Una noche de calor

No es muy breve, pero merece la pena, una noche fogosa, dos cuerpos y el placer del sexo.

Era una noche de esas en la que el calor te obliga a no ir con demasiada ropa, en las que por las calles caminan miradas nuevas, que quizás sólo se dejen ver un año más por estos lugares y en las que no sabes que puede pasar hasta que no haya transcurrido la noche.

Yo iba con mis amigos, veníamos de botellón y habíamos tenido que salir de la plaza porque los uniformados no se mostraban muy amables. Subíamos por la calle principal, la gente iba en todas direcciones, algunos bajaban a la playa, otros subían a la zona de bares, y de los restantes no teníamos ni idea. Nosotros por supuesto subíamos a la zona de bares satisfechos del botellón, que nos salía más barato que pillarnos una copa, y no estábamos para abundar en gastos.

Entrábamos en los pubs buscando algo interesante, lo de todas las noches pienso, unas risas, unas cuantas miradas cómplices con alguna chica y algún baile que se dejó caer de manos de mis amigas.

Eran las tres de la madrugada ya y yo descansaba algo exhausto en uno de los asientos de aquel pub que estaba atestado de gente, el calor era insoportable, y no resultaba extraño ver a los cuerpos semimojados del sudor, y sin camisetas (en el caso de los chicos, claro).

Aquella noche transcurría normal, como cualquier otra, yo era un chico con bastante suerte con las chicas y considerablemente atractivo, no habría resultado extraño que la noche hubiese cambiado de rumbo, pero de momento seguía igual.

Me quité la camiseta y presté atención a la gente de allí dentro, algunos chicos parecían embobados, miraban en la misma dirección, Dios, miraban a una chica de pelo rizado, de una belleza exótica, delgada, no muy alta, algo así como 1´62 de estatura, de piel morena, con unos increíbles ojos oscuros, una boca preciosa y unos pechos que se veían bien bonitos, su piel relucía a la luz de los focos, tenía una minifalda que si se agachaba un poco podía dejar a las vistas perversas algo suculento, lucía una camiseta muy graciosa que dejaba al descubierto su ombligo y bailaba de forma espectacular, su forma de bailar me daba mucho que imaginar, pero preferí dejar de soñar unos instantes.

Entonces se me levantó el ánimo y me dirigí a donde se encontraban mis amigos que justo era cerca de ella.

Juan se me acercó al oído para poder escucharlo y me dijo:

  • Waaa, que morena, está increíble, me parece que de aquí no sale viva.

  • A ti te parecen muchas cosas, no te flipes, Juan.

Entonces me acerqué y me miró, a ratos nos mirábamos juntos, que pícara, le gustaba ese juego, cuanto más la miraba más sexy y sensual bailaba y más se acercaba a mí, entonces le mostré la copa que yo sostenía en la mano con gesto de querer invitarla y se acercó.

Le dije:

Hola, soy Joseba, para los colegas Jos.

Bien, hola, yo soy Alicia, pero me dicen Ali.

Bueno, pues que he pensado que lo mismo tienes sed y te quería invitar, con el bailecito que te estás pegando...

Gracias, pero no bebo, y ya tengo una botella de agua en aquella mesa – me indicó señalando una de las mesas.

En ese caso nada, a lo mejor te apetece salir fuera para tomar el aire fresco, aquí el ambiente está algo viciado, no crees?

Sí, espera que aviso a mis colegas.

Y volvió con esa increíble sonrisa, mis colegas flipaban, por dentro pensaban "que cabrón", pero así es la vida.

Nos dimos una vuelta, hablamos un poco y nos conocimos mejor, entonces le pregunté que a qué hora debía estar en casa y me dijo que no tenía ninguna hora porque sus padres estaban de viaje en esa época, yo evidentemente tampoco tenía hora de llegar a casa, puesto que ya era mayor de edad.

Nos sentamos un rato, y ella empezó a tocarme el cuello, me puse nervioso a pesar de una caricia tan simple, y me dijo que le parecía n chico bastante atractivo e interesante y cogiéndome de la mano me dijo que la siguiera y yo como tonto con la baba caída no puse ninguna pega.

Me llevó hasta un portal, subimos las escaleras hasta el ascensor, ella delante de mí por supuesto, para dejarme una bonita vista trasera.

En el ascensor, me besó locamente, jugando con mi pelo y tocando mis abdominales, a ratos jugando alrededor de mi ombligo, hasta que llegamos a su piso.

Abrió la puerta y me pidió que esperara unos segundos, yo la verdad no aguantaba más, la tienda de campaña estaba por empezar a ser el everest, pero me alegré de que no tardase mucho. Me condujo hasta una habitación amplia, uhm, olía a incienso, aunque nada comparable con su perfume, que era realmente embriagador, no había más luz que el de unas velas y toda una cama enorme que supongo sería la de sus padres.

También había puesto una música de fondo y en la mesita había comida, fresas con nata y fresas con chocolate. "Esta chica se lo monta muy bien" , pensé.

Me senté en la cama un poco alelado y ella me dijo que no me moviese, yo iba a explotar de pensar lo que me haría esa chica.

