Una noche de verano con Bárbara
Una de las noches más calientes que recuerdo haber vivido, sucedida hace unos cuantos años en Barcelona.
Buenas a tod@s!
Este es mi primer relato. Espero que os guste, y si os aburre o notáis que le falta o le sobra algo que me lo digáis. Las críticas constructivas siempre son muy bien recibidas.
Para empezar os explicaré lo que viví un verano con una chica llamada Bárbara. Cuando la conocí no me sentí especialmente atraído por ella, aunque ella por mi sí como me confesó tiempo después porque le atraen los hombres con el pelo largo (que como podéis suponer por lo comentado, lo llevo así).
Al poco de conocernos ya nos lanzábamos alguna que otra indirecta por chat, por el messenger, que era lo que estaba más de moda utilizar en aquella época. El roce hace el cariño y hablar con ella cada día hizo que me interesase más y más por ella; además era una chica muy viciosa, le gustaba que la atasen y le vendasen los ojos (sin llegar a nada parecido al bdsm, solo como juego erótico), que la dominasen en la cama y la tratasen como si fuese una puta, me contó también que le daba morbo hacerle una mamada a un tío y con un dedo tocarle el ano y buscarle el punto g, le daba morbo que se corriesen en su boca, que era multiorgásmica y no le hacía falta parar después de correrse sino que necesitaba más... solo con estas conversaciones yo ya imaginaba un sinfín de situaciones con ella. Hablábamos de cualquier cosa relacionada con sexo. Curiosamente no le gustaba el sexo anal, cosa que no entendía porque tal y como os he comentado le gustaba darlo pero no recibirlo, cosa que me extrañó bastante viniendo de una mujer (no me he vuelto a encontrar una mujer con esta filia). Finalmente ella un día me propuso que nos fuésemos a un hotel, que estaba como loca por follar conmigo. Le dije que no, que para qué íbamos a pagar una habitación de hotel si en cualquier momento mis padres se irían de vacaciones (en aquella época aun vivía con ellos) y podíamos estar a nuestras anchas, pero a pesar de todo los dos teníamos un calentón que iba creciendo con cada conversación. Además como era verano y solíamos quedar cada tarde y cada noche junto con unos cuantos amigos que teníamos en común vernos era acabar enrollándonos hasta altas horas de la madrugada. Una noche nos separamos del grupo de gente, como solíamos hacer, y fuimos paseando por un paseo que hay cerca del Port Olimpic de Barcelona hasta que en un momento de calentura nos sentamos en un banco y mientras nos enrollábamos le metí mano y estuve jugando con su coño hasta que se corrió.
Después de esa noche le dejé claro que yo no quería nada serio con ella, solo para dejar las cosas claras de antemano, pero como era verano seguíamos quedando casi cada día, o mejor dicho casi cada tarde y noche. Además las conversaciones con indirectas siguieron, fueron a más e incluso empezamos un juego: iniciábamos una partida on-line de algún juego que ella proponía (recuerdo que era algo parecido al Corazones de Windows) y nos apostábamos cosas. Al principio empezamos apostándonos quien pagaba el café de esa tarde; al poco, para hacerlo más interesante, ella empezó a proponer otros pagos, como por ejemplo que si yo perdía me tenía que hacer una foto desnudo y enviársela y perdía ella lo haría ella. Perdió y cumplió. De ahí ya no podíamos bajar, la siguiente seguía siendo igual para mi y para ella tenía que se algo superior, así que le dije que si perdía tenía que ir con falda y sin ropa interior esa misma noche, y volví a ganar. Seguimos con el juego y le dije que si ganaba, esta vez le quería dar por el culo, a lo que ella se negó; como me negué a aceptar cualquier otra cosa y ella quería seguir jugando para ganar de una vez (había tenido demasiada suerte ese día, todo hay que decirlo) me propuso que ella aceptaba pero si a cambio yo cambiaba el pago si perdía y me dejaba meter un dedo mientras ella me la chupaba. La verdad es que a mi es una idea que no me atrae demasiado pero que tampoco es que me incomode, así que como ella decía que le gustaba acepté no muy convencido, y por suerte volví a ganarle la partida. Ese día, por suerte, mis padres no estaban en casa. Quedamos esa noche, fuimos por el barrio Gótico a tomar algo y me pasé toda la noche mirándola y diciéndole alguna que otra indirecta sobre lo malo que era apostar porque se puede perder y, cuando nadie nos escuchaba, dejando claro entre risas que su culo me pertenecía.
Esa noche sí que llegamos calientes a mi casa. Casi sin mediar palabra llegamos a mi cuarto, morreándonos sin parar. Nos desnudamos, tiramos la ropa de cualquier manera y seguimos besándonos. Ella me cogió la polla y empezó a pajearme con fuerza y yo la tocaba el clítoris frotando en círculos. Pasado un minuto ella se sentó en la cama y sin ningún tipo de juego previo se metió mi polla en la boca, empezó a mover la cabeza adelante y atrás mientras me cogía de las nalgas y a gemir mientras lo hacía. Me encantaba escuchar su voz ahogada haciendo mmm mmm mmm al compás de su cabeza cada vez que introducía mi polla en su boca y se la metía hasta la garganta. Entonces la detuve, le dije que se arrodillase y ella obedientemente lo hizo. La cogí de la nuca, agarrándola suavemente pero con firmeza del pelo y empecé a follarme su boca. Ella se dejaba hacer, ya me había explicado que le daba mucho morbo que la dominasen en la cama y que la tratasen como a una zorra y, aunque yo no me acababa de sentir cómodo con ese rol ni tratándola de manera vejatoria, sí que aproveché la situación. Le metí la polla hasta que su nariz tocaba mi pubis para inmediatamente sacarla, le froté la polla por toda la boca, y luego le levanté la cabeza para mirarla y besé su boca llena de saliva, le metía la lengua y ella me correspondía besándome con ansia, mordiéndome el labio inferior y llevando su mano a mi polla para seguir masturbándome casi con furia. La tumbé en la cama y el que se arrodilló fui yo. La cogí por los muslos y la empecé a lamer el interior de las piernas lentamente. Ella se retorcía y pedía que por favor le comiese el coño de una vez, pero yo en vez de eso pasaba mi lengua por sus piernas acercándome lentamente a su coño, pasando por el pubis hasta que finalmente le puse la lengua encima del clítoris y empecé a dar vueltas suavemente. Ella me cogió del pelo y apretó mi cabeza contra ella, metí mi lengua en su coño, lamia y chupaba y volvía a lamer, subía mi lengua hacia el clítoris, le pasaba rápidamente la lengua, lo succionaba, jugaba con el en mi boca y con mi lengua. Empecé a acercar un dedo a su culo pero ella se negó.
