Una noche con el jefe de la barra

Hasta en pueblos perdidos suelen ocurrir ciertas cosas...

UNA NOCHE CON EL JEFE DE LA BARRA BRAVA

El pueblo era grande y reconocido por la rivalidad entre los dos clubes más grandes del lugar. Por un lado estaba el Sportivo y por el otro el Atlético.

Yo era desde la cuna del Sportivo y daba mi vida por él. Cualquier cosa era posible hacer por nuestro club. No había miramientos o dobles discursos era todo o nada.

Yo era tan joven en esos días cuando ocurrió los que voy a relatarles.

Unas semanas antes cuando debían jugar el Sportivo contra el Atlético ya se estaban haciendo apuestas, el pueblo entraba en una locura pocas veces vista durante otras épocas del año.

El clásico era sagrado, vida o muerte. Todo era loco y yo me crie en esas circunstancias. Las rivalidades venían de años antes, muchos. De cuando se habían fundado esos clubes. Uno en  el sur del pueblo y el otro del lado norte.

Siempre fue así. El pueblo fue creciendo, fue creciendo en gentes que volvía a vivir aquí, gentes que pasaron por otras partes y en ninguna se había vivido un partido de fútbol, un clásico como en nuestro pueblo.

Para nosotros los que nos habíamos criado allí era moneda corriente y nada nos sorprendía y cuando digo nada es nada.

Por supuesto que las hinchadas tenían una gran injerencia y yo al ir creciendo entre, como quien no quería la cosa en la barra del Sportivo.

Lo seguíamos a todos lados. Íbamos a pueblos vecinos a joder, y a hacer pasar unos malos momentos en lo posible.

Más de una vez terminábamos siendo corridos por los lugareños, y más de una vez recibimos una paliza no solo en las canchas sino fuera también. Y también dimos algunas palizas.

Nos criamos así y eso no es ninguna excusa. Pero bueno.

Lo que voy a contar sucedió mucho antes de estas locuras, aunque eso no deja de ser otra locura.

Yo recién ingresaba a la barra, era nuevito. Así que bueno el día del clásico, todos me saludaban y me levantaban en andas. Éramos visitantes. El comienzo del partido era a las cinco de la tarde de un día primaveral hermoso. Dentro de todo el clásico se sucedió sin incidentes y esa tarde perdimos.

Bueno,  nosotros salimos de la cancha cabizbajos y heridos, y ya esperando la revancha.

A eso de las ocho de la noche cayeron a mi casa el jefe nuestro de la barra, don Américo, un tipo rudo de unos cincuenta años, yo en ese entonces contaba con diecinueve, así que bien podría haber sido mi padre.

La cuestión es que cayó a mi casa. Lo atendí en el patio porque mis padres no querían saber nada con esa gente.

__¡Don Américo, que cuenta!__ fue mi saludo.

__¡Hola nene, tenemos que hablar!__ me decían nene en esos tiempos.

__¡Cómo no!¿paso algo?

__¡Y si, mira, esto no sé cómo te va a caer, pero es por la dignidad de nosotros y del club obviamente…vos sabes que las deudas se tienen que pagar!

__¡Claro que sí don Américo!__ dije sin saber donde terminaría todo aquello tan extraño que sucedía.

__¡Bueno, tú debes saber, que en estos clásicos…no solo se pierde o se gana un partido…hay otras cosas!

__¿Qué cosas?__ pregunté inocentemente

__¡Bueno hacemos algunas puestas, extras, por ejemplo, el jefe ganador tiene el derecho de pasar…una noche entera con el miembro más joven de la otra barra…en este caso…yo..perdí y el que ganó es el Oso Batistelli, ¿te das cuenta?__ dejo en suspenso el diálogo, razone rápidamente, lo más veloz que pude, el miembro  joven de la barra era yo, claro, y el ganador, era, el Oso, el Oso Batistelli.

