Una noche de fiesta

Tony va saber algo que le helará la sangre mientras goza una noche. (con sonido y nota a los lectores).

Una noche de fiesta

1 – El mensajero

Llegué al pueblo al anochecer y me dirigí al pequeño restaurante que ya conocía. Había bastante gente tomando copas en la barra y una sola mesa ocupada para la cena, así que pensé sentarme a una mesa cercana a las ventanas y tomar alguna cosa. Me costó trabajo que me atendieran y tuve que hacerle una señal al dueño, que me reconoció inmediatamente y gritó «¡Ernesto!» haciendo unas señales con la mano. Se acercó un joven algo delgado, sonriente, de pelo corto y oscuro y mirada triste:

¿Qué va a tomar el señor?

Mira, joven – le dije -, me gustaría sentarme allí y tomar algo de cenar. Díselo a tu jefe; él me conoce.

No es mi jefe, señor – rió -, es mi padre.

Pues díselo a él – le repetí -; me gustaría cenar allí ¿Puede ser?

Sí, señor – respondió amable -; siéntese y yo iré a tomarle nota.

En un buen rato que estuve mirando por la ventana mientras venía Ernesto a servirme no pasó un solo coche por la carretera y mucha de la gente que había en el bar fue saliendo. Se acercó entonces el joven con una libretita y me preguntó lo que iba a tomar. Mientras apuntaba torpemente, me preguntó si iba por allí bastante a menudo y le dije que sólo era la tercera vez que iba, pero que el sitio me había gustado.

No está mal – me dijo -. Yo sólo vengo cuando le hago falta a mi padre. Ahora le traeré los servicios.

Así fue. En poco tiempo el bar se había quedado aún más vacío y se acercó Ernesto a preparar la mesa.

¿Es usted representante? – preguntó -, nadie viene por aquí tan tarde ni a cenar.

No, chaval – le dije sonriente -, sólo he venido a dar una vuelta por la aldea y el molino. Pura rutina. Ahora busco un hotel para dormir.

Noté que le cambiaba el semblante al oír mis palabras y pensé que no debería haber mencionado nada del molino. Se retiró y volvió sonriente con el primer plato.

Oiga – me dijo en voz baja -, espero que le guste… Ammm… ¿Le importaría que me siente un poco con usted?

¡No, hombre! – le señalé la silla -, así no ceno solo.

Espere un momento – me dijo -, voy a avisar a mi padre y me traeré un bocata y una cerveza.

Al poco tiempo, le vi venir rápido y se sentó a mi derecha:

Mi padre va a ir recogiendo – me dijo -; me ha dicho que no le importa que me siente aquí si a usted no le molesta.

Lo que me molesta, Ernesto – le dije -, es que me hables de usted. Me llamo Tony (nos dimos la mano).

¿Buscas hotel solo en este pueblo? – preguntó extrañado -. Aquí no hay hoteles ni hostales ni fondas. Mi padre tiene dos habitaciones. Si quieres le digo que buscas una. Son muy cómodas.

¿De verdad? – le pregunté mirándole insinuante -. Prefiero una habitación aquí que un hotel en el otro pueblo. Esto parece muy tranquilo.

Más tranquilas son las habitaciones, Tony – me dijo -. Dan a la parte de atrás de la casa y no hay ruido hasta que cantan los gallos.

¿Vives tú aquí – intenté averiguar algo más – o te vas a otra casa a dormir?

No, no. Vivo aquí con mis padres – me dijo con misterio -, pero antes de dormir, si no te importa, me gustaría hablar una cosa contigo en tu habitación sobre… el molino.

¿Qué sabes del molino? – dejé de comer -. Tal vez sepas algo que yo no sepa.

Te lo aseguro, Tony – contestó -; la gente de por aquí no quiere hablar de eso.

Ya, ya lo sé – seguí comiendo -; tal vez por eso vengo a investigar. Por cierto… ¿Tengo que pagar esto ahora o me hacéis una cuenta con la habitación?

