Una noche de lluvia
Una noche lluviosa acabó en un polvo inesperado pero delicioso
Una noche lluviosa
El último domingo de noviembre sobre las nueve de la noche, salía del Hospital Clínico de Valencia, de visitar a mi madre. Me dirigía a buscar mi coche que lo tenía aparcado relativamente cerca cuando a mi lado oí una voz que me resultó conocida.
Era una amiga de mi mujer y mía. Que bien me vienes José, ¿has venido en coche? Estamos llamando a un taxi y nos han dicho que aún tardará al menos media hora, debido a la lluvia. La verdad es que estaba cayendo bastante agua y como Amparo, este es su nombre, vivía cerca de mi casa, le dije que no me importaba llevarla. Me pidió que llevara también a su amiga que aunque vivía por la Av. Aragón, bastante cerca, con el agua que caía, llegaría empapada. Me presentó a Tere y les pedí me esperaran allí.
Amparo es una amiga, de 53 años, viuda y que tenía un hijo ya casado. Es una mujer pequeña (1,60). No es guapa, pero cuando se arregla es resultona y aparenta casi diez años menos. No destaca por nada en particular, salvo por su sonrisa que le ilumina la cara. Tiene tetas y culo pequeño, como toda ella, aunque muy bien puestos y duros para los años que tiene. Nunca pensé en tener nada con ella, pero las circunstancias hicieron que surgiera.
Fui a por el coche y regresé a por ellas. Se subió su amiga detrás y ella delante conmigo. En ese momento empezó a caer una tromba de agua que casi impedía ver. Llevamos a su amiga a su casa y desde allí nos dirigimos hacia el Paseo de la Alameda. Cada vez se vía de menos y ya empezaba a haber coches parados porque no había forma de circular. No se veía prácticamente nada.
Conducía muy despacio por la falta de visibilidad. Se nos cruzó un coche y no colisionamos de milagro. Amparo pegó un grito y me pidió que parásemos hasta que amainara un poco porque tenía mucho miedo de tener un accidente. Vale, en el primer sitio que encontremos paramos, le dije,. Así lo hice y aparcando en batería en el Paseo de la Alameda. Paré el motor y nos dispusimos a esperar que la lluvia amainara.
Al parar el vehículo los cristales se empañaron y Amparo me dijo que empezaba a tener frío. Puse el motor de nuevo en marcha para que funcionara el climatizador, pero me dijo que lo apagara que se desperdiciaba combustible y se contaminaba. Ya sabes que soy ecologista, me dijo.
Recordé que tenía una manta de viaje en el maletero y pasé a la parte de atrás y abatiendo una parte del respaldo saqué la manta y se la di. Se tapó con ella pero seguía sintiendo frío. La verdad es que se notaba mucho la humedad y yo también empecé a tiritar. La manta no era muy grande y no daba para taparnos los dos salvo que nos acercáramos más, cosa un tanto incómoda en los asientos traseros.
Le dije que si pasábamos al asiento trasero podríamos acercarnos y taparnos juntos. Me dijo que de acuerdo y así lo hicimos. Estábamos uno al lado del otro tapados y seguía teniendo frío. Me coloqué contra la puerta del coche, pasé una pierna a lo largo del asiento y la otra en el suelo y le dije que pagara su espalda a mi pecho que la abrazaría para darle calor. Me miró y me dijo José… sin más. Amparo, no pasa nada, solo quiero que entres en calor. Sin decir nada, se acomodó y yo pasé los brazos por su vientre abrazándola, mientras ella echaba la manta encima.
Así fue pasando el tiempo, pero el calor de su cuerpo y el olor que emanaba de el, me estaban excitando. Me gusta como hueles Amparo, le dije. Giró un poco la cara y me miró sonriendo. Me estaba empalmando y ella tenía que notarlo. No pude más y la apreté más contra mí. Eso hizo que notara, si no lo había hecho antes, que estaba empalmado. Dio un pequeño brinco separándose un poco y al volver a apoyarse, le di un beso entre su cara, oreja y cuello.
Retiró la cara por un momento pero decidí no dar tregua y la volví a besar recorriendo su cuello. Suspiró y me dijo que no estaba bien lo que estábamos haciendo porque era amiga de mi mujer. Le pregunté: ¿si no fueras amiga de mi mujer estaría bien?, tampoco porque estás casado, pero sería diferente, contestó. Entonces te gusta, dije. No contestó e insistí con mis besos mientras le acariciaba el vientre. José, no, por favor, déjalo, dijo mientras giraba su cabeza para mirarme. Besé suavemente sus labios y poco a poco respondió a mis besos, abriendo su boca, sacando su lengua buscando la mía. Se la di y nos enzarzamos en una caricia de lenguas que terminó de calentarnos. Introduje mi lengua en su boca, buscando su calor y allí seguimos saboreándonos e intercambiando nuestras salivas. De repente se apartó separándose de mi diciendo que no estaba bien y que era un error, que la perdonara pero que no podía hacerlo. No te preocupes, le dije, no ha pasado nada, pero se que lo deseas tanto como yo. Dime que no lo deseas y lo olvidamos todo. Se quedó mirándome a los ojos y se abalanzó hacía mi, buscando mi boca, que encontró totalmente receptiva, devolviendo sus besos. Joder, como besaba, parecía como si se fuera acabar el mundo, por la desesperación que ponía.
