Una noche de pasión con mi perro Gran Danés

Una tarde de soledad se convirtió en la ocasión perfecta para retomar un romance perdido con mi enorme perro tan cariñoso y amoroso conmigo

Estaba en la temporada en la que todos me dejaban sola en casa y tenía que quedarme aburrida a morir. El único que me estaba acompañando era mi perro Nerón, con el que cuando estábamos a solas calmaba mi sed de pasión sexual. Era un muy buen amanta cuando necesitaba de él, nunca me defraudaba. Un viernes por la noche estuvimos solos él y yo mirando películas. Yo sentada en el sillón y el acurrucado a un lado mío. Pronto me di cuenta de que él también tenía sus necesidades. Se paró del sillón y comenzó a aullar como loco. Su pene estaba de fuera rojizo y brillante, diciéndome exactamente qué era lo que necesitaba. Yo también me sentía muy sola por lo que decidí darle placer con mi boca. Se quedó parado en medio de la sala y yo me acerque a él.

Para no mancharme con su abundante y acuoso semen me quite toda la ropa. Desabroché mi blusa amarilla que llevaba ese día con un escote grande que dejaba ver mi sostén negro y mi perro comenzó a lamer mi pecho, él ya sabía que me gustaba y lo hacía de inmediato de tan solo ver mis pechos afuera. Ya lo tenía bien entrenado. Yo lo calme un poco para poder quitarme la ropa y seguí haciéndolo. Me levante del suelo ya que mi perro me había tirado al piso cuando se abalanzo sobre mí para chupar mi enorme busto. Me desabroche la falda blanca que llevaba y me la quite despacio para no caerme. Mi tanga negra quedo a la vista de mi enorme perro que de inmediato se acercó a olfatear mi vagina desesperadamente. El lado salvaje de mi mascota lo dominaba por completo cuando me veía desnuda porque ya sabía que era lo que venía después. Muy sensualmente, como si estuviera haciendo un show privado para el me comencé a bajar mi tanga, despacio y de una manera muy provocativa. ¡Quieto! –grité, para que no se moviera de su lugar al ver mi vagina desnuda–. El obedeció como un buen chico y se quedó sentada justo en frente de mí. Después me quité mi sujetador desabrochándolo por la espalda y mis senos cayeron por la gravedad fuera de él. Mi perro esperaba ansioso frente a mí como cuando estoy a punto de servir su gran plato de croquetas. Yo me le quede viendo para ver cuál era su reacción sin hacer nada. Después de no moverme ni un centímetro por un rato el comenzó a chillar fuerte. Quería que lo dejara montarme. Yo me senté totalmente desnuda y algo sudada a su lado. Ese día estábamos a más de 40 grados centígrados y la casa parecía un horno. El perro comenzó a brincar sobre mí como loco y le volví a ordenar que se mantuviera quieto. Su gran polla colorada y con una forma puntiaguda esperaba por mis dulces y suaves labios. Se movía arriba y abajo esperando ser lamida por mí. Yo le dije –quieto mi amor, mami te va a dar la chupada que tanto quieres mi cielo–. EL se quedó inmóvil jadeando desesperadamente y dejando salir toda su saliva que caía en la alfombra de la sala. Yo me agaché por debajo del arco de sus largas piernas y lamí sus testículos peludos tomándolo de su pata para que no se moviera. Podía escucharse fuerte su respiración jadeante y sonora por toda la habitación. Estaba muy agitado y excitado. Su pene ya había comenzado a soltar bastante de su lubricación y yo bebía cada gota de ella. Tenía un sabor fuerte pero aun así era un manjar para mí. Llegó un momento en el que ya no tuve que sostener su pata. Nerón estaba disfrutando tanto del sexo oral que le daba que no quería moverse ni un centímetro lejos de mi lengua. Yo lamia con locura su pene diciéndole –te gusta así papito, te gusta–. El solo jadeaba más fuerte y seguía totalmente inmóvil. Estuve mamándoselo más de cinco minutos cuando por fin todos mis esfuerzos fueron recompensados. Una descarga gigantesca de su semen mojo mi cara y parte de mis senos, creando una imagen muy erótica y sensual. Yo trataba de beber cada uno de los chorros que salían de su brillante miembro pero era muy difícil. No paraban de salir, parecía como si fueran interminables. Después de estar un rato eyaculando y moviendo sus caderas instintivamente mi perro se calmó y su pene se quedó aun del mismo tamaño, como si pidiera más y más. Comenzó a lamerse la enorme polla por lo sensible que estaba y yo me acosté encima de la alfombra. Él se fue a un rincón a lamerse un poco pero yo estaba muy excitada y también quería algo de atención, Ven chico, ven con mamita, ven a besar a mamita –dije mientras me palpaba ruidosamente la vagina–. Él sabía que esa era la señal para venir a probar los jugos de mi vagina. Comenzó con su húmeda y áspera lengua a lamer enteramente cada rincón de mi vagina. Cada uno de sus lengüetazos era una delicia para mi vagina. No dejaba de hacerlo y yo le acariciaba su velluda cabeza alentándolo  a que no se detuviera, que no cesara de aquel frenético y salvaje ataque de su lengua. Mis caderas se movían por si solas y se meneaban al compás de  los movimientos de su lengua. Mis pezones estaban duros y muy erectos. Mi cuerpo sudado se estremecía fervientemente sin control alguno. Me vengo, me vengo –dije, mientras arqueaba mi espalda y dejaba salir grandes u húmedos chorros de mi vagina. Mi perro emocionado lamia todo como cuando le pones la manguera en la boca y no dejan de lamer. Su lengua en mi vagina tan sensible me hacía temblar como un terremoto. Mis ojos estaban en blanco y mi respiración estaba muy agitada. El perro se quedó olfateando mi vagina y yo casi me desmayaba por el placer de mi orgasmo. Se acercó a mi cara para lamerla y yo saque mi lengua para recibir sus besos. Me lamia con mucho cariño el rostro y yo lo besaba con el mismo amor. Mi perro daba muy buen sexo oral, tanto o mejor que mi hijo. Mi cuerpo aún no se recuperaba por aquel gran orgasmo y mi perro ya quería tomarme. Yo apenas me levante un poco el trato de montarme con la espalda, sintiendo su gran polla resbalosa rosando mi nuca. Cálmate chico –dije mientras lo trataba de tranquilizar–. Le tomé la polla de nuevo y lo masturbe. Al tocarlo pude sentir lo mojada y resbalosa que estaba su verga.