No, no tienes que pagar nada – dijo con misterio -; además, si me dices algunas cosas, yo pagaré tu cuenta.

Lo miré asustado y en silencio y puso en su rostro una exagerada sonrisa.

Tengo un mensaje para ti, Tony.

2 – Retreta

Nos despedimos de su padre que estaba apagando ya el bar y subimos unas estrechas escaleras que estaban muy bien decoradas con azulejos y muy limpias. Recorrimos un corto pasillo y sacó dos llaves.

Mira, Tony – me dijo en voz baja -, esta es para ti. Esta tengo que dejársela a mi padre en un llavero que hay abajo. Ahora subo.

¡Vale! – me dije ilusionado -, no te tardes.

Y me pareció que antes de cerrar la puerta me miró, me sonrió y sacó un poco los labios como si me diera un beso. ¡Joder!, me dije, ¿es que todo el mundo entiende en esta historia?

Cuando volvió empujó la puerta porque estaba encajada, la cerró y echó la llave.

Tenemos que hablar cosas que no pueden salir de aquí – me dijo -; tú ponte cómodo y fresco, estás en tu habitación.

Bueno – le dije con astucia -, mientras estés en mi habitación, que también es tuya, puedes ponerte un poco más… cómodo.

Como no llevaba maleta, me quité la camiseta y los pantalones y los dejé en una silla. Ernesto abrió un poco la ventana y se quitó también la ropa echándose a mi lado en la cama.

No te preocupes – me dijo -, por esta zona no hay mosquitos.

Bien, bien – clavé mis ojos en los suyos -, creo que ibas a decirme cosas sobre el molino y querías saber alguna.

Y sin esperarlo, se volvió hacia mí y me acarició la mejilla:

¡Jo, qué guapo eres! – dijo -, tengo que decirte lo que sé.

No quería cortarme por lo sucedido y llevé mi mano a su cabeza y acaricié sus cabellos. En un movimiento sincronizado, nos echamos los brazos por encima y acabamos en un abrazo y en un beso largo.

Mira, Tony – susurró -, en cuanto hablaste del molino sabía que era un tema que te interesaba. Aquí casi nadie quiere saber nada de él ¿Sabes por qué ya no está la aldea y sigue estando allí el molino?

No, no lo sé – le dije -; he subido y he dado una vuelta pasando por la puerta pero no he querido bajarme del coche ni entrar solo.

¡Has hecho bien! – volvió a besarme otro poco -. Retírate de él. A mí me gustaría que vinieras mucho; todos los días. Eres guapísimo, pero no me gustaría que te acercaras a ese molino. Había órdenes de derribar todo; la aldea, el molino y la casa que ardió. Fueron unos obreros con máquinas y derribaron la aldea, pero cuando subían la cuesta hacia el molino, todas las máquinas se pararon. Tuvieron que empujarlas varios metros hacia atrás para arrancarlas y sacarlas de allí.

No pude aguantar más por lo que oía y lo que veía, así que llevé mi mano a su polla, que estaba dura y mojada. Su mano no esperó demasiado, pero después de agarrármela, tiró de los calzoncillos hacia abajo y se quitó los suyos.

3 - Desvelados

¿Te molesta la luz?

¡No, no! – le dije -, es una luz muy suave… como tu piel; como tu polla.

Comenzamos a movernos y se echó sobre mí besándome y restregando su polla con la mía en un movimiento acompasado con unas caricias perfectas.

Dicen – siguió hablando -, que a veces se ve una luz en el tejado, resbala por él y cae hasta el suelo.

Lo empujé hacia un lado y cogí el pantalón. Saqué las fotos del bolsillo y, poniéndolas antes en orden, se las di.

¿De adónde has sacado esto? – se asustó - ¡Es la luz de Alexander! Nunca la había visto.

¿Alexander? – insistí - ¿Seguro que es «Alexander» y no «Alex»?

