutar de tu cuerpo, Mariona!

-         Bueno, ¿crees que a mi no me parece increíble que me haya dejado convencer para dejarme desvirgar por mi propio hermano? – me susurró ella- aún no sé cómo dejé que me follaras, pero es que te muestras tan dulce y cariñoso, y me haces el amor de una forma tan maravillosa… Si hubiera visto que sólo intentabas aprovecharte para saciar tu excitación conmigo te hubiera dado una bofetada y ahora pensaría que mi hermano no es más que un pervertido, pero cuando me haces el amor me demuestras tanto cariño y se te nota tanto que en todo momento estás pensando en que yo también sienta placer, que como no voy a dejar que me hagas todo lo que desees…

-         Como me alegra oírte decir eso, Mariona... Siempre me has excitado muchísimo, me encantaba contemplar tu cuerpo y fantaseaba tanto con hacer el amor contigo… Pero a veces aún me pregunto si Anna y tú os arrepentís de lo que estamos haciendo, de haber dejado que os quitara la virginidad, de acostaros con vuestro hermano…

-         La verdad, cuando hace tiempo pensaba como sería mi primera vez, nunca se me habría podido ocurrir pensar que sería con mi propio hermano… Pero sí había soñado con que fuera maravilloso, y lo ha sido. No me arrepiento de haberte dejado hacerme el amor porque de veras que fue maravilloso, fuiste dulce, tierno y me provocaste un placer fantástico.

Continuamos hablando durante un rato, quietos, abrazados, con mi polla dentro de Mariona, disfrutando del calor y la humedad del interior del cuerpo de mi hermana, pero pronto noté que empezaba a perder la erección, así que finalmente empecé a moverme, muy despacio y suavemente, para no despertar a nadie. Movía la cintura lentamente hacia adelante y atrás, haciendo que mi pene se moviera dentro del coñito de mi hermana, mientras le acariciaba las piernas desnudas y el resto del cuerpo por encima de la ropa de su pijama. No dejaba de mirarle a la cara, cada vez más excitado mientras ella también me miraba con su típica sonrisa en la boca, los ojos excitados y exhalando gemidos cada vez más frecuentes. Mariona movía también su cintura, acompasando a la mía, haciendo que mi polla se moviera dentro de su cuerpo. Normalmente, la hubiera hecho moverse de tal forma que mi polla entrara y saliera de su coño, follándomela sin parar, pero como no era cuestión de hacer ruido y despertar a Anna ni a nuestros padres que dormían en el piso de abajo, ese día nos lo tomábamos en calma, haciendo el amor lo más despacio y silenciosamente que podíamos, de tal manera que cuando nos movíamos mi polla no llegaba a salir de su cuerpo, sino que simplemente se movía dentro de su coño. Era distinto a como lo hacíamos normalmente, más tranquilo, menos intenso, pero igual de excitante y que se preveía que podríamos hacer durante más tiempo antes de caer presas de nuestros siempre placenteros orgasmos.

-         ¡Mmmmmmmm, oh qué bien! ¡Fóllame, fóllame, hermanito! ¡Oh, qué bien me sabes hacer el amor, por favor, no pares! – gemía Mariona, acercando su boca a mi oído para no gritar.

-         ¡Pues toma, Mariona! ¡Toma mi polla, cariño! ¡Disfrútala dentro de tu cuerpo! ¡Es toda tuya, hermanita! ¡Oh, cómo me gusta follarte, preciosa! – susurraba también acercando mi boca a su oreja, y besándola junto con mejillas, cuello y labios.

Si mis manos no paraban de acariciar su cuerpo, tampoco Mariona las mantenía quietas y no dejaba de acariciarme el pecho o la cara, acercándolas a mi boca para que las besara, o introduciendo sus dedos dentro de mi boca, donde los chupaba con gusto. Entonces Mariona me sujetó la camiseta del pijama, y dejé que me la quitara y pude disfrutar sentir sobre la piel de mi pecho las caricias provocadas por las pequeñas y suaves manos de mi hermana. Y, ya sin poder aguantar más tiempo sin contemplar el cuerpo desnudo de Mariona, le quité también a ella la suya, dejándome a la vista su torso desnudo, con sus bonitos pechos de pequeños y rosados pezones, que se movían al ritmo de nuestros movimientos. Continuamos follando a nuestro ritmo, mientras le acariciaba los pechos y me inclinaba para tratar de chupárselos, lo que Mariona me dejaba hacer en silencio mientras me acariciaba el pelo. Entonces la cogí por la cintura y la levanté, saliendo de dentro de ella, y poco a poco para disfrutar de la visión, le quité los pantalones cortos de pijama, contemplando embobado la visión de su coño. Es realmente bonito, pequeño, cerrado, con labios vaginales bien formados, de piel suave y con un poco de suave pelo oscuro en la parte superior. Tras contemplarlo unos instantes, dejé que Mariona me quitara los míos, lo que provocó que mi pene tremendamente excitado saltara al exterior, y a continuación volví a sujetar a Mariona por la cintura y la acomodé de nuevo en mi regazo.

