Una noche de cazeria

Solo quería tener un pene dentro.

Una noche de Cazería

Solo quería tener un pene dentro

Una de las cosas que más morbo me produce, es salir de casa con la idea de ligarme a un tío bueno para echar unos buenos polvos. El morbo comienza cuando empiezo a vestirme. Suelo pensar, previamente, cómo me voy a comportar, si como una mujer agresiva, tímida, etc., para vestirme en consecuencia, si bien, en todas las ocasiones, me visto lo más sexy que puedo, de acuerdo con la ocasión.

La mayor parte de las veces me gusta comportarme como una mujer moderna que sabe lo que quiere y sabe cómo conseguirlo, quizás lo que se entiende como una mujer agresiva, es decir me gusta más ligarme a los tíos a dejar que me liguen, comportamiento este último que es el que utilizan la mayoría de las mujeres.

La última vez que salí de "caza" fue así:

Me vestí muy sexy y provocativa. Me puse la minifalda más corta que tengo, que me tapa lo mínimo. Con ella puesta el menor movimiento que hago, si no tengo mucho cuidado, deja ver mis nalgas y entrever el tanga o el sexo si no llevo nada debajo. Arriba me puse un top completamente transparente, con el cual mis pechos quedan perfectamente visibles. Encima del top me puse una torerita de terciopelo, que me sirve para poder ir por la calle, llevando el citado top, pues sino es como si fuera desnuda de cintura para arriba.

Al vestirme, como he dicho, empecé a sentir el morbo y la excitación que el mismo produce. La excitación hizo humedecerse mi vagina más aún de lo que normalmente lo está.

Me fui a una de las discotecas de moda. En el ropero dejé la torerita y, con mis pechos completamente visibles, me dirigí a una de las mesas, sintiendo todas las miradas en mis pechos. En cuanto me senté se me acercó un camarero, al que le pedí un vodka con limón. Como casi siempre, noté un movimiento de muchos de los hombres presentes, que disimuladamente se acercaban a mi mesa y dirigían sus miradas hacia donde yo estaba.

Me dediqué a mirar detenidamente a los hombres a mi alcance para seleccionar al que me follaría esa noche. Llamó mi atención un chico joven, con un cuerpo excepcional. Llevaba puesto unos pantalones vaqueros muy ajustados que se abultaban muy excitantemente allí donde debían y una camiseta también muy ajustada que marcaba sus músculos perfectamente y que dejaba adivinar la perfección del tórax. Después de observarle detenidamente decidí que era con él con quien me acostaría esa noche.

Me levanté y acercándome hacia él le invité a bailar. Aceptó inmediatamente, aunque, como es normal en esas ocasiones, los colores se le subieron a la cara, no obstante lo cual, no era uno de los más tímidos que me he encontrado sino mas bien al revés, uno de los más lanzados, pues en cuanto nos abrazamos en la pista de baile se lanzó sobre mi boca, metiéndome la lengua, en un beso ardiente y prolongado, beso que le devolví al mismo tiempo que pegaba mi pubis contra el bulto de sus pantalones que había empezado a mostrar mayor tamaño. Sus manos me acariciaban la espalda y se deslizaron hacia mi culo metiéndose por debajo de la minifalda, al notar mi culo completamente desnudo debajo de la falda sus manos acariciaron más apasionadamente y su lengua acarició la mía con más pasión todavía. Sus manos se dirigieron a mi coño, el cual estaba ya completamente humedecido. Me metió uno de sus dedos dentro mientras continuábamos bailando; comencé a acariciarle su paquete, le bajé la cremallera y saqué su hermosa polla que a esas alturas estaba completamente tiesa. Sacó su dedo de mi coño y nos restregamos mutuamente los genitales uno al otro. Estaba tan caliente sintiendo su polla acariciarme el coño que no pude aguantar el deseo de follármelo y metiéndole de nuevo la polla en los pantalones le dije que me acompañara a los lavabos. Nos metimos en los lavabos de hombres que suelen estar menos frecuentados que los de mujeres; le senté en la taza y bajándole los pantalones me senté encima de él, sintiendo su polla penetrarme hasta el fondo de mi húmedo y hambriento coño. Mientras follábamos oímos entrar a alguien en los lavabos, que supongo que se quedó alucinado al oír nuestros movimientos y suspiros pues al salir vimos a otro chico que estaba apoyado en los lavabos mirando hacia la puerta de donde salimos.

