Una noche de hotel

Seguro que a todas nos encantaría una noche así.

Acababa de tener un día horrible. Odio salir de casa. Las reuniones de trabajo. Los hoteles. Para colmo todo parecía salirme mal. La ducha estaba siendo lo mejor del día, solo quería tirarme en la cama y descansar. Cuando de repente llaman a la puerta.

Toc. Toc.

Me pongo el albornoz y me acerco, un poco entre dudas ya que no espero a nadie.

-Quien es?

-Servicio de habitaciones.

Ante mi aparece una chica despampanante. Lo primero que me llamo la atencion eran unos pechos impresionantes. Rubia y con unos ojos azules que quitan el sentido. Una boca sensual. Nunca me había fijado en esta belleza, y llevo muchos años viniendo a este hotel.

Viste el traje de camarera del hotel que, realmente, le queda impresionante marcando todas y cada ina de sus curvas. Su blusa ceñida casi no da cabida a sus tetas y bajo ella se adivina un sujetador negro com encajes. Su culo casi revienta la ceñidisima falda de la que salen dos perfectad piernas enfundadas en unas medias de rejilla. Dios. Como me ponen las mujeres de uniforme. Y esta me estaba poniendo muy cerda.

Creo que mi cara de sorpresa debió ser muy imilar a la suya al mirarnos.

  • Vaya. Debe de ser un error yo no he pedido nada.

-No te preocupes, es un regalo.

Con toda naturalidad entró en la habitación empujando un carrito de servicio con una cubitera y varias botellas de bebida.

Sin mediar palabra abrió una botella de champán y lleno dos copas, entregándome una.

-Enhorabuena. Chin, Chin!

Brindamos.

Tras beber la copa se acercó a mí y me beso. Eso fue demasiado. En este momento mi cansancio, mi mala ostia por el día de mierda, todo, se me olvidó.

Le acepté el beso, y se lo devolví. Nos fundimos en un morreo que aproveché para abrazarla y levantar su falda para llegar a sus nalgas. Dios que culito, duro, pequeñito, noté que no llevaba nada debajo, mi mano apretó sus nalgas y ella dio un respingo. La apreté contra mí. Ella gemía.

Poco a poco, y todavía con nuestras lenguas entrelazadas, y mis manos en su trasero la fui empujando hacia la habitación.

Nos miramos. Ella desabrocho el cinturón de mi albornoz.

Yo mientras iba soltando los botones de su blusa.

Al caer mi albornoz ella se lanzó a mordisquear mis pechos. Lamia mis pezones mientras daba pequeños mordisquitos.

Mi coño estaba caliente y chorreante.

La separe de mí. Quería verla, quería tenerla, quería esas tetas, ese culo.

Y ella lo sabía. Y muy lentamente acabó de sacarse la blusa. Después su sujetador que dejó a la vista unos senos duros y firmes. Ni grandes ni pequeños pero respingones que hacían que sus pezones tuvieran un leve giro hacia arriba.

La dejé hacer. Como quien hace un estriptis se bajó la cremallera de la falda y con un pequeño golpe de cadera acabó en el suelo, quedo a la vista su coñito pequeñito y rasurado.  Su cintura estaba marcada por un portaligas que sostenía las medias negras de rejilla. Eso y sus tacones era lo único que le quedaba.

Se sacó los zapatos y nos volvimos a besar. Ahora nuestras lenguas ya no solo se buscaban. Recorrí su cuello. Bajé hasta aquellas tetas y las recorrí con mi lengua.

La empujé hacia la cama y se recostó en ella, ahí era donde la quería tener. Mi lengua volvió a sus labios. Bajó por su cuello. Sus pechos. Su barriguita. Lamí su ombligo. Y finalmente llegue a oler su coñito.

Lo besé. Lo olí. Recorrí muy lentamente sus pliegues con mi lengua.

Oí sus gemidos.

Cambio su coñito por el interior de sus muslos. Los bese también. Los lamí. Los recorría con mi lengua y volvía a besar su coñito.

Finalmente, no me pude resistir, enterré mi cabeza en su sexo. Mordí y chupé su clítoris mojado. Recorría cada centímetro. Introducía mi lengua mientras la escuchaba gemir. Mientras succionaba su clítoris mis dedos apretaban y jugaban con las partes de su coñito que no ocupaba mi cabeza.

Ella gemía. Me agarraba la cabeza. Me gritaba. Puta, Zorra. Maldecía. Y gritaba

Tras un rato jugando en su coño, explotó. El sabor de sus jugos cambio y rompió en un ruidoso orgasmo. Sus grito y convulsiones casi me hacen correrme a mí. Me incorporé satisfecha, caliente, la miré, sus mejillas coloradas, su cara sudorosa. Me sentía triunfante. Orgullosa de haberle dado este placer.

Pero ella también quería: se incorporó y me hizo a un lado y se lanzó sobre mi me empezó a besar mientras abría mis piernas y sus dedos empezaron a jugar con mi chichi.

Estaba como una perra en celo. Ahora era yo quien gemía. Diosss. Le empuje la cabeza hacia abajo, quería su lengua, quería que probara mi néctar.

Solo notar sus labios, me hicieron estallar en una corrida que hizo que instintivamente cerrara mis piernas. Joder. Como necesitaba esto.

Nos quedamos así. Cansadas. Satisfechas. Una al lado de la otra. Cuando pude respirar con normalidad me giré y volví a acercar mis labios a los suyos. Intercambiamos nuestras salivas, que era como intercambiar nuestros jugos, sabíamos a coño. A sexo. A mujer.

Me levante y me acerque a la mesita. Serví otras dos copas de champan y le acerqué una

Ella me miraba como intrigada.

-Qué pasa? – Le pregunté-

-No sé. Que cosa más extraña. Joder. Me ha encantado que fueses una chica.

  • A que te refieres?

-Bueno. Es la primera vez que hago un servicio de despedida de soltero para una chica.

  • Despedida de soltero?

  • Si. Tienes unos amigos muy majos. Y además mola que sepan que eres lesbi y eso.

-Ya. Bueno espero que habrán sido generosos y tengamos toda la noche.

-Claro que sí. Fueron muy generosos pero un poco cabrones, no dijeron nada de que eras una mujer, si me lo hubieran dicho habría traído algún juguetito. Solo me dijeron habitación 307. Me pagaron y listo.

Bueno, para el día de mierda que había tenido estaba acabando muy bien.

Disimuladamente escondí el papel del checkin del hotel que estaba en la mesilla, donde aparecía con un número inmenso que mi habitación era la 207.

-Otra copita cielo? Por cierto, como te llamas? Yo loli.