Una noche con Laurie
Un breve relato sobre el placer que dos mujeres le brindan a otra.
La noche había caído hacía ya rato. Una tenue luz amarilla iluminaba la salita, el calor emanaba de la chimenea prendida aumentando el juego de sombras en la estancia.
Sobre la alfombra, hincada y con tu respiración agitada, mirabas tus pezones endurecidos como si te preguntaras el cómo habían logrado conseguir ese estado. Se notaban enrojecidos y sumamente hinchados. Tu mirada se cruzó con la mía para después regresar sobre tus pechos.
Rosalba, también hincada frente a ti acerco una vez más la verga de Benito hasta tus pezones y comenzó a frotarlos con el líquido que escurría de ella. El animal gruño suavemente. Mirabas anonadada como lo hacía. Trazaba círculos sobre tus aureolas dejándolas brillantes para después rematar sobre la cúspide de tus pezones. Sus ojos no paraban de mirarte con arrebato, notando tu excitación y vergüenza. El pene del can expulsaba con frecuencia una sustancia transparente que caía sobre tu pecho y vientre dejándolo mojadito. Las gotitas escurrían de tus enormes pezones y la viscosidad del líquido las dejaba ahí, estáticas, colgando como un extraño rocío.
Levantaste tus pechos con las manos como si los ofrecieras. Rosalba ante la invitación llevo sus dedos índices hasta tus pezones y los comenzó a acariciar embarrando el jugo de Benito sobre de ellos. Sus dedos jugaron de manera deliciosa y un grito lascivo se te escapo de los labios.
Mi mirada siguió el juego con atención. Me deleitaba observar tu excitación cada vez más intensa a pesar de lo bizarra de la situación.
-¿Te gusta que te los frote, verdad putita linda?... Sus pulgares comenzaron a mover en círculos tus pezones. Te movías suavemente girando las caderas al compás de sus caricias indicando lo necesitada que estabas de sentirte usada.
Benito se había acercado a mí y lamia mi mano. Los dedos de Rosalba giraban sin parar sobre tus sensibles y duras joyitas… -¿Te duelen ya?-… Gemiste en respuesta.
-Tanto tiempo jugando con ellos, ya te deben de doler… Te miró y siguió acariciando sin esperar respuesta como había estado haciendo desde bastante tiempo atrás.
Entre el índice y pulgar atenazo ambos pezones y comenzó a tirar suavemente de ellos elevando tus tetas para después dejarlas caer.
Las cacheteaba lentamente y te girabas entre grititos en la dirección de cada palmada.
Comenzaste a suplicarle que te besara en la boca. Me mirabas ansiosa como esperando que yo se lo ordenara. Rosalba dándose cuenta dirigió sus ojos hacia mí. Al sonreírle inmediatamente se lanzó sobre tus labios sin soltar la presa de sus dedos sobre tus pezones.
Se veían increíbles así, hincadas, comiéndose la boca, gritando y forcejeando como si de una batalla se tratara.
Benito, inquieto por sus gemidos se les acerco y olfateando el semen que cubría tu cuerpo intento montarte. Su lengua lamia los costados de tus tetas y pronto se colocó detrás de ti empujando hacia abajo tu cuerpo con sus patas.
Quedaste apoyada en cuatro, como si fueras su hembra, Rosalba te sujeto y levantándome coloque al perrito sobre de ti. Te cubrió y con mi mano guie su verga hasta la entrada de tu coñito. Intente controlar sus embates un poco y con cuidado deje que te penetrara. Lo hizo de golpe y el aire se te escapó… Un grito fuerte salió de tus labios quedando ahogado por el beso de Rosalba.
El animal se movió con fuerza, tus gritos secundaron sus movimientos. Rosalba te besaba vuelta loca de placer y en un momento determinado vi cómo te propinaba una suave cachetada mientras te susurraba lo caliente y zorra que te veías.
Benito rápidamente comenzó a llenarte inundándote con sus efluvios, su bulbo se metía cada vez más y de pronto logro insertarse provocándote un grito. A la par consiguió girarse y comenzó a expulsar su semen caliente, fértil y vigoroso dejándote pegada a él.
Entre las dos cuidamos que el animal no se moviera demasiado para evitar que te lastimara. Cada movimiento que hacia te arrancaba gritos de placer y dolor. Rosalba intentaba acariciar tu clítoris hasta hacerte correr pero el movimiento constante no se lo permitía de manera adecuada. Después de largos minutos la verga de Benito se pudo soltar y un reguero de su caliente semen salió de ti manchando la alfombra, mojando tus muslos.
Te tiramos sobre la alfombra, el semen del nuestro amiguito mojando tu piel y mientras Rosalba se comía tus tetas hinchadas y deliciosas me regodee entre tus piernas lamiendo y llevándome los restos de sus jugos hasta hacerte correr en medio de gritos tremendos.