Le di un beso en su cabecita peluda y me puse de espaldas a él en cuatro. Móntate en mami, mi amor –dije mientras me golpeaba las nalgas para llamar su atención–. El de inmediato al verme sumisa subió sus dos patas encima de mí y se acercó para violarme  con su gran verga. Como era usual comenzó a frotar su pene sin atinarle. Lo hacía en varias direcciones para tratar de encontrar mi húmedo agujero hasta que por fin dio en el blanco. ¡Ay así, Nerón, dámelo rudo cabrón! –grite–.Mi perro comenzó a cogerme con una furia imparable y a una velocidad tremendas. Mi cuerpo se movía descontrolado por completo por la fuerza de sus embestidas. Yo babeaba de excitación. Tenía la lengua de fuera y mi saliva chorreaba por no poder mantenerla cerrada. SU gran polla tan resbaladiza estimulaba mi sensible vagina hasta niveles de lujuria que ningún hombre ´podía alcanzar. Podía sentir todo el amor de mi perro en cada uno de los embates de su miembro. Podía sentir su cálida piel en mi espalda, su pelaje rozándola y acariciándola. Su saliva que caía encima de mi cabello  y su aliento cálido sobre él. Mi perro me cogía con violencia sin parar. Por más de cinco minutos estuvo dándome duro. Yo gritaba de placer y me sujetaba fuerte de la alfombra de la sala. Después de eso una corriente eléctrica me recorrió desde la cabeza hasta los dedos de los pies. Un explosivo orgasmo acompañado de gritos y gruñidos míos se desató furiosamente. Mi perro llego al clímax justo después de sentir mi gran orgasmo y un rio de su semen se desbordo dentro de mí. Sentí como la gran bola de su polla hacia un nudo en mi vagina y nos quedamos unidos por nuestra pasión y dulce cariño entre nosotros. Mi perro recostó su cabeza en mi espalda, totalmente agotada y respirando cansadamente. Yo deje caer mi torso al suelo y mi perro se quedó encima de mi exhausto. Pasaron quince minutos hasta que mi perro terminó de eyacular y su pene se desinflo por completo y puso salirse de mí. Cuando por fin salió sentí un dolor y placer muy grandes. Yo inmediatamente grité y mi perro preocupado por mi vino a lamer mi vagina probando su semen. Yo estaba completamente satisfecha y feliz. Cuando pude recuperarme de aquella experiencia tan erótica me bañe y me limpie muy bien. A la mañana siguiente eme visito mi comadre Isabel en mi casa. Me contó que saldría de vacaciones y que no tenía con quien dejar a su perro Chuck, un labrador hermoso. No te preocupes, yo te lo cuido –dije–.Continuara…

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