Una noche de verano

El calor de una noche d everano provoca una sorpresa muy agradable cuando decides tomar el aire.

Una noche de verano

Ocurrió hace unos años. En mi época de estudiante, cuando las vacaciones de verano duran varios meses. Por aquel entonces, un gran amigo mío me invitó a pasar un par de semanas en el apartamento que sus padres tienen en la playa. En primera línea de mar. Dos chavalitos de poco más de 20 años, solos, sin control de los adultos, en un lugar lleno de "guiris", rubias altísimas, de ojos claros y piel roja que hablaban raro. El sueño de todo españolito, como nos vendía Esteso y Pajares.

Recuerdo que fue la segunda noche que estuvimos allí, habíamos salido por la zona para ver el ambiente y las zonas por donde se movían las mujeres, salimos en misión de reconocimiento. Volvimos sobre las dos de la madrugada y nos pusimos a dormir. Hacía mucho calor, muchísimo. La cama ardía. Sobre las tres de la mañana yo no podía más, así que salí a la terraza a ver si allí corría algo de aire. Me senté en una de las sillas y me puse a contemplar la playa y lo bonita que se veía la luna. Solo se sentía el ruido del mar.

Ahí estaba yo, en gallumbos, despatarrado en la silla contemplando el mar, cuando oí ruidos en el piso de al lado. Alguien había abierto la puerta de la terraza del vecino. Por lo que me había dicho mi amigo era un piso de alquiler. Las terrazas de los dos apartamentos estaba separa por una mampara con agujeros, en forma de rejilla. Los agujeros permitían ver el otro lado solo si te pegabas a la mampara.

Permanecí tirado en la silla hasta que del otro lado me llegó una voz de mujer que canturreaba alguna cosa y me entró la curiosidad, así que me pegué a la mampara y me puse a "espiar" por uno de los agujeros.

Al otro lado había una mujer tapada con una toalla blanca anudada por debajo de brazo que le llegaba por encima de la rodilla. Estaba de pie, mientras se secaba la cabeza con otra toalla. Supongo que acaba de salir de la ducha.

Cuando dejó de secarse el cabello, se paro a contemplar las vistas y pude verla bastante bien. Era una mujer alta, rubia, de pelo liso que le llegaba a los hombros, ojos claros y labios finos y, afortunadamente, todavía no se había vuelto del color de las gambas.

Mientras seguía mirando al horizonte se desprendió de la toalla que le cubría el cuerpo, quedó totalmente desnuda, y a mi empezó a acelerárseme el corazón. Empezó a secarse el cuerpo. Primero los hombros, lentamente se secó los brazos y continuó por los pechos. Tenía unos pechos realmente preciosos, ni grandes ni pequeños, coronados con un pezón y una aureola pequeños, realmente se veía deliciosos. Imaginaba mis labios rodeándolos. Saboreándolos. Acariciándolos con la lengua.

Yo comenzaba a excitarme, mirando como recorría el cuerpo con la toalla. Ella siguió su recorrido por el vientre, y luego el pubis, totalmente depilado salvo una pequeña zona de bello rubio. Nunca había visto un pubis rubio. Continuó su recorrido por la entrepierna y, finalmente, se secó las piernas. No dejó ni una zona sin secar, y yo disfruté mucho de ese recorrido. Estaba cardiaco, mi polla amenazaba con salirse del calzoncillo, incluso estaba babeando la mampara, imaginándome aquel coñito en mi boca.

Una vez acabó de secarse empezó a ponerse crema, pero esta vez se sentó y empezó a recorrer su cuerpo extendiéndosela, en ese momento mi mano no paraba de toquetear mi pene por encima del gallumbo, mientras ella, con los ojos cerrados, extendía la crema por los pechos, se los acariciaba, incluso llegó a pellizcarse los pezones soltando una especie de gemido.

Mi polla ya era mi prisionera, movía mi mano arriba y abajo lentamente dentro del calzoncillo mientras la observaba. Ella después de pellizcarse los pezones siguió poniéndose la crema por la barriga y el vientre planos, y llegó al pubis. Empezó a acariciarse la pequeña línea de pelo que tenía, pasaba la punta de los dedos entre el corto bello. Luego pasó a los muslos, abrió las piernas para untarse las ingles y el interior de los muslos, se acariciaba lentamente y poco a poco se iba acercando a su sexo, pasaba los dedos por encima, ligeramente, mientras permanecía con los ojos cerrados y una media sonrisa en su boca, poco a poco se fue centrando más en su coñito, lástima que al abrir más las piernas y flexionarlas, me tapó el espectáculo, pero no me importaba, su cara de placer era todo un espectáculo, yo no necesitaba más. Ya me había bajado los calzoncillos y mientras agarraba mi pene firmemente me acariciaba las pelotas con la otra mano.

Yo seguía mirando como la mujer se acariciaba, mientras me masturbaba, podía ver como su pecho se subía y bajaba rápidamente, estaba muy excitada, tanto o más que yo. Y de repente, apareció un tipo en la terraza, detrás de la vecinita, se quedó de pie detrás de ella mirándola, viendo como se tocaba. Se agachó y empezó a besarle el hombro y la cara a la mujer mientras sus manos agarraban los pechos de la mujer y empezaba a amasarlos, agarraba los pezones entre sus dedos y tiraba de ellos hasta que se liberaban. A la mujer se le escapaba algún que otro gemido. A mi la presencia del tío me había cortado el rollo, aunque los suspiros de ellas volvía a ponerme en el buen camino.

Siguieron así unos minutos, hasta que ella se puso de pie, frente a él, y se besaron mientras ella comprobaba el paquete del sujeto, que ya marcaba la tienda de campaña, y lo mismo hizo él metiendo la mano entre sus piernas, rozando con la punta de los dedos su sexo. Desgraciadamente continuaron la fiesta dentro del apartamento y no pude ver ni oír nada más y tuve que tirar de imaginación para poder acabar, pero aquella visión me había proporcionado mucho material para poder recrearme en mis fantasías.

Cuando por fin me relajé, me fui a dormir pensando en volver a vivir esa situación, volver a verla y, porque no, hacer que esa mujer fuera mía.

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