Barbara: "Eh no, por ahí no."
Yo: "¿Como que no? Te recuerdo que has perdido una apuesta."
B: "Que no, que no quiero por ahí."
Como no estaba para discutir dejé el tema y me centré en seguir chupándole el coño hasta que se corrió. Corriéndose era una auténtica bestia, pasaba de gemir a gritar literalmente. "Me corro, me corro aaah sííí sííí me corro...". Estoy seguro de que los vecinos lo escucharon perfectamente.
Cuando acabó de correrse se incorporó en la cama, yo me puse de pie pensando que querría parar un rato pero ni mucho menos, me agarró del cuello y me besó probando sus propios jugos. Me tumbó en la cama, pasó una pierna por encima mio y empezó a frotar su coño contra mi polla mientras me besaba. La agarré de las nalgas y al poco ya empezaba a meterle la polla. Se puso encima mio y cogió ella las riendas de la follada mientras yo le agarraba de las nalgas. Luego me puse yo encima y seguimos, ahora era ella la que se dejaba hacer y la que pedía más y más: "sí, fóllame, métemela, ¿Soy tu putita? Dime que soy tu putita". Cuando más fuerte se la metía más guarradas me decía, hasta que se corrió por segunda vez.
Descansamos un momento, aproveché para ir a beber agua y cuando volví me esperaba a cuatro patas, con el culo en pompa y los brazos estirados como si fuese una gatita. No había tregua, pero ante esa posición y ante ese culo, redondo y ligeramente carnoso, no me podía resistir. Además a cuatro patas es como más me gusta hacerlo. Me agaché, le chupé ligeramente el coño cosa que agradeció con unos gemidos, y después me puse de pie y volvimos a follar. Esta vez la agarraba de las nalgas y le daba lo más duro que podía para que pudiese llegar a su tercera corrida, más por vicio que por ganas de satisfacerla porque a mi me empezaban a doler las pelotas de no haber descargado todavía. Mientras la follaba en esta postura acerqué un dedo a su ojete y empecé a hacer círculos; ella volvió a protestar igual que había hecho antes "eh, que no, ya vale!" pero esta vez no le hice caso, intentó forcejear un poco con sus manos pero estando a cuatro patas yo tenía el control, así que tras un par de manotazos se centró en el placer que estaba notando con la follada mientras yo me deleitaba tocándola y metiendo un dedo por su virgen culo.
Pasados unos minutos se corrió por tercera vez. Me tumbé en la cama y al poco rato se puso encima mio, pero esta vez empezó a bajar por mi cuerpo dándome pequeños lametones hasta que llegó a mi rabo y empezó a chupármelo, de nuevo sin miramientos y sin preámbulos, metiéndoselo en la boca y moviendo su cabeza adelante y atrás como si le fuese la vida. Recuerdo que en ese momento pensé "Esta chica es una máquina del sexo", yo estaba casi agotado y ella seguía casi sin inmutarse. Siguió lamiéndome, pasando su lengua por el tronco y jugando con mis testículos poniendo la boca en forma de O mientras me pajeaba y volviendo a meter mi capullo en su boca para chuparlo hasta que no pude más y me corrí en su boca. Cuando acabé se acercó a mi y me dijo "¡Bésame!" pero me negué, en aquel instante me tiró para atrás probar mi propio "producto".
Nos dimos una ducha juntos, y tras secarnos nos estiramos en la cama y nos quedamos dormidos casi sin mediar palabra. Estábamos agotados.
Al día siguiente, nada más despertarnos, pensé que ella retozaría un poco en la cama pero nada más lejos de la verdad. Empezó a masturbarse mirándome y me dijo "Tocate tu también...". Yo hice lo que ella me pedía. Cuando ya estábamos cerca de corrernos me dijo que me pusiese delante suyo de rodillas y siguiese pajeándome hasta correrme, cosa que hice. Seguí masturbándome, cada vez más rápido y mirándola a ella frotándose el clítoris cada vez más rápido. Cuando me centraba en la imagen que tenía ante mi ella me decía "¡Mírame! ¡Quiero que me mires!" y me obligaba a mirarla a los ojos. Me corrí encima de ella y acto seguido ella se corrió, con el volumen de voz que solía hacerlo. Tras esto nos volvimos a duchar, desayunamos hablando de lo bien que lo habíamos pasado y de cuatro tonterías más y nos despedimos.
Después de esto volvimos a vernos unas cuantas veces más hasta que por unos u otros motivos empezamos a dejar de vernos. Siempre que nos veíamos teníamos unas sesiones de sexo muy intensas, aunque como la de esa noche no recuerdo ninguna.