Volvimos, ya algo calmados nuestros ardores sexuales, a sentarnos en la mesa que ocupaba yo antes de bailar. Allí volvimos a acariciarnos y besarnos ardientemente, sin ningún problema puesto que la mesa estaba situada al lado de la pista de baile y gozaba de la misma oscuridad que esta.

Sus manos y las mías no paraban de acariciar nuestros cuerpos, especialmente nuestros sexos y nuestras bocas parecían pegadas la una a la otra, mis pechos eran acariciados y estrujados alternativamente a mi sexo, al igual que sus pectorales, magníficamente formados, cuando mis manos abandonaban su polla, que había vuelto a adquirir una dureza y tamaño considerables. Mi sexo derramaba sus jugos de tal forma que mi asiento empezó a quedar mojado por los mismos. Estábamos ambos tan calientes que difícilmente podíamos contenernos de follar allí mismo, así que cogimos unos momentos de respiro y dejamos nuestros besos y toqueteos, quedándonos tranquilamente sentados, bebiendo y charlando sobre temas varios, pero, como si hubiera habido un acuerdo tácito, sin tocar para nada ningún tema sexual. A pesar de todo no podía borrar de mi cuerpo la sensación de placer que había tenido cuando me introduje su polla en los lavabos y eso hacía que mi coño, aunque con menor intensidad que momentos antes, no dejara de derramar sus jugos, con lo que la mancha en mi asiento hacía que me sintiera un poco incómoda, al sentir mis muslos mojados.

  • Vamos a bailar -le dije

Mientras bailábamos nuestros cuerpos no podían dejar de unirse intensamente, nos apretábamos el uno al otro con intensidad y pasión, que subía de tono a cada minuto que pasaba.

  • Pedro -así se llamaba- no puedo más de ganas de sentirte dentro de mí. ¿Tienes algún lugar para estar tranquilos?

  • No, María. Vivo con mis padres, pero ¿por qué no vamos a un hotel? Aquí al lado de la disco hay uno de tres estrellas que no está nada mal.

  • Estupendo, vamos.

Me cogió de la mano y prácticamente me arrastró a través de la discoteca y de la calle hasta el hotel, que efectivamente estaba como a unos 100 metros de distancia. Sus prisas por ir al hotel me pusieron más cachonda si cabe de lo que ya estaba. Me encanta que un hombre me desee y me lo demuestre y aquella carrera por llegar al hotel era la demostración más palpable del deseo de mi compañero por mí.

Llegamos al hotel, cogió la llave bajo la alucinada mirada del conserje. Me di cuenta entonces que no había cogido la torerita del guardarropa de la discoteca y que llevaba mis pechos a la vista, pero no me importó nada, tenía tantas ganas de follar que todo lo demás me importaba un pimiento. En el ascensor nos abrazamos y acariciamos. Le saqué la polla del pantalón mientras él me acariciaba el culo y nos besábamos ardientemente. Entramos en la habitación y nos abrazamos de nuevo mientras nos desnudábamos a toda velocidad. Me dejó desnuda enseguida. Mi minifalda y mi top transparente volaron por la habitación mientras mis manos desabrochaban los botones de su camisa. En cuanto me desnudó, yo le ayudé a hacer lo propio y ya completamente desnudos me agarró por las caderas y me levantó hasta que mi coño se encontró a la altura de su polla, dejándome caer sobre ella y penetrándome de un solo golpe. No pude aguantar y solté un grito de placer que debió oírse en todo el hotel y que fue seguido de muchos más mientras sus manos agarradas a mis caderas me hacían subir y bajar sobre su durísimo pene que me penetraba hasta el fondo de mi sexo, ardiente y húmedo como pocas veces lo había tenido. Su polla salía empapada de mis jugos y la penetración provocaba un "chup, chup" que nos ponía aún más calientes si cabe. Exploté en un orgasmo sensacional, mientras aplastaba mi boca contra la suya para amortiguar el grito de placer que salió de mi garganta. Su semen caliente salió a borbotones de su polla haciéndome sentir en el fondo de mi sexo su potencia de salida y prolongando mi orgasmo en una sucesiva serie de pequeñas sacudidas que dejaron mi cuerpo laxo, como sin fuerzas.

Nos derrumbamos en la cama, sin deshacer, todavía con su pene dentro de mí y con mi cuerpo todavía agitado por los últimos espasmos del orgasmo múltiple que acababa de tener.

Pocas veces en mi vida había sentido un orgasmo, o mejor dicho unos orgasmos tan intensos y prolongados. Quedé derrumbada sobre la cama con el cuerpo de Pedro pesando sobre mí y sus duros pectorales aplastando mis pechos, algo que incluso me era agradable.