Me cogí la polla con una mano y acercándola a su coñito, empecé a acariciarlo con ella, recorriendo con la punta sus labios vaginales, introduciéndola levemente para volver a sacarla al segundo. Finalmente, mientras contemplaba el rostro sonriente de Mariona, la penetré. Continuamos con los mismos movimientos tranquilos de antes, pero ahora disfrutando de la sensación del contacto de su cuerpo desnudo con el mío, mientras mis manos de dejaban de acariciar sus pechos y su culo.

-         ¡Mariona, oh preciosa, que maravilloso es poder follarte! ¡Oh, cariño, que placer me estás dando! ¡Qué suerte que tengo de poder hacerte el amor, como me encanta sentir mi polla penetrando por tu coño, de sentirme dentro de tu cuerpo!

Continuamos moviéndonos lentamente, haciendo el amor tranquilamente mientras no dejábamos de acariciarnos nuestros cuerpos ni de darnos besos por toda la cara. Por aquel entonces, tan sólo hacía unos meses que tenía sexo con Mariona, después de años de observarla y de desear poder ver y tocar su cuerpo desnudo, y aún me costaba creer que era verdad que la tenía desnuda encima de mi regazo, con mi polla dentro de su cuerpo, mientras me dejaba tocarla y besarla donde quería. Con 17 años, ya tenía un precioso cuerpo bien formado y de piel suave que me excitaba enormemente. Y Mariona empezaba ya a estar excitada de verdad, jadeando cada vez con más intensidad mientras se movía encima de mí, provocando ahora sí que mi polla entrara y saliera de su cuerpo.

-         ¡Mmmmmmmm, qué cosquilleo tan agradable! – decía Mariona sonriéndome y dándome besos en la cara – Me dan ganas de ponerme a reír… Sigue follándome, por favor, que maravilloso es sentirte dentro de mí…

-         Poder tenerte desnuda encima de mí sí que es maravilloso, Mariona. Y que me dejes tocarte todas las partes de tu cuerpo, no sabes lo afortunado que me siento… - le dije, demostrando mis palabras al abalanzar mi cara contra sus pechos para lamer sus rosados pezones – Pero, ¿podrías darte la vuelta un rato? Me gustaría verte el culito mientras te follo…

-         Hay que ver cómo te gusta mi culo, ¿eh? – me contestó Mariona con una amplia sonrisa – Lo que tú quieras, pero me parece que no tardaré mucho en correrme y cuando lo haga quiero tenerte de cara para que me beses…

-         Claro que sí, preciosa, como quieras…

Mariona se incorporó, provocando que mi polla saliera de ella, y cruzando la pierna por sobre mi pecho se dio la vuelta, quedando de espaldas a mí. Contemplé su precioso culito con ojos y manos, y entonces cogiéndome la polla con las manos la moví por entre sus nalgas y la entrada a su coño. Mariona se había inclinado hacia a delante, por lo que además de su culo podía disfrutar de una maravillosa vista de sus labios vaginales, que se abrían para dar entrada a la cabeza de mi pene cuando la acercaba a la entrada a su cuerpo. Finalmente, sin poder aguantar más, la coloqué entre sus labios, y fui empujando lentamente, mientras observaba como poco a poco iba entrando dentro del cuerpo de mi hermana. Cuando tuve la mitad dentro de ella, la cogí por la cintura y, arrastrándola hacia mí a la vez que levantaba un poco la pelvis, la penetré por completo. Gracias a la posición en que se encontraba mi hermana, pude ver como mis testículos estaban en contacto con sus labios vaginales, y darme cuenta de que todo mi pene se encontraba dentro de su cuerpo me provocó una punzada de excitación. De modo que coloqué mis manos sobre su deseado culo y empecé a mover suavemente la pelvis arriba y abajo, mientras contemplaba extasiado como mi polla entraba y salía del cuerpo de Mariona. Pasados unos minutos Mariona se quejó de que empezaba a dolerle la espalda y se incorporó hacia atrás, dejando la espalda recta, lo que me tapó la vista de mi pene entrando y saliendo de su coño, aunque a cambio obtuve la también maravillosa opción de ver como su culo chocaba contra mis caderas cada vez que nuestras sacudidas la atraían hacia mí, sus nalgas moviéndose al ritmo de nuestra penetración mientras no dejaba de acariciarlas.

En ese momento, sin dejar de follarme a Mariona, se me ocurrió girar la cabeza para volver a ver a Anna dormida… Y la encontré tumbada boca arriba, totalmente destapada con la sábana arrugada sobre sus pies, con una mano cruzada justo por debajo de sus pechos, sus piernas desnudas y su cara girada hacia nosotros, profundamente dormida, con el rostro tranquilo y relajado. Verla así mientras estaba haciendo el amor con Mariona me produjo una punzada de excitación tan fuerte que a punto estuve de correrme en ese mismo momento. Por suerte, tras mi primer orgasmo aguanto mucho rato hasta eyacular por segunda vez, y pude seguir disfrutando de la penetración con Mariona. A partir de ese momento alterné las miradas al culo de Mariona con las hacia Anna dormida, hasta que Mariona me indicó que estaba a punto de correrse.