Empezó a moverse al ritmo de la música y lentamente se iba desnudando, primero se quitó los zapatos, dejando descubrir unos lindos y hermosos pies, después la camiseta y el sujetador tan provocativo y pude contemplar aquellos hermosos pechos bronceados, aún en su sitio (ya que era bastante joven), se me acercó y se alejó unos segundos después y no podía contenerme más, se quitó la pequeña faldita, y se quedó tan sólo con aquel tanguita tan pequeño.

Entonces vino hacía mí y empezó a besarme, a lamerme y a morderme suavemente en los labios, en el cuello, uf, me estaba volviendo loco, me quitó la camiseta y con la boca me bajó la cremallera del pantalón y me lo quitó también hasta quedarme en boxers.

En ese momento cogió las fresas y me dijo:

Nos daremos de comer sin manos, utiliza tu imaginación.

Y aquello era increíble, nos dábamos de comer con la boca, nuestras lenguas se entrelazaban en un dulce sabor a fresas, chocolate y nata, era excitante ver como caían por nuestra barbilla y nuestros pechos la nata y el chocolate y cuando terminamos aquel delicioso festín ella me limpió todito con la lengua, sin dejar ni una mancha en mi cuerpo, yo hice lo mismo, y comprobé que aquella piel era suave y tenía una dulce fragancia. Ni corto ni perezoso bajé hasta su ombligo con mi lengua mordiendo levemente su costado, pero ella se levantó y empezó a jugar conmigo, me besaba el cuello nuevamente, me acariciaba la espalda, el torso, lamía mis abdominales, mordía mis pezones y sus dedos jugaban con mi boca, acabaría a 200 con esa chica, entonces decidió ir más allá y después de rozarnos nuestros sexos un rato y sentir nuestras respiraciones al son de la música, bajó mis boxers y empezó a chupármela, dios, lo hacía como nadie me lo había hecho nunca, sabía mil formas imaginables de darme placer con su boca, recorría con su lengua mi polla que estaba a mil, no quería explotar pronto, teníamos mucha madrugada por delante, entonces me dirigí yo a ella y desde sus pechos, mordiéndolos y lamiéndolos bajé hasta su sexo, quitándole aquel minúsculo tanga con mi boca y empecé a lamérselo de forma increíble, ella suspiraba, gemía, me arañaba, me tiraba del pelo, aquello la volvía loca, entonces le di la vuelta y jugué con su espalda, estaba caliente, bajé hasta su culo y me detuve en su ano jugué con mi lengua un rato en él y ella parecía que se iba a correr, pero quise que esperase y besé sus preciosas piernas, lamiéndole detrás de su rodilla y bajando hasta sus tobillos.

Nuestras miradas se encontraron y entre suspiros supimos que era el momento cumbre en el que seríamos un solo cuerpo, no quiso que yo diese el primer paso y con su boca me puso la goma, era precavida, y se subió encima de mí y me empezó a cabalgar, primero más lento y luego más rápido, apoyando sus manos contra la pared mientras podía darme una estupenda visión de su delantera en rebote y yo agarraba fuertemente sus nalgas y a ratos su espalda, era increíble el placer que estaba sintiendo y sentí como los espasmos nos recorrían los cuerpos a los dos, ella gritaba mi nombre, entrecortada por su fuerte y acelerada respiración y yo no me quería dejar notar, pero mi cara lo decía todo.

Volvimos a besarnos otra vez, otra vez recorrimos nuestros cuerpos entre mordiscos, lametones y besos, pero ella quiso hacerlo otra vez, pero dominándola yo esta vez, la puse a cuatro patas y la penetré lo más que pude, gritó de dolor y placer y yo me veía en el séptimo cielo, mi ritmo se aceleraba cada vez más y aprovechaba la ocasión para introducirle algún dedo en el ano y besarle la espalda, le encantaba y nos volvimos a correr entre gemidos de gozo y placer.

Sin dudarlo volvimos a las andadas, y ella me cabalgó de nuevo, pero dándome prefecta visión de su espalda y nalgas, Dios, como movía las caderas, era increíble, mis sueños en el pub no habían sido sueños, habían sido una predicción de futuro, se movía de forma espectacular, haciéndome flipar con cada movimiento, su pelo se movía al son que ella y no quiso que nos corriésemos aún y me pidió que la cogiera y le hiciese el amor de pie, entonces la cogí y apoyándola en la pared, aguantándola con mis manos sobre su culo empecé a metérsela de forma suave, puesto que la postura no me dejaba más alternativa y allí nos fundimos por completo en un orgasmo increíble lleno de besos, lametones, mordiscos y arañazos de placer que se escapaban casi sin querer.

Nos abrazamos y nos quedamos exhaustos sobre aquella confortable cama, había sido increíble aquel derroche de leche con aquella fantástica mujercita de no más de 17 años, no era posible. El ambiente había sido perfecto, la noche perfecta y ella yacía sobre mi pecho desnuda y dormida por completo, yo no podía dormir.

Por la mañana, al despertar, me sugirió darnos juntos una ducha, que resultó de lo más placentera, fue un intercambio de sexo oral y la verdad, hasta ahora nadie me había frotado nada más que la espalda y menos aún una chica de aquella belleza.

Desayunamos una cantidad abundante de calorías (había que reponer fuerzas), y con toda la pena me vestí y me despedí de ella, nos dimos nuestros teléfonos, por si nos hacía ir un día a la playa y quedar para vernos y hasta que sus padres llegaron, pudimos disfrutar muchas noches y mañanas de aquella confortable cama.