Una noche con los amigos
Tocaba salir con los amigos. Hacía tiempo que lo hablábamos y por fin encontramos el día para juntarnos todos. Era un sábado de invierno. Frío de esos que sólo apetece ir a un bar y estar poco por la calle. Nosotros decidimos ir a un pub irlandés. Música en directo y buena cerveza.
Tocaba salir con los amigos. Hacía tiempo que lo hablábamos y por fin encontramos el día para juntarnos todos.Era un sábado de invierno. Frío de esos que sólo apetece ir a un bar y estar poco por la calle. Nosotros decidimos ir a un pub irlandés. Música en directo y buena cerveza. No había mucha gente, varios grupitos, entre ellos el de unas guiris alemanas. Lo que me faltaba. Como hablo alemán me tocaría abrir camino para los salidos de mis amigos. Entre que soy muy vergonzoso y estoy servido en casa no me apetecía nada de nada. Mis amigos insistían mucho, incluso me prometían pintas de cerveza gratis si conseguía que se juntaran a nosotros.
No sé si por la insistencia, para que intentara que se nos juntaran, o la expectativa de beber toda la noche de gorra, pero me lancé y fui a hablar con ellas. Y milagro, a los 5 minutos ya estaban alrededor nuestro. Entre el alcohol que facilitaba el entendimiento, un chapurreo de inglés y el lenguaje de manos nos entendíamos y estábamos pasando un buen rato. Solo había una de las chicas que estaba un poco apartada, no participaba ni de las risas. Era una de esas morenazas, con el pelo muy oscuro, pero con ojos azules que me vuelven loco. Mediría sobre el metro sesenta y cinco. Más bien atlética. Llevaba unos tejanos ajustados, que le marcaban un bonito culo. Unas tetas medianas, de las que te llenan la mano. Estaban debajo de uno de esos bodies con tirantes finos, que dejan ver el inicio de las tetas y el canalillo. De esas mujeres que a primera vista no son espectaculares, pero que a segunda vista te enamoran. Me daba algo de pena y sin segundas intenciones fui a hablar con ella. Me dijo que era del este de Alemania, que en el cole no había dado inglés y que no entendía lo que decíamos. Parecía súper simpática y nos quedamos hablando los dos, en alemán y por consiguiente fuera de la conversación del gran grupo. En el grupo las cosas se animaban y pasaron de las pintas de cerveza al tequila. En concreto a los bodyshots. Yo hasta esa noche no sabía lo que eran. Básicamente se trata de lamer la sal del cuerpo de alguien, beberse el chupito de tequila y tomar el limón de la boca. Ella me miró con cara de querer también uno, y como soy un Gentleman y mis inhibiciones se estaban quedando por el camino de la embriaguez, pedí dos tequilas. Me puso sal en el cuello, y el limón en la boca. Me pegó un buen lametazo, que más que un lametazo parecía un chupetón, bebió su tequila y cogió el limón de mi boca. Lo cogió con ímpetu. Acercando sus labios bastante más a los míos que lo justo y necesario para tomar el limón.
Le tocaba a ella. Sin más, gracias al top que llevaba puso la sal en esa parte donde empieza el canalillo y acaba el pecho. La miré con cara de “¿pero qué haces, en serio?”. Pero ella me miró con cara de: “¿a qué esperas?” No me pude resistir, le pegué el lametazo, que sin querer evitarlo alargué desde todo el pecho hasta el canalillo, perdiéndome en él más de lo necesario. Me bebí el tequila, y, al mirarla, vi que mordía el limón y me lo ofrecía desde su boca.Al irlo a buscar no solo me metió el limón en la boca, sino que también su lengua. Aproveché para jugar con ella.. Un día era un día. Con el beso nuestras manos empezaron a jugar por encima de la ropa de nuestros cuerpos. En cierto momento me cogió de la mano y me llevó consigo. Pensaba que me llevaría a otra sala donde había unas butacas. Allí nos podríamos liar más cómodamente y quizás con menos miradas que al lado de la barra, donde unos nos miraban con envidia y para otros éramos un estorbo para acceder a su próxima ronda de bebidas. Pero pasamos por el lado de las butacas y ella no se paraba. Seguía dirección a los baños. Cuando me di cuenta mi polla dio un respingón. Si me llevaba al baño es porque quería follar. Y yo no llevaba condones. Mierda. Siempre pasa lo mismo. Ella entró al baño. Miró que no hubiera nadie y me tiró hacia dentro del baño de las tías. Le dije que no llevaba condones, que me diera un segundo para que comprase uno en la máquina del pasillo. Me contestó que no iba a necesitar condones, que ella solo me la quería chupar. Me quedé a cuadros. ¿Lo decía en serio? Tal como había ido la noche, no parecía que fuera una mujer de medias tintas, y que lo que decía lo decía en serio.Me dio un beso de esos que prometen mucho. De esos de, rápido, que tengo otros planes. Mientras que me acariciaba la polla y empezaba a abrir el cinturón. Tuvo que dejar el beso para hacerlo, se puso de cuclillas. ¡Me sonrió! Bajo la mirada y acabó de abrirme el cinturón, el pantalón, para acabar bajándome los pantalones y los bóxers, todo a la vez.
Mi polla dio un respingón al salir de los bóxers. ¿O salió sola de los bóxers? Resumiendo, se plantó delante de la cara de Sabrina, que, mirándome y sonriéndome, se la metió en la boca. Empezó a lamérmela, a chupármela. La levanté, le di un beso, un beso de esos cuando estás muy cachondo. Y lo quieres mostrar. Ella seguía con mi polla en la mano, haciéndome una paja. Sin prisas pero sin parar. Se separó de mí, me miró y me dijo: “Déjame hacer”. Y se volvió a poner de rodillas. Y volvió a coger, cogiendo de nuevo mi polla en la boca. Y esta vez empezó a usar boca y manos. Acelerando. No sé si era ella, si era la situación o las dos cosas a la vez, pero nunca me la habían chupado tan bien. Bastante más rápido de lo habitual me dejó al borde del abismo. Si seguía me iba a correr. Se lo dije. Sobre todo para que estuviera avisada por si no quería que me corriese en su boca. Pero pasó todo lo contrario. Me sonrió otra vez y aceleró. Y me corrí. Me corrí mucho.Un orgasmo muy intenso. Y ella se tragó todo, sin dejar de mirarme. Cuando ya no salía nada, se levantó y me besó. Tenía aún sabor a mi. Y tengo que decir que es una sensación y un sabor precioso. Me vestí, y salimos del baño. Cuando pasamos por delante de la máquina de condones, se giró hacia mí, me besó y me dijo. “Cómpralos ahora, que hoy los necesitarás