Se dio de nuevo la vuelta y tras agarrar mi polla con una mano, ella misma se la colocó frente a la abertura de su coñito, y se apretó contra mí para que la penetrara por completo. Me rodeó el cuello con sus brazos, mientras que los míos lo hacían con su cintura, y empezó a mover la pelvis, con algo más de fuerza que antes, para que mi polla volviera a entrar y salir de ella, a la vez que acercaba su cara sudorosa y enrojecida por la excitación para que la besara. Mientras ella gemía cada vez con más intensidad, aunque entre susurros para no hacer ruido, empecé a darle rápidos besos por toda la cara, labios, nariz, ojos, mejillas, …

-         ¡Oh, ahora sí! ¡Oh, me estoy corriendo! ¡Oh que placer! ¡Sigue por favor, hermanito, no dejes de follarme hasta que haya terminado, oh que placer me estás dando, cómo te quiero!

Cuando Mariona acabó de decirme eso, acerqué mis labios a los suyos y nos dimos un largo beso, introduciendo mi lengua en la boca, a lo que ella me respondió con muchas ganas metiendo la suya en la mía, entrelazándolas y chupando nuestros labios. Apreté su cuerpo contra el mío todo lo que pude, lo que me hacía sentir como temblaba y se estremecía. Finalmente se calmó y entonces aparté mis labios de los suyos, le di unos cuantos besos en la cara y la miré, mientras se apartaba un mechón de pelo castaño de delante de la cara enrojecida y sudorosa, con los ojos brillantes por el placer sentido.

-         Bueno Mariona, parece que te ha gustado, ¿no? – le dije con una sonrisa

-         Ya lo creo, ha sido genial – me contestó aún entre jadeos

-         Bueno, ¿seguimos un poco más? Yo aún no me he corrido dentro de ti…

-         Claro que sí – me contestó mientras empezaba a besarme por toda la cara.

Durante toda esta charla había mantenido mi polla, bien dura y a punto de estallar, dentro de Mariona, así que tan sólo tuve que mover un poco la pelvis hacia arriba para volver a levantarla y empezar a entrar y salir de ella de nuevo.

Continué follándome a Mariona, moviendo lentamente la cintura, penetrándola y saliendo de dentro de ella, mientras no dejaba de besarle por la cara, de acariciarle todo el cuerpo, de enterrar mi cara en su pelo castaño mientras notaba la calidez de su interior. De vez en cuando volvía la vista al lado para contemplar a Anna dormida mientras seguía me follaba a Mariona, pero una de esas veces, al girar la cabeza esperando poder contemplar el dulce rostro dormido de mi hermana menor, cuál fue mi sorpresa al descubrir que tenía los ojos completamente abiertos y nos miraba con atención.

-         Oh, vaya Anna – le dije, cuando me repuse de la sorpresa - ¿Te hemos despertado? Lo siento…

-         ¿Qué hora es? – preguntó Anna, bostezando y frotándose un ojo con la mano - ¿No podíais esperar a mañana para hacer esto?

-         Bueno - le dije sonriendo, sin dejar de mover la cintura para entrar y salir de Mariona ni de acariciarle la piel de las piernas y caderas – es que no podía dormir, me he puesto a pensar en vosotras, … y aquí estoy. Pero no quería despertaros, sólo tocaros un poquito mientras dormíais y masturbarme antes de volver a la cama, pero entonces Mariona se ha despertado y mira… - miré a Mariona sonriendo mientras decía eso, y ella me devolvió la sonrisa mientras continuaba moviéndose encima de mí - ¿Te apuntas tú también ahora que estás despierta?

-         Ahora tengo sueño para ponerme a pensar en sexo – contestó Anna bostezando, sentándose en la cama y rodeando sus piernas desnudas con los brazos.

-         Anda ven un ratito a mi lado, seguro que después de un buen orgasmo duermes la mar de bien – intenté convencerla, porque sinceramente, verla con esa carita de sueño, bostezando y frotándose los ojos era una imagen terriblemente excitante.

-         Bueno, vale – dijo Anna al fin, levantándose de su cama – de todas formas, no creo que pueda volver a dormirme mientras vosotros dos estáis aquí al lado haciendo cochinadas – añadió sonriendo.

Anna se acercó a la cama de Mariona y se sentó a mi lado. Le di un par de besos en la mejilla y en los labios, y empecé a acariciarle las piernas desnudas con una mano, mientras con la otra seguía acariciando piernas y torso de Mariona, que seguía botando encima de mí. Poco a poco, la mano que tocaba a Anna fue apartándose de sus piernas y se dirigió a sus pechos, acariciando y manoseándolos, sintiendo sus pezones entre mis dedos a través de la ropa de su pijama. Anna dejó que la tocara cuanto quise sin moverse, con la vista en la unión entre mi cuerpo y el de nuestra hermana Mariona.