¡No, no! – dijo seguro sin dejar de observarlas - ¡Es la luz de Alexander Dináderakis! Mira, guapísimo, no sé desde dónde vienes ni si esto es tu trabajo, pero apártate de ahí. No te acerques más de cincuenta metros y, cuando te vayas, no te lleves nada ¿Me entiendes?

Por favor, Ernesto – sollocé -, me asustas. Fóllame, por favor. Olvida ahora eso y luego me lo dices. Te lo pido por favor.

Me gusta follar así – me dijo -. Quiero correrme sobre ti sólo con rozar nuestras pollas y besarnos.

Pues ¡venga! – tiré de él - ¿A qué esperas? Fóllame.

Unos simples roces y algunos descansos de vez en cuando hicieron que aquel polvo durase más de una hora hasta corrernos casi al mismo tiempo. Untó su semen con el mío en nuestros pechos, se levantó, abrió un armario y sacó una toalla de baño. Con ella me secó muy bien y me limpió la polla con cuidado y luego se secó él.

¡Ojalá vinieras a menudo, tío! – me dijo -; me encanta cómo follas, pero debes apartarte aquí. No vuelvas, no te acerques al molino y, sobre todo, no te lleves nada de ahí.

Me eché a llorar sobre la almohada y puso su brazo sobre mí:

¿Qué te pasa, Tony? – preguntó - ¿Te ha molestado lo que hemos hecho?

Cuando me tranquilicé, me volví y le besé. Lloraba como nunca antes y Ernesto se asustó.

Amigo, joven precioso – le dije -, ya he estado en ese lugar muchas veces y… me he llevado algo.

¡No, Dios Santo! – casi gritó -, ve al lugar donde guardes lo que sea… una piedra, una planta, una roca… y tráela a ese lugar.

¡No puedo hacer eso, Ernesto! – me abracé a él -. Me he llevado a un niño que ahora es legalmente mi hermano.

Se levantó de un salto y cogió su cajetilla de tabaco, encendió un cigarrillo y se asomó a la ventana con una mano puesta sobre la cabeza.

¿Qué puedo hacer? – le rogué -; ayúdame, dame ideas. Quiero a ese niño como a nadie, pero no quiero hacer daño a la gente que me rodea. Ya me he dado cuenta de que puede hacer cosas raras, pero lo quiero.

Apagó el cigarrillo en el borde de la ventana y arrojó la colilla hacia fuera, se dio la vuelta y observé que lloraba. Comenzó a vestirse y me dijo que descansase, que me iba a decir cómo solucionar mi problema.

El niño que tienes en tu casa – me dijo -, tiene que volver al molino. Te guste o no; lo pases mal o no. Tráelo con la solución que yo voy a darte mañana y, cuando lo dejes ahí, ven a verme y me avisas. ¡Te lo ruego!

¡Te lo prometo, Ernesto! – le dije -, aunque me asusta sólo el pensar que está en mi casa. Haré lo que me digas.

Por tu bien – concluyó -, espero que me hagas caso.

Abrió la puerta, me sonrió y me lanzó otro beso y cerró.

Sonido - El sueño de Alexander: http://www.lacatarsis.com/Somnos.MP3

NOTA: A mis lectores habituales de esta historia quiero aclararles que algunos capítulos no son muy eróticos, pero necesito aclarar cosas para poder seguir escribiendo. En cuanto al tiempo que pasa entre la publicación de una parte y otra, no depende exactamente de mí, sino del trabajo arduo del equipo de TodoRelatos que necesita echar un vistazo antes de publicar y yo no publico un capítulo sin haber publicado el anterior.

Dentro de poco pondré la historia

completa

a disposición de quienes la pidan. NO AÑADIDME COMO CONTACTO en MESSENGER ¡POR FAVOR! Si os interesa una copia completa de la historia, enviadme un mensaje a esa dirección de hotmail. Poned en el asunto: Copia de Tony y Daniel.