Abrázame me dijo mientras volvía a poner su espalda contra mi pecho. Con una mano le saqué la blusa de la falda y empecé a acariciarle el vientre. Con la otra le desabroché los primeros botones de la blusa y aparatando el sujetador, liberé sus tetas y empecé a acariciarlas. Sus pezones estaban duros y erectos, por la excitación y el frío.
Quítate las bragas le dije. Me miró y le insistí dije: ¡quítatelas!. Llevó sus manos por debajo de su falda y levantando el culo se las fue quitando. Con una de mis manos le acariciaba sus tetas mientras la besaba y con la otra acariciaba sus muslos y su pubis, hasta que forzando a que abriera un poco más la piernas empecé a acariciarle su coño con el dedo medio y su clítoris, con el dedo pulgar. Joder, Amparo, como estás de encharcada. Siiii, contestó, te voy a manchar la tapicería. No te preocupes que ya se limpiará. Seguí masturbándola y ella empujaba su coño contra mi mano y diciendo: méteme lo dedos, fóllame con ellos. Así lo hice. Más rápido, más, José, por favor. Cabrón más rápido que me voy a correr. Uffff, joder José que bueno, así, así, ya, ya. Me corro, me corroooooooo. Estalló en un orgasmo que me dejó toda la mano empapada. Seguía acariciándola y me pidió que la dejase relajarse. Sin quitar mi mano de su coño, saqué los dedos y apretándoselo con la palma, esperé a que se relajara.
Joder, Amparo, vaya corrida tengo toda la mano empapada. Se la mostré y le pedí que la chupara, me miró y negó con la cabeza. Mira, está riquísimo le dije mientras la lamía yo. Pon tu lengua aquí con la mía y lame también. Así lo hizo y mientras nos chupábamos las lenguas íbamos lamiendo sus fluidos.
José perdona, tú no te has corrido, ahora te toca a ti. Cómetela le dije. No, sigo muy caliente y quiero que me folles y te corras dentro de mi, quiero sentir tu polla en mi coño. Se incorporó un poco y me dijo que me sentara bien, se levantó la falda hasta la cintura y ahí pude ver su coño con apenas un fila de pelos hasta el pubis y el resto totalmente depilado. Se apretó contra mi polla y empezamos a besarnos de nuevo, luego baje a buscar sus tetas y pezones lamiendo y mordiendo suavemente los pezones, mientras ella no paraba de acariciarme a polla. Sentí como se incorporaba un poco y cogiendo mi polla se la introdujo de un golpe. Ahhhh, que gusto, que dura la tienes Jose. Ahhhh, uffff, gimió mientras empezó a cabalgarme primero despacio para pasar e unos segundos a hacerlo cada vez más fuerte. Cómeme las tetas, cabrón, venga, no pares y sigue moviéndote conmigo, fóllame, fóllame, decía. Así, así, ahhhh, que gusto, como me gusta tu polla. Me estás haciendo sentir como una guarra. Siii, sigue moviéndote así. Yo intentaba acompañarla a su cabalgada yendo al encuentro de su coño y bombeando mi polla lo más fuerte que podía. Echa la manta por encima, me dijo. Así lo hice y el calor de la manta y el de nuestros cuerpos, hizo que nos sintiéramos más a gusto cada vez. Nuestras bocas se buscaban e iban dejando un reguero de saliva que le caía a sus pechos. Como besas, cabrón, que besos más guarros me das. Me hacen perder la cabeza. Eres un cabrón me has hechizado, sigue follándome. No Amparo, me estás follando tú a mí. Da igual sigue pero no pares y dame más fuerte, más. Así, así, dame tu polla y tu boca, no dejes de comerme la mía.
Así seguimos hasta que le dije que parara un poco porque me iba a correr. No, me dijo, no pares que yo también me corro. Aumentó el ritmo de su cabalgada y me anunció su corrida: ya José, ya, córrete conmigo, échame tu puta leche dentro. Siii, me corro, me corrooooo, ahhhhhhhh, joderrrrrr siiiii, ummmm siiiii que bien, como siento tu leche, ahhhh, ahhhhh. Al mismo tiempo me vacié dentro de ella abrazándola lo más fuerte que pude. Qué placer me había dado. Tenía que planear otro encuentro para completar la sesión.
Nos limpiamos con pañuelos de papel y recuperamos nuestra posición inicial abrazados y susurrándonos mientras nos acariciábamos suavemente.
Ha sido muy bonito le dije. He disfrutado mucho y me gustaría volver a verte. Si, yo también he disfrutado mucho. Hacía mucho que no sentía una cosa de esas dentro, pero tenemos que olvidar que esto ha ocurrido, me dijo. Guardamos silencio durante un rato y cuando vimos que la lluvia había amainado, nos arreglamos nuestras ropas y arrancando el coche nos fuimos hacia su casa. Llegamos, paré el coche para que bajara, me dio las gracias y un beso en la mejilla y cuando iba a bajar, la retuve por el brazo y acercándola hacía mi fui al encuentro de sus labios que bese con fruición. Me respondió al beso y nos miramos sin decir nada. Adiós José me dijo. Te llamaré Amparo. Eres un cabrón me dijo sonriendo antes de bajar.
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