-         ¡Qué bien, Anna, me alegro de que estés también aquí! ¡Todavía me estoy follando a Mariona, y ya me excito al pensar cómo te lo haré a ti, preciosa! – le susurré al oído - ¡Oh Mariona, sigue así! ¡Cómo me encanta esto! – dije, apartando la mirada hacia Mariona, que había dejado de botar encima de mí para empezar a mover la cintura adelante y atrás, de modo que mi pene ya no entraba y salía de ella, sino que simplemente se movía en su interior.

-         ¿Te gusta? – contestó ella – Pues ver si te corres pronto, que ya empiezo a estar cansada, y al final voy a correrme yo otra vez antes que tu… - dijo haciendo una mueca.

-         Enseguida estoy, cariño. Ya sabes que cuando después de la primera vez me cuesta bastante volver a hacerlo… por suerte, porque así puedo disfrutar follándoos durante mucho rato…  - contesté sonriéndole

Continué acariciando a mis dos hermanas, una con cada mano, ahora tocando los pechos desnudos de Mariona con la derecha, mientras llevaba la izquierda sobre el coño de Anna y lo toqueteaba y le introducía la punta de un dedo por encima de la ropa del pijama. Entonces sentía una intensa punzada de excitación que anunciaba un breve e intenso orgasmo.

-         ¡Ya está, ya me viene! – le susurré Mariona - ¡Oh que bien, continúa moviéndote así, hermanita, que voy a correrme dentro de ti!

Puse mi mano en su cintura, toqueteándole el culo a la vez que ayudándola a moverse hacia adelante, y ella incrementó la frecuencia de sus movimientos viendo que llegaba mi final. Mientras, volví a colocar la otra mano sobre los pechos de Anna para poder tocárselos mientras me corría. Y ella, muy amablemente, empezó a acariciarme el pecho y a darme besos en la mejilla. Finalmente, no pude aguantar más.

-         ¡Oh sí Mariona, que bien! ¡Me estoy corriendo dentro de ti, preciosa! – exclamé en susurros aguantando las ganas de gritar mientras mi semen salía expulsado dentro del cuerpo de mi hermana - ¡Oh Anna, bésame mientras me corro dentro del cuerpo de Mariona! – continué exclamando a la vez que con la boca buscaba la de Anna y mis manos recorrían a la vez las tetas de mis dos hermanas.

Mariona alargó los brazos y me sujetó la cara, haciéndola girar para empezar a besarme ella, cosa que hice con ganas mientras mis últimos chorros de semen saltaban dentro de su vagina. Finalmente me separé de ella y con la respiración aún agitada, contemplé a mis dos maravillosas hermanas, Mariona totalmente desnuda encima de mí con mi pene dentro de su vagina; Anna aún vestida con pijama sentada a mi lado, dejando que la tocase por todas las partes del cuerpo que quería. ¡Que afortunado me sentía!

4.

-         ¡Que fantástico ha sido! – les dije – ¡Ha valido la pena venir a veros a vuestra habitación! – añadí guiñándoles un ojo.

-         ¡Jajaja! – exclamó Mariona – El placer ha sido mío, puedes venir siempre que quieras, ya lo sabes – continuó devolviéndome el guiño y un beso en la boca de propina.

Le devolví el beso con ganas durante unos largos segundos, y giré la cabeza al lado hacia donde estaba Anna.

-         ¿Qué, me dejas que lo haga ahora contigo antes de volver a dormir? – le dije.

-         ¿Pero todavía tienes ganas? – me contestó sonriendo - ¿Vamos a mi cama?

-         Claro que sí guapísima. A las dos cosas – le contesté sonriendo.

Nos levantamos y nos dirigimos hacia el otro extremo de la habitación donde Anna tenía su cama. Me senté en ella desnudo, mientras colocaba a Anna de pie delante de mí, y observaba como Mariona sin preocuparse en volver a ponerse el pijama se ponía cómoda tumbándose en su cama sin dejar de mirarnos. Empecé a acariciarla y tocarla por todo el cuerpo, tetas, culo y vagina, primero por encima de la ropa del pijama, después metiendo las manos por debajo. Ella permitió que la tocara todo cuanto quise sin decir nada.

-         Que buena estás Anna, y qué fantástica eres por dejar tocarte.

-         Te gusta, ¿eh? – dijo ella sonriendo.

-         ¡Me encanta guapísima!

Le bajé los pantalones cortos del pijama, pero la camiseta que llevaba, de rayas horizontales blancas y azul celeste era tan larga, que le tapaba hasta un poco por debajo de la vagina, de modo que solo sus piernas desnudas aparecieron ante mí. Deslicé las manos y toqueteé su coñito; luego cogí la camiseta y la levanté, dejando a la vista sus pequeños y cerrados labios vaginales y su pequeña mata de vello en la parte superior, menos aun que el que tenía Mariona. Volví a bajarle la camiseta, tapando de nuevo sus partes íntimas, y la hice girar para que quedara de espaldas a mí. Repetí la jugada de antes, primero deslizando las manos por debajo de la camiseta, para subírsela después destapando su estrecho culito, que acaricié con muchas ganas. Finalmente le quité la camiseta, le hice dar la vuelta de nuevo, y la contemplé por fin completamente desnuda, fijando especialmente mi vista hacia sus tetas ya que aún no las había visto esa noche. Que bonitas eran, las había visto crecer casi desde cero y todavía eran un poco más pequeñas que las de su hermana Mariona, aunque durante los próximos años crecerían bastante más. Contemplé sus pequeños pezones rosados, que tanto había disfrutado chupándolos durante los tres últimos años, y con ganas de hacerlo de nuevo. La cogí de la mano y me tumbé en su cama, mientras la arrastraba hacia mí para que se tumbara justo encima de mí.