__¡O sea don Américo…que yo…debo…pasar….!!

__¡Si tenes que ir con el Oso…fíjate como podes hacer, con tus padres digo!¡sabes que no podemos negarnos!__ así que busqué una excusa fácil de creer, les dije creo a mis padres que iba a lo de un amigo y que no volvería, que me quedaría ahí, así que  antes de las doce de la noche salí de casa.

En una esquina me esperaba don Américo sonriente. Y me llevo a la casa del Oso. Allí me dejo.

Avance y toque el timbre que había en la puerta. Rato después, el Oso Batistelli me abrió. Llevaba una bata sencilla puesta sobre su cuerpo. Era alto como una puerta. Yo siempre lo había visto de lejos y no me imaginaba que fuera tan grandote y a la vez tenía un rostro afable. Lindo tipo.

__¡Tu eres el premio!__ dijo sonriendo sin ninguna malicia

__¡Parece que sí!__ dije entrando a la casa.

__¡Sabes…pensé que eras más grande!

__¡Tengo diecinueve!

__¡Hummm, un bonito chico, ehhh!!1__ dijo mirándome de arriba a abajo solo mirando y girando a mi alrededor.

__¿Quieres beber algo?

__¡Bueno!

__¡Tenemos toda la noche por delante!¿no hay problema?

__¡Claro que no!__ bebimos una cerveza. Tirados en un sofá muy grande y cómodo.

__¡Debieras ponerte más cómodo!__ indujo el

__¡Tú crees!__ dije jugando un poco.

__¡Oh si claro me parece!

__¡Tu eres quien manda!

__No lo tomes como una orden…quiero que disfrutes dentro de lo posible!__

me puse de pie, y quite mi remera y luego los pantalones cortos, enseguida quede en bóxers.

__¡Ohh tienes un cuerpo hermoso, mira esos músculos, estas bien formado!__ dijo él en un tono muy caliente y baboso

__¡Me alegro que te guste lo que ves!__ dije y él se puso de pie. El Oso era enorme, yo continuaba de pie.

Entonces el Oso tomo una de mis manos y la llevo dentro de su bata, estábamos enfrentados. Pude acariciar su víbora gorda, dura y venosa. El gimió apenas audiblemente. A mí no me incomodo agarrar aquel aparato que me daba el Oso Batistelli. Lo apreté. Lo masajee mirándolo a los ojos que le brillaban y despedían un fuego extraordinario.

Luego llevo mi mano en una especie de juego a sus bolas de toro. Eran muy grandes y pesadas, redondas y llenas de semen.

__¿La sientes? ¿Sientes está poderosa verga que es para ti?

__¡Si la siento…está muy dura!

__¿Te gusta?

__¡Sí!__ contesté

__¡Pues te aseguro que te gustara mucho más!

__¡Seguramente!__ dije yo entrando a calentarme con la situación y las caricias a aquellos genitales de macho muy caliente y excitado.

__¡No me has dicho tu nombre!

__¡Andy!

__¡Ohhh Andy quiero hacerte gozar como la putita que eres!__ dijo él y se acercó a mi boca y la comió literalmente de manera salvaje y hambrienta. Haciendo sentir su lengua en mi boca. Chupando y mordiendo. Mi verga se levantó de un salto y me sentí totalmente entregado a mi poseedor, el Oso Batistelli.

Me tomo de la mano luego de unos momentos en que acaricié y apreté su barra de carne entre la bata y me llevo a un dormitorio, donde solo había una enorme cama. Se tiro allí e hizo que me acomodara de espaldas a él, entre sus piernas. Mis nalgas chocaban con su pedazo bravío y venoso, tan de mármol.