No tardé mucho en sentir de nuevo deseos, me lancé sobre su polla y la metí en mi boca, chupándola con verdadera fruición, quería que se endureciera cuanto antes para volver a sentirla dentro de mí. Pedro es un amante excepcional. Prácticamente enseguida su polla volvió a resucitar bajo los cuidados de mi lengua y en cuanto sentí que adquiría su dureza de nuevo, me la clavé hasta el fondo sentándome encima, subiendo y bajando sobre ella, sintiéndola entrar y salir de mi coño, tan húmedo ya que, si no fuera por el extremado tamaño y dureza del pene de mi amante, hubiera provocado que no sintiera la penetración. Mi mete y saca provocaba en mi cada vez más placer, su polla entraba y salía de mí como un martillo pilón, era como si me desgarraran las entrañas pero de placer. Antes de que él llegara no pude aguantar más y volví a explotar en otra serie de orgasmos seguidos que hicieron que mi cuerpo se convulsionara sobre el suyo hasta el punto en que no pude moverme ni un milímetro sin provocar en mi coño esas sensaciones que se sienten en la plenitud del orgasmo de verdad, que te dejan sin poder moverte y casi deseando que salga de tu interior. Me derrumbé sobre la cama, pero mi amante no estaba dispuesto a darme tregua y con suavidad pero sin interrupción me empezó a acariciar todo el cuerpo con su boca, me besaba los pezones, cogiéndolos suavemente con sus labios y tocándolos con la punta de su lengua, lo que provocaba en los mismos un placer rayando en el dolor.

Con una sabiduría poco habitual en los hombres, dejó que mi coño reposara del inmenso placer que momentos antes había sentido y acarició y besó todo mi cuerpo pero sin acercarse a mi sexo, a pesar del enorme deseo que sentía de meterse dentro de mí, deseo que yo misma sentía por los movimientos involuntarios de su pene contra mis muslos. Ver cómo mi amante controlaba su deseo para dedicarse a complacerme en lugar de tomar su placer, hizo que le pidiera que me penetrara, que deseaba sentir su semen llenarme toda. Me penetró con delicadeza, entrando suavemente dentro de mí, poco a poco, sin prisas, sin violencia, con extremo cuidado, dejando que mi coño se fuera acostumbrando a una penetración que todavía provocaba dolor mezclado con placer, por la extrema sensibilidad que había provocado en mi sexo los múltiples orgasmos de hacía unos minutos. Cuando su pene se introdujo totalmente dentro de mí, se quedó completamente quieto, hasta que por mis movimientos comprendió que mi sexo estaba de nuevo en disposición de admitir sus embestidas, fuertes, potentes.

Entraba y salía de mi interior provocando dentro de mí, de nuevo, un placer intenso, arrollador. Mi cuerpo volvió a responder a ese placer con espasmos incontrolables; mi pelvis se levantaba buscando la penetración profunda, para no dejar escapar de dentro de mí ese pene que me estaba enloqueciendo de placer y que hacía que dentro de mi se desatara un placer que muy pocas veces en mi vida había sentido. Volvieron a inundarme los orgasmos continuados, uno detrás de otro, mientras todo mi cuerpo se agarraba al de mi amante en un abrazo que pretendía inmovilizarle, pero que a pesar de la fuerza de mis piernas y mis brazos no conseguía que parara en su "mete y saca" arrollador.

Cuando su orgasmo se unió a los míos y su semen se derramó dentro de mí no pude hacer nada por evitar el grito orgásmico que salió de mi garganta. Grité, grité sin poder controlar mi garganta ni mi cuerpo, grité y me agité sin control ninguno hasta que quedé completamente agotada con mi cuerpo brillando por el sudor sobre la cama y el cuerpo de mi maravilloso amante sobre el mío y su pene dentro de mí, eso sí, ya con su tamaño normal sin excitación, tamaño que aún en esas condiciones era respetable y hacía que no se saliera de mi interior y continuara dentro de mí, aunque ahora como una presencia agradable y suave, sin provocar en mi sexo, extremadamente sensible, nada más que un pequeño placer.

Tengo la intención de que Pedro se convierta en mi amante fijo, en vernos un día a la semana. De hecho hemos quedado para mañana y sólo de pensar en que voy a volver a sentir su pene dentro de mí me empiezo a empapar, pensando en las horas que me esperan de intenso placer en sus brazos. Cuando pienso en que su pene me va a penetrar de nuevo, me mojo tanto que tengo que ir a algún lavabo para secar mi sexo y evitar que mis jugos me humedezcan los muslos, del intenso deseo que siento por él.