Disfrutando del contacto de su piel sobre la mía y especialmente contra mi pene, la besé sueva y largamente, a lo que ella respondió con ganas. Después la tumbé a mi lado boca arriba, me incorporé para colocar mi cara sobre sus tetas, y empecé a chuparlas. Lamía y mordisqueaba sus pezones y pasaba la lengua por toda su superficie, primero con una, cambiando a la otra mientras mi mano tocaba la que no se encontraba metida dentro de mi boca. Al cabo de un rato dejé sus pechos de lado y fui bajando por su estómago hasta llegar a su vientre, recorriendo toda su piel con los labios y la lengua. Anna empezó a respirar más fuerte, y clavé la vista en la cama de al lado donde Mariona nos miraba con mucho interés. Me puso de nuevo en faena y mi lengua alcanzó el vello púbico de Anna, lo recorrió y llegó a sus labios vaginales.

Anna suspiró y se estremeció cuando mi lengua se introdujo entre ellos pero no me detuve, continuando mi lento recorrido con la lengua por toda su pierna, hasta llegar al pie, al que besé, chupé todos sus dedos y a continuación salté al otro pie, lo chupé tal como había hecho con el primero y recorrí como antes su otra pierna con los labios y lengua, aunque esta vez en sentido ascendente. Finalmente volví a llegar a sus labios vaginales, pero esta vez sí me entretuve en esa parte tan maravillosa del cuerpo de mi hermana Anna, besándola e introduciendo mi lengua en su interior, disfrutando enormemente de la suavidad y sabor de su joven vagina. Anna gemía con la boca cerrada y temblaba cada vez más, aunque no prefería ningún sonido. Siempre ha sido mucho más tranquila y silenciosa que su hermana Mariona, aunque pasados unos minutos no pudo evitar empezar gemir más fuerte.

-         ¿Te gusta Anna? – le dije apartando momentáneamente la cara de su vagina.

-         ¡Me encanta, sigue por favor! – gimió ella.

Continué un buen rato más, hasta que la lengua se me quedó seca. Entonces volví a acurrucarme a su lado y le di un largo beso en los labios.

-         ¿Me la chupas ahora tú a mí hermanita? – le dije con una sonrisa.

-         Claro - me dijo simplemente con una sonrisa, antes de incorporarse en la cama y deslizarse hasta la altura de mi pene, que se encontraba totalmente rígido a pesar de haberme corrido ya dos veces esa noche. Mi como la cabecita de Anna se acercaba a mi pene, y seguidamente sentí como algo húmedo y cálido empezaba a recorrérmelo entero, lo que me hizo estremecerme de placer. Anna lamía mi polla suavemente, tímidamente, de forma bastante distinta a como me lo hace Mariona, quien es mucho más decidida, a pesar de que Anna lleva mucho más tiempo chupándomela que su hermana, pero de una forma que me da un morbo increíble. Ajena a mis pensamientos Anna continuaba con su labor, ahora metiéndosela dentro de su boca. Veía su cabeza inclinarse sobre mi pene, sentía sus labios recorriéndola entera mientras disfrutaba sintiendo el calor y la humedad del interior de su boca, y las caricias que en su interior su lengua me daba en la punta. Cada vez me estremecía más, acariciaba el pelo de Anna mientras alternaba la visión de mi hermanita pequeña desnuda chupándome la polla con la de mi otra hermana, también desnuda, disfrutando de la escena que tenía lugar cerca de ella.

  • ¿Te gusta lo que ves, Mariona? – le pregunté.

-         Ya lo creo, me encanta ver como folláis, es muchísimo mejor que el porno – dijo Mariona – No me puedo creer que lo hayáis estado haciendo todos estos años a escondidas sin que yo me enterara. Ojalá os hubiera pillado alguna vez cuando lo hacíais por casa…

-         ¿Y qué habrías hecho? ¿Cómo habrías reaccionado? ¿Te habrías unido a nosotros o te hubieras quedado paralizada? ¿O peor, habrías empezado a chillar llamándome guarro por estar follándome a nuestra hermana pequeña? – le dije riendo – Ojalá me hubiera atrevido a pedírtelo antes, pero lo importante es que lo hice y ahora puedo disfrutar de tener las dos hermanas más maravillosas del mundo… Pero perdona, pero no quiero distraerme que estoy atareado – acabé, al darme cuenta que Anna me miraba, aunque con mi polla metida dentro de su boca.

-         Es verdad, perdonad – replicó Mariona riendo – continuad follando, por favor, como si yo no estuviera aquí – acabó diciendo.