Quito lentamente mi bóxer, acariciando los muslos y mis bolas, mi verga se iba alzando cada vez más dura. Apuntando al techo y yo gemía caliente y encendido por demás. Pasaba sus dedos por la cabeza de mi pija, que babeaba, el mordía mis hombros, mordía mi cuello, y lo lamía, chupaba dulcemente. Yo pellizcaba sus muslos potentes. Me aferraba a aquel macho que me seducía un poco cada vez. Me encendía. De pronto sus dedos empezaron a jugar con mi hoyito. Suave, solo masajeaba, no intentaba hundir ni penetrar, solo acariciaba y me volvía loco.

A la vez, retorcía mis pezones duros y alzados. Mis gemidos se hacían cada vez más resonantes. Cada vez más altos. Me estaba dando un placer increíble.

__¡Ahhh te gusta, putita, cariño, eres muy caliente!!¡Me encanta hacer gozar a las putitas como tú!!

__¡Sí papito, eres increíble, me gustan tus caricias!__ eso me salió de muy adentro. Nunca había cuestionado mi sexualidad. Las hormonas se revolucionaban y no tenía claro si me gustaban los hombres, pero a partir de aquel encuentro no me quedo ninguna duda existencial.

Me atraían los machos y sobre todo maduros como el Oso Batistelli. Me encantaba su olor a macho, el olor que despedía su cuerpazo caliente, sudado apenas.

En un momento no sé de dónde sacó un pomo de crema. Una crema que olía fuerte a menta, y casi sin darme cuenta sus dedos empezaron a hundirse en mi esfínter cerrado hasta ese día, hasta esa noche. Escarbo con un dedo, metiendo profundamente arrancando gemidos explosivos de mi interior. Luego clavo dos dedos. Iban y venían dentro de mi túnel. A la vez que mi pija endurecida como roca era masajeada y acariciada por aquel macho bravío y ardiente. Mordía mis orejas, las babeaba, y yo volaba de calentura.

__¡Estas tan caliente como yo, bebe, me gusta tu culito, es tan apretadito!!

__¡Ahhh es…que…nunca ha sido penetrado!!__ sentía su poderosa verga chocar en mis nalgas, me movía, retorciéndome como una mariposa. Los gruñidos que proferían y mi sangre que se quemaba.

__¡Me vas a hacer acabar papi, ohhh, ahhh, ay, ay ay !!__ dije casi en un gritito de putita, mientas le llenaba la mano de leche, mi acabada fue brutal y copiosa, abundante y pegajosa.

El en tanto ya había hundido tres dedos en mi ojete explotado, con los dedos llenos de miel me los dio a comer y chupar. Los probé de manera placentera. Comí todo hasta no dejar nada en sus dedos y en su mano.

Saco los dedos de la cola ensanchada. Mordió mi cuello una vez más gruñendo de placer. Me corrió del lugar y me coloco en cuatro patas. Y con su lengua empezó a jugar con el ojete abierto. Me chupo, me beso, perdió su lengua hasta donde pudo. Mi cola se sentía tan caliente. Jugaba con su bífida lengua y yo bufaba de placer, mi verga se alzaba nuevamente, buscaba ponerse dura.

__¡Ohhh cariño…que culito sabroso tienes, ahhh, como me gusta que seas tan putita!!__ decía aquel macho comiendo de mi culo, saboreándolo, penetrándolo con su babosa lengua. Yo casi lloriqueaba de placer infinito.

__¿Quieres que tu papi te meta su poronga?¡Dime bebe!¿lo quieres dentro?

__¡Siii hazme tuyo, quiero que me cojas!!__ casi al borde de la suplica, sentí sus manos aferrarse a mis caderas torneadas, restregó su pedazo en mis nalgas, y luego busco el agujero oscuro y semiabierto.

Apoyo su cabezota en la entrada. Empujo, y yo sentí como aquella poronga se iba introduciendo dentro de mí provocando un dolor agudo, extraño, ardiente, y a la vez caliente. Se abría paso en mis entrañas ese semejante pedazo. El Oso Batistelli empujaba despacio, aferrado a mis hombros y luego a mis caderas, con paciencia, despacio, mientras me oía gemir y lloriquear.