Devolví la atención a Anna, pero, aunque estaba disfrutando mucho de ese momento, empezaba a morirme de ganas de penetrarla. De modo que le sujeté la cabeza con delicadeza y la atraje hacia mí, para que volviera a tumbarse a mi lado.

-         Ha sido maravilloso, Anna – le dije antes de darle un prolongado beso en los labios - ¿Quieres ir a buscar un condón a mi habitación, por favor? Ya sabes dónde los guardo. No sabes las ganas que tengo de metértela guapa.

-         Anda, mira el caradura – replicó Anna haciendo un mohín - ¿Y por qué no vas tú mismo guapo?

-         Es que me excita mucho ver como tú misma vas a buscar un condón para que tu hermano mayor te folle – le repliqué – Me da muchísimo morbo – añadí a modo de explicación.

Anna enarcó una ceja, pero no protestó, demasiado bien me conocen mis hermanas y saben las cosas que me dan morbo. La vi levantarse de la cama y dirigirse desnuda hacia la puerta. Mantuve la visa fijada en su pequeño culito hasta que desapareció al oreo lado, y entonces miré a Mariona, que estaba en su cama riéndose en silencio.

-         ¡Eres un pervertido! – se rió – no sólo te gusta follar, también te encanta recordar que te estás follando a tus hermanas, y decirlo en voz alta. En lugar de sentirte culpable por ello, te da morbo repetirlo.

Aunque estábamos bromeando, Mariona tocó un tema serio.

-         Ya lo hemos hablado – dije – me encanta recordar que tengo a las dos hermanas más fantásticas del mundo y que tengo la inmensa suerte de que me dejéis tener sexo con vosotras, pero también tengo un pequeño remordimiento justamente por no sentirme culpable de disfrutar de algo que supuestamente está mal. Y lo peor es el remordimiento de que podáis arrepentiros de estar haciendo esto conmigo, de haber perdido la virginidad conmigo, …

-         ¡Que va, hombre! Solo te tomaba el pelo, yo también tengo a veces un pinchazo de conciencia por estar disfrutando contigo de algo que no deberíamos hacer, pero no me arrepiento lo más mínimo de follar contigo. Al contrario, digo muy en serio que me habría gustado hacerlo antes, como Anna… Y Anna tampoco se arrepiente en absoluto, aunque a veces parezca tan tímida. Créeme, me lo ha dicho ella – me soltó Mariona para mi alivio.

-         ¿En serio? ¿Has hablado con ella de esto?

-         Somos dos chicas que vivimos en la misma habitación que hemos perdido la virginidad con nuestro hermano. ¿En serio no pensabas que hablaríamos mucho de lo que hacemos? – rió Mariona, y entendí claramente que era absolutamente lógico y cierto. – Claro que he hablado con ella, después de haberlo hecho contigo por primera vez y haberme enterado que te estabas follando a Anna en secreto durante años le pegunté muchas cosas, y quería saber si se arrepentía de haberte dejado desvirgarla tan joven. Y de verdad que le encanta haberlo hecho contigo, me ha contado exactamente como fue y lo amable y considerado que fuiste con ella. Bueno, menos cuanto de corriste en su boca. Guarro, eso no se le hace una niña – me aleccionó Mariona, aunque riendo – Le encanta cuando le pides follar con ella, así que no te preocupes por nosotras.

-         Gracias Mariona, cariño – como quería a mi hermana en esos momentos – muchísimas gracias por decírmelo, no sabes cuánto me ha tranquilizado. Anna ya me había dicho esto, pero me alegra mucho saber que también te lo dice q ti cuando no estoy presente y quizá no quiere sincerarse del todo, ahora veo que lo dice de verdad.

Mariona me mandó un beso desde su cama para zanjar el asunto, y justo en ese momento se abrió la puerta de la habitación y entró Anna con algo en la mano. Contemplé extasiado su joven cuerpo desnudo mientras cerraba la puerta y se dirigía desnuda hacia mí.

-         ¿De qué estabais hablando? – preguntó Anna.

-         De ti preciosa – contesté guiñándole un ojo. Anna abrió la boca para preguntar algo más pero no la dejé, incorporándome la abracé y la atraje contra mí, obligándola a tumbarse en la cama donde le di un larguísimo beso con lengua, saboreando intensamente el sabor de su boca, la textura de sus labios y la humedad de su lengua. Al finalizar busqué el condón, que había acabado tirado en la cama y se lo di a mi hermana.

-         ¿Me lo quieres poner? Me encanta que me lo hagas tú misma, y no me aguanto más las ganas que tengo de follarte, Anna.

-         Claro.

Anna se acercó a mi pene, que se encontraba duro como una piedra, y se sentó sobre mis piernas, con las piernas abiertas y dobladas hacia atrás, de manera que mi pene rozaba su vagina y sobresalía erecto en dirección a su estómago. Acabé de tumbarme boca arriba, con la cabeza levantada por el cojín, mientras Anna, con cara de picarona, empezaba a mover la cintura delante y atrás, ahora hacia los lados, ahora arriba y abajo, de modo que mi pene iba frotando sus labios vaginales. De golpe se quedó quieta, desenvolvió el preservativo, y con habilidad y suavidad me lo fue colocando lentamente. Cogió mi pene con una mano e introdujo la punta en la calidez de su agujero. Yo la sujeté por la espalda, y la fui inclinando hacia mí a medida que mi pene entraba en su vagina, de manera que tenía a Anna completamente tumbada encima mío en el momento en que me introduje por completo dentro de ella, disfrutando del contacto de sus pechos sobre mí, de su respiración justo sobre mi oído. Le di un beso en los labios y otro en la mejilla.

-         Hola Anna – le dije sonriendo, tontamente.

-         Hola – me respondió sonriendo a su vez, mientras mis manos agarraban su culo y la hacía moverse sobre mí para provocar que mi pene se moviera en el interior del cuerpo de mi hermana. Miré a Mariona, que nos contemplaba con excitación sin dejar de masturbarse con un dedo, y sin salir de dentro de Anna me giré de lado, provocando que ella quedara de lado a mí, todo esto sin dejar de penetrarla, besarla y toquetearla por todas partes donde alcanzaban mis manos. Me di la vuelta, colocándola a ella a mi lado, y con su carita a pocos centímetros de la mía, sintiendo la calidez de su cara y su olor, la seguí penetrando lentamente, a la vez que le iba dando besos en la cara y labios. Me coloqué encima suyo, y no dejé de besarla mientras iba moviendo el culo para que mi pene entrara y saliera de ella, o se moviera en el interior de su vagina.

-         ¡Te estoy follando, Anna! ¡Te estoy follando, mi preciosa hermana pequeña! ¡Oh, que maravilla de cuerpo tienes, como me gusta tocarte guapísima! ¡Eres la hermana más guapa y maravillosa del mundo! – le susurraba a oído mientras mi pene se movía en el interior de mi hermanita.

-         Oh sí, me gusta que me folles, no pares cariño – me susurraba ella, jadeando cada vez con mayor intensidad. Cuando empezó a gemir ahogadamente y a estremecerse incrementé el ritmo de mi penetración a la vez que los besos en su boca, que Anna me devolvió gustosamente.

-         ¿Te estás corriendo, guapísima? ¿Te estás corriendo follándote a tu hermano? – le decía yo mientras ella solo gemía y me devolvía todos los besos con ganas. Me giré hacia Mariona, que, tumbada de lado en su cama, se masturbaba con una mano mientras nos observaba. Devolví la atención a Anna, que con la cara enrojecida se había calmado un poco y me sonreía, mientras mi pene continuaba moviéndose en su interior.

-         ¿Te ha gustado, Anna?

-         Ya sabes que sí – contestó.

-         Pues espero que te queden fuerzas, porque yo aún no estoy, y quiero correrme mientras te follo, hermanita.

-         ¿Qué quieres que haga? – me contestó con una sonrisa.

Me tumbé boca arriba en la cama de Anna, y le indiqué que se sentara de espaldas encima de mí. Ella se levantó, provocando que saliera de su interior por unos instantes, colocó las piernas a ambos lados de mi cuerpo, y bajó su culito hasta que entró en contacto con mi pene. Siguiendo mis instrucciones lo cogió con una mano y, mientras yo le acariciaba su precioso culo, frotó mi pene contra sus labios vaginales durante unos segundos. Finalmente, acercó la punta a la entrada de su vagina, y deslizando el culo hacia abajo, se lo metió totalmente en el interior de su cuerpo.

Solté una exclamación cuando me sentí de nuevo en el interior de mi hermana, mientras su suave culo descansaba apoyado encima de mí; lo sujeté desde abajo y lo levanté, para bajarlo de nuevo poco después, contemplando embobado como mi pene entraba y salía de su vagina. Miré a Mariona, y al volver la vista a la joven chica que me estaba follando, mi vista reparó en su camiseta del pijama que yacía en el suelo. Entonces tuve una idea repentina; alargué el brazo hasta el suelo para cogerlo, y mientras Anna botaba de espaldas encima de mí, le alargué la camiseta.

-         Toma Anna, ¿te la quieres poner? Quiero follarte con la ropa puesta.

-         Que pervertido eres – exclamó ella riendo, aunque se puso la camiseta sin discusiones mientras cesábamos el movimiento y ella descansaba con el culo apoyado encima de mí, y mi pene dentro de su cuerpo. Como he dicho, era una camiseta de pijama que se complementaba con un pantalón corto, pero era lo suficientemente larga como para parecer un camisón de verano, de modo que tan sólo la parte final de sus nalgas sobresalían por debajo de ella, quedando mi pene totalmente oculto. Le toqueteé las tetas y el culo por encima de la ropa, cosa que me encanta hacer, y volvimos a movernos como antes, ella subiendo y bajando mientras mi pene entraba y salía de ella, sin que ahora pudiera observarlo más que por el tacto, ya que a ropa del pijama ocultaba la penetración. Le pedí a Anna que se diera la vuelta, y ella se sentó de cara hacia mí, cogió mi pene, que quedaba oculto debajo de la camiseta del pijama, y se lo introdujo de nuevo por la vagina.