__¡Ohhh que culito sabroso, amorcito, ya, ya, se que duele pero vas a gozar como perrita, ohhh!!__ me susurraba el Oso con tanto cariño, que el dolor comenzaba a ceder. Sentía su fierro brutal yendo y viniendo, llenándome por completo. Sentía latir su pedazo en mi ojete. Sus bolas golpeaban contra mis nalgas apetitosas. Tiraba mis caderas hacia atrás, buscando que el pedazo se metiera hasta el fondo. El túnel ya había sido desgarrado. El ardor desaparecía poco a poco. El gozo iba ganando la partida.

El Oso taladraba de manera continua, no se detenía, era un experimentado amante de jóvenes, estaba seguro, que yo no era el primer culo que desvirgaba.

__¿Te gusta putita?¿Lo sientes…sientes el pedazo?

__¡Uy siii, ay claro papi me rompes el culito!!__ mi verga estaba otra vez como roca. Muy parado. Saco el perno de mi ojal. Y lo llevo a mi boca, lo chupe, lo acaricie con la lengua. Bese sus bolas y el puso sus nalgas sobre mi boca, las abrió y mi lengua entonces llego al agujero del Oso. Metía allí mi lengua, escarbé profundamente entre jadeos y gruñidos de macho alzado.

El hombre abría sus nalgas y yo perforaba su ojete con mi lengua que volaba de calentura como todo mi cuerpo. Hasta la última fibra. Allí fue cuando metió en su boca mi verga granítica. La beso, la succionó con fuerzas, mientras yo seguía hurgando en su túnel cada vez más abierto.

No aguanté mucho mi calentura y mi excitación, hicieron que le llenara la boca con mi leche, no fue tanto como la primera vez pero fue mucha de todas formas. El tragó hasta la última gota.

Se acostó de espaldas a mi lado, y a una seña suya lo monté a horcajadas, con sus manazas abrió mis nalgas y yo guié su pedazo hasta mi hambriento agujerito. Volvió a entrar con su barra de carne y yo lentamente empecé a cabalgar. Lloriqueaba de placer. Todo eso era desconocido para mí, nunca lo había imaginado.

El Oso agarró una de mis manos y las llevó a sus pezones, los pellizqué dándole más gozo y placer al macho que tenía enterrada su poronga en mi ojete. Luego me llevo hasta su boca, y metió su lengua hasta el fondo, haciéndome casi atragantar.

Sentí su pedazo inflamarse y el  jadeaba mucho más, gruñía como el animal salvaje que era.

__¡Voy a llenar tu cola amorcito, ohhh, siii, te vas a llevar mi leche, ahhh, ahhhh, si, ya viene, ya viene…es toda tuya cariño, ahhhhh!!__ entre esos gruñidos ahogados y su mandíbula apretada el Oso Batistelli fue llenado mi ojete explosivo con chorros interminables de su leche. Desvirgándome por completo. Haciéndome suyo.

Apoye mi cabeza en su frente. El buscaba un poco de aire, resoplaba, el sudor resbalaba por su piel mojándome. Sentí chorrear su leche por mis piernas y mis bolas. Su poderoso miembro aún latía incontenible dentro de mí.

__¡Ahhh como he gozado criatura…ohhh, si, hacía rato que no gozaba tanto del sexo…eres una putita increíble!

__¡Y yo también he gozado papi…eres un amante salvaje!__ nos fundimos en mas besos potentes y mojados, Sacó su chorreante pedazo de mis entrañas. Quedó de costado semi inflado. Nos abrazamos y nos prodigamos caricias y mimos.

Esa noche no me dejo dormir, el Oso Batistelli me tuvo a su disposición y me cogió de todas las maneras.

Cuando despuntaba el sol, tuve que despedirme de aquel macho espectacular que me introdujo en el mundo gay.

Tuve muchas noches mas como aquellas con el Oso Batistelli. No fue necesario una apuesta, por supuesto.-