Colocando mis manos sobre su cintura cubierta por la camiseta del pijama acompañé los movimientos que hacía Anna, ahora hacia adelante y atrás, ahora hacia los lados, ahora moviendo el culo en círculos o levantándose levemente de mi regazo y volviendo a bajar, causando que mi pene se moviera maravillosamente en su interior. Mientras, mis manos toqueteaban su torso, sus pechos y su culo cubiertos por la ropa de pijama, hasta que finalmente la dejé sujetando el culo de Anna que seguía moviéndose en mi regazo.

-         ¿Aún no terminas? – bostezó Mariona, que había dejado de masturbarse y ahora simplemente nos miraba tumbada de lado en su cama, totalmente desnuda.

-         Por suerte todavía no – repliqué – así puedo seguir disfrutando de las sensaciones de estar follándome a Anna. Aunque creo que voy a correrme pronto como sigas follándome tan bien, guapísima.

-         Me alegro que te guste – dijo Anna entrecortadamente sin dejar de moverse – si tardas mucho me voy a correr yo otra vez.

Poco después, sintiendo que un nuevo orgasmo estaba próximo, sujeté la camiseta de Anna y la levanté hasta la altura de su ombligo, dejando a la vista su bonita vagina, abierta para dejar entrada a mi pene que desaparecía en el interior del cuerpo de mi hermana. Sentí un pinchazo de excitación al verlo, y continué levantándole la camiseta hasta que sus pechos brotaron también al exterior. Tras acariciarlos le quité completamente la camiseta a mi hermana, y contemplándola de nuevo totalmente desnuda encima de mí, aumenté el ritmo de mis movimientos, provocando que sus gemidos aumentaran levemente de volumen. Poco después sentí que no podría aguantar ya mucho más.

-         ¡Anna, me voy a correr! ¡Me voy a correr dentro de ti, mi preciosa hermanita! ¡Oh, sí, aquí viene, aquí viene Anna! – exclamé y, con una mano acariciando un pecho de Anna, la otra tocándole el culo, empecé a expulsar semen dentro del cuerpo de mi hermana. A pesar de haberme corrido más de una vez ya esa noche, llevaba tanto rato follándome a Anna que el orgasmo fue muy intenso, y mientras el semen salía de mi a borbotones, no podía dejar de gemir ni de acariciar el cuerpo desnudo de mi hermana. Giré la cabeza para contemplar a Mariona como nos miraba, al verse observada mientras disfrutaba de mi orgasmo me sonrió sin dejar de masturbarse con una mano. Yo coloqué mis manos en la espalda de Anna y la atraje hacia mí, cuando sus tetas y su rostro descansaron sobre mi peche le agarré el culo con las dos manos y a la vez que lo acariciaba lo empujaba arriba y abajo, ayudando a que mi pene que no dejaba de expulsar semen entrara y saliera de la vagina de mi hermanita Anna. Finalmente, cuando las últimas oleadas de placer se esfumaron y mi pene dejó de expulsar líquido, hice bajar el culo de Anna hasta que todo mi pene quedó descansando en el interior de su cuerpo, la abracé y mientras disfrutaba de la sensación del contacto de sus tetas y su pelo sobre mi pecho, del olor de mi hermana abrazada a mí, la besé por toda su cara mientras le decía lo mucho que la quería.

-         Qué placer tan maravilloso me has dado, Anna, guapísima – le decía – que hermana tan maravillosa tengo, si es que no me lo puedo creer.

-         A mí también me ha gustado – me contestaba mientras me devolvía un beso que había alcanzado sus labios. Alargué ese beso un buen rato, disfrutando del sabor de sus labios, de la calidez de la lengua de mi hermana pequeña en contacto con la mía, tanto que hasta mi pene que empezaba a relajare tuvo una pequeña excitación súbita. Pero finalmente, mi pene se había reducido tanto de tamaño que a regañadientes tuve que salir del interior del cuerpo de mi hermana. Me separé de ella, me levanté y me incliné hacia Anna para darle un beso en la vagina de la que acababa de salir para darle las gracias. Entre las risas de mis hermanas me quité el preservativo, me puse el pijama, y tras darles un nuevo beso en los labios de buenas noches, me dirigí al baño y después a mi habitación.

Me tumbé en mi cama y me puse a pensar en lo que acababa de hacerles a mis hermanas, rememorando todos los momentos vividos, y así me dormí como un tronco hasta bien entrada la mañana. Al día siguiente, follé con Anna en el estudio del sótano, cuando la encontré buscando un libro para pasar la tarde, y más tarde también con Mariona, a quien sorprendí al anochecer saliendo de su habitación, pero esas son otras historias que puede que os cuente en otra ocasión…

Y hasta aquí el relato de lo que sucedía durante las noches de verano con mis preciosas hermanas. Espero que os haya gustado, y si queréis hacernos cualquier pregunta, comentario, o bien si tenéis deseos de hacer lo mismo que nosotros (o lo hacéis también y nos lo queréis contar), nos podéis contactar en la dirección marionaianna@yahoo.es .

¡Hasta pronto!